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Chile. Dos millones de mujeres contra el patriarcado y Piñera
Publicado 9 marzo 2020



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Muy temprano nos dimos cuenta que este día iba a ser histórico para las mujeres y disidencias, pero también para todo el pueblo de Chile y la nación mapuche que desde el pasado 18 de octubre exige que se vaya Piñera. Desde las distintas Asambleas Territoriales, las poblaciones y el esfuerzo de muchas autoconvocadas, se gestó este colosal hormiguero que se desplazó por distintas calles de Santiago, se trepó a las micros y al Metro, se desparramó por las grandes alamedas.

Muy temprano nos dimos cuenta que este día iba a ser histórico para las mujeres y disidencias, pero también para todo el pueblo de Chile y la nación mapuche que desde el pasado 18 de octubre exige que se vaya Piñera. Desde las distintas Asambleas Territoriales, las poblaciones y el esfuerzo de muchas autoconvocadas, se gestó este colosal hormiguero que se desplazó por distintas calles de Santiago, se trepó a las micros y al Metro, se desparramó por las grandes alamedas.

Todas y todes íbamos hacia la Plaza de la Dignidad y cuando subimos al Metro el «ambiente» ya se anunciaba lo que después se hizo realidad. En cada estación, grupos compactos de viajeras ataviadas con el verde pañuelo pro aborto y el morado feminista, le ponían color y calor a este gran día. Al salir, en la estación Universidad Católica nos encontramos con la sorpresa que el lugar de cita se había alargado para albergar tanta concurrencia, por gran parte de la Alameda.

Allí se instaló la pancarta de la cabecera, con una definición transparente: «Trabajadoras somos todes. 8 de marzo somos más. La revuelta feminista debe seguir hasta que valga la pena vivir».

Éramos tantas las que nos abrazábamos, saludábamos y sonreíamos a pesar de no conocernos, pero sabiendo que estábamos ahí para demostrar que estamos decididas a pararle los pies al machismo, al patriarcado, a los femicidios. No ignorando que lo que estábamos generando allí, se repetía en cada ciudad de Chile y en cada país y pueblos del continente y el mundo, lo que aumentaba el valor de tan enorme movilización.

Éramos mujeres de todas las edades, disidencias, es cierto, y atravesadas por la realidad del interclasismo, pero con la certeza de que la gran mayoría eran las jóvenes, adolescentes y niñas (muchas de estas últimas de la mano de sus madres o hermanas). El «todas juntas sino pa qué», marcaba lo que se puede sentir en una marcha que con el correr de las horas llegó a los dos millones de manifestantas, dando una lección a aquellos y aquellas que desde el poder apostaban a cifras muy menores, y que llevó a que una insulsa generala de carabineras, diera el dato a la prensa que sólo se habían movilizado 150 mil mujeres.

Insulsa y ciega la «paca» uniformada, que seguro tampoco sintió la atronadora consigna de «Putas, maracas pero nunca paca» o la otra de «la paca no es sorora, sino que es represora».

Lo cierto es que la marea morada y verde se echó a andar al mediodía desde la entrada principal del Centro cultural Gabriela Mistral y la calle tembló por el bullicio con que festejaron el arranque de una de las más grandes manifestaciones de las últimas décadas, las cientos de miles de compañeras que se habían colocado detrás de la pancarta y armando un pasillo al paso de la misma.

Se dice pronto 2 millones, pero más impresionante es estar allí con ellas, codo a codo, sintiendo que la autoestima se transforma en pura sororidad, cuando paso a paso y muy lentamente la columna busca avanzar. Darnos cuenta que no han podido con nosotras ni con siglos de exclusión, humillaciones, malos tratos, torturas de todo tipo y asesinatos.

Todas nuestras reivindicaciones en cada cartel, en cada lienzo, en los gritos y cánticos. Y que además, subimos la apuesta cuando en las consignas o en las cartulinas escritas a mano, esas chiquillas, encapuchadas muchas de ellas, apuntan al capitalismo, al imperialismo, a los y las politiqueras burguesas de la derecha y cierta «izquierda» acomodaticia como la que acompañó a los gobiernos de la Concertación, gente sin escrúpulos que han convertido al discurso habitual en una estafa constante y un puñado de mentiras.

Estar al lado de estas compañeras chilenas este 8M es un bálsamo que como feministas nos ayuda a curar cualquier altibajo o sensación de que no podríamos vencer a tantos enemigos que se nos ponen delante en la lucha cotidiana. Es por ello que marchamos transformando la rabia en alegría, sintiéndonos fuertes, incluso frente a la repetidísima provocación de ese cuerpo armado de la muerte al que tanto alabaron Pinochet y la gran mayoría de los falsos «demócratas» que le sucedieron.

Todo el recorrido fue una fiesta reivindicativa, y a pesar de que la multitud hizo desbordar el orden de la marcha, y la cabecera se diluyó casi enseguida por el empuje de otras tantas banderas chilenas, mapuches y específicas de tal o cual población o centro de trabajo, se pudo cumplir con el itinerario establecido y se llegó frente al Palacio de la Moneda donde se realizó la performance de Las Tesis.

Cuando miles de voces señalaron que «el violador eres tú», apuntando al Palacio presidencial y a los carabineros que protegían ese sitio que los padres políticos y militares de los actuales ocupantes, bombardearon en el 73 y en el que Salvador Allende resistió hasta el final, la ovación y el aplauso coronó tanto esfuerzo de quienes pusieron el cuerpo para que todo salga más que bien.

Poco después, y cuando seguían llegando hasta el lugar miles y miles de mujeres, los carabineros comenzaron la represión indiscriminada, sin que mediara ninguna excusa, solo porque tienen el permiso de sus amos, porque odian a quienes no se arrodillan ante su prepotencia, porque son un cuerpo que tarde o temprano deberá desaparecer.

Muchas compañeras intentaron alejarse, pero los uniformados habían hecho una encerrona, cerrando calles y generando «embudos» con sus vehículos. Hubo refriega, y entre todas nos protegimos y tratamos de que las más ancianas o con niños y niñas no sean alcanzadas por los gases o el chorro potente del «guanaco».

A lo que hay que sumar el coraje de las indispensables cabras de la primera línea. Solo así y con una alta dosis de responsabilidad popular se pudieron evitar males mayores que es lo que deseaban los atacantes. No pudieron evitar con su prepotencia habitual lo que el mundo entero ya sabe, a pesar de la censura, la dictadura chilena solo sabe reprimir, y este domingo 8M, las mujeres y disidencias, estas dos millones de gargantas volvieron a dejar en claro que «Piñera es asesino igual que Pinochet».

Las 123 jóvenes mujeres trabajadoras de la fábrica de camisas en Nueva York que murieron abrasadas por el fuego por culpa de sus patrones en 1911, hubieran estado orgullosas de sus compañeras chilenas que este 8M las evocaron en las calles como se debe. Volverán a hacerlo, sumándose este lunes a la Huelga internacional feminista, y en los días sucesivos a incrementar la Revuelta.


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