El error estratégico de George Bush proyectado hacia el presente | Blog | teleSUR
6 abril 2015
El error estratégico de George Bush proyectado hacia el presente

No conocemos presidente de Estados Unidos  que haya cometido un error tan garrafal como el de George W. Bush. De modo que sus cuentas en rojo, no serán solo con la sociedad norteamericana, sino con todo el sistema capitalista mundial, dentro del cual Estados Unidos ha tenido responsabilidades de líder desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El error estratégico de George Bush proyectado hacia el presente

Bush no tiene talla de líder, su egocentrismo, ansias de poder y su incapacidad personal, incluido la de un  habituado siempre a obtenerlo todo sin esfuerzos, le están pasando las cuentas. Junto a el, también a su banda de corruptos y mafiosos, que han convertido a la presidencia de Estados Unidos en los últimos años en un casino; de juego con petróleo, muertes, dinero y política.

El sistema capitalista, siempre ha necesitado un proyecto estratégico mundial. Las potencias rectoras de la dinámica internacional trataron continuamente de plasmar diseños para estructurar un nuevo orden mundial. La historia registra esos momentos, que se expresaron con Westfalia en 1648; el Congreso de Viena de 1845; Versalles en 1919 y San Francisco en 1945.

Con posterioridad a 1945, era evidente que Estados Unidos emergía como la potencia mundial hegemónica indiscutible.

El período de la confrontación bélica hizo aparecer situaciones que favorecieron el protagonismo con que Estados Unidos emergió al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

La guerra había servido como una palanca de reanimación de la economía norteamericana, aquejada hasta la segunda mitad de los años treinta por la gran crisis de 1929-1933, que con su fase de depresión había llegado hasta 1936.

Estados Unidos, en medio de la confrontación, había devenido en el suministrador casi absoluto de las mercancías, armas y servicios que se consumían por las potencias aliadas.

Sus potenciales competidores económicos sufrían las destrucciones provocadas por la guerra.

Más del 90% de todas las mercancías que se comercializaban mundialmente podían ser adquiridas con dólares, por lo cual la moneda norteamericana devino en centro del comercio mundial.

La conferencia de Bretón Wood de 1944, en Newhansphire, Estados Unidos, se encargaría de reconocer al dólar como centro del sistema monetario mundial que entonces se organizó.

El plan Marshall, ideado para la reconstrucción posbélica, permitía a Estados Unidos convertirse en el casi suministrador absoluto para la restauración económica posbélica de sus aliados.

La URSS, también devastada por la guerra, daba a luz un campo socialista débil, que no demoró en ser penetrado por las inversiones provenientes de occidente, en particular las de Estados Unidos.

Estados Unidos había quedado como la potencia militar líder y la producción del arma nuclear, que criminalmente probaría sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, le permitirían complementar su hegemonía económica con el chantaje nuclear.

Sin embargo, todo parece indicar que la hegemonía lograda por Estados Unidos en el plano económico y paulatinamente consolidada en lo político, respondió más a las debilidades que presentaron los que debían ser sus competidores, que a la propia fortaleza norteamericana. Fenómeno al cual este autor ha dado en llamar la paradoja del liderazgo. Aunque no obstante esa paradoja, se abrió un período (1945-1970) bajo la hegemonía absoluta de Estados Unidos, que solo comenzó a resquebrajarse cuando las potencias capitalistas devastadas por la guerra, fueron concluyendo sus procesos de restauración económica y comenzaron paulatinamente, a exigir sus espacios en la competencia mundial. Por lo cual la hegemonía absoluta de Estados Unidos duró solo entre 20 y 25 años.

A partir del período enmarcado por las crisis económicas norteamericanas de 1966 y 1967, hasta las crisis de 1969-1971, comenzaron a presentarse dificultadas en la economía estadounidense, que se pusieron de manifiesto en un ciclo largo recesivo, que duro hasta 1984.

Muchos acontecimientos económicos quedaron enmarcados dentro de ese período; para mencionar solo dos de los más importantes, digamos, el fenómeno de la llamada estanflación (estancamiento mas inflación) y la crisis de los principios keynesianos de estímulos a la demanda efectiva, sobre la base de los cuales se había asentado la política económica durante todo el período 1945-1974.

Complementaron políticamente ese período difícil para la economía norteamericana, para mencionar solamente los dos acontecimientos más importantes; la crisis de Wattergate y la derrota sufrida por Estados Unidos en Vietnam, que sirvieron para denominar a esa etapa como de  crisis de la hegemonía Norteamericana a nivel mundial.

Para todo el periodo que abarca políticamente, los años de 1945-1989 y que fue conocido como de Guerra fría o de la confrontación socialismo-capitalismo. Los que fueron años de un orden relativo y todo lo conflictivo que se desee, pero de equilibrio al fin; el que se sustentaba en una configuración bipolar dominada por las dos superpotencias: Estados Unidos y la URSS. A ello le sucedió, con posterioridad el derrumbe del socialismo en Europa y una etapa cargada de peligros, dentro de un contexto deslizante hacia un proceso de incremento de las tensiones, que sobrepasaba toda capacidad de medición.

Dos acontecimientos claves sirvieron para entrar en esa etapa mencionada, en la cual ahora nos encontramos: el colapso del socialismo en Europa y la URSS y la globalización económica.

Posteriormente, en el 2001, se le sumaría un tercer acontecimiento, el de los ataques terroristas del 11 de septiembre contra Estados Unidos, que han tenido consecuencias que apuntan hoy a complicar aún más el escenario internacional.

En medio de una percepción de la  administración de George W. Bush, de que los ataques terroristas ofrecían un contexto propicio para considerar un proyecto estratégico de consolidación de la hegemonía norteamericana, que tomase como plataforma la que se ha dado en llamar la lucha contra el terrorismo, el cual tendría todas las posibilidades de ser exitoso. Esto último, como veremos más adelante, ha resultado ser el error estratégico más importante cometido por una administración estadounidense.

El nuevo proyecto hegemónico de Estados Unidos

Si bien, como al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se hacía necesario un proyecto global de reestructuración del mundo, sin embargo, el que hoy Estados Unidos trata de llevar adelante, no cuenta con las ventajas ni soportes de que gozó el proyecto del periodo hegemónico entre 1945-1970. Es que han aparecido tendencias a la multipolaridad, que se están apoyando en las pérdidas económicas y políticas que actualmente padece Estados Unidos a nivel internacional.

La economía norteamericana presenta debilidades, algunas de ellas estructurales, que en tendencia, no la sitúan con ventajas dentro de la competencia global con sus propios aliados. El ya muy abultado déficit fiscal es una expresión de tales perdidas.

La continua intención de Estados Unidos de chantajear  a los aliados con su capacidad militar, haciéndoles pagar parte de la cuenta por la seguridad del sistema, atraviesa por una situación difícil, en la misma medida en que las invasiones de Irak y Afganistán no están resultando exitosas.

El dólar se debilita, mientras que el Euro mantiene su fortaleza, lo que provoca no pocas incertidumbres, de sí es posible continuar la labor de salvamento financiero por medio de la compra de los bonos del tesoro norteamericano.

La guerra, tanto en Irak como en Afganistán va deviniendo en un agujero negro que no devuelve todo lo que traga.

A Estados Unidos solo le va quedando como alternativa, insistir en los proyectos de guerra contra el terrorismo, aunque hasta ahora, a más recursos invertidos, la situación se torna cada vez más peligrosa y desfavorable, de modo que ya muchos la consideran la situación peor que la de una guerra civil, en medio de una confrontación militar que no puede ser ganada.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, no resultaba difícil llevar adelante un proyecto hegemónico global como el desplegado por Estados Unidos. Diríamos que, a pesar de la división del mundo, se estaba en una época menos compleja de las relaciones internacionales que la actual.

Hoy esa complejidad está resultando inabarcable para las potencias imperialistas. En un mundo como el actual, sin equilibrios globales, ingobernable, plagado de contradicciones regionales y hemisféricas, de rivalidades económicas y culturales.

En medio de una ya compleja situación, se habían producido los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, emergiendo una estrategia diseñada sobre la base de la llamada guerra contra el terrorismo, que a partir de entonces pasó a ser la plataforma sobre la cual se articula la política imperial de Estados Unidos para los años actuales.

Sin embargo, la plataforma seleccionada por Estados Unidos para articular su proyecto hegemónico muestra muchos problemas.

La llamada guerra contra el terrorismo no pasa de ser un diseño construido sobre la base de una concepción deslizante en la que el terrorismo, no es más que un fenómeno conceptualizado e interpretado a imagen y conveniencia de la política norteamericana. El terrorismo como tal existe, pero no admite ser interpretado como lo hace la política norteamericana, ni combatido como esta política lo hace; tratándose en realidad de una plataforma falsa que no va más allá de una justificación para el diseño de una base articuladora de la política, que trata de sustituir la lucha contra el comunismo por la lucha contra el terrorismo.

La lucha contra el comunismo, que sirvió de plataforma articuladora de la política norteamericana con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, se apoyaba en un fenómeno, que más allá de sus  sobredimensiones imperiales, era real.

El comunismo existía, por existir un campo socialista, enemigo ideológico del capitalismo.

Las armas que Cuba utilizó para combatir contra el apartheid y el racismo en África, eran soviéticas y allí se enfrentaron dos concepciones del mundo diametralmente opuestas.

El llamado Tercer Mundo a su vez, devino en un campo de batalla real. El enfrentamiento entre la URSS y los Estados Unidos se asentaba sobre la palpable realidad de un mundo dividido en dos sistemas sociales contrapuestos.

Sin embargo, el terrorismo es un fenómeno que carece de identidad para que Estados Unidos pueda esgrimirlo como plataforma de una estrategia política a nivel mundial. Mucho menos utilizándolo para dividir al mundo en terroristas y no terroristas. O en terroristas buenos y terroristas malos. Aun menos para excluir a las potencias imperialistas y en particular a Estados Unidos de las prácticas terroristas que siempre han utilizado.

Tratándose entonces de una plataforma que se diluye, pues no pasa de ser una falsa interpretación de la realidad mundial, apoyada por una visión pragmática de querer ver al mundo de manera intencionada y no como realmente es. Sobre la base de que la verdad es lo que conviene y no lo que dice la realidad. Siendo esto último un error básico que ha llevado a G. Bush a la situación de caos que se ve obligado a enfrentar actualmente.

Por eso se ha perfilado un período de descalabros de Estados Unidos en la llamada guerra contra el terrorismo, dentro de la cual se encuentran los fracasos de la guerra en Irak y Afganistán, la pérdida de prestigio de Estados Unidos a nivel internacional y la entrada dentro de lo que parece ser un período de agudización de la lucha contra el imperialismo. La que comienza a expresarse también como un cuestionamiento de la hegemonía norteamericana en su histórico traspatio.

Entonces, el proyecto por medio del cual Estados Unidos pretende llenar el vacío estratégico que dejo el fin de la confrontación capitalismo- socialismo, parece estar condenado al fracaso, y G. W. Bush no ha despuntado nunca como la personalidad rectora, con liderazgo suficiente, para encarar los desafíos presentes que tal situación trae aparejada, todo lo contrario.

Entonces, el presidente George W. Bush y su camarilla más cercana, han embarcado al país en una nave sin rumbo ni dirección.

Por lo que el error de Bush es estratégico, dado que con su proyecto global ha comprometido no sólo el futuro del país, sino al sistema. Aunque todos lo apoyaron y tendrán que pagar en mayor o menor medida las consecuencias del error. No obstante Bush pasará a la historia como el peor presidente y como el único que creyó poder formular un proyecto hegemónico sobre palillos de dientes.


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Perfil del Bloguero
Miembro titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Economista y Politólogo, Doctor en Ciencias Económicas, e Investigador en la Universidad de La Habana. Profesor de Economía Política de la Facultad de Economía. Licenciado en Economía.



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