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Con Haydee siempre
Publicado 29 julio 2020



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No existen dos Haydee. Hay solo una: a un tiempo fuerte y tierna, impetuosa y sensible, siempre justa y fiel a sus principios.

Este 28 de julio se cumplen cuarenta años de la muerte de Haydee Santamaría. Como es conocido, la heroína del Moncada, la Sierra, la clandestinidad y el exilio, fue también la fundadora de la Casa de las Américas, institución cultural que presidió por veinte años y para la que definió una misión y un estilo de trabajo que aún sustentan el quehacer cotidiano de sus trabajadores.

Creada en abril de 1959, la Casa de las Américas asumió tempranamente tareas relacionadas con la difusión de las artes y las literaturas del continente. Creó premios, publicó libros y revistas, organizó exposiciones, festivales y conciertos, invitó a creadores consagrados y noveles, y conquistó, tanto en Cuba como más allá de nuestras fronteras, un público –lectores y espectadores– para la creación latinoamericana y caribeña.

Difícil es recorrer las oficinas y los pasillos del singular edificio de 3ra y G, en El Vedado, sin advertir la presencia de su fundadora. Todo en la Casa parece evocarla, entre otras razones porque quienes la conocieron y aprendieron con ella –algunos de los cuales aún trabajan en la institución–, trasmitieron de generación en generación su legado. Debemos aferramos a él e imaginar a Haydee aquí, interrogando, polemizando, trazando el rumbo. Como siempre, muy cerca de los jóvenes, asumiendo riesgos, batallando, sin descanso y con firmeza, por las mejores causas, siempre al lado de los más humildes.

Resulta extraordinario que, en medio de la convulsión misma provocada por las múltiples trasformaciones que la Revolución puso en marcha, aquella combatiente, comprometida con la justicia social, involucrada en múltiples frentes y con un sinnúmero de tareas, se dedicara de lleno a pensar en temas culturales, a comunicarse con intelectuales de las más diversas procedencias, a imaginar la mejor manera de lograr el encuentro de unos y otros.

Alguien podría pensar que había dos mujeres en una. De un lado la luchadora, la guerrillera y del otro la soñadora, capaz de conmoverse con una canción o una pintura. Pero se equivocan. No existen dos Haydee. Hay solo una: a un tiempo fuerte y tierna, impetuosa y sensible, siempre justa y fiel a sus principios, al liderazgo de Fidel, a la memoria de los mártires –Abel, Boris, el Che– y a las ideas de Bolívar y Martí, de quien aprendió, siendo casi una niña, que “patria es humanidad”. 

Recordarla hoy es un modo de propiciar que su quehacer no sea olvidado. Tenemos la responsabilidad de sostener su obra y contribuir a que los más jóvenes conozcan sus ideas, expresadas en charlas, cartas, intervenciones públicas y entrevistas (las cuales, muy pronto, serán recogidas en un volumen). Sabemos, no obstante, que el mejor homenaje será el trabajo cotidiano y el afán por seguir tejiendo desde la cultura la integración de los pueblos de nuestra América.


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