• Telesur Señal en Vivo
  • Telesur Solo Audio
  • facebook
  • twitter
  • Las fuerzas revolucionarias plenamente movilizadas y preparadas estaban dispuestas a defender su independencia.
    En Profundidad

    Las fuerzas revolucionarias plenamente movilizadas y preparadas estaban dispuestas a defender su independencia.

La preocupación de Fidel era impedir que los mercenarios volvieran a las embarcaciones. “No podemos dejar que se nos vayan”, insistía.

Eran alrededor de las 05H30 (hora local) del 15 de abril de 1961, cuando los ocho aviones B-26, camuflados con la insignia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, bombardearon por sorpresa puntos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba.

LEA TAMBIÉN:

Anticiparse a la calamidad

Los combatientes estaban en alerta en el Estado Mayor. “Nosotros estábamos allí”, recordó el comandante en jefe, Fidel Castro Ruz. “Nos asomamos y vimos que efectivamente se trataba de un ataque ya con
bombas, de carácter militar, sobre Ciudad Libertad, en la parte donde están la Escuela de Artillería y las pistas de aviación. Se estaba atacando. Otro B-26 se aproximó inmediatamente”.

 “¡Esta es la agresión!”, dijo porque lo había avizorado con antelación. Ello permitió organizar y armar al pueblo cubano, la fuerza de combate decisiva junto al Ejército Rebelde. Los mercenarios venían con todo para el golpe. Con cinco barcos mercantes, dos unidades de guerra, tres barcazas y cuatro lanchas para
carga, un ejército de exiliados reclutados y preparados en unos 13 campos de entrenamiento en Estados Unidos, Puerto Rico, Panamá, Nicaragua y Guatemala.

Tim Weiner, en su libro ‘Legado de Cenizas. Historia de la CIA’, refiere que “con su propio aeropuerto, su propio burdel y sus propios códigos de conducta”, describiendo la convivencia alrededor del principal campo de entrenamiento en Guatemala, hasta que llegaron a Cuba por Playa Larga y por Playa Girón, aquella madrugada del 17 de abril de 1961.

Acabar con la Revolución

En enero de 1961, el imperio comienza las maniobras militares, tras materializar un brusco rompimiento de relaciones diplomáticas con el Gobierno de la isla, que consideraban un reto grave y urgente. Ya Cuba era el tema de presentación en la campaña presidencial de 1960 entre Nixon y John F. Kennedy, de los partidos Republicano y Demócrata, respectivamente.

Con el objetivo de liquidar a la Revolución Cubana, un año y un mes antes de la invasión, el presidente estadounidenses Dwight David “Ike” Eisenhower, el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia,
desataron el siniestro plan al aprobar la Operación Pluto, el 17 de marzo de 1960.

Pero este plan tuvo un antecedente, más bien una conclusión derivada de la reunión sostenida por tres horas en Washington, por el primer ministro cubano Fidel Castro y el vicepresidente Richard Nixon, el 19 de
abril de 1959. Después de esto, Nixon confirmó que sería necesario actuar contra Cuba porque construirían un sistema político contrario a los intereses del Gobierno de los Estados Unidos (EE.UU.). A partir de aquí elaboró el “Proyecto Cuba”, a cargo del director adjunto de la CIA, Richard Bissell, para destruir a la Revolución Cubana.

En el memorando secreto del entonces subsecretario asistente de Estado, Lester Mallory, se enumeraron los objetivos concretos del tenebroso plan: “La mayoría de los cubanos apoyan a Castro  ―expresa el
documento―   […] No existe una oposición política efectiva […] El único medio posible para hacerle perder el apoyo interno [al Gobierno] es provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria […] Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica […] negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno.” 

El conjunto de medidas a tomar se denominaba “Programa de Acción Encubierta contra el régimen de Castro”. [1] 

Lo calcularon mal

La maniobra bélica por la recordada Bahía de Cochinos o Playa Girón tuvo como inspiración la operación anfibia más difícil de la guerra del Pacífico: el asalto a Iwo Jima; y en la de Inchón, en Corea del Norte.

Creyeron que era un escenario similar. Costas sin puerto y puntos de desembarco en las playas, pero esta vez experimentaron hacerlo de noche. No contemplaron que esta zona caribeña llena de arrecifes,
impediría la proximidad de barcos y botes; tampoco que al acceder se encontrarían en una tierra rocosa, un monte hostil y por el norte, una ciénaga absolutamente intransitable.

Antes consideraron que sería muy útil la experiencia del coronel del US Marine Corp, Jack Hawkins -Frank, para los mercenarios- comandando la Brigada 2506. También previeron documentar su hazaña de destruir a
la Revolución Cubana al incorporar un corresponsal de guerra con cámara de filmación, en cada batallón.

Los más de 1.550 hombres de la Brigada de Asalto 2506, apoyados por artillería, tanques blindados, aviones y paracaidistas que venían en la invasión, contaban con el respaldo de algunos individuos alzados, que aún operaban en la zona montañosa del Escambray, al centro de la isla y grupúsculos opositores al Gobierno revolucionario. Entre todos, calcularon que podrían establecer un Gobierno títere que demandara la
intervención directa de EE.UU. 

Levantar más alto las banderas

Después del ataque aéreo, Fidel supo que la invasión sería en cuestión de horas, pero no sabían por dónde.

Ya había dado instrucciones previas de dispersar los aviones de la Fuerza Aérea Revolucionaria. Nadie sabría qué aviones estaban activos, ni siquiera sorprenderían a dos aeronaves juntas, para minimizar el impacto agresivo.

Aquel 16 de abril fue un domingo diferente para los cubanos, preludio de la guerra desatada por el imperio. Mientras las fuerzas defensivas permanecían con indicaciones de “estado de máxima alerta”, tuvo lugar el entierro de las siete víctimas del ataque aéreo.

Fue también aquel domingo en que se declaró el carácter socialista de la Revolución, a menos de 10 kilómetros de la base bombardeada donde murió un joven maestro mientras corría en dirección a su arma, para repeler el ataque. El miliciano Eduardo García Delgado escribió, segundos antes de morir, el nombre de Fidel. Ese trozo de aquella puerta ensangrentada estaba allí, frente a todos los combatientes
y el pueblo, a la entrada del Cementerio de Colón. 

“Y cuando llegan las horas de las agresiones y cuando llega la hora del combate, es cuando hay que levantar más alto las banderas. Había que poner más alta que nunca la bandera revolucionaria frente al enemigo
artero y cobarde que nos atacaba, frente al poderoso Gobierno imperialista que preparaba la invasión”, rememoró Fidel.

En menos de 72 horas

Un mensaje urgente llegó desde Playa Larga hasta el Central Australia, en las primeras horas del 17 de abril: comenzó el ataque desde el mar, por una lancha de regular tamaño. 

Las fuerzas revolucionarias plenamente movilizadas y preparadas en el manejo de las armas, estaban dispuestas a defender su independencia. El Estado Mayor examinó las especiales condiciones de la Ciénaga de Zapata. Analizaron sus características de aislamiento del resto del país y la proximidad a La Habana, capital de Cuba.

En el momento de la invasión, había 200 maestros alfabetizando en uno de los lugares pilotos de la Campaña de Alfabetización: la Ciénaga de Zapata, de Jagüey Grande, Covadonga, Australia. [2]

Apenas un ferrocarril de vía estrecha era la única comunicación que tenían los campesinos y carboneros de esa zona. En este breve tiempo del Gobierno revolucionario, fueron construidos tres terraplenes, que conectaban a la Ciénaga de Zapata por la parte norte con el central Australia y Jagüey Grande con Playa Larga. Al este, de Yaguaramas a San Blas y al noroeste del central Covadonga hasta San Blas.

A partir de esta evaluación, es el comandante en jefe quien advierte la estrategia: será por aquí el golpe principal. 

La Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas tuvo la misión de custodiar y defender el acceso de las tropas revolucionarias -en caso de un desembarco- desde una de esas tres carreteras: la que iba del central
Australia a Playa Larga.

Todos los combatientes fueron instruidos de forma emergente. "Entonces inventamos una cosa, que fue pedirles a los milicianos que lo que aprendían por la mañana lo enseñaran por la tarde”, describió Fidel en el libro “Playa Girón”.

“La primera deducción que hicimos nosotros fue la siguiente: estos, efectivamente, van a tratar de ocupar un pedazo del territorio nacional; estrategia que tenía mucha lógica, porque no era de suponer que ninguna
expedición mercenaria fuera a derrotar al pueblo de Cuba, aquello tenía que ser el inicio de un mecanismo para organizar una intervención de Estados Unidos a través de la OEA. Eso era clarísimo, ya tenían los
dispositivos creados para formar un Gobierno (...) para instrumentar la intervención extranjera”, dijo Fidel.

Continuaron las noticias de las incursiones mercenarias, los paracaidistas invasores que ya se encontraban a escasos kilómetros y combates con los milicianos en Playa Larga.

Asimismo, se supo sobre desembarcos por Playa Girón, pero cuando Fidel conoció por teléfono, de voz del entonces capitán José Ramón Fernández, que ya habían tomado Pálpite -a unos 4 km al norte de la localidad de Playa Larga- dijo: “¡Ya ganamos! ¡Ya ganamos la guerra!... Les hemos hundido dos barcos y tres lanchones y si ellos no se dieron cuenta de que tienen que defender Pálpite están perdidos”. E indicó telefónicamente no disparar contra ningún prisionero, sino que los llevaran hacia donde él se dirigía, para el central Australia.

De inmediato dio órdenes de avanzar y tomar Playa Larga. Fernández recordó que al anochecer del 17 “caían -cada pocos minutos- las granadas de la artillería enemiga procedentes de Playa Larga, que está a 4 kilómetros y la gran preocupación de nosotros era la presencia de Fidel y el bombardeo artillero enemigo, por lo que insistíamos se marchara de ese lugar, a lo que como ha sido hábito de siempre, se negó”.

La orden fue penetrar al enemigo por la retaguardia de los que estaban combatiendo en la dirección de Covadonga y desconectarlas con los que se encontraban en Girón. Entonces, Fidel regresó al Puesto de Mando de Australia, que era donde había un teléfono de magneto y la red oficial de comunicaciones por microondas, por donde se comunicaba con Fernández. Fuera de eso, todos los combatientes estaban
incomunicados.

Ahí Fidel se enteró de que en el oeste de la capital se produjo un desembarco y salió hacia allá. Lo que finalmente resultó una táctica de distracción enemiga.

No se pudo lograr el éxito de atacarlos con tanques por la retaguardia en Playa Larga, como lo ordenó Fidel, porque los combatientes no conocían el lugar inhóspito. Por eso los atacantes se retiraron y concentraron una fuerte resistencia en Playa Girón. “Estoy convencido que si hubiéramos logrado esto, hubiera caído Girón el día 18”, dijo posteriormente Fidel.

En aquel tenso minuto, dio indicaciones a las unidades en Covadonga, Yaguaramas y San Blas, de tal manera que al terminar el 18 de abril, habían logrado reducir a los invasores por Playa Larga.

Mientras la aviación revolucionaria detuvo el ataque a Playa Girón, ya los combatientes avanzaban a 9 kilómetros de allí, en operación contra un batallón de infantería y un tercer batallón había sido prácticamente destruido.

La preocupación de Fidel era impedir que los mercenarios volvieran a las embarcaciones. “No podemos dejar que se nos vayan”, insistía.

-Continuará-

[1] La Batalla de Girón (Primera parte) Por: Fidel Castro Ruz.

[2] La Campaña de Alfabetización comenzó el 1º de enero y concluyó el 22 de diciembre de 1961. Cuba fue proclamada Territorio Libre de Analfabetismo. Habían sido alfabetizados 707.000 cubanos, por lo que el índice de analfabetismo en Cuba quedó reducido a 3,9 por ciento de su población total. Participaron 271.000 educadores.


Comentarios
0
Comentarios
Nota sin comentarios.