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El candidato republicano Donald Trump en el Freedom Fest en Las Vegas, Nevada, en 2015..

El candidato republicano Donald Trump en el Freedom Fest en Las Vegas, Nevada, en 2015.. | Foto: Reuters

Publicado 25 julio 2016



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Los historiadores todavía se preguntan si esta convención ha sido la peor de la historia.

Aunque Donald Trump describió la convención republicana como “increíble” e “impresionante”, los historiadores debaten si esta convención con un discurso lleno de odio, divisionismo y definitivamente deprimente haya sido la peor toda la historia.

Nada de esto interesa a la estrella de programas de Reality Shows que no solo arrastró al Partido Republicano en su expreso de intolerancia, sino que volvió a su contienda con Ted Cruz luego de su discurso individualista de “Yo hice” ante la asamblea republicana.

Su complejo de salvador con una pequeña revancha explica en gran medida por qué Trump sigue teniendo una notable ventaja ante Hillary Clinton, a pesar de haber pasado los últimos 13 meses rodando por Estados Unidos como un explosivo tren petrolero que hace llover fuegos demoníacos y gases tóxicos.

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Cuando declaró “yo soy la voz” y vociferó sobre la “ley y el orden”, los críticos afirmaron que estaba copiando a Richard Nixon al apelar a los estadounidenses incómodos.

Sin embargo, hay una diferencia crucial. Trump, al igual que Nixon, ganó simpatía de muchos trabajadores blancos. Mientras que habían algunas deficiencias económicas en 1968, no existía una oportunidad grande de capitalizar en los enemigos económicos. Así pues Nixon cabalgó a la victoria avivando la contraofensiva hacia el Movimiento de Liberación Negro, la contracultura, y el movimiento pacifista. Hoy el apoyo de Trump viene con mayor fuerza donde los trabajadores blancos están sufriendo más. Sus denuncias del TLCAN y del “desastre” del libre comercio encuentran simpatía entre los trabajadores que la pasan mal, lo que lo mantiene nariz con nariz con Clinton en los estados del Medio Oeste, donde se decidirá la elección. Pero lo que sucede va mas allá de un grupo de blancos que añoran los días cuando conseguían un buen trabajo en cualquier fábrica recién terminando la escuela.

Trump promete crear mas empleos y reavivar la economía, pero su único plan es acabar con acuerdos de comercio, tanto los viejos como los nuevos. El presidente puede hacer esto, pero abandonar el TLCAN apresuradamente podría causar estragos ya que sería difícil desenredar las tres economías norteamericanas, hiriendo justamente a los trabajadores que apoyan a Trump.

En vez de utilizar la convención para demostrar sus planes económicos, Trump solo se mostró a sí mismo: “Voy a devolverle sus empleos”, “No voy a dejar que las compañías se vayan a otros países” y “Haré tratos individuales con países específicos”. Es una fantasía del deseo de poder que sedujo a muchos trabajadores que ven en Trump una esperanza del retorno de los buenos tiempos, pero este no ofrece el éxito económico. Solo les da la alegría de la venganza personal.

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Los medios han tratado su animadversión por Ted Cruz, Megyn Kelly, Elizabeth Warren, Mark Cuban, Jon Stewart, como distracción de su personalidad volátil. Pero esto encaja con su abuso hacia los musulmanes, los mexicanos, las feministas y contra Black Lives Matter, a quienes a definido como enemigos. Trump ha ofrecido castigarlos a todos por el terrorismo, las humillaciones y el sufrimiento que han causado a los verdaderos estadounidenses.

Ha agredido a sus enemigos personales con su intolerancia blanca, le permite a sus seguidores el actuar sus fantasías de venganza. Esto se evidenció en Cleveland. Los seguidores de Trump exhibieron sus camisas de Hillary donde se le trataba de “perra” y se deleitaban con mensajes violentos hacia ella. Miles en la arena cantaron “enciérrenla”, con fotos donde aparecía Clinton vestida de naranja, dando indicios de tortura.

Trump es un punto focal de rabia. Habla sobre “hombres y mujeres olvidados” que viven en un país donde la infraestructura está en “condiciones tercermundistas” y afectada por “una humillación internacional tras otra”.

Trump es como un Harry el sucio del Antiguo Testamento, afirmó “Desde el 20 de enero de 2017 la seguridad será restablecida” y a título personal advierte “a cada persona que amenace la paz de nuestras calles y la seguridad de nuestra policía...Yo restauraré la ley y el orden en nuestro país”. En lo que respecta al terrorismo dijo: “Vamos a derrotar a los bárbaros del Estados Islámico y los haremos rápido”. Su simple palabra de crítica a la OTAN por no pagar su cuota es suficiente para preparar la acción para “un nuevo programa para combatir el terrorismo”.

Este sentido de poder personal y venganza se desborda. Puede verse cuando sus seguidores de primera línea dicen que les gusta de Trump el “no ser políticamente correcto”. El rechazo hacia lo políticamente correcto es un eufemismo de la intolerancia. Da a sus seguidores la alegría de la venganza en la vida diaria. Pueden hacer comentarios racistas y sexistas libremente, habla sobre vetar a los musulmanes y deportar a mexicanos, y ahora desde una política racional y un acto complaciente.

Si puede o no restaurar la economía y el empleo puede que sea solo una arista de muchos de sus seguidores, Trump ha amalgamado la economía y el resentimiento social. Vapulear a musulmanes, mexicanos, negros y a mujeres puede otorgar a sus hombres blancos resentidos la satisfacción y el poder de la que se han visto privados. Confirmado durante el festival de odio en Cleveland, la derecha ha pasado de “taladra nena, taladra” a “mata nena, mata” durante el gobierno de Obama.

Pero aún, si Trump perdiera, ha deslegitimado a Clinton frente a gran parte del país. Considerando que el Tea Party se fundó inundado de racismo apenas a semanas de que Obama asumiera la presidencia, una presidencia de Clinton pudiera ver mas violencia extrema hacia las mujeres y misoginia como premio de consolación para estos hombres colerizados con ansias de venganza.

Nos queda una lección de la administración Obama, la política tóxica de Trump no puede ser ignorada, debe descontaminarse antes que intoxique todo el paisaje político.

 


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