¿Dictaduras de Izquierda? ¿Populismo? La Guerra Ideológica | Blog | teleSUR
21 julio 2019
¿Dictaduras de Izquierda? ¿Populismo? La Guerra Ideológica

Por estos días llega a Honduras una “performer” guatemalteca dedicada a la guerra ideológica contra los pueblos del continente. El PAN la utilizó en México en la campaña electoral contra el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador. Como todo lo que hace la derecha, este es, sobre todo, un show, estilo lucha libre, en el que la actriz inicia la promoción de su espectáculo vía redes sociales, con bravuconadas, carentes de cualquier respaldo teórico, pero, irónicamente, disfrazados de eventos académicos.

¿Dictaduras de Izquierda? ¿Populismo? La Guerra Ideológica

La derecha hondureña debe estar muy mal para pagar a esta señora, para un circo de tercera categoría en una universidad, privada por supuesto. Especialmente, después del estrepitoso resultado del PAN en México. Pero lo que repiten en esos shows, muestra de lejos, al empresariado asustado, buscando los “hechiceros de la tribu” (aquí en cita al título del fabuloso texto de Atilio Boron sobre Vargas Llosa y su liberalismo).

El evento en Honduras lleva por nombre “Estado Paternalista versus Estado Libertario”. Las frases centrales son, como siempre: “por que emigran al infierno capitalista de Estados Unidos, y no al paraíso comunista de Venezuela o Nicaragua”; “son gobiernos populistas fracasados que solo llevan miseria a sus pueblos”; “los países no pueden permitirse el lujo de terminar como Venezuela”; o la consabida “las dictaduras de izquierda y de derecha son lo mismo”. Sin olvidar, “no necesitamos ideología ni políticos, basta abrir el mercado a la libertad total”. Y muchos clichés más.

Este despliegue va dirigido a estudiantes y profesionales jóvenes, para suplantar, irónicamente, el pensamiento crítico, por un catecismo neoliberal, y, sobre todo, dirigido a dar “argumentos” de ataque a las tesis liberadoras de los pueblos. A pesar de que muchos entendemos de que se trata esto, también resulta preocupante la difusión que tiene entre nuestros jóvenes, sobre todo, en las capas medias, este discurso que se autoproclama apolítico e impoluto. Ah, sin olvidar que el eje central de todo es la llevada y traída anticorrupción.

Digamos que, para fines propagandísticos de la derecha, el populismo es toda acción que un gobierno tome para ayudar a aliviar la carga de la miseria en sus pueblos. Más “populista” aún, es que el Estado asuma un papel protagonista para guiar la sociedad hacia la erradicación de la pobreza y hacia la satisfacción de sus necesidades materiales de existencia.

Que en Venezuela se entreguen casi tres millones de viviendas gratuitas a la población, es un acto abominable para quienes sostienen esta tesis “libertaria”. Ellos sostienen que todo debe ser privado, que el mercado se regule por sus propias fuerzas, y que sus efectos bañen de prosperidad a quien sea, algo así como que sobreviva el más apto, el mejor mercader.

De este modo, la cuestión seria que un hospital público, es una vil canallada de una “dictadura castro comunista”, pero un hospital privado es algo cargado de “nobleza y libertad”. Proteger los derechos de los trabajadores, crear sindicatos o comunas, un crimen abominable, salida de mentes diabólicas. ¡A santo de que se atreven los pobres a creer que tienen derecho a comer!.

Entregar medicamentos gratuitos, y atención médica de calidad, es propio de sistemas “fracasados” que solo sirven para llevar pobreza a sus pueblos. Desde esa perspectiva, lo “correcto” es que cada quien se compre la vida que pueda pagar. Para el 70% de los hondureños, esto debería, al menos, insultante, pero los empresarios y académicos, piensan que esa es la forma en que deben educarse nuestros estudiantes, alejándolos cada vez más del humanismo necesario para pensar en sus compatriotas.

Por supuesto, esto no es casualidad. Hay “hechiceros” de todo tipo, incluso ex comunistas, cuya apostasía los llevo a ser furiosos defensores del mercado, aunque su educación haya sido pagada por el sindicalismo que ellos tratan de destruir. De ahí que surjan, también “campesinos” superados cabalgando en corceles de miles de dólares. La misión es hablar de las dictaduras populistas, que buscan instaurar estados paternalistas; en ningún caso es hablar de la verdad.

No es extraño escuchar jóvenes que griten que no quieren “terminar como Cuba, Venezuela o Nicaragua”. Pero lo hacen en el país más pobre del continente, donde reina campante el neoliberalismo, la miseria alcanza a 4 de cada diez personas, y 6 o más nunca tendrán trabajo, menos podrán esperar acceso a salud o educación gratuitas y de calidad. Y si el ejemplo de Honduras, fuera poco, el neoliberalismo va dejando una huella aterradora por ahí donde pasa: México, Argentina, Colombia, Perú, Chile, y muchos más. La diferencia es que en nuestros países no estará CNN para mostrar la pobreza; los medios de comunicación hablan de maravillas que nadie puede pagarse.

El otro gran problema radica en que hemos aceptado como verdad la idea de lo que es riqueza, lo que es pobreza, y no debatimos nunca sobre el tema de la distribución. Tampoco nos planteamos la idea de la propiedad comunal, ni que significa que cada quien alcance su mayor potencial posible. Irónicamente, en el mundo libertario que nos quieren vender, es necesario uniformar a las personas. No se requieren artistas, músicos, atletas en todos los campos; se requieren mercaderes, que tengan algo que vender. El florecimiento de la cultura es irrelevante, y hasta peligroso para el mercado.

La cuestión es que la supuesta libertad de competir, cuando solo puedes disponer de tu fuerza de trabajo, en un mundo cada vez más dominado por la tecnología, es más bien una condena a vivir como esclavo, esperando que llegue la muerte como la única “bendición” aceptable. Pero los jóvenes estudiantes de las capas medias crecen convencidos de que deben ser competitivos, ser capaces de aplastar al prójimo, para poder alcanzar la felicidad y el éxito, que solo son posibles con dinero.

El límite de la supuesta libertad, es aquel que te permiten tus recursos. Y sin recursos, sin educación, sin nada, la opción de irse al paraíso del capitalismo, es “insuperable”, porque ahí se encontrará el dinero para comprar el éxito, para pagar por una felicidad anhelada. La mayoría no saben que, en Estados Unidos, el 97% de las personas que nacen pobres, serán pobres toda su vida, y que hay una posibilidad inmensa de que caigan en la miseria.

Nunca hablará nadie sobre el flujo de hondureños que cruza a diario la frontera con Nicaragua, para recibir atención médica y medicamentos en aquel país. Tampoco dirán que Venezuela y Cuba han graduado más jóvenes universitarios hondureños que los Estados Unidos o Europa. Porque la solidaridad no existe en ese mundo libertario; la solidaridad es un acto sucio y corrupto que proviene de “regímenes tiránicos y comunistas”, que tienen la desfachatez de compartir lo mejor que tienen a cambio de muy poco.

La cuestión se reduce pues a una guerra ideológica, de la derecha para destruir países con gobiernos de izquierda e impedir que a estos se sumen otros estados de la región. Sin embargo, la charada de elecciones “libres” (el horror de dejar que los pueblos decidan), ya no funciona bien para los intereses transnacionales, por eso es visible la tendencia cada vez mayor a destruir los Estados Nación, más allá de los gobiernos que tengan. Reducirlos a satélites débiles, incapaces de defenderse a sí mismos. La cuenca caribeña parece dirigirse a una enorme inestabilidad, incluso bélica, que sirva al propósito del control militar, del área de reserva de recursos más grande al alcance del imperio.

Las “dictaduras de izquierda”, son la figura propagandística necesaria para justificar bloqueos, militarización y muchos crímenes más. Hoy nos enfrentamos a un cambio radical en el que todos los conceptos se relativizan hasta el absurdo, ya sean los derechos humanos, sociedad civil, paternalismo o libertad.

El debate es fundamental en esta época de confusión conceptual. Además, es evidente que caer en ideas dogmáticas o pétreas es un error garrafal. No hay nada más terrible que ver a alguien que milita en la izquierda, recurriendo al dogma como si fuera camisa de fuerza, es entonces que aparecen criticas estúpidas como “la izquierda neoliberal”. Muchas veces nos tocó ver a estudiosos progresistas conceder razón a los argumentos ridículos de la derecha. Cualquiera que entienda el mundo en movimiento, sabrá, que la tentación de encontrarle “tres patas” al gato, no lleva más que a la eterna oposición lite y a la servidumbre.


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