América Latina y el Caribe han vivido momentos de emancipación que han apuntado a la liberación del pueblo, como en una especie de sueño bucólico que ha sido truncado por las burguesías nacionales, apoyadas y financiadas por el gobierno estadounidense y sus aliados, porque éstos no están dispuestos a que se consolide el nuevo mundo multicéntrico y pluripolar.
Para ello, han recurrido a múltiples formas de lucha, que van del genocidio y muertes selectivas de revolucionarios, indígenas y ciudadanos comunes, hasta el boicot económico y alimentario, para doblegar la voluntad de las masas, es decir, de los oprimidos de ese Pueblo que preferiría el sometimiento a sus verdugos, a cambio de esperanzas fallidas y, al menos, con la posibilidad incierta de una paz en la opresión y de alimentos para quien más tenga o pueda comprarlos, lo que abre las puertas al neoliberalismo más feroz, mayor que el que viven en la Chile de Pinochet-Bachelet.
En este panorama, hemos presenciado situaciones paradójicas con respecto de los pueblos emancipados, que aún así, viven situaciones que apuntan a la restauración del capitalismo neoliberal, en sus manifestaciones más vomitivas,en donde, por ejemplo: en Argentina, el pueblo votó mayoritariamente por la extrema derecha empresarial que labró sus fortunas en la vieja dictadura militar, echando por tierra todo lo alcanzado de la mano de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, ahora, con la amenaza real de que esta maravillosa mujer sea encarcelada, bajo subterfugios inimaginables y sin que se perfile otro liderazgo nacido o proveniente del kirchnerismo; en Paraguay, no sólo se dio un golpe de Estado parlamentario contra Fernando Lugo, sino que se encarceló y sentenció a un grupo de líderes campesinos, quienes ahora tienen que pagar la defensa de sus derechos, con años de cárcel e inhabilitación política; en Honduras se secuestró y fue tirado en pijamas en el aeropuerto del país vecino, Costa Rica, para que el celestino presidente y Premio Nóbel de la Paz terminara de hacer el mandado a la conspiración internacional que logró retomar su forma opresora de gobierno, sin esperanza alguna de acceder al poder las fuerzas progresistas por la vía democrático-electoral; en Bolivia la mayoría emancipada y sacada de la miseria en la que la tenían sometidos los gobiernos de derecha anteriores al hermano aymara, Evo Morales, decidió por la vía del Referendum Consultivo, negar la posibilidad de reelección del líder indígena; en Ecuador, Rafael Correa no ha salido de constantes conspiraciones, incluso, contra su humanidad e integridad física, en un gobierno que debe hablar más de “revolución ciudadana” para hacerle carantoñas a la derecha criolla, que de revolución, menos aún, de socialismo.
En Brasil, no hubo suficiente Pueblo que frenara el golpe de Estado institucional, orquestado entre la burguesía transnacional, el Congreso del Brasil y el Supremo Tribunal de Justicia, para deponer de la presidencia de la República a Dilma Rousseff, además de quitarle la posibilidad de ser candidato presidencial a Luiz Inácio Lula Da Silva, con el riesgo de que ambos sean encarcelados, mientras encumbraron a un corrupto empresario y se apuran ahora, a privatizar hasta el aire, mientras la masa boba y la inerme, se distraen en los juegos olímpicos que tienen lugar en este país-sede; y en la República Bolivariana Venezuela, fracasado el intento de liquidar la revolución bolivariana, socialista y chavista, con la muerte del Comandante Hugo Chávez, posterior a ello, durante poco más de tres años hasta el presente día, han mantenido un férrea guerra económica con el único fin de doblegar la voluntad de la población y quitarle al chavismo la base social que permita defenestrar al Presidente Nicolás Maduro, mediante cualquiera de sus formas de lucha por la restauración de la IV República del capitalismo neoliberal, como paso necesario para la liquidación de la revolución venezolana. Y, si seguimos enumerando o haciendo un análisis de tendencias, hemos de presumir que de esta receta serán víctimas los gobiernos de los países caribeños de habla inglesa y francesa, excepto, Cuba, no por hablar español, sino porque ha atendido otros aspectos fundamentales que garantizan que su pueblo haya pasado de la mera emancipación, a otro estadio revolucionario y socialista, sin coqueterías y sin pragmatismo político – ideológico.
Por otra parte, estas dificultades que apuntan y fuerzan por la liquidación de las revoluciones latinoamericanas y caribeñas, fueron previstas por dos grandes hombres revolucionarios, como lo son, el Comandante Fidel Castro Ruz y el Comandante Hugo Chávez Frías, de cuyas preocupaciones y previsiones estadistas y estratégicas nacieron: la ALBA-TCP, la CELAC, UNASUR y PETROCARIBE.
Lamentablemente, en estos organismos ha cundido las viejas formas diplomáticas y quehacer político a la vieja manera del viejo mundo unipolar: la del decir mucho, para hacer muy poco o nada; la de atomizarnos en las dificultades y; la de actuar con abulia, a destiempo y con la lentitud con posee de sabiduría, para el control de daños, porque el socialismo y la emancipación no son más que nuevos modales de fraseologías inasibles e inalcanzables, en muchos casos, deliberadamente. Urge, entonces, activar y reconducir a estos organismos hacia una ofensiva liberadora, acorde con las exigencias del nuevo mundo multicéntrico y pluripolar.
Igualmente, a lo interno de nuestros pueblos ha privado el erróneo e ingenuo criterio de la convivencia y conciliación con la derecha, desestimando que las plutocracias criollas no están dispuestas a perder sus privilegios, pues, para su preservación, necesitan liquidar o salir de toda propuesta emancipadora, revolucionaria y socialista, porque éstas se ubican en las antípodas del capitalismo neoliberal; a lo interno de cada República no se ha asumido el cambio ideológico a partir de la educación básica y universitaria, razón por la cual nadie puede pensar y actuar como socialista, si no sabe qué es el socialismo.
Finalmente, todas las lacras ideológicas, conceptuales y conductuales, están presentes en la mayoría de la población, entre ellas, el clientelismo y oportunismo político, como arma de administración del voto y relacionamiento con el gobernante o poder hegemónico, características muy propias de la democracia burguesa, de la que no hemos logrado liberar a nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, con la honrosa excepción de la Cuba libertaria, que durante más de cuarenta años ha ido deslastrándose de las lacras ideológicas, para así, poder consolidar la revolución y llevar a su pueblo entero a estadios que superen al capitalismo. Hagamos lo nuestro, que apenas estamos comenzando a emanciparnos.