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    Karen tiene por delante la construcción de un futuro individual prominente, y todo basado en las aspiraciones y metas, en confiar más allá de lo tangible.

Karen Urrutia Pérez es una joven cubana que trabaja en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, la entidad encargada de formular la primera vacuna latinoamericana contra la Covid-19.

El apocalipsis nunca había sido tan real hasta que aquel 11 de marzo de 2020 en televisión nacional, con voz lánguida y etérea, anunciaron que el primer caso de Covid-19 había arribado a Cuba, como otro turista más, creyendo ser Pedro en su casa. Todo el mundo lo recuerda bien, aquellas palabras en los oídos eran sentir el miedo colonizándote el cuerpo, descubrir que ante la muerte no había fronteras, ni bloqueo.

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Era fácil pensar que la plaga se había montado en el bote de la Parca y ya ni siquiera necesitaba una laguna para navegar, sino que ahora tenía la brisa de la Isla para llegar a todos los rincones, para dejar un luto que también se tosía y te dejaba sin aire.

Pero detrás de una máscara sanitaria, detrás de una bata médica estaba Karen Urrutia Pérez, una joven científica, trabajadora del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) que junto a otros hombres y mujeres cuando había que creer y crear, ella no dudó ni un instante, no titubeó entre el dilema de refugiar su vida o hacerle frente a la enfermedad.

La muchacha que comparte la pasión con su hermana gemela nos cuenta que creció amando la ciencia. “Mis padres son científicos y desde muy jovencitos trabajaron en el CIGB. Siempre han trabajado aquí y nosotras nos hemos criado rodeados de científicos, en la comunidad. Todo eso de alguna forma llega a ser parte de ti, llega a ser esa cosita que llevas”, cuenta Karen.

“Cuando decidimos coger una carrera, mi madre nos orientó a alguna carrera que tuviera que ver con toda esta parte científica”, fue la carrera la licenciatura en ciencia farmacéutica lo que estudió con su hermana y de la que se graduó en 2019 con varios honores, entre ellos se tituló de Oro y Premio al Mérito Científico. 

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“Cuando decidimos coger una carrera, mi madre nos orientó a alguna carrera que tuviera que ver con toda esta parte científica”, comentó Karen. I Foto: teleSUR

Justo después de su graduación cuando le tocó incorporarse al mundo laboral, la muchacha no lo pensó dos veces y se unió al gran equipo del CIGB, específicamente a la Dirección de Investigaciones Clínicas sin saber lo que le deparaba el futuro, pero presta a todo lo que viniera.

Comenzó en la institución como monitora y ante esta rama científica un poco desconocida explicó que “los monitores realizamos el seguimiento de toda la documentación, va desde la concesión de un protocolo de ensayo clínico, de cómo se va a administrar la vacuna, cuáles son los voluntarios, cuál va a ser la selección de los sujetos. Cómo va a ser las extracciones, las muestras, la preparación a los investigadores, todo lo que tiene que ver con la calidad de esa preparación, porque estamos trabajando con personas”.

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Karen se unió al equipo del CIGB, específicamente a la Dirección de Investigaciones Clínicas. I Foto: teleSUR

“Cuando llegó la pandemia, la Dirección de Investigaciones Clínicas tuvo la misión de probar las vacunas, los candidatos vacunales en las personas (…) Nos dieron la misión de ir a Santiago de Cuba como monitores de ensayos clínicos y probar la vacuna en la primera exposición en seres humanos”.

“En el caso de mi grupo, que trabajó con el doctor Francisco Hernández Bernal, nos tocó el candidato vacunal CIGB-66, que era la vacuna Abdala”, agrega Karen emocionada. De acuerdo con la joven científica, existía mucha presión en los ensayos clínicos, mucha gente “decía que no iba a funcionar”

“Fue una experiencia inolvidable”, revela. Durante varios meses estuvo en el otro extremo de la Isla, alejada de su familia y amigos, enfrentándose a un trabajo en muchas ocasiones más grande que cualquier ser humano. De acuerdo con las instituciones involucradas en los estudios, el proceso fue arduo y largo. Karen entre esas personas también supo enfocar su mente en que su misión representaba el bien de muchas personas, dentro y fuera de Cuba.

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Junto con su hermana gemela, también científica, Karen Urrutia Pérez asegura que Abdala es una vacuna que funciona. I Foto: teleSUR

Confiada en su trabajo la muchacha asegura que Abdala es una vacuna que funciona, y que ella (orgullosamente lo dice) está vacunada con ella. Karen tiene por delante la construcción de un futuro individual prominente, y todo basado en las aspiraciones y metas, en confiar más allá de lo tangible. Dice que su mayor objetivo es ser doctora en Ciencias, y ejercer la docencia.

El 9 de julio de 2021, casi a la par con las grandes trasnacionales farmacéuticas, los científicos cubanos obtuvieron el autorizo de uso de emergencia de Abdala, 48.000 personas voluntarias avalaban los resultados de la vacuna, 92 por ciento de efectividad, y era totalmente cubana, totalmente latinoamericana y caribeña.

Pronto el sueño comenzó a volar a otros países y a tocar otros brazos; Abdala se envió a México, Vietnam, San Vicente y las Granadinas, Venezuela y Nicaragua. Abdala como la obra de Martí, se resignificó, se hizo enorme y llegó a otras tierras, de selva y trópico, pero también de arena y desierto.

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