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    Luis Orlando es un hombre sensible que llora cuando habla del arte de su casa, que lee Paradiso, que se tatúa su identidad.

Luis Orlando Deulofeu creó una Casa-Hostal a la que denominó “Mogoteart”, especie de aleph para asomarse a una Cuba cultural y su rica identidad.

Luis Orlando Deulofeu se sienta en la hamaca de la terraza y con un abanico en su mano derecha se echa aire. Pareciera que verdaderamente es francés, que nunca hubiera estado en Cuba. Sus gafas no dejan verle con claridad los ojos. La brisa que atraviesa los mogotes de Viñales, en el occidente de la Isla, revuelve unas hojas sobre la mesa y el tintineo de un sonajero metálico se escucha por toda la terraza. El cielo se despeja de nubes, el sol choca contra la tierra y Deulofeu se acerca como quien va a contar un secreto: “Lezama dice: ella tenía la sensibilidad de la tierra que le entra por las uñas cuando recoge las hojas de tabaco… yo creo que Mogoteart tiene todo eso adentro”.

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Luis Orlando nació en Cuba, 60 años atrás, y si hubiera querido podría haberse cambiado el nombre a Louis Deulofeu y ser un suplantador, un Lupin caribeño, pero en la asechanza de la conversación cercana dice: “Uno puede vivir en París, en Madrid, en Ámsterdam, en Rotterdam, en donde sea. Y esa tierra colorada (Cuba) no se te quita del zapato, del corazón, aunque quieras, es imposible”.

La terraza desde la que nos habla mientras el tintineo del sonajero se hace un poco más fuerte, es la de su Casa-Hostal, un proyecto que denominó “Mogoteart” y que dice que “no es un hostal común, es como una especie de centro cultural”.

Cuba Movimiento Mogoteart
Deulofeu sostiene que se puede vivir en cualquier parte del mundo, pero el lugar en el que naces nunca se borra del corazón. I Foto: teleSUR

“Yo creo que hay dos tipos de turismo. El turismo horizontal, ese en que yo voy a la playa, me acuesto con una toalla, tomo el sol, me baño, regreso y no me entero de nada. El turismo vertical es este que yo creo que tiene Mogoteart, que es el turismo cultural, es el turismo que vende no solo el hostal y la comida criolla cubana, es también la comunidad, el entorno, el guajiro que viene y te trae la yuca, el guajiro que ara la tierra o te trabaja en el huerto. Y es también el estilo de Mogoteart (…) Yo no quería hacer un turismo bobo, yo quería vender una Cuba cultural, la Cuba que soy yo, la Cuba en la que yo creo”.

Mientras se abanica, pasa la vista por los estantes llenos de libros, la mueblería rústica y agrega: “El arte me abrió la mente, yo creo que ser de Pinar de Río, la cosa de ser guajiro, ya es arte, en el sentido natural del término, en el sentido, de emociones, en el sentido sentimental de tu origen, tu padre, tu madre, y yo lo que creo que esto es como una digestión de eso”.

Cuba Movimiento Mogoteart
El turismo cultural también “vende” la comunidad, el entorno y el guajiro que ara la tierra. I Foto: teleSUR

Además de ser espacio para el turismo, su casa también se brinda para que la cultura pinareña crezca y encuentre allí, en Viñales y a los pies de los mogotes, un espacio ideal para que la musa fluya. Todos los años el fotógrafo Carlos Otero organiza allí un evento de fotografía de interiorismo, la casa también es subsede de hace casi un quinquenio del evento internacional de literatura infantil de la provincia y con frecuencia el ecoturismo como movimiento encuentra allí un lugar ideal.

Deulofeo vivió fuera de Cuba por alrededor de 20 años, estuvo en Países Bajos, Francia, España, Ecuador e incluso Asia; trabajó escribiendo guiones en la televisión francesa y española y además estuvo haciendo libros en editoriales de Europa, es un hombre de mundo. Tiene publicados tres libros que fuera de la Isla son bien conocidos, textos que hablan de su mundo interior y que, de alguna forma, es hacer cubanía fuera de Cuba. Quizás su vida pueda entenderse por un periplo narrativo, una trama novelística que comenzó con su servicio militar en Angola y, tiempo después, como documentalista en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Cuba Movimiento Mogoteart
Además de ser un espacio para el turismo, la casa también se brinda para que la cultura pinareña crezca a los pies de los mogotes. I F oto: teleSUR

Además de ser un espacio para el turismo, la casa también se brinda para que la cultura pinareña crezca a los pies de los mogotes.

Pero que ahora ha vuelto al lugar que lo vio nacer, a la tierra que puede sostener en su puño y decir: este soy yo. El lugar en el que decidió emprender un negocio, pero también una forma de hacer cultura, de hacer arte y que esté al alcance de todos.

“Mis hermanos me dicen que si mi padre vuelve a vivir me mataría, porque yo que fui el guajiro que huyó del campo a buscar el arte que le interesaba, que hoy regresó aquí a Mogoteart”.

Las paredes de su hostal han sido testigos de visitas trascendentes, desde diplomáticos hasta artistas de todas las ramas. Todavía recuerda cuando un auto de la embajada británica le trajo a Christine Scott Thomas, la famosa actriz, que quería quedarse en su casa. Luis Orlando es un hombre sensible que llora cuando habla del arte de su casa, que lee Paradiso, que se tatúa su identidad.

Es un hombre comprometido con el ecoturismo, con ofrecerles a los visitantes otra mirada de la Isla, que ha decidido, sobre todas las cosas, estar en Cuba a pesar de las dificultades y las carencias.

“Todo el mundo tiene derecho a estar donde quiera (…) Yo me reconocí en una frase de El siglo de las luces de Alejo Carpentier: No hay más tierra prometida que la que el hombre lleva en sí mismo”.


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