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    Albert Schweitzer estableció un pequeño hospital en el poblado de Lambarena y logró ganar la confianza de los gaboneses.

Los gaboneses dieron ejemplo de gratitud y pusieron nuevamente sobre el tapete de la historia la vida y obra de Albert Schweitzer, el filósofo, teólogo, médico y músico quien, lleno de felicidad vital decidió compartirla sanando y educando a la entonces relegada nación africana.

Los pueblos se abrazan cuando hay una causa común que los une. Es así históricamente hablando. Y aunque, ciertamente las diferencias inciden, cuando es la gratitud la que se impone, no hay vuelta atrás: Hay el abrazo común por esa causa. Y esto aconteció maravillosamente en Gabón, África.

Lo contamos.

Contextualizando

Un presidente africano gobierna su país, pero dentro de éste territorio conviven decenas de pueblos que permanecen inalterables en sus formas particulares de gobierno local, lenguaje, religión y tradiciones.

En Gabón, habitada por un poco más de un millón de personas, los 42 pueblos que la conforman se unieron en un canto común para rendir homenaje a un 'Oganga' a un médico y músico alemán, que apostó por la solidaridad y la fraternidad. Los gaboneses dieron ejemplo de gratitud y pusieron nuevamente sobre el tapete de la historia la vida y obra de Albert Schweitzer, el filósofo, teólogo, médico y músico quien, lleno de felicidad vital decidió compartirla sanando y educando a la entonces relegada nación africana.

Schweitzer, quien llegó a ser director del Seminario y profesor de la Universidad de Estrasburgo, era también escritor y tratadista de música, y organista.

Nació el 14 de enero de 1875 en Kayserberg, Alsacia y Lorena, primero alemana, que terminó siendo de Francia, en el seno de una familia de sana vida y trayectoria musical. Su padre fue un pastor protestante y su hermana, Anne-Marie Schweitzer, fue la madre del conocido escritor y filósofo Jean-Paul Sartre. El viejo piano de su padre sirvió para que el joven comenzara su recorrido por la música, y su pasión por Johann Sebastian Bach.

La percepción feliz del mundo se le cambió un día cuando de visita en el pueblo de Kolmar vio la estatua del almirante Bruat, quien realizó conquistas coloniales para Francia. En la estatua, el almirante se yergue altivo, teniendo a sus pies, rendido y humillado, a un africano de expresión triste. Años después Schweitzer confesaría que en el semblante y la figura de ese ser humillado había la melodía que le tocó el corazón y lo movió a reflexionar acerca del desamparo de algunos pueblos. (Años después la estatua fue sustituida por algo menos oprobioso).

Siendo profesor de Teología se inscribió en la universidad de Estrasburgo para estudiar medicina, pues ya tenía en su corazón la idea de irse a África. Fue la primera vez que la universidad tuvo a un profesor como estudiante. Conoció a Elena Bresslau, destacada estudiante feminista y luchadora social, y compartió con ella el corazón, las ideas y la vida. Sería ella una de sus grandes ayudantes y recopiladora de todo el trabajo del doctor Schweitzer. Se embarcaron para África en 1913, obedeciendo a aquél impulso del alemán sentido en 1905 y compartido desde antes por su esposa. La tierra escogida para desparramar sus amores fue Gabón.

Reverenciar la vida

 

La gratitud

Fue una lucha tenaz para vencer los obstáculos, la naturaleza, las enfermedades, la resistencia de los franceses, la desconfianza de los negros, el clima, y la falta de recursos.

Albert Schweitzer estableció un pequeño hospital en el poblado de Lambarena y logró ganar la confianza de los gaboneses. Sentaba bases sólidas cuando, en 1917 el gobierno francés ordenó prisión y deportación para la pareja de médicos, (porque eran alemanes). Se salvaron luego de muchos meses de cautiverio porque alguien los canjeó en Suiza. Regresaron a Alemania y ahí nació la hija, Rhena.

Fue invitado a ofrecer conciertos y renació en él la idea de regresar a la aldea africana de sus afectos, Lambarena, para, con lo obtenido por ejecutar música de Bach, ayudar a reconstruir lo que seguramente había vuelto a ser devorado por la selva y el olvido. Y así fue. Regresó a Gabón en 1924.

Lambarena volvía a contar con el "oganga" blanco que aliviaba sus dolores. Varios europeos y americanos de paso por África supieron de su labor y colaboraron con él mientras pudieron, además de comunicar al mundo la proeza de aquél doctor y su esposa. Schweitzer pudo hacer nacer de nuevo la aldea hospital de Lambarena en 1927, teniendo el sitio hasta un modesto piso de madera. Los gaboneses se sentían felices y el médico recibía colaboraciones desde varios países de Europa, sin incluir, por supuesto, a Francia.

Volvió al viejo continente para dar conciertos y conferencias (Con las cuales recogía dinero para su causa), y para buscar a su familia, la cual estuvo poco tiempo en Lambarena ya que Elena presentaba problemas de salud.

Cuando la Segunda Guerra Mundial se desencadenó, el médico de los leprosos logró mantener su leprosario, y además mantuvo a Lambarena fuera del alcance de los litigios.

Bach to África

 

En 1948 regresó a Europa y viajó por primera vez a América. Lo invitaron y él todavía no tenía noción clara del alcance mundial de su obra apostólica.

Chicago lo recibió en medio de una gran apoteosis periodística y colectiva (una inmensa multitud lo esperó en el aeropuerto). Schweitzer no sabía que su trabajo era conocido y causaba admiración en todo el mundo.

En 1952 obtuvo el Premio Nobel de la Paz por Lambarena, por la felicidad dada a otros, Por su concepto de reverenciar la vida por encima de todo, por la música de Bach incorporada a los actos de su vida ejemplar. Y con su premio, Schweitzer regresó a Gabón diciendo: "Cuando yo muera, el que quiera asistir a mi entierro tendrá que trasladarse a Lambarena". Y en el leprosario de ese pueblo murió el 4 de septiembre de 1965.

El disco

"Lambarena: Bach to África" surgió de la idea de la productora francesa, además defensora de las causas africanas Mariella Bertheas, y la fundación Espacio Africano, uniendo los elementos vitales de Schweitzer: La música de Bach y los ritmos y melodías de Gabón, así como las sonoridades de la selva amada del médico alemán. El proyecto, que sigue manteniendo vigencia y notoriedad, se concretó hacia 1993, para el sello Sony Clásico, de París.

Para la labor discográfica se unieron Hughes de Courson, compositor y productor francés, quien trabajó la estructura clásica del disco y Pierre Akendengué, filósofo y guitarrista de Gabón, quien trabajó las armonías de los 42 pueblos que conforman esa nación africana.

Después de meses de preparación, los 10 conjuntos de música del Gabón que Pierre Akendengué escogió para que participaran en Lambarena viajaron a París para reunirse por casi 100 días en el estudio con ejecutantes de música clásica occidentales así como con los músicos argentinos del tango y jazz Osvaldo Cala y Tomás Gubitsch y con los percusionistas Sami Atema y Nana Vasconcelos, de Brasil.

El resultado fue un fascinante sonido, más que sonido, un tejido que enlaza voces y cantos de Gabón con la academia de Bach, y se cobija con el trino de las aves, y el susurro de los árboles, y las gargantas infantiles de Lambarena, todo en homenaje eterno al inolvidable 'Oganga'.

“Lambarena”

 

Frases de Schweitzer:

*No hay mayor religión que la ayuda humanitaria. Trabajar por el bien común es el mayor credo.

*Debemos luchar contra el espíritu inconsciente de crueldad con que tratamos a los animales. Los animales sufren tanto como nosotros. La verdadera humanidad no nos permite imponer tal sufrimiento en ellos. Es nuestro deber hacer que el mundo entero lo reconozca. Hasta que extendamos nuestro círculo de compasión a todos los seres vivos, la humanidad no hallará la paz.

*La bondad puede hacer mucho. Como el sol que derrite el hielo, la bondad evapora los malentendidos, la desconfianza y la hostilidad.

*Dar el ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.

*La edad arruga la piel pero renunciar al entusiasmo arruga el alma.

*Vivimos en una época peligrosa. El ser humano ha aprendido a dominar la naturaleza mucho antes de haber aprendido a dominarse a sí mismo.

Gabón

 

"Lambarena" nos ayuda a que el alma cante, y a que la luz sea siempre luz para que las historias que hacen y han hecho hombres como Albert Schweitzer no sólo no pasen al olvido, sino que sean caja de resonancia de los más nobles sentimientos de amor y solidaridad.

Con Schweitzer hubo también Un Nobel Para Bach y otro para Lambarena, el pueblo hecho música de gratitud para que ella recorra el mundo con amor.


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