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  • El 9 de diciembre de 1824 quedó arrasado el colonialismo en la América del Sur. Antonio José de Sucre comandó la batalla que daría al traste con las pretensiones de dominación eterna por parte de España. La música acompañó la gesta así como siempre acompañó a los ejércitos Libertadores.
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    El 9 de diciembre de 1824 quedó arrasado el colonialismo en la América del Sur. Antonio José de Sucre comandó la batalla que daría al traste con las pretensiones de dominación eterna por parte de España. La música acompañó la gesta así como siempre acompañó a los ejércitos Libertadores.

Cuando en 1804 se produjo la Revolución victoriosa de Haití un aire de esperanza permitía vislumbrar nuevas posibilidades libertarias frente a la estructura colonial de entonces. Fue Haití el primer país de América Latina en independizarse y fue cuna de la primera rebelión universal de esclavizados que se emanciparon. Y se emanciparon al compás de una rutilante música en la que los elementos franceses, africanos, indígenas y españoles se mezclaron con armonía, alcanzando con sus sonoridades y con su ejemplo a las tierras insulares y continentales americanas.

Por esa Haití libertaria pasarían dos hombres, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, venezolanos ambos, y quienes fueron fundamentales en el proceso de independencia latinoamericana que culminaría militarmente con la Batalla de la que se cumplen 196 años: Ayacucho.

De Bolívar se conoce su inclinación a la música para el disfrute y el baile, pero también su conocimiento en torno a su utilización en el campo de batalla. De Sucre no conocemos mucho en torno a sus inclinaciones musicales, aunque a tenor de su impecable hoja de victorias militares estaban las canciones y marchas de la ruta libertadora.

“Bolívar dejó fama de bailarín hábil de valses y contradanzas y unía a la habilidad la gracia caribeña que dejaba boquiabiertas a las señoras. Dicen que solía llevar entre las dos camisas legendarias y los mapas de campaña las partituras de sus obras predilectas de baile”(Eduardo Escobar, Fuga Canónica. Medellín. 2002)

En la Batalla de Boyacá, librada el 7 de agosto de 1819 y que puso sello de libertad a Colombia se tocó una contradanza, “La Vencedora” y posteriormente en la fiesta bogotana en honor a El Libertador se escucharía “La Libertadora”, atribuida al zuliano Silverio Añez.

La periodista colombiana Juana Salamanca Uribe en su trabajo Música para la independencia, (Cartagena, 2011) Lo refiere así: “El ámbito de influencia de la contradanza se extendió a los escenarios militares como “música de victoria” y para “avivar el fervor patriótico”. Las piezas La Libertadora (compuesta para el Libertador) y La Vencedora, se escucharon en el campo de Boyacá el 7 de agosto de 1819. Según José Ignacio Perdomo La Vencedora “fue ejecutada en aquella magna ocasión por unos pocos músicos que habían caído prisioneros en las filas realistas y lograron pasar a las patriotas en la acción de Gámeza”.

“La Libertadora y La Vencedora se oyeron repetidamente durante las festividades realizadas durante 15 días en Bogotá con ocasión del recibimiento de los libertadores...Fue tan hondo el calado de estas piezas que La Vencedora tuvo el estatus de himno nacional en los primeros tiempos de nuestra historia (Colombia). Contradanzas y polonesas se escucharon también durante el festejo por el triunfo de Pichincha en la mansión quiteña de Juan Larrea. Noche inolvidable en la que el Mariscal Sucre conoció a su futura esposa y Simón Bolívar tuvo su primer contacto con Manuelita Sáenz”.

Ayacucho

“Un cronista contemporáneo rememora la música en la mañana misma de la batalla de Ayacucho con emoción y nos acerca al verdadero efecto de estas músicas: "En competencia unas con otras, habían venido durante las campañas trasladándonos en espíritu a nuestros hogares y pueblos; pero en la sublime expectación de esta mañana, el tumulto de sus golpes de armonía fue para nosotros licor de gloria y sentíamos que fundía el corazón de 6.000 hombres en uno solo ardiente y grande como la América". (Manuel Antonio López, Recuerdos Históricos de la Guerra de la Independencia, Lima, 1919)

“La música popular enardecía a los soldados a la hora de los combates. La Guaneña,canción revolucionaria de Neftalí Benavides, con música de Nicanor Díaz, un bambuco del sur de Colombia constituyó un factor decisivo del triunfo patriota en la batalla de Ayacucho, ante el cerro de Cundurcunca el 9 de diciembre de 1824, dice la mitología… La Guaneña es la fuerza mestiza y bandida, el sentimiento popular soplado en cobres prestados, expropiados a los europeos y a los criollos ricos” (Eduardo Escobar, Fuga Canónica. Medellín. 2002)

En julio de 2017 en el Centro Cultural Kirchner de Buenos Aires, se volvió a tocar, 185 años después de su estreno una Sinfonía, la Sinfonía Batalla de Ayacucho compuesta por el músico Mariano Pablo Rosquellas, español quien llegó a residir en Argentina y de ahí pasó a Bolivia, concretamente a Chuquisaca, donde falleció en 1857. Pasó mucho tiempo entre una y otra ejecución porque las partituras se dieron por perdidas hasta que por un feliz suceso la familia de Rosquellas en Bolivia dio a conocer que tenían las partituras de la pieza sinfónica, compuesta en homenaje a la batalla final que significó la victoria independentista con Sucre comandando las acciones.

¿Hubo un movimiento musical a tono con el independentista?

El compositor, arreglista y Director de Orquestas venezolano Diego Silva Silva se ha dedicado al estudio de la canción patriótica y de su influencia tanto en el campo de batalla como en la agitada vida política de la América del Sur en general y de Venezuela en particular. Su libro El Pentagrama y la Espada (Caracas, 2018) hace importantes aportes en esta materia.

Para Diego Silva Silva, compositor de música de cámara, música sinfónica, para coro y orquesta, para solistas y orquesta, investigador, director de orquestas e historiador no se puede hablar de la música en el campo de batalla si no se visualiza en contexto lo que acontecía en el marco de las luchas de independencia.

Refiriéndose al caso venezolano, Silva Silva señala: “Para 1814 existía la escuela musical del Padre Sojo y el 95% de los músicos que pasaron por allí se alistaron en las filas del ejército patriota. Era una época de música europea, sí, pero era también una época de discurso político, de arenga permanente a través de la denominada canción patriótica. Ya se había conformado acá (en Venezuela) un movimiento de características pudiéramos decir, propias. El Himno Nacional es una de esas canciones patrióticas y se puede notar cómo independientemente de la melodía había una letra adecuada, propia de los momentos que se vivían”.

Algo similar encontramos en Perú. “José Bernardo Alzedo, compositor peruano nacido en Lima, es principalmente recordado por ser autor del Himno Nacional del Perú. Sin embargo, esta marcha cuyo texto comienza con las palabras "Somos libres" forma parte de una serie de canciones patrióticas creadas para distintas ocasiones y espacios sociales. Si bien se han conservado solo cuatro de estas canciones, ellas alcanzan a evidenciar cómo Alzedo utilizó diversos recursos y propuestas musicales para comunicar el ideal libertario con el que comulgaba. Esto, en la compleja situación política del país en general a comienzos del siglo XIX y la no menos peculiar situación de él mismo como individuo religioso dominico, en ese momento. La canción patriótica, vista como género mediante la producción de este compositor, fue un medio dúctil y eficaz para expresar distintas posturas ideológicas y estéticas en diversos espacios públicos y privados de la sociedad limeña en la primera mitad de la década de 1820”. (Víctor Rondón, Universidad de Chile y José Manuel Izquierdo, Universidad de Cambridge, Las canciones patrióticas de José Bernardo Alzedo. 2014)

Hubo un movimiento musical incorporado a un movimiento independentista. En el caso de Venezuela, patria de Bolívar y de Sucre se evidenció que muchos soldados eran músicos, y no fueron pocos los que murieron en combate. Muchos de esos músicos fueron los grandes comunicadores de entonces. Todos adhirieron a la causa de Simón Bolívar, a la de Sucre.

Diego Silva Silva se detiene en varios nombres, con aleatoria cronología: Atanasio Bello Montero, Juan Francisco Meserón, Juan José Landaeta, José María Isaza, Lino Gallardo…

“Durante el período de la Guerra de Independencia en nuestra América, destacarán algunas figuras de la música militar al servicio de la tropas Libertadoras, entre ellos, el Capitán Juan de Dios Agraz (nacido en Villa de Cura, Edo. Aragua, Venezuela en 1790) designado por el propio Libertador Simón Bolívar para ser su Corneta de Ordenes, después de la Batalla de San Mateo y luego durante casi todas sus campañas en el territorio nacional y en la Campaña del Sur. El Libertador, por cierto, le obsequió una boquilla de oro para su corneta. Agraz falleció el 17de marzo de 1888, a los 98 años.

Otros músicos militares que cumplieron funciones similares al lado de Bolívar fueron, el Cabo José Bernabé Dorantes, oriundo de Quibor, Edo. Lara, donde se encuentra su tumba y los también quiboreños, Celestino Castillo, Corneta de Ordenes y José de la Encarnación Soto, Tambor de Ordenes.

En 1821 en Venezuela, la Banda de la Brigada de la Guardia, según reseñan las crónicas históricas, ensayaba en la casa del mayor Célis en Barinas, durante los meses previos a la Campaña de Carabobo.

En Carabobo hubo 22 bandas, dice el maestro Silva Silva. La música siempre acompañó nuestras batallas. No se trataba de que estimulara el combate, que lo hacía, sino que ella era una forma de comunicación. La Banda de Guerra retransmitía las órdenes de los Libertadores.

¿Cómo escuchar una orden en medio de un campo de batalla en tiempos en que no había ni telefonía ni mayores adelantos en comunicaciones?. Por esa misma razón los músicos de las bandas eran militares. Podía haber militares que no fueran músicos, pero no podía haber músicos que no fueran militares”.

Silva Silva agrega que en condiciones de batalla, los diferentes toques de corneta comunicaban órdenes concretas a los hombres en el campo.: Degüello, Carga al machete, Retirada…

También nos indica que tan sagrada como la Banda de Guerra era la Casaca, pues ella indicaba visualmente quién impartía una orden y el rango del músico ejecutante de los cantos de Batalla. “Usurpar una casaca siempre estuvo castigado con la muerte”.

La Canción Patriótica permite un hilo especial para tejer la historia. En ella están contenidos los sucesos y la proyección que sobre ellos hacía el pueblo y sus libertadores. Los músicos de entonces arriesgaron su vida. Su música vivía casi en la clandestinidad porque España sabía que el pueblo respondía a esas canciones inflamadas de fervor independentista.

Algunas canciones Patrióticas:

En el valioso rescate de canciones patrióticas emprendido por el Maestro Diego Silva Silva, están:

* Canción Americana (1797-1811). La música es de Lino Gallardo, y la autoría de la letra pertenece a Juan Bautista Picornell y Cortés Campomanes.

* Gloria al Bravo Pueblo (1810). La música es de Juan José Landaeta, y la letra, de Vicente Salias. La versión del manuscrito es de Atanasio Bello Montero (1845). Un detalle es importante destacar acá: Sólo cuando se sabe que Gloria al Bravo Pueblo fue un homenaje al 19 de abril de 1810 podemos entender en toda su magnitud y temporalidad la letra de Vicente Salias.

* Gloria Americanos (1811), canción compuesta por Juan José Landaeta.

* Entonad nuevos himnos (1824) compuesta por José María Isaza.

* A Bolívar, canción patriótica (1824) de Lino Gallardo.

* Canción a los Libertadores del Sur (1825), de José María Isaza.

Honores a Sucre

Volvamos a leer: “Un cronista contemporáneo rememora la música en la mañana misma de la batalla de Ayacucho con emoción y nos acerca al verdadero efecto de estas músicas: "En competencia unas con otras, habían venido durante las campañas trasladándonos en espíritu a nuestros hogares y pueblos; pero en la sublime expectación de esta mañana, el tumulto de sus golpes de armonía fue para nosotros licor de gloria y sentíamos que fundía el corazón de 6.000 hombres en uno solo ardiente y grande como la América". (Manuel Antonio López, Recuerdos Históricos de la Guerra de la Independencia, Lima, 1919)

Ese tumulto de los golpes de armonía hablan de la intensidad de la música que se desplegó, como las armas patriotas, en Ayacucho. Después de esa gesta el ejército español en tierra firme capituló y solo quedó presencia española en Puerto Rico y Cuba. Por cierto, el propio documento de Capitulación de los españoles fue redactado por Antonio José de Sucre y firmado de inmediato por las autoridades de España.

Los alcances de Ayacucho llegaron a todo el continente porque su desenlace tocó la vida de todas las naciones. Por eso y por más El Gran Mariscal de Ayacucho es recordado este 9 de diciembre con honores.

Los pueblos del continente le han cantado. La voz de su tierra natal, Cumaná, se hará más fuerte para entonar Glorioso Antonio José y Los dos Titanes, entre otras piezas que le rinden tributo para siempre, como el propio Himno del estado: Le da Sucre su nombre de Gloria/ y Ayacucho su Lauro Inmortal.

Ese glorioso 9 de diciembre, poco antes de iniciarse la gran batalla de Ayacucho, el general Antonio José de Sucre dijo a sus tropas: “Soldados, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!”.

De la Batalla de Ayacucho, dijo Bolívar en la biografía que escribió acerca de Sucre:

La Batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina. Maniobras hábiles y prontas desbarataron en una hora a los vencedores de catorce años, y a un enemigo perfectamente constituido y hábilmente mandado. Ayacucho es la desesperación de nuestros enemigos. Ayacucho semejante a Waterloo, que decidió del destino de Europa, ha fijado la suerte de las naciones americanas. Las generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla, y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza.

El General Sucre es el Padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del Sol; es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco-Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada.


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