El fotógrafo Fernando Lavoz narra con imágenes y textos la violencia policial en las protestas antigubernamentales en Chile.
La policía dispara a los ojos y la cabeza repiten los socorristas cuando llegan los heridos. Son muchas las personas atendidas en las calles, se habla de una “crisis sanitaria” que miles de voluntarios en todo Chile buscan revertir, ya van mas 30 días de protestas continuas.
El ataque a los puntos de ayuda es cotidiano. Balines, perdigones, lacrimógenas, gas pimienta, golpes, detenciones, obstrucción a las atenciones y a la llegada de las ambulancias. Hace unos días las fuerzas policiales atacaron con el carro lanza aguas y disparos de armas anti disturbios al personal del SAMU (Servicio de atención Médica de Urgencia) que en esos momentos reanimaba al joven Abel Acuña en Plaza Italia hoy denominada “Plaza la Dignidad”, el resultado: una funcionaria herida con perdigones y la muerte de Abel.
Jorge
Jorge tiene 29 años, es un joven médico. Cuando comenzó el estallido social en Chile decidió junto a un grupo de compañeros de trabajo organizar una Brigada de Primeros Auxilios Básicos y Psicológicos para asistir a los heridos en las protestas: “era un deber, es importante que las personas tengan dignidad en su lucha diaria”.
El 29 de octubre luego de una multitudinaria marcha pacífica y familiar realizada en la ciudad de Osorno, fuerzas especiales de carabineros se encargó de disipar a los manifestantes mediante el uso de gas lacrimógeno y disparos de balines.
Cerca de las 20:30 horas, Jorge junto a otros voluntarios, dieron asistencia a una joven herida. “Escuchamos a varias personas gritar por ayuda en un callejón, corrimos y nos encontramos con una joven de unos 23 años con 9 impactos de balines, tendida en el piso, llorando. Llamamos a la ambulancia y la ayudamos”.
Luego de brindar los primeros auxilios y dejarla en el vehículo de salud la brigada se dirigió a la plaza de la ciudad para repartir los insumos, ordenar los botiquines y organizarse.“Lo hicimos en la calle, de pie, frente a los policías que nos miraban a 10 metros, en una zona amplia e iluminada”.
Decidieron dividirse en duplas y recorrer el perímetro. Al cruzar la calle y a pocos metros de distancia fueron atacados por la policía que disparó a Jorge y a Bárbara sin mediar provocación y sin aviso.
"Lo recuerdo en cámara lenta. Nosotros cruzando la calle, Fuerzas Especiales caminando hacia nosotros, deteniéndose a cinco metros, el sonido de los disparos, sentir un golpe en la cabeza, mis lentes en el piso, ver como Bárbara levantaba las manos mientras se arrodillaba, ver como todos llegaban a ayudarnos, Bárbara en el piso tocándose la cabeza y su mano ensangrentada, yo tratando de revisar donde estaba su herida, la sangre bajando desde mi cabeza hacia mi cuello”.
Son muchas las personas atendidas en las calles, se habla de una “crisis sanitaria” que miles de voluntarios en todo Chile buscan revertir, ya van más de 30 días de protestas continuas.
Bárbara
Bárbara tiene 28 años, es la menor de cuatro hermanos, es terapeuta ocupacional, trabaja en el área de psiquiatría con la idea de re- significar la salud mental. Forma parte de la brigada de voluntarios, fue atacada a quemarropa por carabineros junto a Jorge, recibió un balín en la cabeza después de ayudar a una joven herida.
“Ya no había toque de queda, no cometimos ningún delito y no recibimos ninguna advertencia. Perdí la confianza en el protocolo policial, la intervención de salud era para todos”.
“Aparte de mi miedo, está el temor de mi familia. De apoco me estoy recuperando. Siempre hay gente que ayuda, yo creo que con este movimiento social ha crecido la empatía, nos estamos reconociendo.“
Jorge y Bárbara fueron atacados por la espalda, directamente, sin aviso y a pesar de llevar distintivos que los identificaban como trabajadores de la salud, no había cerca de ellos ningún manifestante.
Al exterior de la catedral hay una improvisada estación sanitaria la que varias noches seguidas ha sido gaseada por Fuerzas Especiales mientras los voluntarios atienden a los heridos. Les botan los insumos médicos, los atacan y los hostigan.
“Seguimos con miedo, con desconfianza”, dice Viviana, “ no sé si voy a resultar herida, detenida o si voy a volver a mi casa. Tenemos un enojo grande, un malestar, no nos sentimos cuidados. Pero si alguien de nosotros se ve afectado lo defenderemos.”