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 Una mujer sostiene un cartel frente al Ministerio de Desarrollo Social durante una protesta de los comedores populares en Buenos Aires, Argentina, el 22 de diciembre de 2023.

Una mujer sostiene un cartel frente al Ministerio de Desarrollo Social durante una protesta de los comedores populares en Buenos Aires, Argentina, el 22 de diciembre de 2023. | Foto: AP

Publicado 23 diciembre 2023



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La estrategia de campaña electoral de demonización hacia la política y santificación a la seudo política fue el primer ejercicio combinado que indujeron a una gran porción de la sociedad argentina para lograr el objetivo de presidir la nación.

Una crítica a la política de la teología. 

Sin ánimo de ofender a nadie, permítanme lúdicamente este título, que a mi entender, y en el caso que ofendiera, con las disculpas correspondientes, no creo que sea mayor a la ofensa de la utilización del recurso religioso en la política para implementar y justificar decisiones que castigan brutalmente al cuerpo social.
   
La estrategia de campaña electoral de demonización hacia la política y santificación a la seudo política fue el primer ejercicio combinado que indujeron a una gran porción de la sociedad argentina para lograr el objetivo de presidir la nación. La incidencia de líderes políticos que aluden a las “fuerzas del cielo” para sacar adelante un país es un fenómeno global y constituyen las bases de la gran mentira. Es indiscutible que el actual presidente argentino llega sin ninguna estructura, músculo o escudo político, por lo que aceleró su maniobra de refugiarse en un capullo teológico político como parte del mismo plan. No es casualidad que en su primera cadena nacional, sus palabras finales en el anuncio del  DNU (decreto de necesidad y urgencia) haya estado marcada por su política de la teología “que Dios Bendiga a los argentinos y la fuerza del cielo nos acompañen”.

Consagró su campaña electoral mintiendo su repudio a la “casta política”, y como un gran mercader de indulgencias vendió al pueblo su rápida salvación. Implementó el manual sagrado de la nueva derecha, puntualmente sobre el capítulo de la hierocracia, palabra de raíz griega que significa: hieros (sagrado, divino) y kratos (Estado, gobierno) ¿De qué estamos hablando? del “gobierno donde mandan los divinos” que bajo un fuerte convencimiento, los buenos por voluntad suprema han sido elegidos para cambiar el rumbo de una nación bajo la acción de la  “gente de bien” que debe extirpar a la “gente de mal” perdida en su inmoralidad por haber dejado de un lado a las verdades metafísicas para dedicarse a construir y ampliar sus derechos.

En toda religión hubo castigos, destierros, sacrificios, purificaciones, sufrimientos y salvación. Lograr el objetivo del brutal “ajuste –con- sacrificio”, requería previamente preparar las conciencias desde un catecumenado electoral, un principio básico de formación para introducir a las personas a una fe, en este caso infantilizada y ciega, para ponerlos a la espera de la milagrosa transformación. El día había llegado, la Tierra Prometida parecía estar a la vista de todos, sin embargo y a espaldas del Congreso de la Nación, da su primer discurso como presidente en ejercicio, acudiendo a la ayuda celestial para ofrecerle el peor de los sacrificios: la de todo un pueblo; que hoy aturdidos y estafados por la mentira pareciera que en su interior resuena aquel salmo bíblico que exclamaba desde el destierro “junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia en los sauces de sus orillas…Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos…” 
  
Este escenario de índole religioso político incluye a los mártires que seguirán convencidos de esta mentira y se inmolaran por Dios, Patria y  Familia, un viejo eslogan que la ultra derecha acaba de resucitar, que pertenece a la “gente de bien”, siempre muy reducida… y por más que muchos adhieran y se esfuercen, sino gozan de las condiciones históricas (blanco, culto y de muchas propiedades) no serán parte. Hoy la clave de la geopolítica recorre la lucha del poder en la arena de la “teología política”, desde ahí nuevos líderes emergentes de la extrema derecha proponen una “política de la teología”, es decir la subordinación de la política al dictamen religioso como estrategia de comunicación, con el solo objetivo de trabajar en las conciencias la resignación de los pueblos, la misma que utilizó la teología de la resignación en plena conquista, pero también para trabajar en las culpas por los derechos adquiridos, solo así y desde ahí  se podrá justificar y legitimar las medidas políticas de ajustes en materia económica y la quita de los derechos de los trabajadores recientemente comunicada en el DNU. 

Son reales los componentes religiosos en el escenario político y son necesarios evidenciarlos para “revelar” qué espíritu lo mueve, lo guía o conduce. Existe en el imaginario común esa idea peligrosa que espíritu y espiritualidad son realidades opuesta a la materia y a lo corporal. Es clave esta creencia en la sociedad para la implementación brutal del ajuste económico que lleva adelante Javier Milei, ¿en qué sentido? en el sentido que el cuerpo puede y debe sufrir, total está aferrado y refugiado en lo espiritual. Si el espíritu de un líder político es guiado a favor de la opulencia de los mimos, atentando contra la panza de muchas personas, es decir  saqueando los platos de comida de las mesas, estaría desde esa concepción justificada, ya que la materialidad de la vida del cuerpo social  no cuenta. 

Para la Biblia, “espíritu” no se opone a “materia” ni a cuerpo, sino a maldad (destrucción); se opone a la fragilidad de la vida amenazada y se opone a la ley que se impone con el miedo y el castigo. En hebreo, la palara “espíritu” (ruah) significa viento, aliento, hálito. Es, como el aliento, el viento corporal que hace que las personas respiren, se oxigenen, que puedan seguir vivas. Si un líder político envuelto en mantos sagrados te asfixia, castiga y sacrifica es porque sedujo engañando desde el paradigma del cuidado para imponer el paradigma de la conquista que es siempre deshumanizante. 

Sin embargo, la esperanza siempre es política como herramienta para la defensa de la comunidad buscando el bien común, ese es su espíritu. La política no es de “gente de bien”, para su bien individual; la política se constituye por personas-militantes y actores políticos bajo un nosotros y un proyecto político colectivo, detrás de un arco de sueño social de bienestar, progreso y paz social. De eso se trata.


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