Las y los brasileños deberán acudir nuevamente a las urnas electorales el próximo domingo 28 de octubre para elegir en segunda vuelta a su nuevo presidente, luego de que ninguno de los candidatos obtuviera la mayoría requerida (50 por ciento +1) para asumir el cargo.
El candidato por el Partido Social Liberal (PSL), Jair Bolsonaro, logró el 46,03 por ciento de los votos, mientras que el representante del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, logró el 29,28 por ciento de apoyo popular; ambos se enfrentarán por la Presidencia de Brasil.
Días antes de las elecciones, una encuesta realizada por Datafolha reveló que Bolsonaro contaba con el apoyo de más del 50 por ciento de quienes perciben ingresos altos, entre cinco y diez salarios mínimos, así como el 45 por ciento de las y los brasileños con una carrera universitaria.
Tras el anuncio de los resultados oficiales por parte del Tribunal Supremo Electoral (TSE), las regiones que votaron a favor de Bolsonaro fueron las ubicadas al centro, oeste y sur de la nación suramericana, caracterizadas por concentrar el poder económico del país, ya que allí se desarrolla la actividad ganadera y la plantación de soya, principales productos de exportación de Brasil.
Además, durante su campaña presidencial, el representante del PSL afirmó que tenía como objetivo la privatización de empresas estatales, ejercer un mayor control del gasto público y reducir la carga tributaria de los ricos e implementar políticas neoliberales.
Bolsonaro ha reiterado su deseo de eliminar los derechos de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI), su rechazo al aborto legal y a la despenalización de las drogas; posturas que le han merecido el respaldo de la Iglesia evangélica.
Según la encuesta de Datafolha, el 26 por ciento de los feligreses lo apoyaba a mediados de agosto, pero tras la intensificación de una campaña en su favor, por parte de los principales líderes de las iglesias, la cifra aumentó a 42 por ciento. Al respecto, argumentaron que se debe a que Bolsonaro "defiende" sus posiciones con respecto a esos temas.
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La encuesta de Datafolha situó a Bolsonaro con apenas 25 por ciento de aceptación entre la población más pobre del país, aquellos que ganan menos de dos salarios mínimos y no puede acceder al sistema educativo completo.
Las razones que destacan hacen referencia a los comentarios del candidato de la ultraderecha que atentan contra la integridad y el respeto de todos por igual. Sobre la diversidad sexual, afirmó que prefiere un hijo muerto antes de que este llegue "a casa con algún tipo con bigote".
Con respecto a las mujeres, ha comentado: "tuve cuatro hijos y en un momento de debilidad, tuve una hija”. Asimismo, le dijo a una diputada de una bancada contraria a la suya que era “demasiado fea para ser violada”.
Estas acciones motivaron a miles de mujeres a crear la campaña "Ele Nao" (Él no), apoyada por otros sectores, en rechazo a sus posiciones y planes para Brasil.
Por otra parte, a los pueblos originarios les garantizó que no dará "ni un centímetro a las reservas indígenas" y aseguró que la comunidad afrodescenciente "no hace nada" en el país.
Para la economista y profesora de la Universidad de Sao Paulo, Leda Paulani, un eventual Gobierno de Bolsonaro significará "una profundización de lo que ya vimos con el Gobierno de Michel Temer, pero más ultraliberal, en prejuicio de los trabajadores y la población más pobre".
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