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25 abril 2020
La política conservadora en los tiempos de la pandemia

En los momentos actuales emergen una nueva pandemia en los inicios del siglo XXI que pone de cabeza a los tradicionales y conservadores actores de poder. 

La política conservadora en los tiempos de la pandemia

La coyuntura y las decisiones que se han tomado tendrán un enorme peso en la forma de salir de la nueva crisis agravada por las tendencias crecientes por la Covid-19.  De una y otra manera a corto y mediano plazos  emergen  grandes retos y sus posibles soluciones. En lo económico apunta a mostrar un serio problema para las finanzas mundiales. En los Estados Unidos las tendencia apunta a mostrar una crisis semejante o superior a la de 1929. En el momento actual se perfila ya en la economía estadounidense un enorme desempleo que rebasa a los 25 millones. Los precios internacionales de los hidrocarburos muestran una permanente caída, esto en gran medida por la falta de consumo que se ha generado por la demanda reducida por la situación de la cuarentena. Esto  también significa que en nuestros tiempos las demandas globales del consumo son quienes determinan a los procesos de producción y no al contrario. Es decir,  que la producción no determina al consumo.

Pero estos efectos de la disminución de la consunción a nivel global frena en la coyuntura actual de la pandemia, el desarrollo de las fuerzas productivas. Su estancamiento al paralizar gran parte de la industria a nivel mundial y las movilizaciones de personas de un país a otro o de una región o ciudad a otra, puede llevar a la quiebra de importantes empresas de servicios como las que ofrecen distintas líneas aéreas. Sin duda la magnitud de la crisis va a generar en el corto plazo un efecto impactante en diversos ordenes económicos y sociales difíciles de medir en toda su magnitud.

En la vida política su efecto es mucho más evidente e inmediato. En las propuestas conservadoras se manifiestan en sus propias contradicciones. Por ejemplo, Jair Bolsonaro, el presidente brasileño lo rebasa la crisis de la coronavirus. Su decisiones políticas chocan con la realidad de la epidemia de su país. Destituye al ex ministro de salud (Henrique Mandetta) cuando la racionalidad médico-sanitaria del primero choca con la ignorancia del mandatario brasileño.  Crisis que se manifiesta por ser el Brasil el país con el mayor número de infectados y fallecidos en América Latina y el Caribe. Situación que se convierte en un conflicto político cuando se suma la renuncia de Sergio Moro (23 de abril, 2020) al Ministerio de Justicia y Seguridad. Lo que debilita la de por si frágil imagen del neofascita Bolsonararo como mandatario de un país, donde se manifiesta su poca autoridad política y moral para gobernar a la más grande potencia de la región latinoamericana. El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), al respecto llegó a señalar con toda precisión y autoridad que: “La verdad es que Bolsonaro no tenía condiciones para gobernar Brasil en tiempos de normalidad, aún menos en esta crisis” (La Jornada, 24/04/20).

Semejante situación se padece en los EU, con Donald Trump, quien en medio de su campaña electoral y con la tendencia creciente de ser cuestionado por su incapacidad de resolver los problemas generados durante la pandemia en la nación económicamente más poderosa, presenta un cuadro de agravada enfermedad económica. Algunas estimaciones apuntan que en la economía estadounidense llegue a una tasa de desempleo entre 15 y 20 por ciento. Esto ha llevado a que 26 millones de estadounidenses e inmigrantes pierdan su empleo y la tendencia es que pueda seguir creciendo mucho más para el mes de mayo de 2020. Las imágenes de la Gran Depresión del 29, es muy posible que se repitan en este año cuando la llamada “inseguridad alimentaria” azote a cerca de 37 millones de estadounidenses. Este escenario pone en gran riesgo la continuidad de Trump en la Casa Blanca para los próximos cuatro años.

De esta manera para el rubio magnate, la forma de desviar la atención de la grave crisis interna, es ubicar en su discurso político a sus adversario como factores externos. Por ejemplo, los migrantes que procedentes de otros países, en la realidad de la economía estadounidense ella los requiere como trabajadores agrícolas, industriales y de servicios, pero sin ningún respaldo a sus derechos laborales y mucho menos de salud.

Otros adversarios de Washington en el imaginario y el discurso conservador de Trump y su equipo de gobierno, son las pretendidas amenazas a la seguridad estadounidense de países como Irán, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte, entre otros. Narrativa que se ha repetido por varias décadas para asustar a la ciudadanía menos politizada y proclive al Partido Republicano. La lógica de la Casa Blanca es darle continuidad en su discurso a reavivar la Guerra Fría. En la realidad el desequilibrio de fuerzas del imperio de Donald Trump es con la República Popular China y Rusia.  El nuevo orden político y económico hoy se vive entre tres  bloques de poder mundial.  El poderío estadounidense se va menguando dramáticamente. Su hegemonía y la  unipolaridad ya no prima como en otro momento. Incluso en los países de América Latina y el Caribe, la influencia e injerencia de Washington ha perdido un gran peso y su fuerza se ha debilitado.

Así, la crisis de la pandemia pone de relieve los nuevos los procesos de globalización económica y su impacto en las diversas regiones del mundo. Europa comienza a dejar de ser un eje del mundo occidental y los EU figura como un centro profundamente debilitado. Finalmente parecería que un minúsculo virus por su potencial fuerza viral, va a poder derrotar con su estocada a la mayor potencia de la historia.


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Perfil del Bloguero
Nació en la ciudad de México, es Doctor en Estudios Latinoamericanos e investigador titular del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM. Entre sus libros figuran: El pensamiento de Francisco Morazán (1992, 2000, 2003, 2007 y 2019); El narcotráfico en América Latina (2004 y 2008), Minorías sociales en América Latina (2014) . Recibió Mención Premio Casa de las América (2003).
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