Sin una comunidad cultural y comunicacional organizada, nuestras mejores intenciones descolonizadoras son sólo ínsulas de “buenos propósitos”, acaso eruditas, ingeniosas o apasionadas. No hay praxis correcta sin organización correcta. Esa es una debilidad mayor y una tarea actual urgente. ¿Cómo debe ser semejante comunidad organizada contra la manipulación simbólica? Quizá no lo sepamos acabadamente, pero es inexcusable saber cómo no queremos que sea. Por eso necesitamos una Semiótica para la des-colonización.
El sanguinario asesino serial de Tel Aviv, Bibi Netanyahu, ha logrado lo que ni siquiera medio siglo de Guerra Fría pudo conseguir: hundir a las potencias de Occidente y sus gobernantes, autoproclamados custodios de los Derechos Humanos y los más elevados valores de la humanidad, en un mar de mierda del cual jamás podrán resurgir.
Cuando Theodor Herzl (1860-1904) propuso, en los últimos años del Siglo 19, lo que hoy conocemos como “Sionismo” (un Estado judio en Palestina) tanto él como sus seguidores dejaron claro que para realizar ese proyecto sería indispensable expulsar a los “nativos” de las tierras que habitaban desde hacía más de 2000 años.
La nueva estrella del firmamento neoliberal argentino, Javier Milei, se habría convertido en el vivo reflejo de la incongruencia trumpiana y habría conseguido suplir su bisoñez en la gestión pública así como el desconocimiento de su programa electoral con el impacto mediático de sus intervenciones públicas. Así, se habría convertido en una “rara avis" que consigue desarbolar cualquier estrategia opositora que sea mínimamente racional, al tiempo que adolecería de serios tics autocráticos.