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Debemos usar nuestras propias organizaciones de base, de abajo hacia arriba, fuera de los "representantes" elegidos, que en su mayoría no cumplieron ni estuvieron a la altura de sus cargos.

Debemos usar nuestras propias organizaciones de base, de abajo hacia arriba, fuera de los "representantes" elegidos, que en su mayoría no cumplieron ni estuvieron a la altura de sus cargos. | Foto: El Comercio

Publicado 17 febrero 2022



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"Si nuestros pueblos no se educan o no se concientizan, cambiaremos nuestras cadenas por otras nuevas", Mariano Moreno.

El analista brasilero Emir Sader afirma que "América Latina es la región del mundo que tuvo más gobiernos neoliberales, en sus modalidades más radicales" (Página 12, 15/02/22). Dicha afirmación es cierta, sumada al hecho que han encontrado terreno propicio en el vasallaje de las oligarquías locales, dónde países como Colombia y Chile fueron ejemplos que los neoliberales exhibieron con orgullo. 

Sin embargo, los últimos triunfos electorales como el de Gabriel Boric en Chile, la tan condicionada Xiomara Castro en Honduras, y las futuras opciones progresistas de Gustavo Petro en Colombia y Lula Da Silva en Brasil, permiten observar un repunte menos desigual para nuestros pueblos. 

No obstante, el triunfo del maestro Pedro Castillo en Perú, se transformó en una etapa de retrocesos al interior de un gobierno elegido por el pueblo y los sectores más desposeídos de ese país. Lo mismo ocurrió con Alberto Fernández en Argentina, cuyas expectativas defraudaron a una vasta porción de sus electores. 

Así las cosas, el panorama actual está lejos de ofrecer certezas en aquellos que constituyen una opción para los sectores más vulnerables de nuestra región.

Si tomamos en cuenta que el imperio estadounidense no está ya en condiciones de ejecutar sus sangrientos golpes de Estado, es obvio que la situación interna de cada uno de nuestros países reside más en las fuerzas propias que en los golpes de los adversarios.

Pero ello no quiere decir que el enemigo, siempre agazapado y a la espera de la estocada final, no influya en decisiones finales como son sus instrumentos actuales:  fake news, law fare, servicios de inteligencia, usura bancaria, golpes de mercado, siempre contando con la complicidad de los agentes locales, cipayos y vendidos al oro del imperio.

Por lo tanto, debemos usar nuestras propias organizaciones de base, de abajo hacia arriba, fuera de los "representantes" elegidos, que en su mayoría no cumplieron ni estuvieron a la altura de sus cargos. 

¿Cómo justificar los pagos de deudas ilegítimas, la vista gorda ante invasores extranjeros que ocupan millones de hectáreas de nuestras tierras, los corporativos y multinacionales que llegan y sin pagar impuestos se llevan sus ganancias al exterior, la mega minería que saquea y extrae nuestros minerales, litio, oro, cobre, y dejan un camino plagado de obstáculos y privaciones?

 El neoliberalismo y sus políticos se encargaron de dejarnos esclavos de sus deudas, colonizados por sus pensamientos mediáticos que solo apuntan a sus mensajes de odio, de grietas prefabricadas, de inducción al miedo, en aras de conquistar la subjetividad colectiva.

Disfrazados de progres o humanistas, la nueva derecha en nuestros países nos endeuda, endosándonos sus malversaciones de fondos públicos y fugas de divisas al exterior, para que las mismas sean estatizadas y pagadas por los pueblos, siempre avalados por la plutocracia internacional y sus organismos rectores multilaterales (ONU, BM, FMI, OMS).

Más allá de marchas y contramarchas, podemos observar que el Estado ¿no quiere o no puede? iniciar la batalla contra los poderes fácticos, y mucho menos contra medios y jueces protectores de sectores que han sido cómplices de la venta de nuestras riquezas.

Llegó el momento de reconstruir nuestras bases, reformular el papel de los ciudadanos y las fuerzas armadas, concientizar a unos y otros para darnos el lugar que nos corresponde como países libres y soberanos.

Es necesario reestructurar el Poder Judicial, terminar con jueces corruptos que lejos de impartir justicia, se estacionan en sus privilegios y puestos que obedecen más a influencias políticas que al juicio imparcial e idóneo. Urge una verdadera ley de medios que terminen con las fake news, mismas que deben ser sancionadas con las respectivas demandas por calumnias e injurias.

Es hora de investigar las deudas ilegítimas de gobiernos que lejos de construir hospitales, escuelas o viviendas, utilizaron ese mismo dinero para fines personales o malversaron fondos hacia paraísos fiscales. 

Los gobiernos votados por el pueblo, deben rendir cuentas a la ciudadanía, caso contrario serán juzgados por tribunales elegidos directamente por los ciudadanos, mismos que estarían fiscalizados por un Consejo de Notables.

También ser independientes a la hora de fijar nuestra soberanía, y por ende el comercio internacional y así cambiar de ruta si es necesario. Para ello intercambiar productos con naciones hermanas, vigilar nuestras áreas marítimas y boscosas, para que la pesca y otras actividades no sea privilegio de unos pocos extranjeros invasores, cuyos barcos se apoderan de nuestras especies.

Establecer relaciones amistosas y comerciales con China o Rusia, países que destacan por ser potencias internacionales y no tener ningún tipo de injerencia en nuestra región, lo mismo que con una reciente fuerza triunfadora, que se reivindica como socialista, en Portugal.

Nuestras relaciones internacionales deben buscar alternativas de la relación desigual y sumisa con los Estados Unidos, país que por "mandato divino" nos sigue tratando con desdén y absoluto desprecio, considerando a Nuestra América como su "patio trasero".

Pero para poder hacer efectivo todas estas reivindicaciones populares, debemos concientizar a nuestras bases, llevar a fondo las transformaciones que señalamos, contar con la honestidad y lealtad de nuestros pueblos, que cargan sobre sus hombros 200 años de historia y luchas por la independencia, para conformar definitivamente un verdadero poder popular. 

Lejos de la partidocracia, lejos de representantes que no sólo no nos representan, sino que utilizan la función pública para beneficios personales y/o tráficos de influencias.

 Sólo así nuestra libertad declarativa, se transformará en una auténtica autodeterminación y soberanía de los pueblos.

 Nuestra América se lo merece.


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