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    El maestro catalán nacido en 1903 en el pueblo de Mont-Roig del Camp (Tarragona), fue un comprometido con una educación basada en los ideales republicanos y se implicó en proponer una pedagogía con un fuerte componente emancipador.

El 18 de julio de 1936 sorprendió a los maestros españoles de vacaciones. Entonces no sabían que aquella fecha daba inicio a la más penosa etapa que iban a vivir los docentes en España.

Las descripciones se repetían: "El mar será... El mar será...". Cuenta una historia silenciada por mucho tiempo, que el maestro español Antoni Benaiges, a comienzos de 1936, incumplió aquella promesa de llevar a sus chicos a conocer el mar, aunque algunos no supieron por qué.

Los niños y las niñas de la escuela rural de la pequeña comarca de Bañuelos de Bureba, en Burgos, no supieron hasta que crecieron, las razones por las que no llegó el maestro. En su inocencia no lograron entender que la sombra del golpe de Estado de julio de 1936, acabó con la vida de miles de personas, entre ellas la de numerosos maestros. Aquel sueño truncado cuando llegó el alzamiento, la detención, la tortura y la ejecución de este maestro.

El mar será

“El mar será muy grande. Yo no lo sé porque no he estado allá. También será muy ancho y tampoco sé si es ancho o no lo es”, dudaba Natividad Hernáez. “El maestro dice que iremos a bañarnos, yo digo que no voy a ir porque tengo miedo, que me voy a ahogar”, escribió la alumna Lucía Carranza sobre aquella promesa.

“En el mar habrá más agua que toda la tierra que yo he visto. El agua estará muy caliente. En las orillas debe ser piedra, porque si no se lo tenía que llevar”, se aventuraba a imaginarlo, Severino Diez. Cuenta el documentalista Sergi Bernal, que se trataba de un ejercicio de imaginación y de captar la palabra excepcional de un niño.

Al llegar a Castilla, el maestro Benaiges decidió involucrarse en la vida social de aquel entorno rural. Primero conformó una academia para jóvenes, en la cual al caer la noche, podían acudir para debatir temas de la actualidad. Bien por el maestro, dijeron algunos. ¿Un maestro que hablaba mucho con los alumnos y daba pocas matemáticas? Dudaron otros. Algunos más, sospecharon de un profesor que no iba a misa los domingos.

Para entonces, un grupo de maestros se interesó por el método puesto en marcha por Célestin Freinet, en Francia. La idea de que la letra con sangre no entra, proponía clases desarrolladas en un ambiente de cotidianidad, en una atmósfera donde el trabajo riguroso no estuviera reñido con la alegría de aprender.

Romper la monotonía del pequeño pueblo, con el gramófono de la escuela y la organización de bailes, resultaba tentador; así como la pretensión del maestro de enviar sus artículos a revistas de pedagogía, aunque no siempre le publicaran. Cuentan que en 1935, Benaiges llegó a comprar con sus escasos recursos económicos, una pequeña máquina impresora para que estudiantes comenzaron a publicar sus propios textos infantiles.

Con tales ejercicios para ampliar su creatividad, el maestro los animó a imaginar y describir el mar. De aquí resultó un cuaderno monográfico sobre la inmensidad azul. "El mar será muy grande, muy ancho y muy hondo”.

Pacto de silencio

A la fecha de hoy parecería mentira, pero es verdad. Convertida en una obra teatral, “El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca”, que ha girado por muchas ciudades de España, con una buena crítica y asistencia mayoritaria de jóvenes, ha sido eliminada de la cartelera teatral del municipio burgalés de Briviesca, en cuanto el nuevo alcalde del Partido Popular ha tomado mando, según reseña un comunicado local.

La denuncia señala la cancelación como “un caso de censura” y así lo manifestaron en las redes sociales del mundo cultural, con el claro mensaje: #StopCensura. A pesar de que el Ayuntamiento argumentó que eliminó la presentación de la obra -prevista para el pasado 15 de julio del 2023- por razones de presupuesto y por seguridad en el aforo del recinto, “durante meses de contactos con el anterior Gobierno municipal nada de eso era problema”, refutaron en las redes sociales.

Todavía en España se recuerda que hace diez años, la editorial Blume publicó un libro ilustrado titulado “Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar”, en el que participaron Francesc Escribano, Sergi Bernal, Francisco Ferrándiz y Queralt Solé.

Un poco de historia

El pueblo español, estaba enfrentado a la Gran Depresión de la economía, de la que el mundo no se recuperó hasta pasada la Segunda Guerra Mundial. Fue una época de creciente reivindicación de libertades, derechos para los trabajadores y progresiva tasa de desempleo, en una sociedad fundamentalmente rural, donde casi el cincuenta por ciento de la población activa, se dedicaba a la agricultura.

Aun así, se proyectó una mejora cualitativa y cuantitativa del sistema de enseñanza, con un incremento conservador de hasta 50.000 maestros en cuatro años. Se mejoró sustancialmente la retribución de los docentes y su formación, así como su presencia en medios rurales.

Aparentemente la Iglesia Católica perdía poder en ese campo, enfrentada al Gobierno, y se construyeron colegios públicos. Tomaba auge la educación laicista, basada en la Institución libre de la enseñanza.

Cuando en 1931 se instauró la República, el primer ministro de Educación y Cultura de la época (lo que entonces denominaban Instrucción Pública y Bellas Artes), Marcel·lí Domingo, puso en marcha un poderoso plan de modernización escolar, en un país donde un tercio de la población no sabía leer ni escribir.

La historiadora Queralt Solé refiere: “El ministro afirmaba que el maestro era el primer ciudadano de la República”. En ese ambiente de cambios, de creación de 7.000 nuevas plazas para docentes y la dignificación de aquel oficio que antaño tenía salarios de hambre, surgió una generación de jóvenes maestros muy implicados en este afán reformista. Hubo un momento en que pareció que España podía ser otra”.

Para entonces, el maestro se convirtió en referente social y político del pueblo. Aunque el respeto a la conciencia del niño y del maestro, parecía circunscribirse sólo al plano de la religión. Según Romualdo de Toledo -Jefe del Servicio Nacional de Enseñanza Primaria-, en la Fe “tienen que asentarse fatalmente todos los principios de la educación, aunque se haya querido sustituirla por ese postulado hipócrita del respeto a la conciencia del niño, que nos ha llevado, arrancado desde la más tierna infancia al ciudadano del Estado laico, a sustituir los prejuicios palabras de Igualdad, Fraternidad y Libertad, por el más tirano de los despotismos”.

En la Guerra Civil se le adelantaron a la niñez las horas de las divisiones humanas. Parecieron eternos los años de 1936 al 39, cuando se desencadena el conflicto social, político y militar al fracasar el golpe de Estado de 1936, y el de las fuerzas progresistas en España, al costo de más de un millón de muertos, otro millón de exiliados y una cifra no precisada de muertos y fusilados durante el Gobierno - 1936 a 1975- del General Francisco Franco Bahamonde.

El 18 de julio de 1936 sorprendió a los maestros españoles de vacaciones. Entonces no sabían que aquella fecha daba inicio a la más penosa etapa que iban a vivir los docentes en España. Se les consideraba responsables de haber inoculado en la sociedad y en las mentes juveniles el virus republicano. Los maestros estaban muy posicionados políticamente, eran progresistas y de carácter reivindicativo. Si no se acababa de raíz con aquellos maestros de espíritu republicano, al nuevo régimen se le iría de las manos la política nacional catolicista que pretendía imponer.

Y lo consiguieron, porque el miedo se instaló en las escuelas y en las familias de los maestros. Los que no murieron fusilados tras el levantamiento militar, pasaron en su exilio interior la más terrible purga profesional.

Recién declarada la guerra, los militares se encargan de peinar pueblos y ciudades en busca de los maestros republicanos. Al pedir informes a los alcaldes, se destituyó o separó temporalmente de las aulas a muchos de ellos. Luego se les exigió a todos los maestros, que solicitaran su propia depuración, como condición para seguir ejerciendo.

La comisión formada por el director del instituto, un representante de la asociación de padres, "persona de probada moralidad católica", un inspector y dos vocales de "solvencia moral y técnica", les pidió que detallaran qué hacían antes y después del 18 de julio, cómo recibieron el alzamiento, sus filiaciones políticas y sindicales, su actividad diaria y privada y que delataran a sus compañeros. Debían acompañar su defensa de los informes del alcalde, el cura, la guardia civil y otros. Toda una defensa sin una acusación previa.

La depuración durante y después de la guerra dejó unos 15.000 expulsados y unos 6.000 sancionados. Lo menos grave, es que los maestros estuvieron 18 meses sin cobrar.  En este sentido, tampoco la universidad se libró. Muchos profesores fueron despojados de sus trabajos, porque en realidad podían condenarlos por cualquier cosa, ya que entonces no eran nada escrupulosos con las garantías judiciales.

Los maestros republicanos fueron muy perseguidos durante el régimen franquista, porque se les consideraba representantes de los ideales de la República y portadores de ideas peligrosas. Fueron tantos los maestros defenestrados, que muchos curas y algunos militares, hasta 2.500 alféreces, se hicieron cargo de la educación después de la guerra. Después llegó el silencio y el miedo.

Pudiera parecer una verdad de Perogrullo, pero algunos se olvidan de que la Guerra Civil española de 1936-1939 fue ante todo, una contienda militar librada por soldados armados. Donde ni el ejército franquista, ni el republicano, estuvieron compuestos sólo de voluntarios. La contienda se libró, en ambos bandos, con tropas obligadas a luchar. El bando franquista apelando al combate “por Dios y por España”; el bando republicano, dividido entre la defensa de la democracia parlamentaria o la defensa de la revolución social.

Muchos no tuvieron otra opción que la de acudir al llamamiento o ser perseguidos. Los jóvenes y no tan jóvenes que se aprestaron a tomar las armas de manera voluntaria, pudieron llegar a constituir unos 120.000 milicianos y soldados en la zona republicana y otros 100.000 combatientes voluntarios en la zona franquista.

Pero la guerra no podía librarse con tan pocos hombres en armas y hubo que recurrir a la movilización forzosa de varones entre 18 y 45 años, para mantener las operaciones. La República llegó a movilizar a 1,7 millones de hombres en 28 reemplazos, mientras que sus enemigos movilizaban a 1,2 millones de hombres en 15 reemplazos.

Franco creó 300 campos de concentración en España, un 50 por ciento más de lo calculado hasta ahora. Si algún maestro había luchado con “los rojos”, eso era suficiente. Ninguno de los presos había sido juzgado, ni acusado formalmente, ni siquiera por tribunales franquistas. Esos campos funcionaron desde el golpe militar, hasta finales de los años 1960 y encerraron entre 700.000 y un millón de españoles, pasando una media de cinco años en el hambre, las torturas, las enfermedades o la muerte.

La mayoría de ellos además, fueron trabajadores forzosos en batallones de esclavos. Los campos estuvieron abiertos desde horas después de la sublevación militar, hasta bien entrado el Gobierno. El último, fue el de Miranda de Ebro (Burgos), que duró de 1937 a 1947. Se cuenta en torno a 10.000 víctimas mortales, entre los asesinados y los fallecidos, a consecuencia de las condiciones vividas ahí, como también se estima que esa cifra se queda corta con estos nuevos datos. Porque es imposible documentar todos los asesinatos y muertes si no dejaban registro. Una estimación la ofrece que, en solo 15 campos que han podido ser investigados, calculan entre 6.000 y 7.000 muertos.

La comunidad autónoma que más “campos” albergó fue Andalucía, pero hubo por todo el territorio español. El primero fue el de la ciudad de Zeluán - Selouane- abierto el 19 de julio de 1936, en el antiguo Protectorado de Marruecos y el último fue cerrado en Fuerteventura a finales de los años 1960.

El 30 por ciento eran terrenos al aire libre, con barracones rodeados de alambradas. El 70 por ciento se habilitaron en plazas de toros, conventos, fábricas o campos deportivos, hoy muchos reutilizados. Igualmente hubo grupos de cautivas, en algunos como en el de Cabra (Córdoba). Ellas fueron sometidas a idénticas torturas, sobre todo en las cárceles.

Fueron fusiladas casi 4.000 personas, entre julio de 1936 y marzo de 1937. Una de ellas fue Federico García Lorca y su amigo Agustín Escribano; también el maestro Benaiges, todos apasionados por la Institución Libre de Enseñanza, republicanos y de izquierda. Ahora pensemos por qué es importante estudiar la Guerra Civil española y hacerlo bien. Porque la historia reciente, es la historia que explica dónde estamos.

Hallazgo inesperado

El fotógrafo Sergi Bernal andaba merodeando sobre una historia. Así recupera la narración sobre Antoni Benaiges, cuando retrata la inhumación de los restos de una fosa de la Guerra Civil.

Cuentan que cuando Bernal consultó con la historiadora Queralt Solé -asociación por la memoria histórica Mirmanda- preguntó dónde podría retratar alguna fosa que se estuviera abriendo en Cataluña. Fue cuando ella explicó que no había ninguna, porque las fosas catalanas eran -casi en su totalidad- de militares en los frentes de la guerra. También le habló de la dificultad de identificar los restos de los combatientes, condicionaba que ya apenas se intentaba.

Algunos argumentan el hecho de que el documentalista tuvo un abuelo que perteneció al Partido Obrero de Unificación Marxista –POUM- de ahí su insistencia en preservar la memoria histórica. Así, indagando, fue que Queralt Solé lo puso en contacto con otra asociación y la exhumación de una fosa de Burgos, ubicada en un paraje llamado La Pedraja.

El fotógrafo Sergi Bernal retrató la exhumación de los restos de 105 personas, asesinadas y enterradas el 25 de julio de 1936. Nótese que fue sólo una semana después del golpe de Estado del general Franco. Publica un libro con argumentos del antropólogo Francisco Ferrándiz.  

Fue allí, durante el momento en que hizo las fotos de la exhumación, que un hombre de avanzada edad dijo: “Aquí está enterrado el maestro de mi pueblo”. Y esa frase fue suficiente.

Sergi Bernal comenzó una búsqueda, cada vez menos fructífera. Apenas encontró una pequeña publicación de un blog de México. “Aquel texto hablaba de un maestro que había sido asesinado los primeros días de la Guerra Civil, que se encontraba en la fosa de La Pedraja y que había prometido a los niños de la escuela de aquel pueblo de montaña, que los llevaría a ver el mar por primera vez cerca de su pueblo natal, en Tarragona”.

“Aquel cuaderno donde el alumnado de esta escuela de Bañuelos de Bureba, se expresaba libremente alrededor de la idea de cómo imaginaban que sería el mar y cómo sería la experiencia de verlo por primera vez era una perla”, dijo Bernal. Llegó a conocer, cómo sus familiares todavía conservaban algunas copias de uno de los cuadernos más emblemáticos que se produjeron en aquella escuela: “El mar, la visión de unos niños que no lo han visto nunca”.

“Aquello era una perla, toda una declaración de intenciones, un cuaderno donde el alumnado de esta escuela de Bañuelos de Bureba se expresaba libremente alrededor de la idea de cómo imaginaban que sería el mar y cómo sería la experiencia de verlo por primera vez”, rememoró Bernal. “Se generó una red muy grande de colaboradores que compartían con nosotros hallazgos que hacían en archivos, bibliotecas y a través del boca a boca”, dijo agradecido.

El maestro que prometió el mar

Antoni Benaiges, antes de ser maestro y aunque provenía de una familia dedicada al mundo de la educación, se dedicó a la labranza. Ser campesino le facilitó contar con una perspectiva clara sobre la problemática de la distribución de la riqueza y las desigualdades existentes.

El maestro catalán nacido en 1903 en el pueblo de Mont-Roig del Camp (Tarragona), fue un comprometido con una educación basada en los ideales republicanos y se implicó en proponer una pedagogía con un fuerte componente emancipador. Aun su cuerpo se encuentra desaparecido en una fosa común.

“Todo aquello que queda de Antoni Benaiges se conserva en una caja de cartón. Es poco. Unas fotos en blanco y negro y unos cuadernos antiguos impresos de forma rudimentaria y que la familia guarda desde hace muchos años”, escribe Francesc Escribano, en el libro “Antoni Benaiges. El maestro que prometió el mar (Desenterrando lo silencio)”.

Basada en este texto, con la participación de RTVE, tendrá su estreno mundial el próximo 10 de noviembre, en la Semana Internacional de Cine de Valladolid, SEMINCI -Sección Oficial fuera de concurso- “El maestro que prometió el mar”, dirigida por Patricia Font y protagonizada por Enric Auquer (ganador del Goya por Quien a hierro mata) y Laia Costa (ganadora del Goya por Cinco Lobitos)

https://www.rtve.es/noticias/20231009/trailer-maestro-prometio-mar-enric-auquer-laia-costa/2457901.shtml

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