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    Alfredo Sadel era Alfredo Sánchez Luna. Él combinó el principio de su apellido con el final de Gardel, a quien admiraba mucho.

En verdad hay algunos casos curiosos que tienen que ver con el cambio de nombre.

Que uno nace y un nombre espera para ir siempre de acompañante es casi un axioma. Pero como toda regla tiene su excepción hay una lista relacionada con la música popular en América Latina y el Caribe en la que diversos cantantes asoman con otro nombre porque de no haber cambiado “su denominación” tal vez el camino de la fama no se hubiera abierto ante ellos.

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No parece ser una cuestión de cábala o de “pava” como se le dice a la mala suerte en algunas regiones, pero en verdad hay algunos casos curiosos que tienen que ver con el cambio de nombre.

Cambio y fuera

El argentino Alberto Batet se presentó un día a una competencia musical de voces en una emisora de la ciudad de Mendoza, Argentina, de donde era oriundo, y a pesar de que la balanza musical del favoritismo se inclinaba hacia él, no ganó. Es más: pasó por debajo de la mesa del concurso en cuestión. Menos mal que el joven Batet creía en sus facultades interpretativas, e insistió, pero esta vez consiguió amigos y asesores en el camino. Se presentó nuevamente al año siguiente al concurso radial y fue cuando el presentador del programa le cambió el nombre por el de Leo Marini. Con este nombre lo demás es historia conocida, incluyendo su paso por la Sonora Matancera.

Leo Marini

Otro sureño que al cambiarse el nombre triunfó por todo lo alto fue Oswaldo Gómez, surgido desde el sur de Chile, donde nació en 1921. Vale decir que está con vida y bien. Para su quehacer musical, que comenzó bien temprano adoptó el nombre de su zona natal y hasta su atuendo. Le conocemos como “El Indio Araucano” con notables éxitos con cargo a su potente voz y con residencias en Argentina, Venezuela, Cuba, República Dominicana y Estados Unidos donde reside, en New Jersey.

De nombre y nombradía

En México el cambio de nombre ha tenido altos exponentes. Ahí está el caso de María Antonieta del Carmen Peregrino, a quien siempre conocimos como Toña, La Negra. La nacida en Veracruz, siendo la ilustre y mejor intérprete de Agustín Lara adoptó el diminutivo de su segundo nombre y el resto ya lo sabemos.

Toña, La Negra. I Foto: Cortesía

Si Toña adoptó el diminutivo de su segundo nombre, Gabriel Siria Legario se lo cambió completamente. Se transformó en Javier Solís y ya se sabe el resto. El otrora panadero y boxeador no coqueteó siquiera con el pop mexicano, y aunque llegó a grabar con orquesta de salón nunca dejó su acento ranchero ni el repertorio latinoamericano que le hizo famoso. Fallecido de forma absurda, Solís fue el sucesor natural de Pedro Infante. Solís llenó toda una década con su voz.

También de México es el caso de Alberto Aguilera Valadez, compositor y cantante que luchó contra todas las adversidades y logró imponerse a lo grande en el mundo del disco y del espectáculo. Es sencillamente Juan Gabirel para la eternidad y la historia de la música de su país y del continente, y hasta del mundo, porque el mundo entero lloró su partida.

En Colombia Álvaro José Arroyo se quedó con el apellido, pero se cambió el nombre por el de Joe. Fue uno de los más completos cantantes de salsa de su país, teniendo una interesante historia que lo llevó desde cantar en los prostíbulos de Barranquilla hasta integrar orquestas como Fruko y Latin Brothers, y hasta formar su excelente agrupación, “La Verdad”.

Cambios boricuas

Que la Isla del Encanto conserve casi a la fuerza su originario nombre de Borinquen paralelo al de Puerto Rico es un elemento que habla de la Resistencia de los borincanos ante el avasallamiento cultural, social y político que pretende incluso quitarle su idioma de siglos, el que sembraron los colonizadores españoles.

Cambios de nombres ha habido bastantes en Puerto Rico y hay dos muy ilustrativos. Héctor Pérez le sonó muy común como nombre al director de orquestas Johnny Pacheco cuando conoció al cantante que iba a acompañar en su primera incursión discográfica a Willie Colón. Cuando en los ensayos lo escuchó cantar dijo: “Esta es La Voz” y casi enseguida Héctor paso a ser La voz y con los días la frase quedó como apellido: Lavoe.

Yomo Toro. I Foto: Cortesía LSNE

Otro caso boricua fue el del voluminoso y excelente ejecutante del Cuatro puertorriqueño Yomo Toro. Posee en realidad un nombre extenso: Víctor Guillermo Toro Ramos Acosta. Así firma.

Por lo de Guillermo lo llamaban Guillermito y posteriormente Mito. Él mismo, infante, se autodenominó “Yo-Mito” y éste apelativo se convirtió en “Yomo” y así se quedó: Yomo Toro.

Otros casos

El nombre del guarachero cubano Manolo Monterrey era Manuel Alemán, pero se quitó el Alemán por aquello de la guerra mundial. El apellido, decía, podía traerle problemas, y además ¿Quién había visto una guerra cantando?.

Manolo Monterrey

La Lupe, la santiaguera que cantaba con los zapatos en la mano (antes de lanzarlos al público) se llamaba Guadalupe Victoria Yoly Raymond. El gran vocalista del Sexteto Juventud de Venezuela se llamaba Carlos Quintana, pero no había forma: Todos le llamaron siempre “Tabaco” por lo alto y por lo delgado.

Oscar D’ León se pretendió aristócrata con la D apostrofada. Se llama Oscar Emilio León.

El español Dyango se llama en realidad José Gómez Romero y Raphael es Rafael (sin h) Martos. Camilo Sesto es Camilo Blanes y canta como Sesto mientras compone como Blanes. Rocío Durcal se llamaba María de los Ángeles de Las Heras, mientras que el argentino Sandro se llamaba Roberto Sánchez.

El inolvidable sonero venezolano Pan con Queso era Carlos Emilio Landaeta y Alfredo Sadel era Alfredo Sánchez Luna. Él combinó el principio de su apellido con el final de Gardel, a quien admiraba mucho. Ah, y No era Carlos Gardel sino Gardés.

Bola de Nieve se llamaba Ignacio Villa, y Acerina, uno de los grandes del Danzón tenía un nombre curioso: Consejo Valiente.

La recientemente fallecida Canelita Medina se llamaba Rogelia. Fue la Sonera por excelencia en el gusto del público venezolano.

Canelita Medina

Tico Páez, del grupo “Carota, Ñema y Tajá” se llama Ruperto; el cantautor larense Aguasalá se llama José Gregorio Gómez y Goyito Yépez igualmente se llama Gregorio. A Estílito Clara se le conoce como "Tilo" Clara, en situación precaria por cierto en estos momentos.

El legendario Gordo Páez, cantautor, se llamaba Jesús María del Carmen Páez Puerta, mientras que La Chiche Manaure se llama Aleidys.

Albóndiga es César Monge, y por ahí la lista sigue porque este tema pasa por la historia de un apelativo, de una circunstancia o de una estrategia. Lo bueno es que el resultado final ha sido la fama, y a veces la gloria.


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