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    En Profundidad

    Su obra “El Son no se fue de Cuba” es la síntesis de su firmeza y vocación por la verdad. El Caribe le debe. Y le debe mucho.

Se cumple un año del cambio de paisaje de Adriana Orejuela, extraordinaria investigadora y escritora nacida en Colombia, productora audiovisual, con un paso brillante por teleSUR.

Se cumple un año del cambio de paisaje de Adriana Orejuela, extraordinaria investigadora y escritora nacida en Colombia, productora audiovisual, con un paso brillante por teleSUR.

Su obra “El Son no se fue de Cuba” es la síntesis de su firmeza y vocación por la verdad. El Caribe le debe. Y le debe mucho.

El mortal que pueda tener en su manos la primera edición del libro “El Son no de fue de Cuba” podrá leer su asombrosa y significativa última página: “Este libro se terminó de imprimir el 24 de julio de 2004 con motivo del 221 aniversario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar”. Jamás se había leído algo así para dar una fecha de impresión y eso ya comienza a hablar del libro y de su autora. Dos días después, el 26 de julio de 2004 un ejemplar de esa primera edición ya estaba siendo enviado por ella a quien escribe, a través del investigador y hombre de radio y televisión César Pagano, de Colombia como ella, como Adriana Yanuba Orejuela Martínez.

 

Antes del Son

La trayectoria de Adriana Orejuela no se circunscribe solamente a su gran obra “El Son no se fue de Cuba”. Para acometer este trabajo hubo de contar con experiencias previas, indudablemente. Ella misma las describe:

Fecha y lugar de nacimiento: Bogotá, 14 de abril de 1965

Estudios realizados:

Filosofía y Letras, cuatro años en la Universidad de los Andes, Bogotá.
A partir de 1989 se traslada a La Habana en donde cursa estudios de Metodología de la investigación, Sociología de la música, Panorama integral de música popular cubana, Etnología y religiones sincréticas, y Música afrocubana en el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana, al tiempo que presenta el primer proyecto de investigación sobre la música popular cubana del periodo revolucionario bajo la asesoría del doctor Olavo Alén Rodríguez. De forma paralela toma cursos sobre cultura cubana y del Caribe, en el Centro de Altos Estudios Fernando Ortiz.

Experiencia en el mundo audiovisual


Entre 1986 y 1988, musicalizó diversas series dramatizadas en la
televisión colombiana. En el mismo periodo trabajó en la producción de comerciales para la televisión.
En 1989 musicalizó la película “Con suerte”, del director colombiano Jaime Henao.
En 1992, asesoró y trabajó en la producción del documental “El
sentido de la promesa”, dirigido por Julio Ramos, director de la
Cátedra de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Berkeley.
En 1994, asesoró y trabajó en la producción del documental “Bárbaro del ritmo”, dirigido por el realizador venezolano Alejandro Uribe.
Entre 1993 y 1995, asesoró, produjo y realizó algo más de cincuenta entrevistas a músicos cubanos para el programa de la televisión colombiana Somos Latinos.
En 1997, asesoró el documental “Para bailar”, dirigido por la
realizadora noruega Ingvill Morgstadst.
En 1999, asesoró y trabajó en la producción del documental “La
Tropical” - dirigido por David Turnley, premio Pulitzer de fotografía- producido por Corbis Documentaries.
En 2001, asesoró y trabajó en la producción del documental “Música Cubana”, dirigido por German Kral y producido por Vin Wenders para la firma italiana Victory Media. Realizó la producción y coordinación del concierto final en Tokio de dicho documental en el año 2003.
En 2004, asesoró y trabajó en la producción del documental “Cuba”, dirigido por el realizador polaco Andrezez Slodkowsky.
Ha asesorado documentales sobre música y cultura popular a estudiantes de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños.

Adriana Orejuela
En La Habana falleció el 19 de julio de 2022, a los 57 años de edad.

Publicaciones:

En 1992 la editorial Intermedio Editores, de Colombia le publicó el
Cancionero de la salsa, una selección de quinientas composiciones emblemáticas de esta expresión.
Es coautora, junto a Leonardo Acosta y Senobio Faget, del libro
“Benny Moré, Bárbaro del ritmo”, publicado en 1995 por la editorial Tropyco News de Italia.
Es coautora, junto a Leonardo Acosta y René Espí, del libro “Son de Cuba”, publicado en 2000 por Trilce Editores de México.
Es coautora y asesora del proyecto “Cien canciones cubanas del
milenio”, coordinado por Cristóbal Díaz Ayala para Tumbao Records de España.
Es autora del libro “El Son no se fue de Cuba”, publicado en 2004 por la editorial Arte-Cultura y Sociedad , de Colombia.
Sus ensayos se han publicado en revistas especializadas de Cuba, Italia, Colombia, Estados Unidos y Noruega.
Ha escrito numerosas notas para discos de música cubana y caribeña.
La editorial Fondo de Cultura Económica, de México, se interesó en su método de investigación de la música popular y la contrató para escribir el libro Música popular cubana del siglo XX.

Agregamos que fue productora en el programa “Sones y Pasiones” de TeleSUR (2006-2007) y posteriormente fue Productora ejecutiva del programa “Causa Justa” conducido por Piedad Córdoba para TeleSUR.

Adriana Orejuela retornó a Cuba en el año 2015 después de su periplo venezolano que la condujo a otras naciones e historias.

En La Habana falleció el 19 de julio de 2022, a los 57 años de edad.

Lo de ella es otra huella de Colombia en Cuba www.telesurtv.net/telesuragenda/legion-colombiana-cuba-20210528-0003.html

Historias y valoraciones

En su camino hacia la investigación Adriana encontró en César Pagano a un orientador inicial, a partir de su vinculación con el local “El Goce Pagano” de Bogotá, regentado por el productor, investigador, escritor y hombre de radio. Él lo cuenta así:

César Pagano

“La conocimos en los años 80 a comienzos, cuando comenzó a estudiar Filosofía en la Universidad de los Andes, tan cordial, tan inteligente, tan inquieta, con toda su carga emocional y sus deseos de aprender sobre la música. Llegó por los rumores acerca de “El Goce Pagano”, este goce que quedaba en la 74 con Caracas, (Bogotá). Allí pronto nos hicimos amigos y comenzó a ser disc jockey y a tener interminables conversaciones con los músicos, con los contertulios y conmigo y a inquietarse con sus ideas y con su deseo de ir a Cuba, que nunca la abandonó. Cuando logró ir a Cuba vino realmente fascinada acentuando su deseo de estudiar las religiones de raíces africanas, pero pronto eso fue rebasado por los hechos y su interés se trasladó al Son, a la música más contemporánea, cuando ya se estaba viviendo la gran influencia de Irakere, del songo, de Van Van, y de la timba desarrollada sobre todo por José Luis Cortés, el tosco, con NG La Banda, pero Adriana era muy universal en la música. También le encantaba el jazz y una de sus heroínas era Billie Holiday; también estaba la Bossa Nova y naturalmente Antonio Carlos Jobim y las grandes cantantes de su tiempo como Gal Costa o Elis Regina. El Flamenco ocupó otro espacio, así como el descubrimiento de música folclórica de otros países. Por supuesto también la salsa, la más innovadora. A Adriana le encantaba Eddie Palmieri.

Palmieri, Un día Bonito

 


 

En cuanto a su obra “El Son no se fue de Cuba” es un libro que todavía resulta muy útil para demostrar eso, y como me lo dijo en alguna ocasión Alfredo Chocolate Armenteros para que el Son se se vaya de Cuba habría que enterrar la isla. De manera que con este libro tan importante, tan bien documentado, fruto de los encierros que ella hizo en la Biblioteca Nacional de Cuba en La Habana y también de conversaciones y entrevistas con una serie de personajes Adriana logró reconstruir la música bailable de Cuba y los centros donde operaban los artistas y las orquestas más importantes de su tiempo y los medios de comunicación empleados. Ese libro seguirá siendo de consulta obligada durante mucho tiempo. En 2006 Adriana se radicó en Venezuela y allí perdí el hilo de su vida”.

Gary Domínguez

Asentado en su ciudad natal, Cali, Edgar Gary Domínguez, Disc Jockey, investigador, coleccionista y melómano regente de “La Taberna Latina” resultó ser un gran impulsor emocional para las inquietudes de Adriana Orejuela en su búsqueda musical. Él lo relata:

“Este es mi testimonio personal y musical acerca de mi joven amiga eterna que ya viajó más allá del sol hace un año.

La encontré y la descubrí bajándose de una moto, venía de Bogotá, en moto. Venía desde la escuela de César Pagano, de escuchar la música antillana en “El Goce Pagano” con visión y con pasión por la música y ya tenía estudios empíricos de la música clásica por sus padres, también del rock, porque Bogotá es rockera y llegaba a esta capital salsera (Cali) a encontrarse irremediablemente con algo que le cambiaría la historia, y fue llegar a “La Taberna Latina”, ese pequeño rincón que manejábamos con mucho cariño y desde donde estábamos proyectando sobre todo la música cubana contemporánea, casi prohibida y restringida a raíz del bloqueo a la isla, pero al mismo tiempo ya teníamos en ese catálogo y en ese ambiente musical pequeño la música venezolana, ya sabíamos qué era Guaco, qué era el Trabuco y al mismo tiempo estábamos preparándonos para escuchar la onda del Latin Jazz junto a la música cubana de Irakere, de Van Van. Cuando ella entra allí y descubre todo este material inmediatamente se enamora de tal forma que se vuelca a investigar con las limitaciones que teníamos en ese momento.

La editorial Fondo de Cultura Económica, de México, se interesó en su método de investigación de la música popular y la contrató para escribir el libro Música popular cubana del siglo XX.

Recuerdo que estamos hablando de los años ochenta, principios de los ochenta y había una sola musicóloga colombiana que había ido a Cuba, la doctora Rocío Cárdenas, y ella (Adriana) se empecinó en que ella quería hacer eso, como grandes que conocemos como Rocío Cárdenas, como Lil Rodríguez, como María Teresa Linares, y ese sueño se hace realidad cuando decide irse, dejar todo e irse a instalar a la isla más grande y controvertida del Caribe como es Cuba, entregar su vida y dedicarse al estudio desde el Centro de Investigación de la Música Cubana, entonces imagínense a esa joven entregada y llevada hacia esa isla gigantesca donde descubre esa cantera inmensa de música, de santería, de esos sonidos urbanos contemporáneos que desconocíamos todos nosotros , y en resumen el mejor regalo y su mejor investigación, el mejor aporte es haber hecho esa obra “El Son no se fue de Cuba”. Meterse a las bibliotecas como un ratón de biblioteca e investigar durante 15 años para que todo quedara reseñado en ese libro que ya Latinoamérica lo conoce con ese nombre tan fuerte como es “El Son no se fue de Cuba” frente a los opositores en el exterior demostrando que esa isla iba a seguir haciendo música, y empezó día a día desde el año 58 hasta la llegada de Irakere a mostrarnos cómo la música cubana vuelve a surgir. O sea que doña Adriana Orejuela tiene una responsabilidad muy grande desde el más allá de mantenernos con su obra de literatura y con todo el legado que deja en la música para todos nosotros, para todos los melómanos latinoamericanos. Esa es nuestra querida Adriana Orejuela y desde el más allá ojalá nos recuerde y se esté riendo y esté gozando con NG La Banda, con el Bacalao con Pan, con el Día Bonito de Palmieri, con la Música de El Trabuco Venezolano, con Guaco, con todo eso que disfrutamos como amigos, como cómplices, con la locura de Van Van.

Sandunguera

 

Gracias a ella conocí partes secretas de La Habana. Fuimos a Pogolotti, descubrimos el cuarto secreto de Oscar Valdés, descubrimos los toques de Arará, me llevó a ver cómo se mueve el piso en un toque de santeros, bien fuerte, allá en los sitios secretos. Demasiados recuerdos, demasiadas anécdotas, pero ahora nos queda un registro de ese libro y queda mucho por descubrir de esta pequeña ángel, de esta pequeña aché de nosotros, colombianos que tenemos también triple nacionalidad: venezolana, cubana y colombiana. Esa es doña Adriana Orejuela Yanuba. Buen viaje, mi ángel”.

Diego Silva Silva

El maestro Diego Silva Silva, Director de orquestas, músico académico y popular, investigador profundo y autor de un libro de investigación como “El Pentagrama y la Espada”, conoció a Adriana Orejuela, y hasta fue entrevistado por ella. Al solicitarle una valoración acerca del fondo de la obra de Orejuela, es decir del Son, el músico apuntó:

“El Son no se ha ido nunca de Cuba, solo trascendió sus fronteras. En los años sesenta el gran bolerista venezolano Felipe Pirela, siendo vocalista estrella de la orquesta de Billo Frómeta

grabó una canción cuyo texto expresaba “El Son se fue de Cuba”; esta canción completamente descontextualizada y manipulada por la derecha internacional y especialmente por los cubanos batisteros exiliados en Miami, se convirtió en una especie de himno o emblema de ese contingente; porque obviamente muchos de los cubanos que emigraron con el triunfo de la Revolución Cubana trataron de recrear en sus nuevos espacios su cubanidad, y en ella, el son ocupa un lugar especial; es así como llegaron a apropiarse de los derechos de autor de muchos compositores cubanos, realizando grabaciones de algunos sones cubanos (grabados principalmente en USA) con artistas enemigos de la Revolución Cubana (casi todos); pero lo cierto es que mucho antes de que apareciera esta desafortunada canción (me refiero a la que grabó Pirela), el Son de Cuba ya había traspasado sus fronteras porque ya desde inicios del siglo XX se había consolidado como una expresión musical cubana vernácula, y a partir de los años 30 alcanzó dimensión internacional, no solo en las voces de prestigiosos artistas cubanos, sino de artistas mexicanos que lo proyectaron a toda América desde su imponente cine de esos años.

El son cubano, al igual que las llamadas “rancheras” mexicanas, inundó el mundo musical de América, y en muchos países en donde existía tradición de “bolero” (con todas sus variantes), comenzaron a aparecer unos híbridos que la taxonomía musical de las disqueras calificó como bolero-son. Es así como el son cubano se erige en un importante referente musical americano.

Especialmente notable ha sido la proyección del son cubano en las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, y digo especial porque aparte de sus hondos contenidos poéticos y sociales, lograron captar la atención de una gran parte de la juventud americana, y con ello un espacio generacional medular que revitaliza al Son de Cuba”.

En resumen el Son no se fue de Cuba, ni Adriana Orejuela tampoco, aunque tampoco se fue de Colombia o de Venezuela como bien apunta Gary Domínguez en el tema de la triple nacionalidad.

Irakere en Venezuela

 

Qué bueno sería que esa obra fuera digitalizada para colocarla al alcance de todos los mortales melómanos, caribeños, ansiosos de conocer más y de contextualizar la historia de la música de Cuba y del Caribe. Sería un buen obsequio a la musicalidad cubana y a la inmensa defensora que tuvo en Adriana Orejuela Martínez. Buena hija de Obatalá. Yanuba.

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Adriana Orejuela Perfil

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