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Chilenos demandan una reforma política, económica y social

Chilenos demandan una reforma política, económica y social

Publicado 13 diciembre 2017



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Siempre se es de izquierda por un solo motivo: para estar junto a los pobres, para luchar por ellos, para liberarlos, para que tengan conciencia de su situación y de buscar otras alternativas

Con “La Pame” compartimos el vuelo hasta Lima y entre las conversaciones pendientes hubo una que José me aclara con nitidez: ¿Qué es ser de izquierda en estos tiempos?. Ella siguió su viaje hasta Buenos Aires y yo aterricé en Santiago de Chile. Al siguiente día salí a caminar, a buscar periódicos y revistas (costumbre que ya perdí en mi país en donde en los kioskos ya no venden nada que leer y tampoco los periódicos de allá merecen leerse). En las calles del centro de Santiago hay algunos donde los chilenos se encuentran, toman café y hablan de política, de negocios o de amores. No importa la hora. En Agustinas, ese paseo largo y concurrido, hay un cruce donde José vende periódicos y revistas, además tiene libros raros, antiguos y de todo tipo, pero en especial compra y vende ensayo político y novela policíaca.

Le pregunto a José si tiene ediciones viejas de The Clinic y me ofrece algunos ejemplares. Y aprovecho para preguntarle si vio la noche anterior el debate entre Alejandro Guillier y Sebastián Piñera. Me dice que no, que llegó muy tarde y cansado y prefirió dormir para levantarse temprano a seguir con su vida y su trabajo en Agustinas. Pero antes de preguntarle por quién votará el domingo 17 de diciembre, me sorprende: “No me hace falta ver. Ya se qué dirán, estoy bien informado. Eso de la televisión es un show”. ¿Por quién va a votar? “Por Guillier, sin duda alguna, aunque no me simpatiza del todo”, acota. 

¿Y si no le simpatiza por qué vota por él? 

La frase me llega al alma, porque lo dice con calma, conciencia y mirándome a los ojos: “Yo soy de izquierda y no voy a cambiar nunca”. 

Entonces empieza una conversación, no larga ni compleja. Simple: José hace su trabajo, vende, responde a turistas y amistades. Yo escucho, pero sobre todo aprendo de su experiencia y su filosofía de vida. Le pregunto: ¿Qué es ser de izquierda ahora?.

“¿Cómo qué ahora? Siempre se es de izquierda por un solo motivo: para estar junto a los pobres, para luchar por ellos, para liberarlos, para que tengan conciencia de su situación y de buscar otras alternativas. No hay confusión en eso señor. La izquierda no está con los banqueros ni los empresarios. Ellos no piensan ni trabajan por los pobres. Ilusos quienes se crean ese cuento.” Quiero polemizar sobre el rol de la empresa y de la banca, que también puede favorecer a los pobres si hay un Estado regulador y garantista de derechos. “Suena bonito y eso solo será posible cuando haya un partido fuerte y un pueblo con conciencia”, dice con un acento chileno cada vez más cerrado conforme enfila sus pensamientos a cada pregunta o cuestionamiento.

Charlamos un poco más y me invita a un café. Deja a su nuera el cuidado del puesto de revistas y periódicos y a la vuelta de él encontramos un lugar para hablar de la historia de este país y de lo difícil que ha sido para su sociedad salir del aparato y estructura política e ideológica de la dictadura. Pero no me interesa ya hablar de eso sino de qué es ser de izquierda y entre un cruce de datos y referencias concretas en América Latina coincidimos en algo: la izquierda debe reinventarse, pero no para tirar hacia el centro y menos hacia el liberalismo, como algunos pretenden. Incluso, coincido que ese temor de ciertos izquierdistas por parecer lo menos zurdos posible hace que coqueteen o se camuflen en postulados liberales, en cuestiones empresariales, bajo el argumento de que los cambios deben ser evolutivos y derrocar ahora al capitalismo, en su esencia, es cuestión harto difícil y compleja.

Lo cierto es que a puertas de una elección presidencial en Chile hablar de izquierda o derechas parece mala palabra o una profesión de fe de fanatismo o de una conducta del siglo pasado reprochable por todo mundo. Pero José no teme al plantarse como ser humano y un ciudadano en la izquierda porque, como tantos otros, está convencido de que una sociedad más justa, con derechos y libertades, no está del lado del capitalismo y mucho menos del socialismo soviético. Para él si hay algo que se parece a lo que él soñó cuando llegó Salvador Allende al poder y luego fue asesinado es lo que se ha intentado construir en países como Ecuador, Bolivia y Venezuela, con todas sus imperfecciones y errores.

Por ahora tampoco siente que las esperanzas de un cambio real en Chile ocurra con Guillier. “Posiblemente la Bea (Beatriz Sánchez) habría hecho un mejor papel o quizá un (Alejandro) Navarro o un Marco Enríquez Ominami, pero a este país le falta mucho para llegar a esos objetivos. Pero no me canso de soñar con un gobierno socialista, como quiso ser Allende”, dice antes del último sorbo de café.

Con esa conversación y el aliento a un sorbo de esperanza en la gente de América Latina me preparo para entrevistar a Beatriz Sánchez, quien por encima de todo pronóstico ocupó un tercer lugar y por poco supera a Guillier para competir en la segunda vuelta. Pero el debate sobre qué es ser de izquierda queda latente. Hay un sinnúmero de pensadores y analistas que hablan y escriben sobre esto. Y todos parten de la misma premisa: un izquierdista no está de acuerdo con el estatus, la injusticia, la inequidad y la desigualdad. Cualquier otra consideración queda huérfana. En el mundo que vivimos ni hay justicia, igualdad ni equidad. Por tanto, un izquierdista tiene harto trabajo y sobre todo mucho qué pensar y hacer para cambiar el estado de cosas. Una elección, un triunfo o un cargo no es suficiente. De hecho, la izquierda debe y puede trabajar dentro y fuera de un gobierno, porque la transformación va más allá de un cargo.  
 


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