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    San Juan dejó de ser el de los altares españoles para convertirse en el amigo de las casas y de las parrandas, en el argumento festivo de un pueblo que, como bien escribió el maestro músico Eduardo Serrano, canta cuando va a llorar.

Fue un verdadero precursor, y hoy es patrono de muchos sitios, provincias, municipios y pueblos, de numerosas ciudades y países.

En diversas confesiones religiosas es venerado. Todos los cristianos le tienen fervor, y en el Islam es considerado uno de los grandes profetas. La iglesia católica, la Ortodoxa, la Anglicana, la Luterana y muchas más lo hacen suyo.

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Fue hijo de Zacarías, un sacerdote, y de Isabel, prima de María la Virgen según uno de los evangelistas.

Sus padres estaban ancianos y su nacimiento le fue anunciado a Zacarías por Gabriel, el Arcángel. Como el viejo sacerdote Zacarías dudó de tal anuncio, Gabriel lo dejó mudo hasta que naciera la criatura. Y dice el evangelista que cuando María visitó a su prima Isabel, el niño de la anciana daba saltos en el vientre materno.

¿Coincidencias?

Ambos nacimientos fueron anunciados por el Arcángel Gabriel.

Juan, hijo de Zacarías e Isabel, tiene como fecha de nacimiento el 24 de junio del año I a. c. Jesús, el de Nazareth, hijo de María y José tiene como fecha de nacimiento otro 24, el de diciembre, exactamente seis meses después.

Y como para que no queden dudas, son ellos los únicos a los que la Iglesia Católica celebra el natalicio. El 24 de junio nace Juan, El Bautista, y el 24 de diciembre nace Jesús, el de Nazareth. Ambos en solsticio. Ambos murieron martirizados.

Juan y Jesús
Juan bautizando a Jesús. Foto: Cortesía

El hijo de Zacarías nunca se consideró a sí mismo profeta, pero los estudiosos dicen que cumplió las profecías de Elías y que además predijo.

Siempre se refirió a sí mismo como alguien que clamaba en el desierto. No se refería al desierto geográfico. Se refería a la sequedad de almas y de fe en esos momentos en los que comenzó a predicar. Es considerado el último profeta del llamado Antiguo Testamento.

Como quiera que se le ubique, Juan, el hijo de Zacarías e Isabel, fue un precursor. Fue su tarea cuando se le ve desde la lectura cristiana, desde la religión. Un verdadero precursor, y más allá fue un ser humano con tal grado de convicción en relación con su tarea que desafió a todo el que se le puso por delante, en contra de su prédica.

No se pone de acuerdo la Iglesia con la historia ni con las evidencias, pero Juan el Bautista muere decapitado por causa de su fe y de su irreverencia para decir verdades. Su muerte fue, según el Vaticano, el 29 de agosto, entre el 31 y el 36 de la era cristiana. Sus restos reposan, según conclusiones de expertos, en Palestina. Otros afirman que están en Siria y otros que están en otras partes, como están igualmente sus reliquias.

Es patrono de muchos sitios, provincias, municipios y pueblos, de muchas ciudades y hasta de países como Jordania y Puerto Rico. En el escudo de Puerto Rico se lee: “Joannes Est Nomen Eius” (Juan es su nombre).

¿Y cómo se instaló en Venezuela?

A partir de ser España uno de los países donde más se venera a San Juan el Bautista, bien pudo llegar de la mano de los religiosos o con los mismos bárbaros conquistadores, dados a las fiestas patronales, abundantes cuando se trata de Juan en el país hispánico.

En Venezuela San Juan Bautista está vinculado a la afrovenezolanidad, al complejo mundo de quienes fueron arrancados a la fuerza de sus tierras natales y sometidos a toda suerte de humillaciones y atropellos en sus traslados y asentamientos en América. No solo es venerado por los afrovenezolanos y en la costa. Existen fiestas en su honor en algunos pueblos no costeros, como Altagracia de Orituco o San Juan de los Morros, donde además existe el inmenso monumento (20 metros de altura) a San Juan Bautista conocido como el “Sanjuanote”, creación del escultor Alejandro Colina.

En el estado Lara también se le celebra en Duaca, al igual que en poblados del estado Sucre interiorano como Yaguaraparo, y de costa como San Juan de las Galdonas. En Nueva Esparta, estado insular, existe un hermoso valle y pueblo con su nombre: San Juan Bautista. Es de hacer notar que en algunos lugares del país no se guarda la línea rítmica que caracteriza a los festejos costeros, sino que los pueblos lo cantan y bailan a sus maneras, con los instrumentos usuales. En las poblaciones costeras solo los tambores y en algunas zonas las maracas marcan la alegría y el compromiso de los devotos.

San Juan y la gente
Portando a San Juan. Foto: Cortesía

San Juan Bautista, como todos los santos de la Iglesia católica, fue “impuesto a los esclavizados” y también a los originarios del continente.

En diversos asentamientos, haciendas, plantaciones cada conglomerado humano esclavizado se las ingenió para preservar sus sistemas de creencias, sus oraciones, sus usos y costumbres, y su música. En esa complejidad de conocimientos y prácticas, Juan el Bautista fue asimilado y sus nuevos devotos proyectaron sobre él elementos de resistencia y de alegría, cada comunidad a su manera pero con algunos elementos comunes, siendo el tambor el más notorio y visible.

El santo de los católicos se transformó en la excusa perfecta para en su nombre dejar salir tanta represión emocional, tanta nostalgia por el lar nativo, tanta impotencia frente al amo explotador. San Juan dejó de ser el de los altares españoles para convertirse en el amigo de las casas y de las parrandas, en el argumento festivo de un pueblo que, como bien escribió el maestro músico Eduardo Serrano, canta cuando va a llorar.

Tanto en los toques y cantos a Juan el Bautista como en su ritual y albergue o residencia se tienen diversos matices.

Hay poblaciones donde San Juan es guardado en la Iglesia del pueblo, y hay poblaciones donde San Juan es custodiado y cuidado por una familia. Ambas formas conllevan ceremonias diferentes.

San Juan sale de templo
San Juan sale de la iglesia en brazos de los feligreses. Foto: Cortesía

En los pueblos con costa San Juan es llevado al mar. En los poblados donde hay ríos San Juan es llevado allí. Se trata de rememorar y cumplir de alguna manera el pasaje bíblico del bautizo de Jesús en el río Jordán por parte de Juan. En la festividad venezolana San Juan es llevado al agua para ser bautizado por el pueblo. Se dice que en ese momento el agua del río es bendecida. Los devotos guardan de esa agua ya bendita para tenerla en sus hogares. También es ese momento tan especial y mágico se hacen diversas peticiones al santo, quien, según dicen los devotos, es muy milagroso.

Otro detalle del agua y San Juan es la lluvia, el agua que cae del cielo en su día, y después cinco días más tarde, en la celebración de San Pedro. Siempre llueve porque precisamente comienza la temporada lluviosa (por lo menos en Venezuela). Si no llueve hay preocupación.

Hay vinculación con la fiesta de San Juan y la productividad, sea producción, siembra y cosecha en la tierra, o buena pesca en el mar.

Se le pide, y se le agradece. Es así desde hace más de 400 años cuando junto con el dolor y la resistencia se sembraron en nuestras tierras esas raíces que tanto tienen que decir y producir todavía por la infinita riqueza cultural de África y de los afrodescendientes.

Cierto es que lo propio del catolicismo también quedó posicionado, pero a la vista está que el sincretismo fue el proceso, rico y complejo, que le permitió a África reconocerse en América, usando el ingenio para desechar sin levantar sospechas. Es una maravilla generada por la necesidad cultural y ancestral de permanecer.

Repiques y magia

Todos los tambores resuenan en San Juan, como en ninguna otra celebración ni antes ni después del 24 de junio.

Tambores San Juan
Batería de tambores. Foto: Cortesía

El Tambor Mina, considerado tambor macho, retumba junto a su hembra, la Curbata. Es una pareja de tambores que tienen un solo parche.

El Mina es un tambor de llamado, un tambor colectivo, un tambor para muchos. La Curbata es un tambor de pata. Está también el Culo e puya por su forma cónica, como de reloj de arena. Son tres y tienen dos parches. Con ellos se rinde homenaje al Bautista y también con el tambor Cumaco. Maracas y Laures (palitos) complementan el cuadro sonoro.

Tambores San Juan
San Juan deviene fiesta del tambor. Foto: Cortesía

Muchos nombres están asociados al ritmo y al canto: Sirena, Sangueo, Malembe, Banderas, Pañuelos, Capitana, Padrinos, Madrinas, Cofradías, Sombrero… Todo responde a una memoria, a la transmisión de los valores y códigos de aquella religiosidad del ancestro, de aquella resistencia.

A celebrar

El rojo y el blanco predominan en la celebración. Es así en numerosos pueblos y colectivos. Colores de Batalla, y de Alegría.

Todo comienza en todas las zonas de celebración la noche del 23, que es cuando se adornan los altares y se prepara la fiesta, que comenzará en la mañana del 24 de junio cuando San Juan será sacado de las casas (en los lugares donde eso sea así) para ser llevado a la iglesia. Y cuando la misa culmina comienza la fiesta, con distintos ribetes según sea la zona. San Juan recorrerá cada pueblo para detenerse en cada casa de devoción a recibir tributos y a dispensar Bendiciones. “Alelelé alelelá/ San Juan no duerme temprano/ San Juan sale a parrandear”… “Si San Juan lo tiene/ San Juan se lo da”.

Tambores San Juan
“Alelelé alelelá/ San Juan no duerme temprano/ San Juan sale a parrandear”. Foto: Cortesía

La fiesta se multiplicará, así como el baile, la camaradería y la gastronomía. Los pueblos desplegarán todo el sistema adivinatorio que asocian a San Juan Bautista: desparramar un huevo dentro de un vaso con agua para, según la forma que tome, conocer el futuro inmediato, colocar agujas en un plato con agua y observar si se acercan o no para interpretar asuntos amorosos, cortarse el cabello para generar abundancia y belleza a la cabellera… En fin, que el Bautista da para eso y para más, y cuando su fiesta culmine se quitará el sombrero que tanto lo identifica con su pueblo y la aureola lo volverá a ratificar como santo en la iglesia.

Sea en los poblados del interior del país o en la propia capital venezolana, donde en varias parroquias también se le venera y se cumple su fiesta, se guardarán las banderas y desde ya se añorará el próximo sonido de los tambores, los tambores de San Juan.


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