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Con qué cuento saldrán ahora
Publicado 22 noviembre 2021



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Con sus penurias a cuestas pero con la frente en alto, más de ocho millones de electores venezolanos acaban de ratificar en las mesas electorales que desean vivir en paz, en democracia participativa.

El pueblo venezolano, tal y como se tenía previsto realizó una nueva jornada electoral. Lo hizo como en las anteriores 28 oportunidades en los últimos 22 años. Con sus penurias a cuestas pero con la frente en alto, más de ocho millones de electores acaban de ratificar en las mesas electorales que desean vivir en paz, en democracia participativa. Que no creen en cuentos de caminos y que pese al bloqueo, injerencias externas, necesidades colectivas, elevados precios en los artículos de primera necesidad y con muchas deficiencias en los servicios públicos, las y los venezolanos, de manera mayoritaria han pintado nuevamente el mapa electoral venezolano de rojo rojito como se afirma de manera coloquial.

Ante la presencia de más de cincuenta países y de unos trescientos observadores y veedores internacionales, desde tempranas horas de la madrugada, las colas de electores estuvieron presente una vez más frente a los centros destinados por el Consejo Nacional Electoral para ejercer su derecho al voto como lo pauta la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela vigente desde 1999. Es decir, nadie puede decir que estas elecciones se realizaron “entre gallos y medianoche”. Los ojos del mundo se habían posado en estas elecciones regionales, muchos con la intención marcada de deslegitimarlas y acusar de fraude y de dictadura al Gobierno del presidente Nicolás Maduro. Otros, hay que decirlo, cumpliendo su papel de observadores neutrales, objetivos y responsables, reportando lo que en libertad debían reportar pero a la vez, reconociendo la legalidad y legitimidad de los resultados.

La democracia electoral que por años se practicó en Venezuela era muy simple, nada exigente. Era fácilmente manipulable. Los partidos del “status” tenían el control de los electores, les sustituían, eran mucho más que sus simples representantes. Les invisibilizaban y les sustituían. Fue ese uno de los principales motivos de la erosión y desaparición de muchos de los viejos partidos. En cambio, en la democracia participativa que los venezolanos se dieron con el nuevo texto constitucional, iniciaron la construcción de un nuevo Estado de Derecho, Social y de Justicia. Desde entonces, la ciudadanía comenzó a tomar un rol protagónico y él mismo pasó a tomar sus propias decisiones, equivocadas o no, pero siendo él mismo el que asume su destino. En eso puede premiar y castigar y ese sentido es el que marca el nuevo modelo democrático que practican las y los venezolanos. Como lo analiza y explica Giovanni Sartori, ese participar ha de ser voluntario, no impuesto desde arriba. Para él, participar es ponerse en marcha “por uno mismo” y no que otros te induzcan a ello.

La pluralidad de participación en la contienda electoral, es otra clarísima demostración de ese participar sin recelo. Todo el espectro de la oposición, desde la más “ligth” hasta las más radicales se hicieron presentes en la contienda electoral. Asumieron que es a través del voto como el pueblo dirime sus controversias. Más de setenta mil candidatos recorrieron los caminos mostrando su oferta electoral. Se trató de una interacción cara a cara entre los aspirantes y los electores y éstos decidieron con sus votos. La comunidad internacional y entre ellos al gobierno de los Estados Unidos, que tanto gustan de jorungar en las cosas de los demás pero que son celosos de las suyas, esta elección marcada por la transparencia de un sistema electrónico, muy eficaz y eficiente, copiado por otros países, es el mejor desmentís de la campaña oscura y maledicente que durante meses mantuvieron. El resultado leído por la autoridad electoral y acatada por todos dice a las claras que en Venezuela, con sus particularidades muy propias, con su realidad temática, la fiesta democrática electoral se cumplió. Unos ganaron y otros perdieron, esa es la regla de oro de toda democracia verdadera. Enamorar la voluntad popular es un proceso consciente de participación, de liderazgo. El pueblo venezolano ha demostrado que no es tonto y que sabe tomar sus decisiones de manera consciente. Ganó el chavismo, sí, no obstante, si se analizan los resultados de manera detallada, se podrá observar cómo ese pueblo que defiende el legado de Chávez, castigó a algunos de los propios candidatos chavistas que consideró inconsecuentes ante las demandas populares e incumplidores de sus promesas electorales.

La abstención fue muy alta y algunos proclaman su victoria. Preferimos afirmar que la abstención no es señal de victoria de nada ni de nadie. Es una demostración de la conducta de los electores que bien puede asimilarse a cansancio, apatía, desinterés, triunfalismo, rebeldía, desesperanza. La abstención, repetimos, no es triunfo de nadie. Ella es más bien gatopardiana, permite que todo siga igual. No creemos sea buena para la democracia participativa pero, tampoco es el acabose. Las democracias y así podemos verla en los múltiples ejemplos mundiales se erosiona como el poder mismo. Es el llamado lado gris de la participación democrática que a menudo desespera  e invita a lanzarla por la borda. Es parte del descrédito merecido o inmerecido del sistema que solo se supera con la búsqueda y logro de su perfeccionamiento en la ejecución del juego social, en la política, en la realidad. La democracia no es “una niña mimada”, se estremece cada vez que las demandas sociales son insatisfechas. La abstención no es un verdadero peligro “existencial” de la democracia, lo es sí, la apatía en no reclamar más y mejor democracia, en no involucrarse el pueblo mediante un proceso de empoderamiento en la toma de decisiones en los asuntos públicos, en permitir que otros decidan por él. Como afirmó David Lloyd George, en las elecciones, a veces, se practica la venganza de los ciudadanos cuando hacen de la papeleta electoral “un puñal de papel”. Muchos años hace que lo dijo Rousseau, el derecho al voto es un derecho que nadie ni nada puede quitar a los ciudadanos. Una democracia se destruye asimismo cuando no se le exige al elegido que cumpla y se le otorga un cheque en blanco para que le saque en las cuentas a la ciudadanía.

Venezuela eligió a sus nuevas autoridades regionales. Lo hizo en paz y a la vista de todos. La participación superó el 40% que sin ser óptima, no es mala. Los elegidos están obligados a cumplirle al pueblo. Los derrotados a pensársela mejor. Los enemigos de  Venezuela se quedaron sin cuento que contar.   Que respeten los resultados, no les queda de otra.

roque.felix@gmail.com


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