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    En esta región se han vivido cuatro temporadas de lluvias fallidas consecutivas, provocando “un evento climático que no se había registrado desde hacía al menos 40 años”, según la ONU.

Ante la sequía que se vive en varios territorios de la región, decenas de miles de familias abandonaron sus comunidades para buscar alimentos, agua y pastos.

Una sequía prolongada amenaza la seguridad alimentaria en el Cuerno de África, ya que desde hace meses se han presentado altas temperaturas que arrasan los cultivos y el ganado.

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La Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advirtieron, en mayo pasado, que esta situación está provocando que muchas personas deban dejar sus viviendas para buscar agua y comida.

De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), los países que integran parte del Cuerno de África, llamado así por su forma, son: Etiopía, Somalia, Yibuti y Eritrea, mientras que algunos autores incluyen a Kenia, Uganda, Sudán y Sudán del Sur.

Es en esta región donde se han vivido cuatro temporadas de lluvias fallidas consecutivas, provocando “un evento climático que no se había registrado desde hacía al menos 40 años”, según la ONU.

Amenaza de hambruna

Para febrero pasado, el PMA alertó que 13 millones de personas sufrían de hambre en Etiopía, Kenia y Somalia como consecuencia de la más grande sequía registrada en el Cuero de África desde 1981.

En ese momento, aseveró que “si no se actúa de inmediato para asistir a esa población, el mundo será testigo de una crisis humanitaria de grandes dimensiones, como la que ocurrió en 2011, cuando 250.000 personas murieron de hambre en Somalia”.

Sobre el tema, la Unidad de Análisis de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición para Somalia, en este país habría un aumento en el número de personas que padecen seguridad alimentaria aguda.

“Los conflictos motivados por los recursos se intensifican al tiempo que crece la competencia por el agua y las tierras de pastoreo, y las tasas de malnutrición aumentan en zonas afectadas de Etiopía, Kenia y Somalia, lo cual pone de relieve la necesidad de sustentar los medios rurales de subsistencia que sirven de fundamento a la paz y la seguridad alimentaria en todo el Cuerno de África”, relató la FAO sobre el impacto que se evidenciaba hasta ese instante.

Posteriormente, a inicios de abril, fue la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) la que advertía sobre la gravedad de la situación humanitaria en esta área, indicando que más de 15 millones de personas estaban en riesgo de sufrir hambruna para mediados de este 2022 y no se implementan medidas para evitarlo.

“La peor sequía que la región ha afrontado en décadas y que ya acumula numerosas temporadas de lluvias fallidas se ha sumado a los conflictos, la inseguridad, las condiciones climáticas extremas, la plaga de langostas del desierto y el impacto de la crisis socioeconómica debida a la pandemia de Covid-19”, acotó en esa ocasión.

Este organismo también hizo énfasis en las consecuencias de la realidad que viven los habitantes de esta región, especificando que son 3,5 millones de personas las que se encuentran en mayor riesgo en Kenia, seguidas por otros 7 millones en Somalia y 7 millones más en Etiopía.

Por su parte, la ONU aseguró que “la sequía extrema es generalizada y persistente, y afecta sobre todo a Somalia, las tierras áridas y semiáridas de Kenia, y las zonas de pastoreo de Etiopía, que reciben escasas precipitaciones.

“La situación ha empujado a decenas de miles de familias a abandonar sus comunidades en busca de alimentos, agua y pastos”, comentó la ONU.

La OIM también explicó que estos desplazamientos registrados hacen que aumente el riesgo de que surjan conflictos entre las comunidades, ya que estas se ven “orilladas a enfrentarse para echar mano de la poca agua disponible” para sobrevivir.

A su vez, el Grupo de Trabajo sobre Seguridad Alimentaria y Nutrición estimó que unas 16,7 millones de personas enfrentan actualmente inseguridad alimentaria aguda alta. Pero lo más preocupante para la ONU es que esa cifra podrá aumentar y llegar a afectar a 20 millones de personas para septiembre próximo.

Incierto sobre próxima temporada de lluvia

La seguridad alimentaria de la región depende en gran medida del rendimiento de la próxima temporada de lluvia, sin embargo, el pronóstico respecto a esto es incierto.

Previsiones de la OMM consideran que la temporada de lluvias entre marzo y mayo de este año sea “la más seca que se haya registrado, devastando los medios de vida y provocando un fuerte aumento de la inseguridad alimentaria, hídrica y nutricional”.

Esto puede desencadenar que la emergencia humanitaria en la región, que ya es calificada como grave por los organismos de la ONU, empeore aún más.

La directora general adjunta de la FAO, Beth Bechdol, ya había aclarado que “los ciclos de sequía se intensifican y aumentan la frecuencia. Ahora se precisa acción humanitaria inmediata para prestar apoyo a los agricultores y ganaderos”.

Tras una visita a comunidades de Kenia, la funcionaria hizo un llamado para advertir que “la comunidad internacional dispone aquí de escaso margen para impedir una gran catástrofe humanitaria”.

Acciones inmediatas

El coordinador subregional de la FAO para África Oriental, David Phiri, resaltó que las alarmas ya fueron encendidas y es momento de adoptar medidas ampliadas para enfrentar esta situación, brindando una oportunidad a las familias afectadas.

“La FAO tomó medidas preventivas en el segundo semestre de 2021 en Etiopía, Kenia y Somalia a fin de mitigar los efectos de sequía en más de un millón de habitantes de zonas rurales, y hasta el momento se ha mitigado la crisis, pero hace falta mucho más a medida que se deteriora la situación y se perfila una crisis”, añadió en su momento.

Las comunidades de pastores y agricultores al sur y sureste de Etiopía, el sureste y norte de Kenia y el centro-sur de Somalia han sido las más afectadas.

Por otro lado, junto a la sequía, coexiste un alza de precios en los alimentos básicos, una inflación y una baja demanda de la mano de obra agrícola, lo cual agudiza los efectos devastadores ante la falta de lluvia.


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