El huracán Eta en Honduras: economía, política y la Covid-19 | Blog | teleSUR
9 noviembre 2020
El huracán Eta en Honduras: economía, política y la Covid-19

Alguien comentaba en redes sociales que los huracanes no son nada nuevo, suceden todos los años en una temporada que va de junio a noviembre, en el Caribe. Honduras ha recibido el impacto de 10 huracanes mayores desde que se inició el registro allá por la década de los sesenta del siglo XIX. Los más letales han resultado ser el Fifí en 1974, Mitch en 1998 y ahora Eta. La separación temporal entre los tres fenómenos es de unos 23 años como promedio.

El huracán Eta en Honduras: economía, política y la Covid-19

Básicamente, es inaceptable cualquier argumento que nos quiera hacer aparecer ver esto como una “inesperada jugada del destino”.  En realidad, lo que sucedió es lo que debíamos esperar de un sistema capitalista atrasado que ha estado recibiendo dosis letales de neoliberalismo por muchas décadas. A medida que ha aumentado la población, aumentaron la marginalidad, la pobreza, la desigualdad y con ello, cientos de miles de personas se han ido apiñando en las zonas inundables de todo el país.

A la par de la profundización de todos los problemas del neoliberalismo, hemos padecido de un Golpe de Estado Militar en 2009, cuyos efectos económicos y sociales, han sido equivalentes a un cuarto huracán. Y no se trata del régimen de Juan Orlando Hernández, cuya ilegitima presidencia ha sido apoyada de buena gana por la mayoría de los empresarios, sino de esas elites que viven domesticadas por los Estados Unidos, que no intentan siquiera parecer independientes, menos aún, soberanas.

La diferencia más notable de Eta es que llega en un momento que ya lucía bastante complejo. Por un lado, tenemos un régimen que ha quebrado el sector salud a base de saqueos con el fin de privatizar todo y promover el negocio de las AFP en Honduras. Gracias a esto, el manejo de la pandemia es difícil de valorar, pues los números de cada día nos dicen que somos un país con ventajas sanitarias sobre el resto del mundo. La realidad dista mucho de esa narrativa, y, en esencia, nadie cree las cifras oficiales aquí, por mucho que Juan Orlando Hernández se ufane de elogios y premios por su “excelente” desempeño en la crisis que ya dura ocho meses.

Por otro lado, tenemos un sector empresarial cuya columna vertebral se encuentra en la especulación financiera del sector bancario, y bastante decantado a la venta de bienes y servicios. La producción es magra, y, en el caso de la alimentación, somos rehenes de las importaciones y del Tratado de Libre Comercio CAFTA RD.  Con la Covid-19, se cuentan por cientos las empresas, medianas y pequeñas, que han cerrado operaciones, aumentando así el desempleo en un país donde 7 de cada 10 personas sobreviven en el mal llamado “sector informal de la economía”.

Antes de la llegada de Eta las estimaciones sobre el colapso de la economía eran ya escalofriantes, con un escenario “optimista” en el que el crecimiento es -5.2 por ciento para 2020. Muchos economistas, sitúan esto hasta en -13 por ciento. Pero ahora las condiciones se han vuelto apocalípticas, por la cantidad de desplazados que resultaran de las inundaciones, las pérdidas materiales de miles de personas que viven con lo necesario para amanecer vivos al día siguiente.

La destrucción de infraestructura vial, la inundación de áreas de maquila, la interrupción de las rutas cafeteras, impactaran brutalmente la poca producción que existe en el país. Seguramente, las estimaciones sobre la pérdida de empleos deberán ser recalculada, y los años que siguen serán realmente duros, y la pobreza con la desigualdad crecerán de una manera hasta ahora desconocida.

Por otra parte, 2021 es un año electoral; con el golpismo desgastado después de 12 años en el poder y la comisión de dos fraudes electorales. Las condiciones para la convulsión social antes de las elecciones de noviembre son elevadas y, aunque esta no se produzca, es seguro que la descomposición elevará los niveles de incertidumbre. El panorama es alarmante, pues la maquinaria mediática ha impuesto una “historia” de anti política a la sociedad que tiene un impacto en la clase media, especialmente en los jóvenes.

Hoy es normal que los “culpables” de todo sean los políticos, eximiendo así de su tremenda responsabilidad a los militares, a los banqueros, y otros sectores que nos pusieron en estas condiciones desde hace mucho tiempo. El régimen de Juan Orlando Hernández vive una crisis permanente, que él y su partido prefieren ignorar. Aun así, las condiciones están dadas para que el país se incendie socialmente en medio de los estragos de la pandemia y de Eta.

Por mucho que la canalla mediática hondureña trate de buscar avenidas para mantener “atontada” a la gente; los problemas concretos de supervivencia no se dan en la clase media, ni tienen expresión real en las redes sociales. Esos problemas no terminaran de cuantificarse en años, y si surgen cifras serán seguramente para endeudar más al país y arrinconarlo cada vez más a ser subordinado del FMI.

Y aunque la tormenta tropical se ha ido, nos deja sus secuelas, y nos quedamos con dos acompañantes fatídicos: la dictadura y la Covid-19. Por esa razón, es importante dar seguimiento al proceso político, que debe ser, dadas las circunstancias, un debate entre ese sistema anquilosado que nos llena de miserias, o un cambio radical, definitivo. Aquí veremos a que somos capaces de atrevernos los políticos; si nos cuidamos de no salir mal, o arriesgamos todo por tener patria.


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