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Rayuela, menciona su autor, “... es un poco una síntesis de mis 10 años de vida en París, más los años anteriores".

Rayuela, menciona su autor, “... es un poco una síntesis de mis 10 años de vida en París, más los años anteriores". | Foto: EFE

Publicado 26 agosto 2020



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Rayuela está conformada por una secuencia de capítulos que permite dar distintas lecturas a la misma y exige una participación constante del lector.

"¿Encontraría a la Maga?", así empieza Rayuela, una de las novelas más poderosas e ingeniosas de todos los tiempos, escrita en los años 60 del siglo pasado por uno de los mayores literatos latinoamericanos, el argentino Julio Cortázar.

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Antinovela, o contranovela, como a Cortázar le gustaba llamarla, Rayuela inauguró con mayor fuerza un tipo de escritura que rompía con la narrativa y las líneas del tiempo habituales, un laberinto de preguntas sin respuestas y una búsqueda sin fin de Maga, el amor eterno de Horacio Oliviera, el personaje principal.

Compuesta de 155 capítulos, la novela se puede leer de manera tradicional (desde el principio hasta el fin), pero también tomando los episodios al azar, el mismo autor propone, al principio del texto, leerlo desde una manera alterna. El lector toma la palabra y decide cómo leerla.

“De alguna manera es la experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura”, dijo su autor, quien en la presentación de la novela, adelanta que en realidad son dos textos. "A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros", indica.

El escritor en lengua castellana más influyente de las últimas décadas, Roberto Bolaño, destacó que Cortázar fue su mayor inspiración para varios de sus libros, sobre todo en "Los detectives salvajes", la novela más aclamada del autor chileno, fallecido en 2005.

El escritor argentino, nacido en Bélgica un 26 de agosto de 1914, pensaba ponerle el título de Mandala a la novela.

"Cuando pensé el libro, estaba obsesionado con la idea del mandala, en parte porque había estado leyendo muchas obras de antropología y sobre todo de religión tibetana. Además, había visitado India, donde pude ver cantidad de mandalas indios y japoneses", recuerda.

“¿Querés una anécdota? Rayuela no se iba a llamar así. Se iba a llamar Mandala. Hasta casi terminado el libro, para mí se seguía llamando así. De golpe comprendí que no hay derecho a exigirle a los lectores que conozcan el esoterismo búdico o tibetano", afirmó Cortázar en entrevista con Manuel Antin. 

"Y a la vez me di cuenta de que Rayuela, título modesto y que cualquiera entiende en Argentina, era lo mismo; porque una rayuela es un mandala desacralizado. No me arrepiento del cambio”, precisó el autor en la entrevista, reseñada por el diario La Tercera.

Para el crítico peruano Julio Ortega, un gran estudioso de la narrativa latinoamericana, el libro de Cortázar rompió tabues e incorporó temas como la sexualidad, el lenguaje poético y la poética urbana, la cultura popular mezclada con la erudición y, muy especialmente, el humor. 

Rayuela está compuesta de dos partes, "Del lado de allá" (con relación a los episodios relativos a París) y "Del lado de acá" (capítulos sobre Buenos Aires), y una sección final, consistente en unos cien textos más, titulada "De otros lados (capítulos prescindibles)".

“Casi he terminado. Como una especie de libro infinito (en el sentido de que uno puede seguir y seguir añadiendo partes nuevas hasta morir) pienso que es mejor separarme brutalmente de él", escribió Cortázar en una carta al poeta Paul  Blackburn en 1962. 

"Lo leeré una vez y enviaré el condenado artefacto al editor. Si te interesa saber qué pienso de este libro, te diré con mi habitual modestia que será una bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana”, indicó. 

Rayuela, menciona su autor, “... es un poco una síntesis de mis 10 años de vida en París, más los años anteriores". 

"Allí hice la tentativa más a fondo de que era capaz en ese momento para plantearme en términos de novela lo que otros, los filósofos, se plantean en términos metafísicos. Es decir, las grandes interrogantes”, sostuvo Cortázar, de acuerdo con un artículo de Guadalupe Loaeza

 “Nadie es clásico si no quiere. Los profesores pueden pegarle la etiqueta, pero él (y sus libros) le escupen encima". escribió Cortázar en una carta, según relata el periodista español Javier Rodríguez Marcos en el diario El País.

"Yo soy siempre el mismo desconcertado cronopio que anda mirando las babas del diablo en el aire, y que recién a los veinte mil kilómetros descubre que no ha soltado el freno de mano”.


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