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    Considerado una de las figuras claves de la historia contemporánea sudafricana, marcó un hito en las luchas contra la segregación y explotación racial. 

“Si eres neutral en situaciones de injusticia, es que has elegido el lado opresor”, decía el arzobispo Desmond Tutu.

Su Rainbow Nation (nación arcoíris), término que acuñó para describir la mezcla étnica de la Sudáfrica posterior al apartheid, se despide con lágrimas y ramos de flores en recuerdo del arzobispo, en el exterior de la catedral de San Jorge, en Ciudad del Cabo. 

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El fallecimiento del Nobel de la Paz y arzobispo emérito Desmond Tutu, amado en Sudáfrica por su lucha contra el apartheid y la reconciliación, provoca un luto profundo que expresan durante toda la semana, hasta este primero de enero de 2022 en el funeral del líder religioso nonagenario.

Baobab

Tal como ese gran árbol erguido en los claros del bosque africano, considerado escudo de pueblos ancestrales, tan hermosos que los dioses concedieron larga vida, es reconocido Desmond Tutu.

Los magníficos baobab son símbolo de esperanza y determinación contra la injusticia y la escasez.

Cinco libros de condolencias fueron abiertos en la catedral de San Jorge, junto a sus restos, mientras las banderas ondeaban a media asta en todo el territorio nacional y cada mediodía se repitieron diez minutos de campanadas, hasta el oficio del funeral.

“Hemos perdido a una persona que llevó la carga del liderazgo con compasión, dignidad, humildad y buen humor y dejó una marca imborrable en las vidas de millones de personas que tuvieron el privilegio y el honor de conocerle”, señaló el presidente del país, Cyril Ramaphosa. 

Hace apenas un año, en ocasión de su cumpleaños, el mandatario dijo que "el arzobispo Tutu es un tesoro nacional y un icono global de la consistencia moral, la virtud espiritual y la defensa de los más vulnerables, no sólo en Sudáfrica, sino en todo el mundo".

Galardonado con el Nobel de la Paz en 1984, dos años antes de ser nombrado Arzobispo Anglicano de Ciudad del Cabo, fue reconocido por su lucha contra la brutal opresión del apartheid. 

Considerado una de las figuras claves de la historia contemporánea sudafricana, marcó un hito en las luchas contra la segregación y explotación racial. 

El 1982, frente a funcionarios del Gobierno, dijo que “el apartheid, el desarrollo como separado o como se llame, es malvado…es anticristiano y antibíblico. Si alguien me demuestra lo contrario, quemaré mi biblia y dejaré de ser cristiano”. 

Su trayectoria ha estado marcada por una constante defensa de los derechos humanos, algo que le diferenció de la jerarquía eclesiástica, al amparar abiertamente los derechos de los homosexuales o la eutanasia.

Fue un activo defensor de los derechos de la comunidad de lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual y queer  (LGBTIQ), lo que le valió la crítica de muchos de sus pares en el mundo eclesiástico.

“No adoraría a un Dios que fuera homófobo”, aseguró en 2013, al lanzar una campaña a favor de los derechos de las personas LGBTQ en Ciudad del Cabo. 

El gran baobab ha caído. Sudáfrica y el movimiento democrático de masas han perdido una torre de conciencia moral y un epítome de sabiduría, resaltó el Congreso Nacional Africano en un comunicado. 

De igual forma lo han hecho varios líderes mundiales, organizaciones internacionales y personalidades, que se suman al tributo.

"Honramos la dedicación de toda una vida a la humanidad y a la causa de la justicia y la reconciliación. Tu inquebrantable compasión y sabiduría continúa inspirando nuestro trabajo", señaló a través de la red social Twitter la fundación que vela por el legado del otro gran icono de la lucha contra el apartheid, el también Nobel de la Paz Nelson Mandela.

La esperanza es poder ver que hay luz a pesar de toda la oscuridad, con esa frase, el jefe de Estado cubano Miguel Díaz Canel, encabezó una publicación en Twitter, y resaltó que el luchador mundial por los derechos humanos honró con su vida el Premio Nobel de la Paz.

Muchas las voces en todo el mundo expresaron su consternación por la pérdida. Las condolencias expresadas por el papa Francisco enfatizaron que fue una de las personas que lo inspiraron al momento de escribir su última encíclica del 2020, “Fratelli tutti”. 

El papa de la Iglesia católica expresó su tristeza por la muerte del arzobispo anglicano y destacó su trabajo en la "promoción de la igualdad racial y la reconciliación" en su país. 

“En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por San Francisco de Asís, y también por otros hermanos que no son católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y muchos más”, afirmó el pontífice.

El Dalai Lama, líder espiritual budista y viejo amigo de Tutu, elogió a "un gran hombre enteramente dedicado al servicio de sus hermanos y hermanas".

Es una "fuente de inspiración para generaciones de todo el mundo", así lo calificó el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres. "Un ejemplo de fe, perseverancia y compasión en la lucha contra el apartheid", dijo el expresidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.

 El primer ministro británico, Boris Johnson, expresó en Twitter su profunda tristeza y destacó su figura como “esencial en la lucha contra el aparheid”.

Su lucha en favor de la “reconciliación” permanecerá en “nuestra memoria” tras su combate por los derechos humanos y la igualdad, destacó el presidente francés, Emmanuel Macron. 

Es una brújula moral que peleó contra la injusticia en Sudáfrica, sentenció, Barack Obama, expresidente y primer mandatario negro en Estados Unidos.

Por su parte, el actual mandatario de ese país, Joe Biden, expresó sentirse "desconsolado" por el fallecimiento de Tutu, en tanto afirmó que el legado del arzobispo sudafricano trasciende las fronteras y tendrá "eco a través de los tiempos". 

El Correo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) reproduce una entrevista al líder espiritual, en la que enfatiza que la opresión de la mayoría del pueblo en Sudáfrica se ha basado en la raza. 

“La iniquidad del racismo es tal que hace que un pueblo se sienta superior a los demás, hasta el punto de tratarlos como si fueran menos que seres humanos. Por consiguiente, los regímenes racistas que enfrentan protestas de masas vacilan menos, por ejemplo, en ordenar a la policía o a las tropas que disparen contra los manifestantes que los gobernantes de otro tipo de régimen, pues éstos sentirían que están matando a sus compatriotas”.

“En Sudáfrica nuestro pueblo ha sufrido la opresión racial durante trescientos años. Ha luchado constantemente para poder participar en un sistema democrático pero nunca lo ha logrado. Económicamente, durante toda la era industrial se le ha negado la oportunidad de obtener una capacitación adecuada y puestos de trabajo a causa del color de su piel".

"Como consecuencia, ahora que empezamos a vislumbrar la instauración de una democracia en Sudáfrica, vamos a necesitar una ayuda internacional considerable que dé a nuestro pueblo las oportunidades de desarrollo que nunca ha tenido hasta ahora”

Para hablar de democracia y desarrollo, precisó que “depende de la democracia”.

“El pueblo está formado por seres que adoptan decisiones. Dios les ha dado el libre albedrío y tienen derecho a intervenir en el desarrollo a través de un sistema democrático, para sentir que participan plenamente en él. Un desarrollo impuesto al pueblo de manera paternalista, como por un hermano mayor que sabe lo que es bueno para éste, será un fracaso”.

Dijo que en muchos aspectos, en Sudáfrica están en la misma situación que en 1960. Aunque las organizaciones políticas han dejado de estar prohibidas. “Pero la población negra todavía carece de derecho a voto y la esencia del apartheid consiste en negarle el poder político”, enfatizó.

“Las leyes que constituyen lo que se denomina los "pilares del apartheid" siguen aun plenamente vigentes”. Ahora, dijo, el gobierno dice estar dispuesto a llevar a cabo negociaciones para compartir el poder y para reconsiderar esas leyes. “Ningún obstáculo, y el gobierno sudafricano menos que nadie, podrá detenernos”.

Tutu es considerado una de las figuras clave de la historia contemporánea sudafricana y mundial. Lamentablemente, debido a su avanzada edad y a los problemas de salud -cáncer de próstata- lo mantuvieron alejado en los últimos años.

Cuando en 2010, Tutu anunció que se retiraba de la escena pública para pasar tiempo con su familia, dijo que “ha llegado el momento de frenar, de beber té con mi adorada esposa por las tardes, de ver cricket, de viajar a visitar a mis hijos y nietos en vez de asistir a conferencias y convenciones”.

El pasado 7 de octubre cumplió 90 años de edad, ocasión en la que hizo su última aparición pública, en unas breves imágenes en vídeo emitidas el día de su onomástico. 

Mandela y Tutu

Desmond Mpilo Tutu nació en una pequeña aldea minera de oro. En la entonces provincia del Transvaal, al noroeste de Sudáfrica. 

Muchos años después, Tutu y Mandela vivieron en la misma calle Soweto. La que es hoy una de las mayores atracciones turísticas de Johannesburgo, y orgullo de los sudafricanos quienes proclaman que no existe ninguna otra calle con dos Nobel de la Paz. 

Nelson Rolihlahla Mandela (1918 - 2013), conocido en su país como Madiba, título honorífico otorgado por los ancianos del clan de Mandela, se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica, elegido democráticamente mediante sufragio universal.

Tras una lucha sin claudicar, en 1962 fue arrestado y condenado a cadena perpetua. Estuvo 27 años en la cárcel, la mayoría de los cuales estuvo confinado en la prisión de Robben Island. 

Con su liberación el 11 de febrero de 1990, Mandela lideró a su partido durante las negociaciones para conseguir una democracia multirracial en Sudáfrica. 

Mandela ganó las elecciones y fue presidente desde 1994 hasta 1999. Recibió más de 250 premios y reconocimientos internacionales durante cuatro décadas, incluido en 1993 el Premio Nobel de la Paz.

A ambos los unieron muchos valores morales comunes y una entrañable amistad.

Desmond Tutu primero fue maestro, pero abandonó esa carrera después de la aprobación de la Ley de Educación Bantú en 1953, que introdujo la segregación racial en las escuelas.

Quiso estudiar medicina, pero las dificultades económicas se lo impidieron. En 1961 fue ordenado sacerdote anglicano y durante los siguientes años, fue profesor de teología en Johannesburgo. 

A finales de la década de los sesenta se trasladó a Londres, Inglaterra, donde cursó estudios en el King’s College y, entre 1971 y 1975, trabajó en el Consejo Mundial de las Iglesias.

Tras su regreso a Sudáfrica, en 1975, Desmond Tutu se convirtió en el primer obispo negro en Johannesburgo. Dos años después, nombrado obispo de Lesoto. 

En 1978 fue elegido secretario general del Consejo de Iglesias de Sudáfrica, cargo en el que destacó por sus acciones y alegatos a favor de la supresión del apartheid; algunos de sus sermones y discursos de esos años quedaron recogidos en obras como La intención divina (1982) y Esperanza y sufrimiento (1983).

Foto: Vatican News

Nelson Mandela lo llamó “la voz de los que no tienen voz”.

Cuando las tropas cubanas y angolanas vencieron a las fuerzas del apartheid en Cuito Cuanavale –que concretó la independencia de Angola, Namibia y el fin del régimen enquistado en Sudáfrica– se levantaba la bandera por la que habían luchado hombres como Nelson Mandela y Desmond Tutu.

Al ser elegido Mandela por el pueblo como su primer presidente negro, Tutu recibió la encomienda de presidir la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, organismo de vital importancia para llevar la justicia a quienes fueron víctimas del oprobioso sistema de segregación que imperó en el país.

Se despide con Desmond Tutu a una generación de sudafricanos excepcionales, de hombres que defienden la emancipación de pueblos enteros, de los que están del lado de lo justo. Esos hombres y naciones son el mismo ejército. 

Cuando en 1986, se transformó en el primer arzobispo anglicano negro de Ciudad del Cabo, proponía construir “una sociedad democrática y justa, sin divisiones raciales”, con igualdad de derechos civiles para todos. 

“Si eres neutral en situaciones de injusticia, es que has elegido el lado opresor”, decía.

En 1994, el arzobispo fue encargado de presentar al primer presidente negro de una Sudáfrica sin el régimen del apartheid, Nelson Mandela. 

Fue designado por este como presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, organismo creado por la Ley para la Promoción de la Unidad Nacional y la Reconciliación, de 1995.

Esta Comisión fue encargada de investigar los crímenes cometidos durante la segregación racial. 

Las conclusiones de los trabajos de la Comisión, que durante más de dos años tomó declaración a más de 20.000 personas, fueron presentadas por el mismo Tutu al presidente Mandela en 1998. 

Foto: DW

El sistema racista había sido impuesto en Sudáfrica en 1944 y fue el presidente Frederik de Klerk -fallecido el 11 de noviembre de 2021- quien en 1991 puso fin a ese sistema legal sobre el que se basaba el apartheid, después de reunirse con representantes de las comunidades étnicas del país.

Desmond Tutu también recibió el Premio Pacem in Terris, el obispo John T. Walker, Premio al Servicio Distinguido Humanitario, el Premio de Liderazgo de Lincoln y el Premio Gandhi de la Paz, entre otros.

La Fundación Nelson Mandela estuvo entre los que le rindieron homenaje a Tutu y aseguró que sus contribuciones a las "luchas contra la injusticia, a nivel local y mundial, sólo son igualadas por la profundidad de su pensamiento sobre la construcción de futuros liberadores para las sociedades humanas". 

En 2012, Tutu se sumó a una campaña impulsada por el  argentino y Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, que buscaba reunir a otros Nobel de la Paz de cuatro continentes, para exigir al entonces primer ministro británico, David Cameron, que atendiera el reclamo de su país de soberanía de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.

La solicitud fue firmada también por la irlandesa Mairead Corrigan Maguire, la guatemalteca Rigoberta Menchú, la estadounidense Jody Williams y la iraní Shirin Ebadi.

Hasta su último aliento, este arzobispo anglicano emérito, impuso su franqueza y firmeza, para denunciar las injusticias y los excesos del poder, sin importar de quien se tratara.

“No estoy interesado en recoger las migajas de compasión que caen de la mesa de alguien que se considera mi amo. Quiero el menú completo de los derechos”, afirmó Desmond Tutu.

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