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  • Justamente porque tuvo su desarrollo en España, lo identificamos comúnmente como arte hispánico. La influencia árabe permanece así, como constancia en las técnicas de construcción de edificios civiles y religiosos en América Latina, similares a los que estaban a la moda en Europa.
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    Justamente porque tuvo su desarrollo en España, lo identificamos comúnmente como arte hispánico. La influencia árabe permanece así, como constancia en las técnicas de construcción de edificios civiles y religiosos en América Latina, similares a los que estaban a la moda en Europa.

El termino mudéjar se utiliza por una convención historiográfica del siglo XIX, para referirse a este estilo de arte.

Cuando Raduan y Jamil emprendieron viaje a comienzos del siglo XIX, tuvieron suficiente tiempo de hacerse amigos, mientras navegaban en un barco proveniente del Medio Oriente hasta América.

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La altura del desafío

En tierras de abundante cacao del sur de Bahía, fueron reconocidos como los dos turcos, cuando en realidad uno sirio y el otro libanés. Así lo narra el escritor brasileño Jorge Amado -1912-2001-  en su clásico: “De cómo los turcos descubrieron América".

La cultura árabe forma parte de la vida Macondiana en “Cien Años de Soledad”, tanto como en “Crónica de una muerte anunciada”. Es más, está en toda la memoria de Gabriel García Márquez -1927-2014- , porque el escritor colombiano creció rodeado de palestinos, sirios y libaneses en el departamento caribeño de Sucre. Para consolidarlo tuvo su relación amorosa con Mercedes Barcha, nieta de un inmigrante egipcio.

A pesar de las diferencias culturales, religiosas e idiomáticas, las olas de inmigrantes árabes que se abrieron camino en América Latina han dejado su herencia -fundamentalmente a fines del siglo XIX y comienzos del XX- en cerca de los 18 millones de latinoamericanos que hoy día tienen origen árabe.

Foto: EFE

La impronta de 13 siglos -casi continuos- quedó impregnada para siempre en materias de humanidades, artes, ciencias, geografía, astronomía, matemática, botánica, zoología, medicina, agrimensura y navegación. Así como en la gramática y poesía, lógica, botánica, zoología, etnología e historia, durante 800 años de invasión árabe en España y los 400 años de invasión española en América.

Las huellas árabes abundan en la génesis de la literatura latinoamericana, las costumbres, los vínculos culturales y de civilización entre los pueblos, entre los que se destaca una marca indeleble: el orientalismo hispanoamericano en la arquitectura mudéjar.

No tiene par, ni semejante

El arte mudéjar llegó al continente como consecuencia de la mal llamada “Conquista de América”, en el contexto de dominación y consolidación de los reinos cristianos.

El importante arqueólogo español, José Amador de los Ríos, acuñó en su discurso de la Academia de Bellas Artes de San Fernando -el 19 de junio de 1859- el término "mudéjar".

El también historiador afirmó que este estilo arquitectónico “(...) no tiene par ni semejante en las demás naciones meridionales, como no ha menester ninguna de ellas de la política tolerante, que da vida a los vasallos mudéjares de la corona de Castilla, ni de las leyes que los defienden y protegen, ni de la alianza social, que demanda y obtiene su inmediata participación en el ejercicio de las artes mecánicas, y que lleva al fin su influencia a las esferas de las ciencias y de las letras”.

Se le debe al eminente, haberlo definido como un híbrido heredero de los precedentes locales musulmanes, referido no sólo a la arquitectura, sino también a la orfebrería, las artes textiles, cerámica, carpintería, marfiles, entre otras manifestaciones con un estilo artístico definido.

La España musulmana, reseñada desde el siglo XII, marcó un desarrollo cultural sin precedentes y como consecuencia de la colonización, posteriormente influyó en Latinoamérica.

Conocer el estilo mudéjar, esa mezcla de diferentes técnicas de arquitectura y manifestaciones, en diferentes edificios coloniales del continente latinoamericano, fue el propósito de la tesis doctoral del chileno Francisco Mamani, con la investigación: “La herencia hispano-musulmana en América Latina: el arte mudéjar en la arquitectura colonial (siglos XVI-XVIII)".

Podemos reconocerlo visiblemente en estructuras y edificaciones exteriores e interiores, porque en ellas se manifiesta el encuentro entre el desarrollo cultural islámico en Europa y en América Latina.

Foto: Pixabay

Justamente porque tuvo su desarrollo en España, lo identificamos comúnmente como arte hispánico. La influencia árabe permanece así, como constancia en las técnicas de construcción de edificios civiles y religiosos en América Latina, similares a los que estaban a la moda en Europa.

Está presente en la arquitectura colonial de diferentes ciudades como Lima y el Cusco en Perú, Potosí y La Paz en Bolivia, Tunja en Colombia, Quito en Ecuador, en Santiago de Chile, como también en Cuba,  en Santiago y La Habana, por citar sólo algunas ciudades.

Fueron mudéjares, cuando los reinos cristianos “tomaron” los territorios de Al-Ándalus o la España musulmana y entonces, a la población islámica se le permitió quedarse pagando un impuesto. Etimológicamente, "mudayyan" significa "aquel a quien ha sido permitido quedarse", aludiendo a las personas de origen árabe, sometidos por los españoles, quienes logran permanecer conservando su religión y estatus jurídico propio, en territorio “cristiano”.

El termino mudéjar se utiliza por una convención historiográfica del siglo XIX, para referirse a este estilo de arte. En el mundo musulmán, se reconoció a Córdoba como el centro de irradiación cultural y a Granada, como heredera de esta continuidad.

Al “releer” la arquitectura colonial latinoamericana, aquí como allá, hay una mixtura cristiano - judío - musulmana. Así que lo que comenzó como arte nacional, terminó como una conjunción de elementos artísticos cristianos e islámicos y desde allí, se expandieron los conocimientos, las teorías y la terminología hacia los territorios colonizados.

Fue la especialización del sistema de trabajo de tradición árabe, con sus técnicas mudéjares del trabajo arquitectónico, lo que permitió a los maestros constructores afrontar la competencia. Igualmente demostraron rapidez en la ejecución y un menor costo de la mano de obra.

Un peso mayor, también lo tiene el abaratamiento de los materiales y técnicas utilizadas. Se mencionan el ladrillo, los metales ornamentales, la argamasa, la mampostería, los azulejos retocados y el yeso. Uso de patrones geométricos, formas de redes de rombos o esquinillas y en ellos la cerámica, la inclusión de arcos ciegos y la abundante madera, en esa época. Todos los elementos constructivos o decorativos, se mostraban aislados o quizás integrados en una sola obra.

Foto: EFE

Es importante destacar que los especialistas en distintos oficios, extensivo a los “carpinteros de lo blanco”, probablemente llevaban consigo las herramientas específicas para su labor. E incluso, libros y ajustes escritos para la hechura de las obras.

No sólo por el número de obras, sino por la perfección técnica y riqueza de las mismas, son dignos exponentes dignos del lenguaje mudéjar. De su cultura árabe legaron los grabados y estampas para la reproducción de la obra artística y por la agilidad con que lo hacían, se supone que tendrían copia de modelos estéticos y tipologías formales.

Desde España se hace una distinción del arte mudéjar canario, a diferencia del edificado desde Aragón hasta Andalucía y de Valencia a Portugal. Se destaca en las islas, la arquitectura popular en el amplio espacio, con el sello de la carpintería hispanomusulmana expresada en los techos, balcones y ventanales.

En cambio, algunos estudiosos postulan que en Latinoamérica mantiene relaciones sincréticas con la herencia prehispánica. Proliferan diversas formas mudéjares, con énfasis en los techos de madera, destacados por su asombrosa geometría.

Nuestra herencia islámica

Los mudéjares llegan a América después de su intervención en las Islas Canarias. Se toma como ejemplo una obra construida en 1562: La Pila en Chiapa del Corzo (México), que emplea como material fundamental, el ladrillo.

Por la labor acelerada y las necesidades constructivas en los nuevos territorios colonizados, el mudéjar cobra protagonismo. Se aprecia la diferencia entre las edificaciones populares con paredes lisas de un único color, donde se relega la decoración de las entradas o vacíos. En artesonados, balcones, alfarjes, ajimeces, puertas o ventanas, aunque ello no disminuya su valor histórico. Otra es la arquitectura de corte culto, con estructura y decoración más sofisticada.

La técnica del "carpintero de lo blanco" de las obras mudéjares convivió en perfecta armonía y sobrevivió al resto de las manifestaciones, aunque se apreciaba el componente estético de la cultura occidental, de signo renacentista e incluso barroco, que llegaba como tendencia. Es que coinciden las ideas ilustradas y la independencia de las colonias, a un tiempo con los ideales hispanos, que las incipientes repúblicas quisieron superar.

Mudéjar Tropical

La historia señala el derrotero de sus hombres en cada uno de los siglos transcurridos, por lo que la ciudad no pudo dar la espalda a los acontecimientos que la marcaron, modificando su estructura social, económica y urbana.

A diferencia de otras regiones del mundo, en La Habana no hubo una tradición constructiva de sus primeros pobladores. No existían los conceptos de una ciudad planificada, ni estilos arquitectónicos. Por  la información disponible del siglo XVI, se describe el “bohío” como vivienda primaria. Posteriormente en el XVII, surge la casa de modesta construcción y un patio central.

En el libro de la Editorial Letras Cubanas: Arquitectura cubana colonial (1936), Joaquín E. Weiss propone un enfoque histórico-estilístico y periodización de la arquitectónica de la mayor de las Antillas. En este, constan las evidencias la herencia islámica.

La llegada a Cuba del arte mudéjar ocurrió tempranamente en el siglo XVI, quizás al arribo de moros conversos que vinieron con la conquista de América. En 1543 se prohíbe su emigración al “Nuevo Mundo”, lo que prueba que si estaban llegando. También las nóminas de los invasores registran muchos apellidos árabes.

Con la presencia árabe en Cuba, el estilo mudéjar habanero evolucionó hasta el XVII, revelado en las raíces morunas a través de las costumbres y valores socioculturales hispano-musulmanes. Se explica además por los contactos que mantenía la colonia con Andalucía, ámbito preferente del arte morisco.

En el estudio mencionado, se alaba la aportación de los alarifes andaluces de diferentes especialidades, que llegaron al puerto de La Habana, sin los cuales no hubiera sido posible contar con esta historia patrimonial. Como en España, sus obras se distinguieron por el uso de materiales tradicionales, enfatizando en la madera, el ladrillo y la decoración cerámica, propios del estilo.

Por el profesor Francisco Prat Puig, nació el enfoque de salvar los valores artísticos de la arquitectura colonial. Entendiendo no sólo los aspectos formales y técnicos, sino lo estético de este arte constructivo llegado de la España morisca al Caribe, lo que se convertiría a través del tiempo en una práctica genuinamente criolla y definiría la primera manifestación del arte colonial cubano.

En su monografía “El pre barroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca”, se identifica que el siglo XVIII barroco “…fue uno de los más prolíficos y sin duda alguna el más característico de nuestra arquitectura colonial (…)”.

Identifica el tipo de casa habanera llamada “señorial” o casa-almacén, caracterizado por la presencia del entresuelo y los patios porticados. Sobre el XIX informa de la penetración temprana del neoclasicismo en La Habana, su acogida por ciudades de nueva planta como Matanzas y advierte con lucidez la pervivencia de los rasgos primitivos en las viviendas de las villas fundadas en el siglo XVI. En estudios posteriores, alertaría sobre la importancia de la arquitectura del siglo XIX”.

Desde el inicio no fue un implante mimético. El poder adaptativo del arte mudéjar, tuvo en cuenta la peculiaridad del clima y las incipientes condiciones socioeconómicas de la isla. A partir de entonces, dejó de ser extranjero en Cuba, para convertirse en una arquitectura tropical.

Además de La Habana, en otras regiones de Cuba se conservan muestras de construcciones de entre 1617 y 1730, por ejemplo en Remedios, Camagüey y Santiago de Cuba. En esta última permanecen las casas de San Félix no. 309 y Casa de Pío Rosado no. 251, ornamentadas con flores de cuatro pétalos planos o de forma helicoidal, alternando con otros motivos geométricos. Aunque la decoración pictórica en techos no es muy frecuente, aparece igualmente -de tipo octogonal-  en la iglesia de Santo Domingo, de Guanabacoa.

Foto: Prensa Latina

La decoración cerámica fue abundante, “el uso de la loza andaluza vidriada con motivos geométricos y florales, las cuales se colocaban en zócalos, parte inferior de muros exteriores y en patios y galerías interiores. Hasta bien entrado el siglo XX, aún se mantiene este tipo de decoración en barriadas como Santos Suárez, Víbora y Centro Habana, que conservan bellísimos exponentes”, cita un estudio del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba.

Caracterizadas por arcos de medio punto, ojival, de herradura o lobulado, el uso de muros de cargas reforzados con contrafuertes y columnas decoradas que sostienen techos de alfarjes a dos aguas, mostraron mucha más evolución que los mudéjares originales, con decoración de billetes y lacerias, entre otras características.

Según el profesor Francisco Prat Puig, “las semejanzas existentes entre nuestros monumentos y los moriscos o mudéjares hispánicos, son de afinidad y gran parecido, sin que entrañen absoluta identidad”.

Asombrosamente también aparecen en construcciones militares, como el Castillo de San Salvador de la Punta,  el Castillo de Los Tres Reyes del Morro y el Castillo de la Real Fuerza, los torreones de San Lázaro, Cojímar y La Chorrera. Los castillos del Príncipe y Ataré, San Carlos de la Cabaña, incluso la propia muralla de la ciudad. Se recalcan las iglesias el Cristo del Buen Viaje y del Espíritu Santo.

En Cuba destaca la evolución de la creatividad, adaptada al empleo de recursos disponibles para entonces, con un carácter funcional y dinámico. Por ejemplo, se hizo un uso muy ingenioso de la madera tratada, para el desarrollo de la talla y la expresión artística con que se escupieron celosías, diseñaron verjas y visillos que suavizaban la intensa luz solar del Caribe.

Con tablones duros y blandos, se decoraron los techos habaneros, retocaron las grandes puertas de las casas coloniales, remataron las jambas o sostenes de ventanales y diseñaron curiosos mata juntas. Lo dice el restaurante de comida árabe “Al Medina”, en la calle Oficios 12 y  el edificio ubicado en Tacón 12, actualmente Museo de Arqueología.

Justamente es la luz un actor fundamental que estimula la creación de sus constructores, en el concepto de la casa mudéjar habanera. Fue tenida en cuenta como elemento de la naturaleza y se jugó con ello para enfatizar, de acuerdo con los horarios del día, el uso de determinadas instalaciones y espacios.

Puede decirse que la casa mudéjar cubana es una sombrilla combinada con las celosías, las enredaderas, las galerías y los patios interiores, permitiendo la intimidad, cómoda, fresca y aclimatada dentro de las viviendas.

La profusión de la madera, también aporta frescor y armonía a los interiores de los hogares de diferentes niveles sociales, que gracias al magnifico Plan Maestro para la Revitalización Integral de La Habana Vieja, de la Oficina del Historiador aún pueden apreciarse.

Por este propósito integrador, viven y trabajan en la zona histórica de la ciudad, los habitantes que le dan sentido social al proyecto de desarrollo urbano y utilidad a las casas e instituciones construidas varios siglos atrás.

Queda mucho por salvar

La obra restauradora de La Habana Vieja, bajo la conducción del doctor Eusebio Leal Splenger, historiador de La Habana recientemente fallecido, es internacionalmente reconocida como modelo sustentable y creadora de conciencia, sobre la importancia de salvar la riqueza patrimonial de las ciudades coloniales.

Con su mentor, Don Ricardo Alegría, apreció el plan restaurador en San Juan Puerto Rico identificada por su similar herencia cultural. Salvando las diferencias entre Puerto Rico y Cuba, ambas fueron provincias ultramarinas españolas -junto a Filipinas- durante los siglos XVIII y XIX.

La Habana colonial o Vieja, como cariñosamente se le llama, forma parte de la lista de patrimonio mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) desde 1982. Aún inspira la pasión andalusí entre los cubanos, de quienes al decir de Leal, pudieran haber sido considerados hijos de la provincia ultramarina de Cádiz.

“Más allá de su inmenso valor patrimonial, La Habana es un estado de ánimo. Cuando uno llega siente que hay algo que le seduce, que le atrae… La Habana no deja a nadie indiferente. A veces la ves cubierta por un velo de decadencia, pero cuando tú rompes ese velo, aparece entonces el esplendor de su urbanismo y su arquitectura”, aseguraba Leal.

Entre las múltiples personalidades que han llegado a la capital cubana para apreciar el trabajo de restauración, estuvieron los monarcas españoles Felipe VI y Letizia Ortiz Rocasolano, quienes visitaron instituciones patrimoniales del centro histórico de la capital cubana, al cumplir 500 años de fundada. Frente a los visitantes, Eusebio Leal no descansó en insistir sobre la importancia de la preservación del casco histórico, con vida propia.

“Preservar el patrimonio material e inmaterial de la ciudad es importante, pero no como una tarea de momificar el pasado. El proyecto de La Habana y la misión que tenemos es precisamente darle vida, que la ciudad sea para los que la viven, por eso la Oficina del Historiador ha creado escuelas, centros de salud y viviendas en el Centro Histórico, es la única manera de que no se convierta en un pueblo viejo o en un centro turístico”.

El historiador de la ciudad sentenciaba con un ánimo impresionante: “Hay más trabajo que nunca, todavía queda mucho por salvar”.

Un mudéjar tropical queda en evidencia para el mundo en la ciudad patrimonio de la Unesco, con la combinación “sui generis” de formas y estructuras del arte andalusí entre cristianos, moros y sus descendientes cubanos, aplatanados en la mayor de las Antillas.


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