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  • “Hay muchas luchas que se pueden librar desde la fe”. El actual párroco del Sagrado Corazón de Jesús, de los Herreras Nuevo León-México, afirma “lo que yo soy ahora, me lo enseñaron en Cuba. Es lo que tiene que ver con la generosidad, la lealtad, con la amistad, la esperanza, la fortaleza. Todas esas cosas que aquí las perdemos, ellos las tenían. Esos valores tan arraigados de la fe y la caridad. Porque uno, que se va haciendo egoísta, allí aprende a compartir”.
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    “Hay muchas luchas que se pueden librar desde la fe”. El actual párroco del Sagrado Corazón de Jesús, de los Herreras Nuevo León-México, afirma “lo que yo soy ahora, me lo enseñaron en Cuba. Es lo que tiene que ver con la generosidad, la lealtad, con la amistad, la esperanza, la fortaleza. Todas esas cosas que aquí las perdemos, ellos las tenían. Esos valores tan arraigados de la fe y la caridad. Porque uno, que se va haciendo egoísta, allí aprende a compartir”.

Si vas en busca del corazón de México, nada puede ser más mágico que encontrarlo en un pueblo llamado “El Refugio”. De esa cosas que pasan en tierra azteca, obra y gracia de lo real maravilloso de Latinoamérica o del Espíritu Santo.

Unos días antes, ya en vísperas de la partida, conozco al padre José Manuel Guerrero. Por una de esas causalidades, ambos coincidimos en un precioso concierto de música norteña, protagonizado por Maico Monterrey y el Grupo Nacional. Una suerte reveladora de la antropología musical del norte mexicano.

Resulta que el padre Guerrero y yo, no estábamos allí por casualidad. El padre ama el Oriente cubano. No puedo menos que abrazarlo y darle las gracias por servir a mi pueblo por tres años, en el municipio holguinero de Rafael Freyre, por aquellos duros años del Período Especial cubano. Entonces le pido, enséñeme el corazón de México a través de su comunidad.

Lejos estaba de imaginar, que al día siguiente el padre Guerrero, me invitaría a la celebración del 25 aniversario de su sacerdocio, nada menos que en el lugar donde nació y creció atrapando duendes del bosque, comiendo pitayas y biznagas, frutas exóticas del desierto, o mandarinas y guayabas dulces, cerca de laguna de “Arroyo Seco”. Se trata de “El Refugio”, donde aprendió las primeras letras en la escuela Benito Juárez y asistió a las ceremonias de los casaderos, bajo el árbol conocido por el “Mezquite de los Novios”.

Un camino como de La Habana a Oriente, bajando del Norte hasta el centro de México, entre la Sierra Gorda de Querétano y San Luis de Potosí, animados por oraciones para el buen camino y la armonía. Los convocados en dos ómnibus (camiones, en México) no solo resultaron ser feligreses, sino también consistentes artífices de las múltiples batallas contra las injusticias sociales, morales y medioambientales, que libra el padre “Chemita”, como es cariñosamente reconocido.

Así llegamos a la Misión “Concá”, que en lengua pame, significa “Conmigo”. La palabra toma un carácter simbólico, cuando conoces que la zona mantuvo durante dos siglos, la resistencia ante sacerdotes franciscanos, agustinos y dominicos que fracasaron en su intento evangelizador. En este rico espacio, vivían grupos de nativos desde tiempos remotos.

Como conocemos el decursar de la historia, finalmente la más pequeña y “mestiza” de las misiones de la Sierra Gorda, fue fundada en 1754. Está dedicada a San Miguel Arcángel y en su estructura integra decoraciones ornamentales de grandes flores y figuras de estilo indígena, los símbolos del grupo Pame, cuya lengua nativa aún sobrevive con unos 20.000 originarios.

En el Refugio, ante una feliz y amplia concurrencia el arzobispo de Monterrey, monseñor Rogelio Cabrera López ofició una misa, con el concepto “amistad” como remedio seguro. En este hermoso tiempo de meditación, los visitantes y compueblanos se fundieron en uno solo, hasta la consagración del pan y el vino.

Como una familia, con toda cortesía que le es característico, el pueblo mexicano del Refugio cedió a los visitantes la primera opción de la mesa, a continuación, ellos. Los alimentos compartidos en hermandad y abrazo, algo que el padre Chemita llama “la comensalidad” y dice, lo aprendió en Cuba.

Con “Las mañanitas” para su celebración, entre el baile del huapango y la música norteña, creció la alegría en la fiesta merecida.

Ya en camino de regreso, aprovecho que el Guerrero se toma descanso bajo un arbolito, saboreando un “raspado” o “rayao” en Oriente cubano, para conversar.

¿En qué le sirvió su larga experiencia, para abrazar al pueblo de Cuba?

Lo que yo soy ahora, me lo enseñaron allá. Es decir sobre todo la gente de fray Benito, Freyre, Holguín y Las Tunas. Son personas muy hospitalarias, buenas, amables. Ellos me acabaron de formar.

¿En qué valores?

Lo que tiene que ver con la generosidad, la lealtad, con la amistad, la esperanza, la fortaleza. Todas esas cosas que aquí las perdemos, ellos las tenían. Esos valores tan arraigados de la fe y la caridad. Porque uno, que se va haciendo egoísta, allí aprende a compartir. Los momentos mejores fueron debajo de un techito con una familia, tomándonos un café o también al lado de una pipa de cerveza, tomándonos una y cantando. O debajo de una mata de mango, bautizando. Es decir, desde entonces manejo un concepto que dije aquí, que es el de la comensalidad.

¿El de compartir…?

Es comer juntos, queriéndonos. Siendo amigos. Haciendo más grande la sobremesa que el acto de ingerir los alimentos. Es la capacidad de no cansarnos de estar juntos, de compartir. De no cansarnos de reír, de expresar historias.

Es lo que más abunda en Cuba, porque usted estuvo en un momento en que carecíamos de los alimentos.

Si, a finales del 1997, hasta principios del años 2000. Estaba por allá Juan Pablo Segundo (papa de la Iglesia católica de 1978-2005). El alimento era austero, pero no faltaba porque lo compartían con solidaridad. Se preocupaban unos por otros. Muchas veces lo que pedían no era para ellos. En la iglesia, llegaban familias muy sencillas a solicitar un medicamento o alimentos, viandas, lo pedían para personas enfermas, para otros. Esa es la comensalidad. El grado del compartir donde no se te dificulta en nada ayudar al prójimo. Escuchar, convivir, alegrarnos. Me parece a mí que de eso hay mucho en Cuba. Lo había con nosotros, los mexicanos que estábamos ahí y con los de muchos países en ese momentos. Entre los religiosos y en todo el pueblo, había mucha solidaridad. Se preocupaban unos por otros.

¿Me pregunto cuántos habitantes tendría el municipio en el que le tocó vivir?

Es grande, nunca los conté.

Rafael Freyre lleva su nombre en honor al mártir del pueblo, participante en las acciones del 26 de julio de 1953. Para 2016, su población es superior a los 52.500 habitantes. Limita al norte con el Océano Atlántico, al sur con el municipio de Báguanos y el municipio Holguín. Por el este con Banes y al oeste con Gibara.

¿Sabía de la historia de Cuba, antes de llegar allá?

En el seminario estudié un poco de Sociología, Historia. La historia de las revoluciones en América Latina. Entendía un poquito lo que había pasado en Cuba. Y lo comprendí mejor estando allá, obviamente, y razoné mejor que tenían otra forma de vivir, que acá no entendíamos.

Ayer, en la misa, se refería a la falta de información que tienen muchas de las personas aquí, porque los dueños de los medios de difusión no quieren que se sepa, naturalmente, la otra Cuba que no se muestra a menos que quieras conocer su corazón.

Hay un embargo y sigue siendo no solo económico, sino en cuanto a las ideas. Es decir, los medios de comunicación ponen una barrera para que la gente no quiera ir a Cuba. Para que no quieran a su pueblo, una barrera que tiene que ver con mostrar de Cuba aspectos muy reducidos de su realidad y muy ideologizados, es decir, que fácilmente hacen que la gente pueda llegar a decir si gana “fulano de tal” la presidencia, puede que México sea como Cuba.

Nosotros le llamamos “bloqueo”.

Es un bloqueo cultural, ideológico. Que no tanto es económico, aunque sí lo hay.

¿A su juicio, cuál es el porqué de ese bloqueo contra Cuba?

El porqué de ese bloqueo, es porque Cuba optó por hacer su propio camino. Hizo un camino revolucionario, en el que habrá luces y habrá sombras, pero es su camino. Y ése es el que hay que respetarle. En el momento en que Estados Unidos quiere dominar a todos los países de América Latina. Es la bronca. Porque habrá países que no asumen esa actitud del gobierno y fácilmente buscan derrocarlo. Eso es cierto. No lo estamos  inventando. Esa forma aplastante de los Estados Unidos para con aquellos países que no asumen el capitalismo, el neoliberalismo, el materialismo consumista. En Cuba no había consumismo. ¿Verdad? Esa forma consumista de pensar, egoísta, donde se pone como absoluto el dinero y no la dignidad del ser humano.

La Biblia habla mucho de esa resistencia, en amor.

En la Biblia encontramos los derechos humanos, sobre todo en la palabra de los profetas. En la historia de Israel, el éxodo; es una historia de liberación contra el faraón. En la palabra de Dios encontramos cómo opta y acompaña a los pueblos que quieren hacer su propio camino.

Y en ese mismo sentido, esa batalla de la resistencia es demostrada por el pueblo de México al optar por un camino diferente. ¿Cuál es su opinión?

Yo creo que el pueblo de México fue hartándose. Lo que está pasando en México es muy grave. Hay 53 millones de mexicanos en extrema pobreza. Que no tienen techo, ni tierras, ni trabajo. Que no tienen acceso a la salud, a la educación, que no pueden alcanzar una vida digna. Son 23 millones de niños mexicanos en la extrema pobreza, sin lo básico para vivir dignamente. La violencia aumenta. Unos 200.000 muertos y 30.000 desaparecidos en los últimos 12 años. El pueblo reaccionó, México quiere ir por otro camino. Nosotros tenemos que acompañar al pueblo. La función de la Iglesia no es tener como absoluto el dinero, como lo tiene el Faraón. No es tener como absoluto el poder, como lo tienen los gobernantes. El absoluto que debe tener la Iglesia, es el pueblo. Es el Reino de Dios. Es todo lo que favorezca al pueblo y en ese sentido la Iglesia tiene que acompañar al pueblo, en lo que éste vaya decidiendo, tiene que estar allí.

La Iglesia ha estado y estuvo en Cuba, sobre todo estuvo ahora, acompañando al pueblo. En México lo hace, es lo que tiene que hacer. La Iglesia no puede subirse a los carros de los Faraones. No puede circular con ellos y no puede recorrer el camino que recorren los carros de los Faraones actuales, e ir arriba del “caballo”, del carruaje saludando al pueblo y éste con hambre.

Usted, esta mañana en la misa, me recordó a alguien cuando dijo “no cree, sino lee”.

Yo digo, hay que leer para creer. Es decir, porque la fe en Dios debe abrir nuestro pensamiento. La fe no nos conduce a una forma de pensar individualista, sino con sentido comunitario, fraterno. Y leer creyendo, nos abre la mente, la perspectiva. Las personas que tienen una forma de pensar “muy pequeña”, le han hecho daño al mundo, al pueblo, a la gente. La incapacidad de comprender los procesos de los pueblos, de una comunidad. Procesos que tienen que ver con la libertad, con la liberación. Por eso la función de la Iglesia es decir que eso no está bien, esa es la denuncia profética. Así como también es aplaudir aquellas acciones que se hacen en el medio del pueblo y que son para su liberación, para vivir de forma pacífica. La Iglesia tiene que señalar lo que no está bien, las estructuras sociales de pecado. Al mismo tiempo tienen que apoyar todas aquellas iniciativas que a veces vienen de la sociedad civil y que son para bien del pueblo. Por eso la Iglesia no puede ponerse al mismo nivel de los partidos políticos, ni puede ponerse al  nivel de los gobiernos. Sino arriba, para buscar el bien común de todos, sin identificarse con nadie en particular. Busca el bien común, el bien de los pueblos.

Se le reconoce a usted también, en luchas ambientalistas en múltiples combates contra los flagelos que maltratan a la sociedad mexicana.

En México tenemos problemas ambientales muy graves. El destruir la tierra, el agua, comunidades enteras. Lo socio ambiental. En  eso trabajamos en Monterrey en la Comisión de Medio Ambiente, como también en la cuestión de los derechos humanos. Sólo en Monterrey hay más de 12 mil desaparecidos. Yo acompaño a sus madres y familiares que los están buscando, hay que caminar con ellos, con el pueblo. No es estar ajenos.

Nosotros, los cristianos, los que tenemos un cargo religioso, no podemos seguir en la comodidad y el confort de las oficinas. No somos funcionarios públicos. Somos personas del  pueblo, a veces siendo ovejas, aprendiendo de la gente y a veces siendo pastores, caminando junto al pueblo. Delante o detrás, pero caminar, esa es la función.

Hay muchas luchas que se pueden librar desde la fe. Yo todo lo que hago es desde ahí. Frei Betto es mi amigo. Y también es muy amigo de Cuba. Ha estado aquí en Monterrey con nosotros recientemente, hemos  platicado mucho. Hemos dicho eso, cómo la fe es caminar junto a la gente, ayudándolos a vivir más dignamente, esa es la fe.

Termina así esta conversación, con la certeza de haber conocido el alma de este hombre humilde, que me ha emocionado de la risa al llanto, del canto al baile, del compartir al abrazo, de la palabra a la meditación. Y que sólo por alguien así, puedo decir que he paseado del brazo de un mexicano digno, acompañándolo-por primera vez- en dos días de Misas, desde el Refugio del corazón de México.


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