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  • A 87 años de su natalicio sigue siendo uno de los percusionistas más queridos por los melómanos venezolanos y de otras latitudes. Gran virtuoso en la Batería y el Timbal, incursionó en varios géneros musicales y sobre todo en su gran pasión, el jazz latino. Uno de sus mayores aportes fue La Onda Nueva. Poco antes de su fallecimiento hizo el ejercicio de contarnos su vida, en una suerte de autobiografía. Este es su relato.
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    A 87 años de su natalicio sigue siendo uno de los percusionistas más queridos por los melómanos venezolanos y de otras latitudes. Gran virtuoso en la Batería y el Timbal, incursionó en varios géneros musicales y sobre todo en su gran pasión, el jazz latino. Uno de sus mayores aportes fue La Onda Nueva. Poco antes de su fallecimiento hizo el ejercicio de contarnos su vida, en una suerte de autobiografía. Este es su relato.

El Pavo Frank Hernández falleció en Caracas la madrugada del martes 16 de junio de 2009, a los 74 años de edad.

En primera persona

“Mi nombre es Francisco Antonio Hernández; como mi papá, Francisco, como mi abuelo, Francisco. Mi padre se llamaba Francisco Hernández Monroe y mi madre Alec Valarino de Hernández. Nací en la casa de mis padres, en Villa de Cura, (estado Aragua) con partera. Eso fue el 26 de septiembre de 1934.

Mi infancia fue muy bonita. Fue una infancia de pueblo allá en Villa de Cura con mis hermanos recorriendo siempre la plaza, el cuartel, los bomberos. Papá y mis abuelos tenían un terreno donde criaban animales, y pasé mucho tiempo allí y allí me nació el gusto por la radio debido al potente receptor que tenían para escuchar emisoras de afuera. Era un pueblo pequeño y muy grato. Estaba muy niño y no puedo olvidar el sonido de las campanas de la iglesia de Villa de Cura. Yo lo imitaba.

Viajé muchas veces a Caracas siendo niño, lo hacía con mi papá quien luego fue empleado de El Almacén Americano de la capital. Cuando lo contrataron nos vinimos a Caracas. Eso fue hacia 1945 cuando yo apenas tenía 11 años y andaba de pantalón corto.

Me pusieron a estudiar. Ingresé a una academia de dibujo técnico y topografía, pero había muchas emisoras de radio cercanas a la casa y a la academia; así que salía de clases y me iba a las emisoras. Radio Caracas estaba cerca y Radiodifusora Venezuela también, y en Radio Difusora se presentaba Luis Alfonso Larrain. El baterista de Larrain era Germán Suárez, y fue quien me permitió comenzar en el instrumento, en la Batería.

 

Por cierto, en la radio viendo a los músicos me di cuenta de que se decían pavitos, o pavos, entre ellos. Era la palabra de moda para indicar la juventud. Estamos en 1948 y Manuel Ramos quien era saxofonista en la orquesta del maestro Luís Alfonso Larraín ensambló su orquesta, pero el baterista que tenía se le fue. Yo me ofrecí y él, aunque sabía de mi potencial, me preguntó que, si yo podía tocar la batería, le dije 'bueno maestro si quiere me pone a prueba', así que toqué en un ensayo y sin dudarlo me contrató como su baterista. Fue así como me comenzaron a llamar “El Pavito Frank”, y con el tiempo, “Pavo”, hasta hoy. Dejé los estudios (la vista incidiría en ello) y me formé como un autodidacta. Mi primer viaje en avión fue nacional, a Barquisimeto, en el estado Lara. Fue con Manuel Ramos. Había unos bailes. Tendría yo unos 15 años, por ahí.

Pasé un tiempo con Manuel Ramos y luego fui contratado por Aldemaro Romero tocando la batería, en esa época yo todavía era un autodidacta, un músico de oído. Aldemaro me convocó para tocar y yo apenas sabía leer música, yo era de guataca, de oído. Y aprendí bastante con él. Allí estaba un trompetista, Héctor de León y un saxofonista, Sócrates de León. Eran dominicanos y hermanos. Eran primer trompeta y primer alto. Con ellos estaba Crucito Pérez que era un cantante guarachero en la onda de Cascarita, que era el que cantaba en la orquesta en esa época.

La orquesta se terminó y Aldemaro se fue para EEUU y nos quedamos sin trabajo; entonces ellos me dijeron “vente para Santo Domingo”. Yo tenía 17 años. Mi pasaporte lo tuvo que firmar mi papá. Era la época de Trujillo en Dominicana. Aquello fue una experiencia y una escuela muy grande que me animó en mis estudios de batería. Recuerdo que mi primer trabajo fijo y bueno fue en la Voz Dominicana. Me pagaban 100 dólares mensuales.

Había un mexicano que tocaba el Tímpani, Luciano se llamaba, y se dio cuenta de mi embuste. Y es que yo iba tocando, pero de oído, no me equivocaba, no hacía mal las cosas y el director no se daba cuenta, pero Luciano, el timpanista me dijo: “Tú no lees música, no lees música, yo te veo. Hay una escuela acá, métete y vas a poder leer. Yo te ayudaré en todo lo que pueda”. Así lo hice y empecé a tocar y comenzaron a venir shows. Recuerdo que una vez toqué las tumbadoras para la Tongolele. Pasé un año en República Dominicana, tremenda escuela para mí. Pero me regresé a Venezuela. La extrañaba.

 

De Caracas a Nueva York

Casi enseguida me incorporé como baterista a la televisión, en Televisa primeramente (Televisa es actualmente Venevisión en Venezuela) y pude acompañar entre otros a Oréfiche, a Celia, a Carbonell. Para 1953 no existía el video tape. Todo era en vivo. Teníamos que ensayar mucho, porque si uno se equivocaba eso salía al aire. Igual con las grabaciones. Se grababa directo al acetato. Si cometías un error, eso quedaba ahí y se enteraba todo el mundo, entonces eso te daba responsabilidad y te obligaba a ser estricto contigo mismo y con tus instrumentos. Por eso me siento realizado como percusionista. Hasta maracas toco. Así, entre una cosa y otra tomé la decisión de ir a Nueva York porque quería cumplir mi anhelo de estudiar Técnica de la Batería. Acopié mi dinero y me fui porque ya tenía algunos conocidos allá y también había músicos que sabían de mi trabajo. Era 1958 y ya había caído la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

En Nueva York pude trabajar con varias orquestas y pude estudiar con Henry Adler. Un día me mandó a buscar Tito Puente para pedirme que lo sustituyera en su orquesta porque le habían ordenado un reposo médico. Así lo hice. La suplencia duró tres meses y a su retorno me sentí muy halagado por las felicitaciones del Maestro Puente. Pero ya Mongo Santamaría se había fijado en mi trabajo y me contrató para hacer una gira por varias ciudades de EEUU. Su flautista, Mauricio Smith, me consiguió después un contrato para Panamá y me fue bien; cuando regresé a Nueva York el mismo Mauricio Smith me consiguió otro contrato para Puerto Rico. En la Isla del Encanto trabajé con César Concepción y su orquesta.

Acumulé experiencia en esos tres países, conocí a grandes personajes como Fajardo, Pérez Prado, Machito, el mismo Tito Puente. Pero habían pasado 6 años y me dije: Es hora de retornar a Caracas. Quería compartir con los míos, exponer mis avances, ver cómo estaba la música en Venezuela y las posibilidades de accionar en mi propio país. Yo me había traído unos arreglos de Ray Santos con la intención de tocarlos con una orquesta propia, porque yo quería hacer mi orquesta. Y la hice. Freddy León me ayudó y pude hacer 5 discos LP con la RCA Víctor. Mi primera grabación con orquesta fue con Willy Gamboa, el LP “Baile en la noche” en 1957.

 

Además de mi idea de tener orquesta, llegando de EEUU me fui a trabajar como baterista de planta en el naciente canal de televisión CVTV, hoy VTV. Llegué de la mano de Aldemaro Romero quien tenía un alto cargo musical ahí. Estuve en el canal 8 desde su fundación en 1964 hasta que salí jubilado en 1990 por el tema de mi visión.

La Onda Nueva

Yo grababa muchas cuñas, unas 8 cuñas a la semana, pero era un trabajo anónimo, salvo el del locutor. Aldemaro también hacía bastantes cuñas y entonces en una ocasión, estando de furor la Bossa Nova Aldemaro me dice: Hay que hacer una cuña con música venezolana pero el creativo no quiere arpa ni cuatro ni maracas, sino algo novedoso, moderno, pero el aire debe ser venezolano. Me quedé pensando y le dije que me diera chance a ver qué se me ocurría y lo que se me ocurrió fue acudir al ritmo de la Bossa Nova, que me encantaba. Me dije: Bossa Nova pero en el ritmo del 3x4 de la música venezolana a ver qué tal.

A Aldemaro le encantó y al creativo también, pero a Aldemaro le gustó tanto que me dijo: 'En esa forma de tocar podemos acompañar cualquier tema y hacer música'. Por fortuna para nosotros la publicidad que la había encargado no la compró. Entonces quedó libre para nosotros.

Aldemaro comenzó a hacer arreglos y formó un grupo con voces. Fue cuando el investigador y hombre de radio Jacques Braustein escuchó y dijo que aquello era una Onda Nueva. Se hablaba ya de New age, la nueva era. Para nosotros lo nuestro era la Onda Nueva. Listo!. Así se quedó.

 

Le hice un método a la Onda Nueva porque había estudiado la técnica de la Batería. Hice el método escribiendo y siguiendo el patrón del ritmo de la Onda Nueva, creado por mí.

Yo estaba identificado con la Onda Nueva y se hicieron festivales con artistas como Chico o'Farrill, Willi Bobo, Tito Puente, Milton Nascimento, Astor Piazzolla, una cantidad de luminarias. Se tocaba y se premiaba. Después vendría la gira de Renny Ottolina por Europa que nos llevó a la mismísima Torre Eiffel en París. En esas presentaciones de Venezuela había gaitas con Las Bucaneras, estaba también Anselmo López, Yolanda Moreno, Las 4 Monedas. Eran Shows estupendos. Recuerdo que servían hallacas, caraotas, comida típica. Salieron contratos para Bélgica, Alemania, Suecia, España, Italia, y gustó mucho la Onda Nueva.

Cuando regresamos a Caracas el presidente Caldera nombró a Aldemaro director de El Poliedro y se fue enfriando la Onda Nueva. Se hicieron discos, pero la hija de Aldemaro se retiró y otros integrantes también y bueno, el grupo se desintegró como pasan las cosas, como Irakere. Se acabó. Quedaron los discos.

Yo seguí mi camino e hice mis programas de televisión y mi música; entré en el jazz, pero no dejé de querer a Cuba porque recuerdo que cuando era pequeño en Villa de Cura yo escuchaba con mi abuelo la CMQ y Radio Progreso de La Habana, y escuchaba a Chepin- Choven, y danzones y a Romeu y en Venezuela se escuchaba mucha guaracha y mucho bolero. Claro, en EEUU escuchaba a Miller y a Machito y lo que éste hizo en el jazz latino. Cugat para mí era muy comercial, y escuchaba a Dizzy Gillespie y recuerda que me tocó sustituir a Tito Puente y lo hice bien, tan bien que a su regreso me pidió que me quedara con él, pero soy inquieto y me dio por el timbal y ahí pegué con Mongo Santamaría y me fue muy bien.

En Venezuela toqué con todas las orquestas menos con Billo, que era gallego, y no me gustaba. Estaba en el “Pasapoga” de 10 de la noche a 5 de la mañana. Acompañé a Celia, Benny, Rolando la Serie, Los Rivero, Carbonell, Nat King Cole, Sarita Montiel, Benny Moré y yo nos hicimos amigos. Ese era el más grande.

Mas recientemente haber formado parte de El Trabuco Venezolano y de la Sinfónica Municipal ha sido todo un honor. Y claro, tener mi propia discografía es muy especial para mí.

La vista

Mi padecimiento fue congénito. Lo heredé de mi bisabuelo por la linea materna.

Pensábamos que era hipermetropía, pero luego, con los años y los descubrimientos médicos supimos que era Retinosis pigmentaria y que no tenía cura. En la URSS lograron detenerla por tres años y luego, en Cuba el doctor Orfilio Peláez trató de detener la enfermedad, pero a nivel genético para que no se siga heredando. Me operaron en Cuba, pero mi mal estaba muy avanzado. Ya se me bloqueaba la retina, sobre todo de noche. El exceso de luz me hacía daño y para trabajar copiaba las partituras en un formato muy grande.

De los 9 hermanos que fuimos solo 2 heredamos la retinosis, una hermana y yo. Pero me he sabido defender, y mi esposa Estela me ayuda mucho. Como me sé mover dentro de mi casa, pues no tengo problema, pues ya casi no salgo, y como ya hice lo que tenía que hacer puedo decir que cumplí mi tarea”.

El Pavo Frank Hernández falleció en Caracas la madrugada del martes 16 de junio de 2009, a los 74 años de edad. Dejó un importante legado musical, y su ejemplo.

¡Bravo, Pavo!


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