Este 14 de julio se cumplen 228 de la Revolución Francesa, hecho que marcó un hito en la historia del planeta y la humanidad. Por primera vez una revolución venida del pueblo se hizo con el poder del Estado para una profunda transformación social.
El 14 de julio de 1789 el pueblo francés cansado de los abusos de la monarquía, alzó su voz contra el régimen, convocó a una gran insurrección de clases contra el orden establecido en Francia, causada por largos años de injusticia.
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De los 28 millones de habitantes del territorio francés en 1780, el 97 por ciento comprendía a sectores sociales que iban desde campesinos rurales, burgueses de las ciudades, artesanos, comerciantes y mendigos. El 3 por ciento restante lo constituía la nobleza y el clero.
Los aristócratas gobernaban como señores feudales, cobraban derechos altos a los agricultores que también soportaban la principal carga fiscal.
La clase media profesional, inspirada en los filósofos de la Ilustración, había empezado a exigir reformas.
En 1789, el rey Luis XVI convocó a los Estados Generales (parlamento francés) para buscar un acuerdo nacional ante la crisis política y económica. Las protestas y manifestaciones se fueron multiplicando sobre todo en París, estas alcanzaron su momento más alto el 14 de julio, cuando el pueblo tomó el castillo de la Bastilla.
Tras el triunfo del pueblo, el rey y sus ministros tuvieron que hacer cambios. Los Estados Generales se convirtieron en la Asamblea Nacional, se emitió la Declaración de los Derechos del Hombre y una nueva constitución en 1793.
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En 1792 se abolió la monarquía y se instituyó la república. El viejo orden desapareció; nació otro basado en tres principios: libertad, igualdad y fraternidad.