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    Faustino Oramas recuerda que le dio por componer por allá por el año cuarenta después de haber pasado el trabajo hereje viviendo en varios pueblos de Cuba.

Faustino Oramas fue llamado Maestro de Maestros por Silvio Rodríguez y Trovador de Trovadores y Juglar Mayor por los soneros. Fue “El Guayabero” para toda Cuba y el Caribe. Hace 14 años se llevó su picaresco son a otros predios. ¡Santa Palabra!

Las primeras horas de la mañana del martes 27 de marzo de 2007 se vieron sacudidas a nivel de Cuba por una noticia: A las 6:30 fallecía a los casi 96 años en la ciudad de Holguín, Faustino Oramas, Trovador de Trovadores y Juglar Mayor de Cuba. La noticia fue internacional a los pocos minutos: Había partido “El Guayabero”, referencia incuestionable de la picardía y el choteo de los cubanos y de los caribeños. Al momento de su partida era el músico activo más viejo de Cuba. Su juglaría fue itinerante pues recorrió todo su país divulgando sus temas y recogiendo historias que se convertirían en sabrosas guarachas y sones picarescos, en los que fundamentalmente reflejaba la cotidianidad de los cubanos.

En algunos momentos fue tratado de silenciar por algún segmento cultural de la isla que intentó calificarlo de vulgar y chabacano. Ese sector se encontró con la muralla del gusto mayoritario del pueblo y de los músicos que defendieron y apuntalaron al nacido en Holguín el 4 de junio de 1911.

Fuente: Archivo de Internet

Por sus méritos recibió en 1991 la Orden Félix Varela de Primer Grado que otorga el Consejo de Estado y en 2002 el Premio Nacional de Humorismo. También mereció la Distinción por la Cultura Nacional así como las más altas condecoraciones que concede la provincia de Holguín.

Para entender el tránsito musical de Faustino Oramas hay que viajar al mundo de la guaracha, del son y de la picardía. Y si bien 'el son es lo más sublime para el alma divertir' la guaracha le sigue la corriente pero no se deja gobernar.

En la mas fresca situación de crónicas cotidianas de esas a las que se saca punta la guaracha brinda un sello determinantemente argumental. Y si algún ingrediente tiene la música cubana en cuanto a argumento, ese es el de la picaresca, el de la chanza, el de la sabrosura del doble sentido característico de los pueblos del Caribe. Picaresca, no vulgaridad. Y si de picaresca hablamos sacamos a flote el ancestro hispánico, que no en vano los españoles aportaron lo suyo, teatro bufo incluido para que los africanos le sentenciaran el ritmo. En la más pura tradición guarachera, esa de Alberto Fernández, 'Ñico Saquito' está Faustino Oramas, quien también acudió al son montuno para sus picardías musicales.

No será fácil olvidar su altísima y desgarbada figura, y esa pincelada de sonrisa que sólo afirmaba con las comisuras lo intenso de su picardía.

Fuente: Archivo de Internet

Tampoco será fácil olvidar los epítetos y los estigmas. Para algunos El Guayabero Faustino Oramas era “menor”, puesto que no había pasado por la Academia. Como si la academia confiriera dones, que él tuvo a montón. “Negro, viejo y feo” comentó una vez una reputada periodista. Tan es así que este hombre tuvo que aguardar largos años para poder grabar sus pícaros temas porque “eso no estaba a tono con la cultura”. No se trata aquí de que a Libertad Lamarque le hubiera gustado un “tumbaíto” guayabérico que se llevó para cantar, ni se trata de que Pacho Alonso pusiera atención a algunos de sus temas. Se trata de que el Trovador no podía ejercer a plenitud y en su propia voz, su picaresca. Cantaba, pero no había estudios de grabación para él. Fue José Julián Padilla, el nieto de Pepe Sánchez (autor del primer bolero americano, “Tristezas”) quien se plantó a producir los primeros acetatos de El Guayabero, defendiendo la criollez pícara de esa guaracha y ese montuno. Hoy esos discos se transforman en piezas de colección, no sólo por la juglaría, por la definitiva crónica que escribió Oramas en sus temas sino también por la musicalidad del conjunto y la utilización puntual del Tres cubano por parte de este hombre bautizado como “Maestro de Trovadores” por Silvio Rodríguez, y por su pueblo como “Juglar Mayor”, con lo que eso significa en una tierra que ha parido guaracheros de todos los calibres hasta llegar a Pedro Luis Ferrer y Cándido Fabré.

Fue el último Juglar de la Guaracha, el hombre emblema de lo que se es en el Caribe: libres de alma, llenos de humor y amor, dicharacheros, picarescos, hechos con glosas de ternura y sonetos de resistencia.

Fue un golpe certero a la sonrisa esta pérdida que ya cumple 14 años. En su casa de Holguín, dijo que no quería salir otra vez de su tierra, y que no se trataba de achaques sino de nostalgias, de recuerdos, y de ganas, pues. Pero estaba enfermo.

“A mi me gusta que baile Marieta”, “Para la niña y pa’ la señora” “En Guayabero”, “Amarren al perro” y “Faustino si toca el son” están entre los temas que el pueblo de Cuba disfrutó y seguirá escuchando.

¡Santa Palabra!

 

Faustino Oramas

El respeto que naturalmente inspiran los ancianos no tiene nada que ver con el respeto que imponía, de entrada, esta figura añosa, que no aflojaba el saco cuando se trata de salir mas allá de su pueblo y que no soltaba el sombrero para nada. Detrás de los espejuelos siempre hubo ojos escrutando el tiempo, observando. Esos ojos de Faustino Oramas hablaban de paisajes recorridos y retenidos, de estampas de pueblo, de revoluciones ganadas y de sencillez aplastante, simple y rica, volcada en los versos que con picardía reflejaban lo que esos ojos veían.

Y los ojos de El Guayabero vieron desde el 4 de Junio de 1911 cuando recibió la luz de su ciudad natal, Holguín, exactamente en la en la calle Cuba, esquina Los Petocos, según contó.

-Es poco lo que puedo decir de mi persona. Soy holguinero y nací en el año 11, un año después del famoso 10 que tanto cantó Matamoros.

También dijo que había nacido en el seno de una familia pobre, normal, modesta, trabajadora y que recordaba que desde muchacho le gustó hablar mucho y meterse en las conversaciones de los mayores, porque también recordaba los regaños de su vieja. En esos recuerdos estaban los grupos que cantaban cerca de su casa, en la calle. De oído, sí, se fue formando. Guataca pura.

-Cuándo se hizo profesional de la música?

-Yo creo que nunca he sido un profesional. No me considero tal. Me considero guarachero, músico. Eso sí. Pero señala que comenzó a tocar en un conjunto de Holguín cuando tenía 15 años, en 1926. Recuerda que era un septeto de nombre “ La Tropical “ donde un primo suyo tocaba el Tres y que fue quien lo metió ahí para que tocara las maracas. O sea. Primero maraquero. No estuvo mal.

- Me dio por armar mi grupo. De tanto ver a mi primo con el Tres, a mí me dio por las cuerdas y me agencié una guitarra. También aprendí el Tres y el contrabajo. Con la guitarra y con el Tres hice mi vida. Y formé el grupo al que llamé “ Los Trovadores Holguineros “. Fue así como comencé a recorrer el oriente, tocando... y cobrando, porque de eso vivía.

Tal vez lo mas grande en la vida musical de este hombre no sea su paso por los conjuntos sino el sendero de su propia individualidad sembrada de picaresca. Sin proponérselo, Faustino Oramas empalmó con muchos géneros musicales que, regados por todo el continente hicieron, y hacen las veces de crónicas, de periódicos, de volantes pueblerinos.

Su forma de componer no tuvo nada de simple. La riqueza de la observación cotidiana nutre a la palabra, la cual, saliendo fluida sobre el papel llega a la música para plasmar el doble sentido que es tan inherente a los ciudadanos del Caribe. Y no de forma gratuita, precisamente. Meterse en el ambiente de la picardía caribeña es escudriñar en el pasado de la picaresca y llegar hasta el llamado “género chico” español, es decir el sainete y la zarzuela, prolijo en buen humor, sentido de lo bufo y salero. Samuel Feijóo, otro de los excelentes investigadores cubanos en el campo de la música de su nación cuenta en su libro “El Son cubano: poesía general” que Rubén Darío, el gran poeta nicaragüense, cuando llegó a España encontró en las letras de las canciones de ese llamado “género chico” la única poesía nueva española. Ese repertorio llegó a América transportado por las compañías teatrales y los emigrantes, casándose, por supuesto, con la maña de los negros. El resto lo hizo el tiempo, la instrumentación y los sucesos. Guaracha cubana con buenas raíces.

Faustino Oramas recuerda que le dio por componer por allá por el año cuarenta después de haber pasado el trabajo hereje viviendo en varios pueblos de Cuba, en barrios, en bateyes, en todas partes, tocando maracas, tres y guitarra para sobrevivir. Pero observando cómo vivían los demás y sacando de cada episodio lo nutritivo para sus letras.

Fuente: Archivo de Internet

-No soy un mamador de gallo. Yo me tomo muy en serio mis versos y mis canciones. Lo que pasa es que una cosa escribo yo y otra entiende quien me escucha. El doble sentido lo tienen los demás. A mi me gusta que la gente piense lo que quiera, me gusta que la gente se divierta, pero mi intención es seria. ¿Se me entiende?

Le preguntamos por uno de sus temas más conocidos, “Marietta”

-esa fue una compañera que yo tenía.

¿Y qué pasó?

-Nos separamos y ya. Ella no se llamaba Marieta, Marieta era una mujer que trabajaba en casa de la china, una casa de fiestas y entonces las demás mujeres dejaban de bailar por verla bailar a ella, pero como la mujer esa que yo tenía, bailaba bien yo le puse Marieta a ella. Ella se llamó María Otilia Morón, pero como bailaba bien yo le puse Marieta y la gente la cogió y la llamó Marieta, Marieta, Marieta. También le hicieron igual que a mí, cambiarme el nombre.

A mi me gusta que baile Marieta, Marieta por un trabajo, me cobraste cuatro reales/ mi vida eres muy carera/ yo puse los materiales marieta a mi me pidió/ tres pesos con disimulo/ y dijo que me pagaba con el tiempo y sin apuro.

-Marietta estuvo muy cerca de mí, como unos doce años. No fue mi compañera de vida, sino mi amiga. Marietta era un ángel bailando. Fue mi musa.

 

El Guayabero

¿De dónde salió ese nombre, ese apodo?

-Eso fue hace muchos años, por los tiempos de la seudo República. Yo trabajaba con “Los Trovadores Holguineros”. No había muchos locales para presentarnos y fue por eso que decidimos irnos para los poblados de cañeros para cantar y ganarnos así unos quilos (monedas de baja denominación). En uno de los Centrales llegamos a un bar y nos pusimos a tomar, y una mulata era la que nos servía la bebida. Parece que yo le caí bien a la mulata. Ella me cayó muy bien a mí. El resultado fue que a mi me atendía primero y mejor. Hasta ahí todo estaba muy bien. La cosa está en que llegó a “Guayabero”, que así se llamaba el bar, nada menos que el marido de la mulata, un militar, de bajo rango, pero militar. Y militar era militar en aquellos tiempos en que se creían dioses.

-¿Y entonces?

-¿Y entonces?. Entonces fue que uno de los que estaba en el sitio le fue con el chisme al militar. Y este vino para donde estaba yo y se armó la trifulca. Entonces el cantinero me llama, un momento haga el favor, mire si pueden irse y disimuladamente se van, porque este Cabo cuando no tiene a quién pegarle se pega él mismo. Así lo hicimos, disimuladamente nos fuimos. Y por el camino me dio la idea del número ese: lo titulé “En Guayabero”

Trigueña del alma, no me niegues tu amor/ Trigueñita del alma, dame tu corazón/ nunca pienses amor mio que yo pueda olvidarte/ En Guayabero mamá me quieren dar. Y allí fue donde nació el número. El primero que hizo una versión fue Pacho Alonso, y se hizo nombre hasta la fecha. Ya nadie casi me dijo más Faustino. Me llamaban Guayabero, Guayabero…Mi nombre borrado del mapa. Ya no hubo Faustino, puro Guayabero.

He ido cuatro veces a España y desde la primera vez solo me llamaban Guayabero. Igual me pasó cuando fui a Francia, Holanda, México. Y esa gente coreando mis versos: La mujer cuando se agacha/ se le abre el entendimiento/ y al hombre cuando la mira/ se le para el pensamiento.

¿He dicho algo malo? Dicen: Faustino Oramas es el rey del doble sentido…Ustedes se lo ponen, el doble sentido se lo ponen ustedes. Ustedes son los reyes del doble sentido. Yo no digo nada, yo no puedo decir lo que ustedes piensan.

 

La crónica

-La guaracha, creo, mas que un ritmo es un modo de decir las cosas cantando. Los guaracheros echamos cuentos, tomamos las cosas de la vida, lo que vemos. Pocas veces una guaracha aborda lo íntimo. Son las cosas diarias las que cuentan.

-Qué opinión le merecen los trovadores de ahora?

-La única diferencia que yo veo entre los trovadores viejos y los de ahora está en el uso de la palabra. Los de antes siempre fueron mas directos, menos metafóricos. Claro, los de ahora tienen tiempo para elaborar sus conceptos. No sé qué habrían hecho de haber vivido los años que nos tocaron a nosotros. Aparte de eso no veo la diferencia. Esos, (los nuevos) son nuestros hijos, con un auditorio mas grande y mayores recursos. A mí particularmente me gusta mucho Pablo y Pedro Luis. Pablo ( Milanés) es un sonero y Pedro Luis ( Ferrer) es un tremendo guarachero. Creo que ha sido el único guarachero de la Nueva Trova.

¿Alguna felicidad en especial?

-Cuando escuché mi pieza “En Guayabero” con Pacho Alonso. Luego cuando escuché mi tema “Ay candela” con el sonero Ibrahim Ferrer. Me dio mucha felicidad.

Felicidad y alegrías le dio Faustino Oramas al pueblo de Cuba y también al Caribe. Juglar Mayor, quien partió hace 14 años y se siente el vacío en la picaresca musical de esta zona del mundo.

 

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