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7 mayo 2023
Flujo migratorio en los inicios del siglo XXI

Uno de los mayores dramas actuales en los inicios de la tercera década del siglo XXI, es el desplazamiento forzado de millones de seres humanos en todo el planeta. Fuentes de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) señalan que: “Desde la antigüedad el ser humano ha estado en constante tránsito. Algunas personas se desplazan en busca de trabajo o de nuevas oportunidades económicas, para reunirse con sus familiares o para estudiar. Otros se van para escapar de conflictos, persecuciones, del terrorismo o de violaciones o abusos de los derechos humanos. Algunos lo hacen debido a los efectos adversos del cambio climático, desastres naturales u otros factores ambientales” (“Migración, desafíos globales”, en: https://www.un.org/es/global-issues/migration).

Flujo migratorio en los inicios del siglo XXI

Es decir, las causas del desplazamiento voluntario o forzados son múltiples. Sin embargo, las migraciones más dramáticas por la afectación a millones de seres humanos, son aquellas donde las personas son obligadas a tener que desplazarse para poder sobrevivir económicamente, muchas veces por el desempleo, por las presiones económicas que afectan el desarrollo de países vulnerables o para resguardarse de conflictos militares o políticos. Tal  como acontece actualmente en los conflictos militares como el de Ucrania y Sudán. Como también por los llamados bloqueos económicos o guerras económicas que ha emprendido el gobierno de los Estados Unidos contra Cuba, Venezuela o Nicaragua. Bloqueos económicos que sin duda generan una  alta inflación, una falta enorme  de combustible (gas, electricidad, petróleo, entre otros recursos estratégicos) a la que se suma también la carencia de alimentos básicos y medicinas. A la par a todo ello la migración forzada se ve condicionada en otros casos por el desarrollo y la beligerancia social de la delincuencia organizada o gubernamental, bien por las adversidades que han generado la superexplotación de los recursos naturales. Tal como es la modificación del medio ambiente que a su vez ha generado desastres sociales producto del impacto del cambio de clima o por las modificación de las condiciones ambientales.

De ahí que en nuestro tiempo, señala la misma OIM,  “el número de personas que vive en un país distinto de su país natal es mayor que nunca. Según el Informe sobre las migraciones en el mundo 2020 de la OIM, a junio de 2019 se estimaba que el número de migrantes internacionales era de casi 272 millones en todo el mundo, 51 millones más que en 2010. Casi dos tercios eran migrantes laborales. Los migrantes internacionales constituían el 3,5% de la población mundial en 2019, en comparación con el 2,8% en 2000 y el 2,3% en 1980” (ibid.).

De tal manera que se puede reconocer que en el mundo diversas personas se desplazan de sus lugares de origen por su propia elección. Sin embargo, muchas más lo hacen por una serie de necesidades. Si se prefiere, necesidades que son creadas por el mismo capitalismo en su enorme afán de generar mayores tasas de ganancia y renta de capital. Así,  se puede argumentar que el desarrollo capitalista en el marco del modelo neoliberal, tanto en países desarrollados como en los  subdesarrollados (la mayoría de ellos ubicados en el llamado sur global en América Latina y el Caribe, África y Asia) han generado la expulsión de la mano de obra de los países más pobres a los más ricos, con el propósito de incrementar la explotación de la mano de obra de las naciones periféricas.  “Según  el ACNUR el número de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo era de 79,5 millones a finales de 2019. De ellos, 26 millones eran refugiados (20,4 millones de refugiados bajo el mandato del ACNUR, 5,6 millones de refugiados palestinos bajo el mandato de UNRWA). 45,7 millones de personas fueron desplazados internos, 4,2 millones fueron solicitantes de asilo y 3,6 millones fueron venezolanos desplazados en el exterior” (Ibid.).

En nuestro días cuando el 11 de mayo de 2023 entre la finalización de las restricciones del Título 42, que impuso el expresidente Donald Trump durante su gestión, para frenar durante la epidemia de la Covid-19, el ingreso a los EU de millones de migrantes procedentes del sur de su frontera, la hoy administración de Joe Biden, busca reforzar sobre sus límites fronterizos con México, su vigilancia ante el posible incremento de miles de migrantes irregulares. Pero también el actual gobierno estadounidense reemplazará el llamado Título 42 por el Título 8. Nueva medida restrictiva que impondrá  sanciones mucho más severas para los migrantes que ingresen a territorio de los EU irregularmente. Esto es, sin permiso de tránsito (visas) y por vías clandestinas. Recordemos que la administración de Biden ha realizado “más de 2.8 millones de expulsiones de migrantes desde marzo de 2020 bajo el amparo de lo que se conoce como Título 42” (La Jornada, 06/05/23).

De esa manera es de esperarse que en la nueva coyuntura migratoria, el torrente de millones de personas que hoy en el sur del planeta no encuentra empleo, formas de sobrevivir ante la crisis económica internacional y frente a la ola de violencia que se genera contra los más vulnerables, la alternativa es migrar irregularmente a pesar de todos los riesgos que ello implica a los países desarrollados. Tal como cotidianamente figuran en las noticias internacionales los miles de migrantes que en rupestres  y frágiles embarcaciones intentan cruzar el mar Mediterráneo procedentes del continente africano para arribar a algún punto de Europa.  O en el caso de los numerosos migrantes irregulares que intentan cruzar por la frontera chileno-peruana y son reprimidos por el gobierno golpista de Dina Boluarte para evitar dirigirse al Perú  y continuar su periplo al norte del continente. O bien todos esos miles de migrantes que en el Tapón del Darién procedentes de diversos países latinoamericanos, asiáticos  y africanos cruzan por esa peligrosa selva colombiana-panameña. Por esa ruta que se puede llegar a cubrir en 10 días, mujeres, niños y  hombres se arriesgan a caminar  por esas selvas  a costa de su propia vida. Se estima que más de 160 mil migrantes se han movilizado por el Darién  el año pasado (El Tiempo, 06/10/22).

Igualmente en las fronteras mexicanas,  del sur y el norte de su territorio se han aglomerado miles de grupos de migrantes, incluso organizándose en protestas políticas por el trato discriminatorio y represivo de las autoridades y agentes del  Instituto Nacional de Migración (INM) que empaña la política de la llamada Cuarta Transformación del gobierno del presidente López Obrador.  Tal como ha pasado con el incendio ocurrido en la estación migratoria de  Ciudad Juárez del pasado 27 de marzo, donde fallecieron por esa política discriminatoria y represiva de las autoridades migratorias mexicanas más de 40 migrantes.  Así, la llamada política anti-migratoria de los EU en gran medida funciona para contener el gran flujo migratorio latinoamericano  y de otros países donde figuran familias y migrantes procedentes principalmente de México, pero también de Honduras, Guatemala. El Salvador, Nicaragua, Cuba, Haití, Ecuador, Colombia, Brasil, Venezuela, pero también de Rusia, Turquía, Nigeria, Senegal, China, Afganistán, Pakistán, India y muchos países más, que finalmente esos migrantes, son los más vulnerables que buscan arribar a costa de su propio sacrificio a la tristemente conocida “Jaula de Oro”. 


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Perfil del Bloguero
Nació en la ciudad de México, es Doctor en Estudios Latinoamericanos e investigador titular del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM. Entre sus libros figuran: El pensamiento de Francisco Morazán (1992, 2000, 2003, 2007 y 2019); El narcotráfico en América Latina (2004 y 2008), Minorías sociales en América Latina (2014) . Recibió Mención Premio Casa de las América (2003).
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