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    Fue Venezuela el país donde bailó y donde recibió la más larga ovación de la que tuviera memoria.

Una inmensa imagen de Santa Bárbara y una inmensa bandera de Venezuela presidían su hogar en La Habana.

Ni la imagen de la santa ni la bandera sorprendían pues es bien sabido que Barbarito Diez nació justo el 4 de diciembre, en 1910, año reiterado por él en entrevistas, en la festividad de la Santa del Rayo y la Manzana, sincretizada con el Orisha de la música.

La bandera se entendía perfectamente pues si en algún país, fuera de Cuba, se quería y quiere a la Voz del Danzón, ese país es Venezuela, donde dejó un hermoso legado humano, musical, y hasta discográfico.

Fue Venezuela el país donde bailó y donde recibió la más larga ovación de la que tuviera memoria. Fue Venezuela el país donde grabó su único disco sin danzones.

Frenesí

Ese periplo del nacido en Bolondrón, cerca de Matanzas, criado y descubierto al canto en el Central Manatí de la provincia de Las Tunas fue bien precisado por el periodista Orlando Castellanos para La Gaceta de Cuba. Castellanos, quien visitó Caracas unas cuántas veces, cada vez que Barbarito estuvo en Venezuela le entrevistó para conocer sus impresiones. Él dejó asentadas las impresiones venezolanas de La Voz del Danzón.

Cuando se anunció el viaje del vocalista a Caracas para iniciar el segundo semestre de 1980, le señaló a Castellanos: “Para mí esto representa una emoción muy grande. Siento una gran felicidad. Esperaba esta oportunidad desde mucho tiempo atrás. ¡He recibido y saludado a tantos venezolanos que han venido a Cuba y han querido conocerme! Tú mismo me contaste tantas cosas lindas... Luego, el disco de larga duración que me solicitaron con temas venezolanos y que grabé con mucho agrado en 1977 y que he sabido está entre los más populares de aquel país. Al fin iré a Venezuela con un contrato para actuar con la orquesta en el Hotel Tamanaco. Solamente deseo no defraudar a los venezolanos y regresar con gloria a mi Patria”.

Y cuando regresó a Cuba, le diría: “La emoción me embarga todavía. Estoy lleno de felicidad. A grandes rasgos te contaré que la noche del debut en el Hotel Tamanaco, en un espectáculo denominado El super show del recuerdo, la orquesta abrió con un danzón instrumental: Tres lindas cubanas, aquel danzón que fue siempre el preferido del maestro Romeu. Al terminar la orquesta el aplauso fue extraordinario. Anunciaron entonces mi actuación. El público, que repletaba aquel inmenso salón, se puso de pie y aplaudió durante no sé qué tiempo, y comprobé que tenía fuerte el corazón porque pensé que no resistiría esa emoción. Ha sido la ovación más grande que he recibido en mi vida".

"Así ocurrió con cada uno de los temas que interpreté, y fueron 12 cada noche. La noche de despedida, aquello que era un espectáculo para ver y escuchar, se convirtió en un inmenso baile, y aún no me explico cómo se las arreglaron para danzar, ya que el piso estaba totalmente cubierto con una alfombra. Todo el mundo se puso a bailar. (Fue la primera vez en la historia que se bailó en el gran salón del Hotel Tamanaco). Son muchos los gratos recuerdos que guardo y guardaré de estas presentaciones en Venezuela, del cariño y respeto de los caraqueños. Esto jamás se podrá borrar de mi memoria. Imagínate que esto me sucede ya con 69 años de edad. ¿Dime si no es para sentirse satisfecho?”.

Foto: Cortesía

No quedó ahí el recuerdo de Barbarito Diez. Para octubre de 1981, a su retorno a Cuba de una segunda gira a Venezuela, contó: “Si el del año pasado, 1980, es inolvidable, este segundo ha sido superior. Fíjate, Castellanos, que yo, que apenas me muevo mientras canto, hasta bailé. Un joven, mientras la orquesta tocaba un danzón instrumental, fue hasta el escenario y me pidió que, por favor, bailara con su abuela que estaba ahí y quería que la complaciera. Como todos saben aquí, yo no acostumbro a hacer eso, pero era una señora ya muy mayor, y, ante aquella solicitud, salí a bailar. Pero el caso es que no pudimos terminar porque vino una joven y le pidió que la dejara bailar a ella. Después siguieron llegando damas de todas las edades a pedirme que bailara con ellas, hasta que el empresario intervino diciendo que no me podía agotar para cantar con la orquesta".

"Fue algo inusual pero te digo que muy hermoso. Esto aconteció en Maracay. En Barquisimeto ocurrió que en medio del espectáculo comenzó a llover, era un lugar al aire libre y nadie se movió, nadie se fue, es lo que quiero decir, porque la gente sí se movió y se puso a bailar debajo de aquella lluvia y los músicos, naturalmente, también nos empapamos. Luego actuamos en el Poliedro de Caracas, nos antecedieron tres orquestas y cerramos nosotros. Fue fantástico. Como te digo, el éxito fue superior y como siempre, el cariño de los venezolanos, inmenso”.

Barbarito retornaría a Venezuela en 1984 como parte de una gran delegación musical cubana y dejó constancia del inmenso cariño de los venezolanos por él y por la música y músicos de su país.

(Orlando Castellanos. La Gaceta de Cuba, No. 4,1995 y republicado en La Jiribilla)

La afectiva relación de Venezuela con Barbarito Diez viene desde hace unas cuantas décadas del pasado siglo, cuando el país caribeño y suramericano se convirtió, por su privilegiada posición geográfica en la puerta de entrada de la música que se hacía en las islas del Caribe hacia la América del Sur.

Para la segunda mitad de la década de los treinta había ya unas cuantas estaciones radiales, y junto a ellas existían grandes salones de baile, con la consabida demanda de músicos y orquestas nacionales e internacionales. Y hubo actividad musical en la capital venezolana pero en esa etapa vivida entre las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez no viajó Barbarito Diez a Venezuela, aunque sí su voz.

Más bien su llegada física fue un tanto tardía. Ha de ser por eso que los venezolanos siempre se esmeraron en darle su querencia a raudales. Para ganarle tiempo al afecto. La colección discográfica “Así bailaba Cuba” con la orquesta de Antonio María Romeu y La Voz del Danzón siempre se agotaban. Por un lado estaban la maravillosa orquesta y la impecable interpretación y por la otra estaba el extraordinario repertorio que aportaba a los melómanos de entonces.

Capullito de Alhelí

De Bolondrón a Manatí

Muchos venezolanos le conocieron en 1983 en el Festival de Varadero y luego se le entrevistó en par de oportunidades en Caracas. También se le vería nuevamente en su hogar en La Habana cuando le fue amputada una pierna. Ya la diabetes comenzaba a causar los estragos que lo retirarían de los escenarios y que conducirían a su partida física en La Habana el 6 de mayo de 1995, hace 26 años. Contaba Barbarito Diez con 85 años de edad.

De ese universo de encuentros quedan rescatadas varias de sus respuestas. Y dijo que sí, que nació en Bolondrón, Matanzas y no en Manatí, Las Tunas como la gente dice, y que nació el 4 de diciembre de 1910 y sus padres le dieron por nombre Bárbaro. “Lo que pasa es que mi padre nos llevó a todos para el central Manatí (azucarero) cuando yo tenía 4 años. Tal vez esa sea la confusión”.

También contó que cantaba desde niño, que era algo natural en él, algo que fluía y se daba cuenta de que a la maestra, a sus compañeritos de escuela y a los mayores les gustaba escucharle cantar. Era ya un adolescente cuando el son irrumpió desde el oriente de la isla y él se quedó embelesado con los temas del Trío Matamoros. Un día se presentó en Manatí un guitarrista de Manzanillo, Carlos Benemelis. Y fue con Benemelis con quien se montó por primera vez en un escenario, el del Teatro Manatí.

Con 18 años tenemos a Barbarito viajando hacia La Habana. Buscaba los sitios de ensayo y se empapaba de la movida en la capital cubana. Y es en La Habana donde conoce a Graciano Gómez e Isaac Oviedo. Los tres conformarían tríos, cuartetos, quintetos, sextetos, cantarían en locales, en casas particulares y enaltecería la musicalidad cubana con la criolla, el son, habaneras, boleros y guarachas.

Precisamente por esa amistad con Graciano Gómez llegó Barbarito Diez a conocer a Antonio María Romeu, extraordinario pianista que había innovado tremendamente en el danzón al introducir el piano en la dotación musical, a partir de la charanga a la francesa.

“Fue Graciano Gómez quien le habló al Maestro Romeu del joven cantante de Manatí, que era yo. A Romeu le gustó mi voz y mi estilo y me incorporé a su orquesta desde 1936- 37, por ahí hasta 1955 cuando falleció el maestro Romeu. A partir de allí y junto a su hijo pasé a dirigir y entonces se pasó a llamar “Barbarito Diez y su orquesta”. Con Graciano e Isaac permanecería desde 1931 hasta 1958 cuando cerraron el local donde solían presentarse, el famoso “Vista alegre”.

Ausencia
 

Detalles

Era Barbarito Diez de una elegancia natural. Nunca le gustó gesticular, ni bailar mientras cantaba. Nunca tocó ningún instrumento, ni güira, ni clave, ni maracas, nada. Todo residía en el poderoso encanto de su voz, de su dicción, de su dulzura, y del género musical al que fue leal: El Danzón, el danzón cantado.

Otro importante detalle en la impronta del nacido en Bolondrón es la visibilización que hizo de un repertorio musical cubano de primera línea. Eliseo Grenet, Graciano Gómez, Manuel Corona, Carlos Puebla, Sindo Garay, María Teresa Vera, Moisés Simons, Miguel Matamoros, Ernesto Lecuona, Rosendo Ruiz, Gonzalo Roig, Luis Marquetti y Antonio María Romeu entre otros.

También prestó su voz a autores internacionales como Agustín Lara, María Grever, Pedro Flóres y Rafael Hernández. Con los años se vincularía a lo mejor del repertorio venezolano al acometer dos álbumes Barbarito Diez canta a Venezuela, y el memorable álbum con La Rondalla Venezolana dirigida por Luis Arismendi.

De esa manera autores venezolanos como Napoleón Lucena, Freddy Coronado, Amilcar Segura, Simón Díaz, Manuel Graterol Santander, Enrique Hidalgo, Chelique Sarabia, Antonio Carrillo, Pedro Castellanos, Edgar Carrero y Luis Mariano Rivera cobraron nuevos matices en la voz del cubano.

También resaltan como detalles sus viajes fuera de Cuba. Se sabe que estuvo en San Juan de Puerto Rico en 1933 pero con un sexteto de Graciano Gómez. Esa estancia duró cuatro meses. Para 1958 viaja con la orquesta de Romeu a la República Dominicana y permanece diez días. En 1959 estuvo en Nueva York con Fajardo y sus Estrellas y llegó a presentarse en el legendario Palladium y al año siguiente se presentó en Miami. Hubo luego otro receso y Venezuela sería su destino artístico en 1980, 1981 y 1984. También se presentó en México en 1981 y 1985.

Lágrimas negras

En cuanto a su vida familiar el investigador cubano Zenodio Hernández Pavón, apunta en su obra “Como el arrullo de palmas” de la editorial de Oriente, que Barbarito vivió un amor eterno por Leonor Córdova, hermosa mulata habanera madre de dos de sus hijos, aunque fue asediado por numerosas mujeres, una de las cuales le dio a su hija Dulce que atendió siempre como magnífico padre que fue y hombre de ley. Apunta el autor que el de Bolondrón formó su hogar y construyó su casa con sus propios ahorros. En Venezuela siempre se ha dicho que Barbarito dejó descendencia en la ciudad de Barquisimeto, pero la especie no tiene confirmación oficial.

Entre los temas que todo el continente aplaudió en su voz están:

El amor de mi bohío, Veinte años, Volví a querer, Te quiero, dijiste, Martha, Tú no comprendes, El amor de mi bohío, ojos de sirena, Yo sé de una mujer, La mora, Mujer, Mercedes, Lágrimas negras, Longina, Aurora, Las perlas de tu boca, Mi Santa Bárbara, Enamorada, Capullito de alelí, Te vieron con él, Sillego a besarte, La sitiera, Olvido, Una rosa de Francia, La rosa roja, Y Blancas azucenas, entre otros.

¿Y tú qué has hecho?

De Venezuela cantó:

La Reina, Luna de Margarita, Maracaibera, Manantial, Motivos, Juana y José, Añoranza, Feliz cumpleaños, Cuna de héroes, Todo este campo es mío, Mi propio yo, La culebra, Caballo viejo, Noche de amor, Atardecer larense, Cumaná, Endrina, Preciosa merideña, Cuando me quieras, Las brumas del mar, Margarita, Las flores que me diste, Presagio, y La carta, entre otros.

Caballo viejo

En realidad, a 26 años de su partida, Barbarito Diez sigue cantando, sobre todo en Venezuela, y cómo.


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