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  • A petición del expresidente Porfirio Díaz, arqueólogos emprendieron excavaciones y trabajos de rescate en la Pirámide del Sol. (Foto: Archivo)

    A petición del expresidente Porfirio Díaz, arqueólogos emprendieron excavaciones y trabajos de rescate en la Pirámide del Sol. (Foto: Archivo)

Publicado 26 marzo 2014



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A solicitud del expresidente mexicano, Porfirio Díaz, arqueólogos emprendieron excavaciones y trabajos de rescate en la Pirámide del Sol, en Teotihuacán, al norte de la capital mexicana, añadieron cemento sobre la gran estructura de tierra para darle mayor estabilidad.

Actualmente ese material, así como los rayos del sol, podría estar poniendo en riesgo de colapso la cara sur de la pirámide debido a que evita que el agua de la lluvia penetre al interior de la estructura y humedezca las toneladas de tierra que la conforman.

Después de tres años de datos recuperados gracias a un equipo (detector de muones) colocado en las entrañas de la pirámide, arqueólogos y físicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), se percataron que una parte de la estructura está reseca, lo cual podría provocar un derrumbe en la edificación de 65 metros de altura.

“No es que vaya a caerse mañana, pero lo más probable es que pasadas decenas de años, esa cara podría comenzar a hundirse, un poco por falta de sustento”, advierte el investigador Arturo Menchaca Rocha, del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El especialista, quien trabaja en colaboración con la arqueóloga Linda Manzanilla, explicó que esta alerta de riesgo se identificó al interpretar los primeros datos que han logrado reunir con el equipo que diseñaron e instalaron en el interior de la pirámide con el fin de trazar una especie de “radiografía” de la estructura para visualizar su interior y detectar posibles cámaras ocultas.

Según los primeros datos, que serán publicados a finales de este año, la densidad de la estructura es 20% menor en un lado que en el otro. Es decir, la parte sur de la pirámide está seca mientras que la del norte se mantiene húmeda.

“Nuestros ancestros no conocían el cemento y lo pegaban con baba de nopal. Esa cosa era muy porosa, a la montaña le llovía y se secaba, lo cual le daba cierta humedad”, explica Menchaca. Ahora, añade, el cemento no deja paso a la lluvia y podría estar provocando resequedad.

El científico, quien precisa que esta alerta es una interpretación aun por corroborar, comenta que una de las soluciones sería colocar un material más poroso en la cubierta para que el agua penetre mejor y humedezca la parte seca. “Hay tecnología para resolverlo”, sostiene Menchaca, quien recomienda hacer estudios estructurales y de mecánica de suelos para evaluar los riesgos.

“Lo que habría que hacer es perforar con una varilla, como con los pozos de agua, una en cada lado, y tratar de comprobar si lo que detectó nuestro equipo es resequedad”, comenta el investigador.


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