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De Trump a Biden: el hábito no hace al monje (parte II)
Publicado 13 noviembre 2020



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En la parte primera de este artículo referí cierta tendencia de algunos analistas que hablan de Estados Unidos y lo que va a significar, en el plano interno, este cambio de administración, como también cierta noción positiva externa con respecto a Trump y el que no haya iniciado guerras pero ¿Qué pasará con aquellas, que ya son conflictos desatados, algunos de ellos con varios años? Es una pregunta que surge en este cambio de inquilino en la Casa Blanca.

Trump, durante su mandato, hizo carne aquella máxima, respecto a los que creen tener la verdad como ADN y que toda gira en torno a ellos. Para Trump y los suyos, en su absoluta soberbia, la victoria en las elecciones sólo es legítima si triunfan ellos, lo demás es fraude y conspiración. Si algo de certeza nos entregó la administración de Donald Trump ha sido que Washington estrechó lazos en forma férrea con dos de los regímenes más criminales en la actualidad: el régimen sionista y la Monarquía saudí. Una alianza que conformó una triada criminal: imperialismo, sionismo y wahabismo, cuyas acciones han generado cientos de miles de muertos.

La interrogante es si Biden seguirá avalando esos crímenes o cambiará el rumbo de una política exterior donde el objetivo principal de Trump radicaba en lo que le soplaba Netanyahu y Bin Salman al oído: ejercer la máxima presión sobre Irán y lograr el derrocamiento de su gobierno. Los gobiernos del Levante Mediterráneo se preguntan si las embestidas y agresiones de Israel a El Líbano, Siria, Irak, con su política de colonización, ocupación y crímenes en Palestina, característica de esta entidad desde su nacimiento el año 1948 seguirán siendo una crónica realidad. Sobre todo con el ente israelí cuyo nacimiento se explica a la luz de un occidente cargado de crisis de conciencia ante los crímenes del nacionalsocialismo y la recomendación de la división de Palestina (planteado en la Resolución Número 181 de diciembre del año 1947) sin que sus habitantes hayan tenido arte ni parte en esta idea imperial. Una decisión tomada, como si la sociedad palestina tuviese que pagar una reparación, frente a la muerte de ciudadanos europeos de creencia judía, durante el período de la Segunda Guerra Mundial, bajo una política de exterminio llevado a cabo por el Tercer Reich.

Si la referencia es Arabia Saudí, hablamos de un régimen totalitario, que actúa sin contemplación alguna contra sus opositores, a quienes detiene, tortura, cuelga o decapita como fue el caso del periodista crítico de la casa real, Jamal Kashoggi. Un crimen cometido, en Turquía, por un equipo de asesinos pertenecientes al núcleo duro del príncipe saudí Mohamad Bin Salman. Una Monarquía, que desde el 15 de marzo del año 2015 agrede militarmente a Yemen (comandando una coalición de países aliados de la Casa al Saud) y que ha generado la muerte a miles de sus habitantes entre ellos 30.000 niños, además de la destrucción de gran parte de la infraestructura básica, acrecentado por un brutal bloqueo terrestre, aéreo y naval que ha generado que 22 de los 27 millones de yemeníes estén bajo condiciones de crisis humanitaria. Una situación de agresión saudí calificado por organismos de derechos humanos, como crímenes de lesa humanidad. ¿Modificará esta realidad la nueva administración demócrata?

Con el presidente electo, Joe Biden, sólo vislumbramos incertidumbres, acompañadas de ciertas ideas continuistas, en virtud de declaraciones efectuadas con anterioridad por el político demócrata. Una de ellas y la que tenemos muy presente es su declaración de principios respecto a Israel. En noviembre del año 2016 en Nueva York en el Congreso Mundial Judío, el entonces vicepresidente norteamericano Joe Biden abordó el cómo pensaba el que se llevaría a cabo las relaciones entre su país e Israel en el período presidencial del ganador de las elecciones presidenciales, Donald Trump, elegido mandatario número 45 “en la nueva administración no espero un cambio en las relaciones israelo-estadounidense. Aún haya una intención así, ni el Congreso ni el pueblo norteamericano permitirían que eso que ocurra esto”. Una afirmación que selló con una frase para el bronce, develando su absoluta fidelidad a la ideología que domina Israel “soy sionista, pero para esto no hace falta ser judío”. Como premio al servilismo a una ideología racista y supremacista, a Joe Biden se le otorgó el Premio Theodor Herzl. ¿Su política como presidente mostrará ese alineamiento con el sionismo o tendrá modificaciones?

Doce años después de ser escrito traigo a colación un interesante artículo, que nos muestra al Joe Biden sionista de quien se dijo, cuando fue parte del binomio presidente -vicepresidente con Obama, que el lobby sionista le puso un vicepresidente a Barack Obama. “Ya era tema conocido que Biden, sin ser judío, era practicante devoto a tiempo completo de la religión sionista, a tal grado, que empalidece a otros militantes originarios de la causa proisraelí en el aparato de poder norteamericano. Biden, presidió por un par de periodos el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU – donde el lobby sionista campea a sus anchas -  es un miembro liberal de la poderosa derecha católica aliada del lobby sionista, que en su vertiente conservadora y liberal controla Wall Street, los bancos de la Reserva Federal y el Complejo Militar-Industrial…así es posible concluir que en Estados Unidos, la potencia locomotora del capitalismo sionista a escala global, no gobiernan los presidentes o los partidos, sino la élite económica-financiera (Biden: el lobby judío le puso un vicepresidente a Obama)”.

Una conclusión como la consignada, que debe ser acompañada por aquella que nos dice “la política exterior y la política interna de Estados unidos (los niveles de decisión) no la dirigen los presidentes ni los partidos sino el grupo de poder económico-financiero que controla la Casa Blanca y el Congreso a través de sus grupos de presión” y operadores que actúan sobre los partidos, los legisladores, los funcionarios y condicionan las decisiones presidenciales. Y el lobby "motor de todos esos grupos de presión, es el lobby sionista manejado desde la AIPAC y el Consejo Judío Mundial”.

Para Avi Iskharov, columnista del periódico israelí Maarif, la apuesta de Netanyahu en las elecciones estadounidenses era que ganara Trump. “Perder las elecciones será un gran problema para Netanyahu que durante estos cuatro años ha sido fuertemente beneficiado por la administración de Trump y ha establecido fuertes relaciones con él y su familia, especialmente con su yerno, Jared Kushner. Existe algún tipo de alianza personal entre Netanyahu y Trump. En el caso de Biden tampoco tiene una actitud hostil hacia Israel. No es posible mencionarlo entre los partidarios de los palestinos contra Tel Aviv. Pero Netanyahu prendió fuego a muchos puentes entre él y Biden y su partido" haciendo referencia a las críticas de Netanyahu a la resolución Número 2234 de noviembre del año 2016 en la cual se condenó la política de asentamientos con colonos sionistas en Cisjordania y en la cual, por primera vez, Estados Unidos con Barack Obama se abstuvo. Lo mencionado, junto al acuerdo nuclear firmado entre el G5+1 e Irán, que el gobierno sionista lo sintió como una puñalada a su seguridad.

El diario liberal israelí Haaretz en un artículo del analista Michael Herzog ha señalado que “muchos en Israel están expresando su preocupación de que la administración del presidente electo Joe Biden sea una repetición de la administración de Obama. Pero Biden no es Barack Obama y 2021 no es 2009 (…). No se espera que la administración del nuevo presidente le dé al tema israelí-palestino la prioridad que Obama le otorgó. Los ayudantes del presidente electo no se hacen ilusiones en lo que respecta a las posibilidades de un gran avance en las negociaciones sobre el tema en este momento, y no tienen la intención de lanzar un plan de paz propio. Joe Biden y la vicepresidenta electa Kamala Harris son demócratas tradicionales, con un compromiso fundamental con Israel cuyas raíces son en parte de naturaleza emocional (a diferencia de Obama)”

Herzog augura una labor de la administración Biden que “indudablemente alentará la tendencia hacia la normalización entre Israel y los países árabes , aunque no está claro hasta qué punto invertirá esfuerzos en promover la (…) Biden busca volver a los términos originales del acuerdo nuclear internacional con Irán y luego negociar mejoras a las disposiciones problemáticas del pacto original, incluyendo en particular sus disposiciones de extinción".

Desde Palestina, el jefe de Hamas, Ismail Haniyeh, solicitó al presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden, que abandone el llamado Acuerdo del Siglo, como también que eche pie atrás en el reconocimiento de Al Quds (Jerusalén) como capital del régimen sionista y que significó también trasladar la embajada norteamericana de Tel Aviv a Al Quds. Haniyeh instó a Biden “a corregir el camino de las políticas injustas de Estados Unidos, hacia nuestro pueblo (palestino) que hizo a los Estados Unidos un socio (de Israel) de la opresión y la agresión”. Desde el interior del gobierno sionista existe temor que el nuevo presidente estadounidense reconsidere esas acciones de Trump, lo que daría nuevos bríos a la lucha del pueblo palestino.

Si bien es cierto Joe Biden ha declarado que no está de acuerdo con la anexión del 30 porciento de Cisjordania, que pretendía el binomio Trump-Netanyahu con su Plan del Siglo, tampoco ha declarado abiertamente que considera revertir el conjunto de acciones concretadas por el sionismo y que significa tener una anexión de facto, con la presencia de 650.000 colonos extranjeros sionistas. Ello, unido a un muro de 720 kilómetros de largo, que genera segregación entre las ciudades, pueblos y aldeas palestinas. Autopistas de uso exclusivo de los colonos. Destrucción de cultivos, demolición de viviendas. Impedir el retorno de refugiados entre otras acciones.

A lo mencionado sumemos el bloqueo contra la Franja de Gaza que se prolonga ya por 14 años y que ha generado consecuencias de una crisis humanitaria condenada por organismos internacionales de derechos humanos y que según informes de la ONU significan una catástrofe, que podría hacer inhabitable el enclave costero en un lustro. Una realidad que se ha intensificado en desmedro del pueblo palestino con las presiones ejercidas por Trump para que ciertos estados árabes “normalizarán sus relaciones con la entidad sionista". Así lo hicieron dos monarquías: Emiratos Árabes Unidos y Bahréin cuyas castas gobernantes buscan la seguridad para seguir dominando sus respectivos territorios y creen encontrar en el paraguas imperialismo-sionismo esa guarida.

A las dos monarquías mencionadas se suma Sudán, que a través de su gobierno firmó el establecimiento de relaciones con su antiguo enemigo, bajo la promesa estadounidense, de sacarla del registro de países patrocinadores del terrorismo, que mediante bloqueos, embargos y sanciones habían castigado enormemente al país africano.  ¿Terminará Biden, autodefinido como sionista, con esa política de Washington de avalar violaciones al derecho internacional por parte de la entidad sionista, al mismo tiempo que chantajea a los gobiernos para maquillar a un Israel sacudido por acusaciones de crímenes de lesa humanidad?

En otro aspecto, las decisiones que tome Joe Biden respecto a Palestina están estrechamente vinculadas con la política que se establezca con Siria y el detener el apoyo a los grupos terroristas que allí actúan, sacar a las tropas del país levantino. Como también de Irak. Resulta evidente y tomo en ello las palabras de Lorena Mussa ex presidenta de la Unión General de Estudiantes Palestinos de Chile (UGEP) quien afirma que “Biden no es ningún caso un aliado de las y los palestinos, es incondicional a Israel, pero si hubiese ganado Trump, Palestina arriesga ser eliminada por completo en un periodo mucho más corto, su gestión debilitó considerablemente la resistencia palestina, quienes hoy tienen básicamente sólo su cuerpo para resistir y dependen en gran parte del apoyo internacional. Si bien la elección de ambos no cambiaría considerablemente el carácter imperialista de Estados Unidos, quien gobernará los próximos años repercutirá directamente en la vida del pueblo palestino. Con Biden parece triunfar el mal menor, una vez más...”

Para aquellos que siguen la política estadounidense y conocen de su historia, donde conceptos como hegemonía, unilateralismo, destino manifiesto, supremacismo, son parte constituyentes de su vida cotidiana no tenemos muchas esperanzas en un cambio en la política exterior de Washington que signifique un giro radical al que ha sido tradicionalmente la labor de su secretaría de estado, influenciada por sus distintos grupos de presión: sionista, saudí, energético, el de armas. Por ello el resultado de las elecciones no modificará el panorama de un mundo que tendrá que luchar contra esos intereses que van más allá de la Casa Blanca.

Y, en el plano mencionado Siria, Irak, Afganistán, Palestina, Irán, Líbano en Asia Occidental, así como Venezuela, Cuba, nuevamente Bolivia, Norcorea, incluso China y Rusia en ciertos aspectos, deben seguir dando prioridad al fortalecimiento de sus capacidades defensivas en unos, de resistencia en otros, de tal forma de ejecutar las acciones, que permitan transitar hacia un verdadero ejercicio de soberanía y dignidad frente a los intereses de esta unión entre imperialismo y sionismo, que no acaba con Biden y que seguirá siendo la gran fuente de conflictos den Asia occidental, así como en otras parte del planeta.


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