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    Lilia demostró que la canta latinoamericana, si estaba unida a la conciencia, a la identidad, a la soberanía, habría de estar unida también al paisaje natural y humano.

Nacida en Caracas el 19 de octubre de 1951, en la Maternidad Concepción Palacios, su nombre es Lilia Ramírez Villamizar.

Este 19 de octubre apenas llega a los 69 años llena del afecto y la gratitud de su pueblo y de la Patria Grande. Tiene tanto que darnos todavía.

¿Dónde está el origen de la fuerza de su canto?

¿En la actitud?

¿En el magistral repertorio con el que se identifica?

¿En su poderosa voz?

¿En sus convicciones militantes?

¿En el gentilicio que siempre ha honrado?

En la vida y su contexto?

Nacida en Caracas el 19 de octubre de 1951, en la Maternidad Concepción Palacios, su nombre es Lilia Ramírez Villamizar.

Nacer en 1951 en Venezuela significó para toda una generación vivir la infancia en dictadura y luego sentir las palpitaciones libertarias de un pueblo levantado no solo contra la opresión y la represión sino contra un modelo social y económico que extendía sus tentáculos hacia la cultura, la identidad y el ser venezolano.

Esas palpitaciones las sintió Lilia, cuya infancia transcurrió en la popular zona de El Cementerio,  donde su padre, Marcelino Ramírez  y el profesor  Ángel Guanipa le dieron los elementos musicales con los que luego interpretaría los anhelos generacionales. Es que nació con el signo de la música en la garganta y el signo de la patria en la conciencia. Es la misma Lilia que recorrería las calles de su parroquia para ir a estudiar y para ir a cantar en las radios de la ciudad. Lilia, que adolescente aún ya en 1968, a sus 17 sintió en el liceo las vibraciones de Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra y de otros representantes de aquél canto de entrañas. Lilia, la que para 1972, estrenando sus 21 años se convertía en una referencia en el canto popular y tradicional venezolanos y en una revelación tremenda cantando por Nicaragua en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, cuando en ese recinto se vencían las sombras.

Venciendo las sombras estaba también en la UCV aquél trabajador de inagotable poesía, Otilio Galíndez. Conocerse ambos dio por resultado una de las mejores combinaciones en la historia de nuestra música, a tal punto que generó un inusitado y espontáneo movimiento para que los temas de Otilio se divulgaran, pero se divulgaran en la voz de ella, de Lilia. Nunca en la historia de la discografía venezolana se supo de una colecta tan monumental para hacer un disco. Y se hizo.

Lilia Vera entró en el Cancionero Latinoamericano no por la puerta de la banalidad ni el comercio. Entró con una propuesta y una altivez que se mantienen aún hoy.

Foto: Pedro Mattey

Lilia demostró que la canta latinoamericana, si estaba unida a la conciencia, a la identidad, a la soberanía, habría de estar unida también al paisaje natural y humano.

Lilia Vera (y luego un largo etc. musical) marcó desde Venezuela un camino distinto para la canción social latinoamericana y caribeña. Ella la sustentó en los creadores a los que interpretaba. ¿Y qué interpretaba?: Pueblos tristes, Mi tripón, Caramba, Candelaria, Coplas, La cocoroba, El paují de piedra, Clavelito colorado, etc.

No asociamos en Venezuela la protesta  a la tristeza, a juzgar por quienes llevaron la batuta del reclamo en una etapa de nuestra historia en que cantar era un riesgo y a los ojos de las clase gobernante, un delito; de eso pueden dar fe Gloria Martín, Alí Primera, Lilia Vera, Otilio Galíndez, Aquiles y Aníbal Nazoa, La Chiche Manaure, Los Guaraguao y el grupo Ahora, entre otros voceros venezolanos ante la comunidad del nuevo canto latinoamericano.

Ese canto latinoamericano en el que inscribe Lilia Vera tiene que ver con la opción que construyeron los poetas y cantores frente a la depredación moral que intentó siempre establecer en nuestras tierras el imperio estadounidense y sus servidores. En el caso venezolano, habiendo tomado gran parte de la juventud el camino de la lucha abierta contra el régimen denominado “puntofijista” el canto de la dignidad se hizo canto de barricada y acompañamiento. Queda para la historia y como ejemplo el accionar de Gloria Martín, Cantora Mayor y de Alí Primera, Cantor de la Patria Buena, quienes enfrentados al mecanismo capitalista de sometimiento al hecho musical se inventaron su propio sello discográfico para ventilar ante el pueblo la poesía y la música como armas en la batalla diaria. Lilia Vera se afilió al emprendimiento. La nueva canción venezolana, pues, surgió con un claro empuje político y esperanzador. Así sigue siendo.

Impronta discográfica

Desde el vamos Lilia ha acompañado a su pueblo y su pueblo se ha proyectado en ella a través de más de 15 grabaciones discográficas, un sin fin de conciertos, numerosas giras fuera de la patria venezolana y una voz, la misma de sus inicios hasta la actualidad, sin remilgos ni contrapesos, sin hipotecas y sin concesiones. Para ello escogió un repertorio de poetas y músicos de nueva factura o invisibilizados por los medios de difusión. De ahí que a Lilia Vera la reconocemos en la obra de Otilio Galíndez, de Cruz Felipe Iriarte, de Luis Mariano Rivera, Luis Laguna, Víctor Hugo Márquez, Enrique Hidalgo, Simón Díaz, Rafael Salazar, Luis Cruz, Conny Méndez, Alberto Arvelo Torrealba, Gloria Martín y Aquiles Nazoa entre otros nacionales, así como en la obra de Pablo Milanés, Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Alfredo Zitarrosa, Víctor Jara y otros poetas y músicos latinoamericanos de gran factura con los cuales incluso hizo el memorable álbum “Lilia Vera de América”.

Foto: Dirección Cultural de Sucre

Ese repertorio ha sido escuchado en las presentaciones de Lilia Vera en Francia, Alemania, México, la República Dominicana, Cuba, Costa Rica, Argentina, Islas Canarias, Puerto Rico y en toda la geografía venezolana, la que ha recorrido una y mil veces con amor y compromiso.

Esa trayectoria ha quedado registrada en la siguiente discografía:

Posee la siguiente discografía: Pueblos Tristes (1972), Lilia Vera (1973), Lilia Vera Volumen 2 (1976), Lilia Vera Volumen 3 (1976), Lilia Vera Volumen 4 (1977), Lilia Vera y Su Nuevo Canto (1979), Lilia Vera y Pablo Milanés (1981), Aguinaldos y Parrandas (1982), Lilia Vera de América Volumen 1 (1983), Lilia Vera Volumen 5 (1983), Cantos, Cuentos y Juegos Infantiles (1986), Lilia Vera 18 Grandes Exitos (1984), Cantando y Cantando (1995), Pajarillo Verde (1997), 32 Grandes Exitos (Serie 32) (1998), De Colección Volumen 1 (1999), De Colección Volumen 2 (1999), América Insurgente (2004).

Además de su discografía, Lilia Vera ha participado en otras obras discográficas de músicos como Magdalena Sánchez, Ilan Chester y Simón Díaz. También su voz está recogida en recopilaciones de la canta latinoamericana.

Y volvemos al inicio:

¿Dónde está el origen de la fuerza de su canto?

¿En la actitud?

¿En el magistral repertorio con el que se identifica?

¿En su poderosa voz?

¿En sus convicciones militantes?

¿En el gentilicio que siempre ha honrado?

¿En la vida y su contexto?

Todo lo anterior está contenido en esta humanidad llamada Lilia Vera, quien apenas llega a 69 años este 19 de octubre. Es que tiene tanto que darnos todavía...

Foto: Prensa IAEM

Opinan

Reinaldo Bolívar, director del Centro de Saberes Africanos, americanos y caribeños

Lilia Vera es para Venezuela la intérprete más coherente del canto y la prosa en sintonía con las luchas populares, con el quehacer cotidiano de los pueblos. Su infinito repertorio, proveniente de los grandes compositores y compositoras de Venezuela y Nuestra América cobra en su voz una significación vibrante, cercana, sentimental y motivadora para la acción.

Un aguinaldo en su voz, se torna en esperanza de paz y armonía, pero sobre todo en necesidad de labrar esa paz y armonía. Una tonada cantada por ella, se convierte en un tropel de llaneros detrás de la libertad de vivir en una tierra de hombres y mujeres libres viviendo en armonía con la naturaleza. Un canto de trova en Lilia Vera, es un abrazo nuestroamericano que va desde México, con el Caribe, con Cuba, hasta el Sur expectante del Chile de Allende y la Argentina de Evita y San Martín.

Lilia Vera es la voz universal que gusta al niño, a la niña, a la juventud, a la madurez adulta, porque la dulzura y firmeza de Lilia es sencillez y maestría que la hacen la madre cantora de Venezuela.

Nelly Ramos, psicóloga. Cofundadora del Grupo “Madera” original. Escritora. Investigadora cultural.

Conocí la existencia de Lilia en mis tiempos de estudiante universitaria en la década de los 70. Lilia hacía parte de un movimiento musical que para ese momento aglutinaba a todo aquel que mantenía ideales de lucha política y revolucionaria y, eso era Lilia, una cantora comprometida con la vida, que a través de la canción puso su voz al servicio del quehacer social y político. Misión que siempre la observé cumplir al lado de Alí Primera y el movimiento de la canción solidaria.

Participando yo con el Grupo Madera, fueron muchas las ocasiones que coincidimos en los eventos organizados por Alí en solidaridad con el pueblo del Salvador, con el pueblo cubano, con el pueblo Nicaragüense, con los pueblos africanos, en rechazo a las Nuevas Tribus y toda aquella actividad necesaria que saliera de las fibras de Alí Primera. Tengo un recuerdo muy especial de Lilia, y es de los años inmediatos siguientes a la tragedia del Grupo Madera, ella siempre solía llamarme por teléfono bien fuera para confirmar alguna actividad, o simplemente para sostener largas conversaciones; el detalle consistía en que nunca habíamos cruzado palabras personalmente.

Hoy en día, la voz de Lilia Vera se encuentra incorporada en el imaginario colectivo como una evocación al ordeño, al arrullo y al despertar de una sensibilidad social sostenida con su estirpe de mujer guerrera, luchadora, leal a su pensamiento y a sus ideales revolucionarios.

Eduardo Parra, periodista, director de Café Atlántico

Confieso: no es mi voz favorita entre las cantoras de la música venezolana. Hay voces tal vez más dulces, como la de Cecilia Todd, o más firmes, como la de Adilia Castillo, pero es indudable que la de Lilia Vera es una de las voces más importantes y claras entre cuantas se hayan levantado en favor de la tradición nacional.

Lilia Vera lleva con su voz y con su presencia, e incluso en su apellido, el vuelo y los colores de los papagayos cuyo veramen les da forma y firmeza; así que parece predestinada, por su herencia, a ser un palo mayor del canto venezolano, al que sabe llevar con toda la dignidad y orgullo que se merece nuestra tradición, incluso cuando las manos e intenciones destempladas intentan atropellarla, a ella o al folclore. He sido testigo en dos ocasiones de la fiereza con la que es capaz de poner en su sitio a quienes abusan de la buena fe de otros, más débiles, y he palpado de cerca su solidaridad frente a la tragedia ajena.

Es curioso, pero siendo venezolano, llegué a Lilia mediante Pablo Milanés; y es que hay un inolvidable disco (LP) en el que esos dos gigantes se pusieron de acuerdo para hermanar (más aún, si es posible), a Cuba y Venezuela en un mismo son. A ese mismo disco le debo una de las versiones más sentidas de “Pueblos tristes”, de Otilio Galíndez.

A Lilia, lamentablemente, no se le ha reconocido suficientemente la labor que durante décadas ha desempeñado en favor de nuestra música. Es menester hacerlo, porque realmente lo merece.

Marta Doudiers, cantora y directora del Ensamble Agriculce

Uno tendría miles de cosas buenas que decir de Lilia, pero yo encuentro que la palabra que más la define es verticalidad. Su coherencia entre lo que canta y lo que ella es y representa.

Su voz, tan inmensa como su alma, nos lleva siempre a esos caminos de la certeza y de la justicia. Nada tan apropiado como escucharla cuando la incertidumbre nos acosa; tanto en el canto como en la conversa, la convicción de su palabra, las temáticas de sus canciones, te ayudan a recuperar de inmediato la claridad de las ideas de la mano de su voz, profunda,  arrulladora y a la vez, tan recia como ella.

Su vocación es la pasión, plasmada en su accionar.  El acertado tino para la escogencia de su repertorio  la convirtió en dueña y señora, por ejemplo, de un Otilio Galíndez; ¿quién como ella para llevarnos a esos Pueblos Tristes?.... en ese cantar de los temas de  Otilio,  comencé a conocerla y a admirarla, hasta convertirse en un icono para mi aproximación al canto como solista, después de haber recorrido un larguísimo trecho como coralista.

A Lilia le debo tal osadía. Hoy, debo decir con mucho orgullo, que me siento privilegiada de poder compartir una hermosa  y edificante amistad con Lilia, desde la música que nos une hasta el compartir de las ideas, pasando por supuesto por el aprecio sincero y la admiración. ¡Vayan hasta ella siempre, mis mejores deseos de bienestar, aprovechando esta su fecha aniversario de feliz existencia! ¡Abrazo de Luz!

Foto: Pedro Mettey

Cancionero

Candelaria- Caramba- Vaya un pecado- Pueblos tristes- Mi tripón- Flor de mayo- Pajarillo verde- Coplas- La mariposa- A Luis Mariano- La cocoroba- El paují de piedra- Clavelito colorado- Pregón de las flores- La culebra- Son chispitas- La negra Dorotea- Llanera altiva- Allá en la Tierra- El Becerrito- El amolador- Chucho y Ceferina- A Víctor- Carmela- Ahora- Montilla- Canchunchú dichoso- Mi nostalgia- Un heladero con clase- Lucerito- El chichero- La muerte del animal- Canción por la unidad latinoamericana- Entreverao- Oriente de Polo a Polo- Viajero del amor- Idilio del hombre y la tierra- ¿Será posible el Sur?- Décimas Jarochas- Vasija de Barro- Cielito del prisionero- Tú si eres importante- Despertar- Al niño Jesús llanero- De Machiques a Detroit- Febreros y abriles, entre otros temas para cantar con Lilia y a Lilia.

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