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    Nació hace 103 años y su voz parece de estreno diario, de tan fresca y vigente que está.

Una de sus mejores interpretaciones musicales fue “Cien años” y ya se cumplen 103 del grito a la vida de un ser excepcional obsequiado por México a la América Latina y al mundo. 

Tratando de negociar su divorcio encontró la muerte. Tratando de encontrar la vida al lado de la mujer que amaba la guadaña le salió al paso y eso sólo podía sucederle a un hombre de la talla de Pedro Infante de quien no sabremos nunca sino por la vía de la especulación si cantó con la pasión con la que amó o si amó con la pasión conque cantó, que amor y arte en él se dieron la mano en un escenario de extraordinarias proporciones.

La vida corta

Treinta y nueve años duró la vida de Pedro Infante Cruz y este detalle sirve para pensar que la intensidad marcó a esa existencia. A los ojos de la historia parece que hubiera sido mayor, o más extenso el tiempo. Pero, no. Fueron 39 años de vida de los cuales 23 estuvieron dedicados a la música y a lo que de ella deriva cuando se trata de seres con carencias materiales, con sueños grandes, con la adversidad como medida y la tenacidad como herramienta fuerte de trabajo.

Nació el 18 de noviembre de 1917 en Mazatlán, Sinaloa, siendo el cuarto hijo (entre 15 hermanos) de Delfino Infante y Refugio Cruz. El año de su nacimiento fue uno de esos que marcan época: Fue el gran año de Lenin, de los Bolcheviques y también el año en que EE.UU. decide ser protagonista del mayor conflicto bélico de entonces. Teresa Carreño rindió tributo a la vida en ese 1917 que sirvió como tienda de milagros en Portugal cuando la Virgen María se le apareció a tres niños. También ese año El Vaticano aprobaba la Coronación de la Chiquinquirá, y el Zulia, y con él Venezuela estallaron de júbilo.

Foto: EFE

¿Y México?

En México el año de 1917 fue recibido con la expectativa que generaba Pancho Villa, quien ya había tomado a Chihuahua, había liberado los presos políticos y tenía en jaque a la oficialidad de entonces. Madero y Zapata eran apellidos muy famosos entonces.

Con el mundo revuelto nace Pedro Infante, llevado muy pequeño desde Mazatlán a Guamúchil por obra y gracia de la pobreza familiar.

El padre de Pedro era músico y dirigía bandas provincianas. El hijo creció escuchando las retretas y con seguridad, mientras aprendía el oficio de carpintero con el cual salvó económicamente la infancia no dejó de acariciar el sueño de pasar a la historia como cantante. Su padre alimentaba esos sueños, y los vecinos también, con sus aplausos sin dinero.

Contando 11 años de edad padecería de poliomielitis. Con el tiempo sería diabético y propenso a las depresiones. No pudo extender sus estudios. Llegó hasta el cuarto grado de primaria, que era hasta donde se podía llegar en su pueblo y, además, había necesidad en su casa…

A Pedro Infante lo atrajo la guitarra y a los 16 años conformó una banda a la que bautizó con el sugestivo nombre de “La Rabia”.

Para 1934, a sus 17 años ya Pedro Infante se gana algún dinero con sus incursiones musicales. Se ha perfilado como un joven de buena presencia, de cautivadora sonrisa y obvio talento. Entrando a sus 18 años se convierte en padre de Guadalupe Infante López, habida con su primera novia formal y además vecina, Guadalupe López. Esa paternidad, de alguna manera se mantuvo un tanto invisibilizada. Con los años esa primera hija ni peleó herencias ni nada. Se mantuvo alejada de la familia del padre.

A los 20 años se enamora de María Luisa León, más de ocho años mayor que él. No fue bien visto por los acaudalados padres de la joven, pero se escaparon a la ciudad de México y se casaron en junio de 1939. Sería el único matrimonio legítimo del legendario actor y cantante.

Poco tiempo después la esposa se enteraría de la infidelidad de su marido (algo recurrente en la vida del cantante). Vivía con Guadalupe Torrentera, de apenas 15 años de edad y con la que tuvo tres hijos.

Luego vendría el falso matrimonio con Irma Dorantes (fue falsificada el acta del divorcio con María Luisa León) con la que tuvo una hija. Por la urgencia de arreglar el problema cuando se conoció de la bigamia se embarcó en el viaje que le costó la vida.

Música y cine

Cuando logró su primer contrato para cantar en la radio, la XEB, Pedro Infante comenzó a devengar 12 pesos por programa. Al final de sus días cobraba 55.000 pesos por una aparición. Fue en 1943 cuando llegó al mundo de las grabaciones. Tenía 26 años. Fue el sello Peerless el que lo firmó. Infante sería fiel al sello hasta el último día de su vida. Ganó 30 pesos por grabar la primera vez. La última vez que grabó cobró 15.000 pesos por lo mismo. Esa primera grabación contenía los valses “Rosalía” y “Mañana” con los cuales no pasó gran cosa. Un poco antes había accedido al mundo del cine, tímido y provinciano como era. Su primera participación cinematográfica fue en “La feria de las flores”, y tampoco pasó nada. También hizo “Jesuita en Chihuahua”.

Dos películas lo consagrarían en el cine: “Nosotros los pobres” de 1947 y “Ustedes los ricos” de 1948. Para 1949 Pedro Infante Cruz era el actor más popular del cine mexicano, en la llamada “Edad de oro” del cine de ese país.

Su última película fue “Escuela de rateros” por la cual cobró 400.000 pesos. En total participó en 45 largometrajes. Obtuvo el prestigios premio Ariel de México por “La vida no vale nada” y el Oso de Plata en Berlín por “Tizoc” al lado de María Félix.

En cuanto a la música ya para 1953 Pedro Infante había cultivado varios géneros mexicanos siendo el corrido y la canción ranchera los que mejor se acoplaban a su voz. Fue una etapa dorada también para los compositores aztecas. Rubén Fuentes se acercaría a Infante pare recomendarle incursionar en la canción romántica. Pedro le hizo caso, y así el bolero ranchero le dio la vuelta al mundo.

Para el momento de esa innovación tan importante ciertamente el bolero había prendido en todo el continente. Atrás habían quedado los días en que Pepe Sánchez desde Santiago de Cuba le inyectaba lirismo a los trovadores y hacía de “Tristezas” el primer bolero americano. México contaba con boleristas pero no con un bolero de características propias, y a ese le dio vida Pedro Infante. “Cien años” y “Flor sin retoño” son obras cumbre en esta etapa de la música popular mexicana. Ciertamente no fue México la cuna del Bolero, pero sin dudas su aporte es fundamental.

Foto: EFE

El contexto

La canción lírica italiana, el mundo de la zarzuela, las habaneras, los bambucos que llegaron desde Colombia y la misma canción trovadoresca se amalgamaron en territorio de México. Además, los perfiles propios de una canción mexicana habían hecho lo suyo. El corrido, esa maravillosa crónica ejemplo de periodismo del más puro acento, el huapango, y otras modalidades confieren a México una alta puntuación cuando de aportes se habla. Como antecedente directo del bolero mexicano hay que mencionar a la danza, y un ejemplo es “La golondrina”, de Narciso Serradel, de Veracruz. Otro ejemplo inmortal es “Estrellita” del zacateca Manuel Ponce.

La intuición de Rubén Fuentes (“Cien años”, “Nuestro amor”, “Luz y sombras”, “Escándalo”, “Qué bonita es mi tierra”, “La noche y tú”, etc.) no se equivocó con Pedro Infante- El consejo parecía un dictado de ancestros porque el cantante se pudo nutrir de la sensibilidad musical mexicana expuesta por personajes de la talla de Agustín Lara, Joaquín Pardavé, María Grever, Gonzalo Curiel y muchos más.

El bolero ranchero tuvo en Pedro Infante a su más relevante cultor, seguido después, en el tiempo, por Javier Solís.

Pedro Infante y el imaginario mexicano

No son pocos los sociólogos e investigadores de otras ramas de las ciencias sociales que analizan la obra de Pedro Infante enmarcada en la época de oro del cine mexicano y también en su música, igualmente notable en el lapso de la existencia del intérprete de “Cien años”.

Se ha debatido en torno a cómo el cine mexicano pudo haber recibido la influencia directa de Hollywood para colonizar el imaginario social de ese país. Los personajes representados, en este caso por Pedro Infante, contribuyeron a proyectar un sentido de mexicanidad real.

Así, entre investigaciones, especulaciones e historia, lo que sí es incontrovertible es la devoción de México y de la América Latina por la voz, imagen y vida de un hombre que supo y pudo proyectar exitosamente al México de su contexto social y generacional porque era parte de él.

Pedro Infante, más allá del bueno de la película o del fantástico intérprete que fue, es un recodo donde al pasar la historia de la cultura popular latinoamericana, se siente la brisa fresca de una vida con legado.

Nació hace 103 años y su voz parece de estreno diario, de tan fresca y vigente que está.

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