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Guatemala y El Salvador fueron dos de los países más humillados y despojados por esa política de la Doctrina Monroe.
Esta Doctrina que lleva el apellido del entonces presidente de los EE.UU., es una “verdad” instalada en el imaginario colectivo de los norteamericanos y de los pueblos del Continente que adecúa las conductas individuales y colectivas, de manera incuestionable, a las prioridades estadounidenses.
Cuando uno revisa las inconclusas historias de Guatemala, en especial el siglo que corre de 1923 a 2023 (vigencia de la Doctrina Monroe), el común denominador es el intervencionismo norteamericano. No solo abortando la Revolución Nacional en 1954 para evitar el “comunismo”, o empujando a la firma de los Acuerdos de Paz (1996) para implantar el sistema neoliberal, sino también configurando el “sentido común” de la colectividad para instalar la “creencia” de: Bernardo Arévalo/Semilla es la única opción esperanzadora en un país que en 200 años no pudo ser.
La indiferencia o la impunidad del Estado de Israel es y será un premio para que el Hitler israelí, nutrido con sangre palestina, ataque a cualquier otro país del mundo próximamente.
En 1944, los núcleos revolucionarios tenían claro su horizonte de emancipación y autodeterminación como país y como Estado. Por ello, reorganizaron el ordenamiento jurídico del Estado, hicieron del Estado un actor económico central para dar soporte al proceso de cambio, le apostaron a la autonomía universitaria para forjar al nuevo sujeto moderno que haga posible dichos cambios.
En 2015, la Embajada norteamericana, activó la “primavera de colores”, bajo la bandera de “guerra contra la corrupción”, con la finalidad de legitimarse en el “imaginario latinoamericano” como el “guardián contra la corrupción”.
A estas alturas, está claro que el "amor gringo" por la democracia chapina es un amor por anexarse geopoliticamente a Guatemala en el contexto de la nueva geopolítica multipolar. Y para ello opera, ahora, el bando de los obedientes a Washington.
Al límite que en las últimas elecciones generales del 2021 el país, en especial desde el “campo popular” empobrecido e indignado ante la “podredumbre política”, optó por Pedro Castillo, un campesino profesor rural, como su presidente. ¡Una atrevida disrupción electoral subalterna para un país diseñado por los patrones, para los patrones!
Dos partidos políticos socialdemócratas neoliberales se disputan la presidencia de Guatemala el próximo 20 de agosto. Ninguno de los dos tiene mayoría en el próximo Congreso de la República. Ambos acuden a Washington para potabilizarse políticamente.
Las elecciones de la segunda vuelta serán el 20 de agosto. En este contexto llega Almagro, el criminal de las masacres del Golpe de Estado en Bolivia, 2019, como el “gran redentor” para Guatemala.