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  • Pablo Neruda dio a conocer en enero de 1973 un libro de poemas titulado Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena. Un recuento de las circunstancias del Chile de la Unidad Popular, donde las conquistas sociales y políticas, son atacadas por la sombra del imperio y sus cómplices locales. 
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    Pablo Neruda dio a conocer en enero de 1973 un libro de poemas titulado Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena. Un recuento de las circunstancias del Chile de la Unidad Popular, donde las conquistas sociales y políticas, son atacadas por la sombra del imperio y sus cómplices locales. 

El sobrino del poeta y abogado Rodolfo Reyes expresó que a Neruda “le fue inyectada en vida un arma biológica”.

Antes de que silenciaran las transmisiones en FM, el primer mensaje de Salvador Allende fue repetido varias veces por las emisoras de radio asociadas al Gobierno. Desde allí se les pedía a los chilenos que escucharan aquella transmisión de unos 45 minutos, haciendo hincapié en que el Gobierno -que intentaba instaurar el socialismo en Chile por la vía democrática- era legítimo. 

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Desde los estudios de CB 114 AM, adquiridos en 1970 por el Partido Socialista, se escuchó “llamamos a todos los soldados, clases y suboficiales a rebelarse en contra de las órdenes que sean al margen de la Constitución y la ley, entregadas por oficiales golpistas, sediciosos y reaccionarios. Hay un Gobierno constitucionalmente elegido, presidente de ese Gobierno es el doctor Salvador Allende. Él es el presidente de los chilenos, la máxima autoridad de nuestro país. Los trabajadores lo dijeron una vez… Paremos el golpe, ¡el pueblo unido jamás será vencido!”.

Seguidamente se dio lectura a las instrucciones que había entregado la Junta Militar golpista, como una orden a través de la cual todas las estaciones de radiodifusión de la provincia de Santiago, estaban obligadas a silenciar de inmediato y hasta nuevo aviso, la totalidad de sus transmisiones en onda larga, en onda corta y en frecuencia modulada. Al propio tiempo se indicaba que el país continuaría siendo informado “exclusivamente” y de forma continua, a través de red de radiodifusión de las Fuerzas Armadas.

Salvador Allende y Pablo Neruda. I Foto: memoriachilena.gob.cl

También se dio la orden de silenciar primero a las emisoras de Santiago que rechazaban el golpe militar: Corporación, Portales, Nacional, Luis Emilio Recabarren, Candelaria y Magallanes, que formaban parte de la cadena La Voz de la Patria, para asegurarse de ello o de su aniquilación, desde temprano habían despegado del aeropuerto Carriel Sur de Concepción, cuatro aviones caza Hawker Hunter que las sobrevolaban. 

Aun así, algunos continuaron transmitiendo por FM con muy baja cobertura. La historia cambió pasadas las once de la mañana del 11 de septiembre de 1973, cuando dos aviones de guerra lanzaron cohetes Sura P-3 contra el Palacio presidencial de La Moneda y la suerte de Chile entró en el túnel de la dictadura de Augusto Pinochet, que duraría 17 años de miedo y odio, sin poder hacer justicia ni a los vivos, ni a los muertos.

Poemas de amor y una canción desesperada

Cuando el poeta Pablo Neruda regresó a Chile en 1972, desde la misión diplomática como embajador en Francia, donde representaba al Gobierno Popular, tenía la manifiesta intención de ayudar a Salvador Allende. En ese momento, a Manuel Araya se le asignó por el Partido Unidad Popular fungir como guardaespaldas, secretario y chofer del poeta.

Aún era temprana la madrugada de aquel fatídico 11-9-1973, cuando la campanita con que Neruda llamaba a Manuel, comenzó a sonar con insistencia. Era para decirle que escuchó en una radio argentina, que se preparaba un golpe de Estado en Chile. 

“Por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente”, así dijeron en el argumento con que premiaron al Nobel de Literatura en 1971, autor de 45 magníficos libros, compilaciones y antologías publicadas. O al decir del propio Salvador Allende, el Premio Nobel de Literatura es “un galardón, que incorpora a la inmortalidad a un hombre nuestro, es la victoria de Chile y de su pueblo, además de América Latina”. 

Lejos estaban de saber que a ese mismo hombre -“un humanista esclarecido que ha narrado con belleza la inquietud del hombre ante la existencia”- el día 11 de septiembre de 1973, sería rodeado por la policía militarizada de las Fuerzas de Orden y Seguridad, los carabineros, en su casa de la Isla Negra al sur de Valparaíso. 

Ante tal circunstancia, Pablo Neruda comenzó a rememorar la Guerra Civil española. Estaba seguro de que como hizo el dictador español Francisco Franco​​ (1892- 1975), los iban a matar a todos. Al día siguiente, un buque de guerra con cañones se instaló frente a Isla Negra.

Como en efecto pasó y solo algo de todo eso se sabe hoy por "cifras oficiales". Resultaron asesinados más de 3.300 chilenos, una cifra superior a las 28.000 personas fueron torturadas y unos 200.000 seres humanos forzados al exilio.

Manuel Araya hoy espera el veredicto. Desde que en 2011 el Partido Comunista de Chile denunció lo ocurrido, a partir de que reveló detalles del que asegura fue el asesinato de Neftalí Reyes (Parral, 12 de julio de 1904-Santiago, 23 de septiembre de 1973), conocido en todo el mundo como Pablo Neruda.

Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas

Todavía están vivos muchos de los que asistieron al funeral del “poeta del amor”, quienes sufrieron uno de los peores dramas de la nación suramericana. 

Aquel sepelio se convirtió en una manifestación pública contra la asonada militar encabezada por el entonces comandante del Ejército de Chile, Augusto Pinochet (1915 –2006). Bajo el terror y el silencio, la gente perseguida por el régimen golpista, acudió al cortejo precedido por militares armados y minado de paramilitares. Allí estuvieron muchos militantes del Partido Comunista de Chile y de sus gargantas salieron tanto los gritos de homenaje, como el himno de La Internacional. 

También hoy se recuerda a los que ya no están. Después del funeral del “más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma” -como lo calificara el gran escritor Gabriel García Márquez- muchas personas de las presentes fueron reportadas como desaparecidas.

El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error

El pasado 15 de febrero se entregó la última revisión e informe de los peritos, realizado por los laboratorios extranjeros. La historia fue desenterrada en 2013 a la par de la exhumación del cuerpo para estudiar por primera vez las osamentas de Pablo Neruda.

Lo que sigue ahora es que la jueza Paola Plaza González ofrezca su veredicto: ¿Pablo Neruda fue o no fue asesinado? 

Sobre ello ha dicho Plaza González, ministra en visita para Causas de Derechos Humanos de la Corte de Apelaciones de Santiago, “no hay un plazo establecido por ley para dictar una resolución. La investigación del caso lleva 12 años abierta y está en secreto de sumario”.

Esta vez, será probado el criterio del tercer panel de científicos asociados al caso. Los expertos forenses provienen de Alemania, México, Canadá, El Salvador, Estados Unidos y Chile. Se han realizado pruebas periciales en laboratorios de Canadá y Dinamarca.

En 2013 no se encontraron agentes químicos relevantes y el veredicto confirmó que la muerte de Neruda, fue por el cáncer de próstata con metástasis, que padecía desde 1969. 

No fue hasta 2017 que el segundo grupo de científicos encontró en un molar, la presencia de la bacteria Clostridium botulinum, considerada un arma biológica si se confirma que fuera aplicada a un ser humano.  

El estudio realizado por especialistas de la Universidad de Copenhague, Dinamarca y la Universidad de McMaster, de Canadá, indicó que este bacilo "no se filtró al cadáver de Neruda desde dentro o alrededor de su ataúd", sino que ya lo tenía antes de morir.

La toxina botulínica es una de las sustancias más mortales que se conocen. En un informe sobre la Situación Epidemiológica en Chile del año 1973, consignan que -precisamente en ese año- se detectó el primer brote de botulismo documentado, lo que causó la muerte a siete religiosas de una colectividad española. La presencia de toxina botulínica fue comprobada por el Instituto de Salud Pública, que recién había montado la técnica para su detección.

De acuerdo con la Revista chilena de Infectología, Estados Unidos fue una de las naciones firmantes de la Convención de Armas Biológicas y Toxinas en 1972, con lo que ponía término a la investigación en este campo, de modo que el presidente Nixon ordenó cerrar Fort Dixon para estos fines. 

Documentos de la Biblioteca y Archivos de la Institución Hoover de la Universidad de Stanford, muestran que desde 1943 a 1969, el plan de investigación de Fort Detrick incluyó Bacillus anthracis, Yersinia pestis, Mycobacterium tuberculosis, y ‘otras bacterias dañinas’, reporta Xinhua.

Los documentos también muestran que entre 1946 y 1972, los expertos médicos militares de Fort Detrick - instalación del Comando Médico del Ejército de los Estados Unidos localizada en Frederick, Maryland- históricamente han sido el centro del programa de armas biológicas de los Estados Unidos hasta el presente. Publicaron más de 1.600 informes y artículos médicos sobre la investigación de armas biológicas.

Pablo Neruda dio a conocer en enero de 1973 un libro de poemas titulado Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena. Un recuento de las circunstancias del Chile de la Unidad Popular, donde las conquistas sociales y políticas, son atacadas por la sombra del imperio y sus cómplices locales. 

Estaba sentenciado a desaparecer físicamente el poeta incómodo. Aunque parece ausente, todavía su voz nos toca y emerge de las cosas, para llenar las almas.

Hombres callados y severos, caídos en sangrientas primaveras

El panel científico de 2017 consideró también que el certificado de defunción de Neruda no reflejaba la causa del fallecimiento y señaló que “la caquexia está descartada”. Con ello se daba una imagen de depauperación, una alarmante pérdida de masa muscular esquelética, a menudo acompañada de una pérdida considerable de peso. Sin embargo, en el expediente investigativo sobre la muerte de Neruda, consignan un peritaje al cinturón del poeta, con la marca en el lugar que lo abrochaba. Esto se añadió como una prueba de que no habría perdido peso por el ‘cáncer avanzado’, sino que al momento de fallecer pesaba entre 90 y 100 kilos.

Acerca de este término, el sobrino del poeta y abogado Rodolfo Reyes, expresó que a Neruda “le fue inyectada en vida un arma biológica”. “No cabe duda de que fue endógeno e inyectado. Se lo pusieron a Neruda estando vivo y corrió por el torrente sanguíneo”.

Elizabeth Flores, la otra abogada querellante, quien también representa a la familia de Neruda, ha dicho que "esta lucha comenzó y siempre ha buscado establecer la verdad de lo ocurrido con Pablo Neruda. Aquí hay una cuestión de familia, pero independiente de eso, este fallecimiento es el de un Premio Nobel, de un exembajador, de un exsenador, candidato presidencial, de un hombre que aglutina a la cultura, al pensamiento crítico y político a su alrededor”. 

Se trata aquí de ser o de no ser

De esos últimos momentos, rememora Manuel Araya que el día 13 de septiembre de 1973, el embajador de México le ofrece asilo a Neruda. Al día siguiente los militares allanaron la casa del poeta en Isla Negra. 

Parecía que la única forma de salir de allí, era alegando precaria condición de salud, por lo que Neruda habla con el doctor Roberto Vargas Salazar. Su médico le dice que el 19 de septiembre de 1973 tendría disponible la habitación 406, en la Clínica Santa María. Como los militares no querían darle un salvoconducto, habría que fundamentar que estaba físicamente mal y debía recibir de inmediato, un tratamiento médico.

El día 19 viajaron juntos por cinco horas, cuando lo podrían hacer en dos, desde Isla Negra hasta Santiago de Chile. Fue horrible el hostigamiento y la intimidación durante la trayectoria, en la que varias veces fue detenido el vehículo, los hicieron bajar y los tiraron al suelo. Miedo, eso quería que sintieran. 

El chofer de Neruda dice que nunca lo dejó solo. Ya en la Clínica Santa María, puso una silla junto a su cama y allí pernoctó. Matilde, la esposa del poeta, se quedó en una salita a la entrada principal de la habitación.

Foto: Cubadebate

El día 22, recibió la visita del abogado Radomiro Tomic, quien le comunica que el cantautor Víctor Jara fue torturado y asesinado por los golpistas, por lo que Neruda expresa una angustia desesperante. 

Como un soplo de vida, ese mismo día le entregaron a Pablo Neruda el salvoconducto de viaje al extranjero. Gonzalo Martínez Corbalá, el embajador mexicano, acordó con Neruda viajar a México el lunes 24. Por eso, el poeta le pide a Manuel Araya que el día 23 de septiembre vaya junto a Matilde a Isla Negra y traigan el equipaje de viaje. En la Clínica se queda acompañándolo su hermana Laurita. 

Cuando casi están de vuelta, el propio Neruda llama ansioso a la Hostería Santa Helena -a donde iba regularmente y hacía uso del único teléfono de la zona- y pide que le digan a ‘su Patoja’, como le decía a su mujer, que vuelva muy pronto a la clínica. 

“Me pusieron una inyección en el estómago y me estoy quemando por dentro”, le dijo a Araya, que al llegar le vio con la cara enrojecida. Desesperado, este le moja una toalla y se la pone en el vientre, en lo que entra un médico y le indica que vaya pronto a una farmacia y traiga ‘Urogotán’. “Yo no sabía qué era, sólo después supe que era para la gota”, recuerda Araya.

Después de eso no pudo volver a la Clínica porque el Fiat 125 blanco fue interceptado, el chofer fue sacado a la fuerza, golpeado e insultado por cuatro hombres con “metralletas”. Lo siguiente fue la tortura para que confesara nombres con quienes se reunía Neruda. Luego fue llevado al Estadio Nacional, usado por orden de Pinochet como uno de los campos de concentración y tortura de los prisioneros políticos.

Allí lo vio el cardenal y arzobispo Raúl Silva Henríquez (1907 - 1999) de la diócesis de Santiago. Lo reconoce y le dice “Manuel, fíjese que anoche murió Pablito, a las diez y media". Ante su exclamación “¡Asesinos!”, el arzobispo comenzó inmediatamente la gestión para sacarlo del Estadio. 

Después de aquel día nefasto, pasó un mes y 12 días para que lo sacaran disfrazado, con una barba copiosa y escasos 33 kilos de peso. 

Manuel Araya hoy solo piensa en una cosa para cumplir su última misión con Pablo Neruda, “ayudar a probar su asesinato”.


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