El título pareciera deslizarse o tomarse entre jactancioso y escandaloso; más si nos atenemos a la actual realidad mundial en estado catatónico complejo, peligroso y desafiante, veremos que algo o mucho de acertado hay en la propuesta titular.
Comencemos: El poder hegemónico imperial aplicado a la humanidad por la cofradía de estados y corporaciones mercantilistas, a la que se adosan las corporaciones mediáticas, ha fijado como objetivo supremo permanente, y a perpetuidad, la imposición del modelo capitalista neoliberal. EEUU es cabeza dominante a la que se le subordinan una serie de potencias segundonas.
La propuesta imperial se subsume en pocos objetivos pero potencialmente muy remunerativos e igualmente irrenunciables: el dominio del comercio mundial, la energía y las finanzas por parte de las potencias occidentales. Para ello requieren, insoslayablemente, de la inexistencia de la multipolaridad. Ello implica destruir o impedir la aparición de factores contrapuestos a la visión capitalista depredadora dominante.
Para tales efectos, a occidente le resulta una meta obligatoria detener y destruir los descomunales proyectos que comienzan a dibujarse mediante la alianza de influyentes y poderosos Estados, en especial dos: La federación Rusa y la República Popular China. Dos importantísimos factores/objetivos de los países hegemónicos consisten en detener el despliegue de esas dos nuevas e inesperadas potencias en los predios considerados como santuarios de dominio exclusivo por parte de Estados Unidos y sus aliados incondicionales.
La Ruta de la Seda; el Petroyuan; la alianza Rusia-China para surtir descomunales cantidades de gas a la potencia asiática. La presencia activa de ambos países en el continente africano y Latinoamérica. El resurgimiento de Rusia como potencia militar; la emergencia de China como gran potencia económica. La poderosa respuesta de China a los EEUU en materia comercial y un conjunto de iniciativas de todo orden fuera de las fronteras y del dominio occidental han comenzado a equilibrar el estado de situación geopolítico mundial y esto trasluce, en cierto sentido, el declive del concepto monopolar.
Para destruir las bases de la multipolaridad, occidente se ha propuesto detener a Rusia, China, incluyendo en este objetivo a la República Islámica de Irán y la República Popular de Corea. A la luz de las realidades y del convulso clima prebélico global, la única opción disponible es el detonar un tercer gran conflicto mundial. Para ello necesitan formidables cantidades de petróleo, que hoy, a diferencia de la segunda guerra mundial, no están disponibles.
Los Estados Unidos necesitan asegurar su provisión interna y en esta meta, los yacimientos del Golfo de México no alcanzan. 50 mil millones de barriles en yacimientos en las costas usamericanas y mexicanas es una cantidad insignificante ante una necesidad bélica de más de 300 mil millones. En el otro extremo del Atlántico, para una confrontación global, Europa necesitaría una reserva superior a los 200 mil millones en yacimientos y sabemos que esas reservas, en el Mar del Norte alcanzó un zenit de producción en la década de los años noventa y a partir de entonces ha estado en un declive sostenido.
También las torpezas geopolíticas de occidente han retrotraído su influencia sobre los ricos yacimientos en Medio Oriente y el Magreb . La destrucción de los Estados en Irak y Libia respectivamente, se ha convertido en un boomerang que golpea los intereses de las potencias. Misiles rusos, chinos y coreanos barrerían las refinerías en Europa y Medio Oriente en un tris.
Vistas así las cosas, el único gran yacimiento del planeta situado fuera de la convulsa zona meso oriental, del cual pudieran surtirse Washington y sus aliados se encuentran en Venezuela. Pero, bien sabemos que rige en el país bolivariano un proyecto de independencia y soberanía, no disponible para energizar las carnicerías fomentadas históricamente por la alianza USA/Europa.
Para acceder con dominio pleno sobre los yacimientos venezolanos, las potencias occidentales requieren deponer al Presidente Maduro y arrasar con el proyecto político de Hugo Chávez, haciendo imposible el retorno de la opción socialista al poder y en consecuencia, la imposibilidad de ejercicio soberano sobre los yacimientos.
Es de Perogrullo afirmar, que el acuerdo de entrega del petróleo venezolano a Estados Unidos y Europa ha sido acordado con los personajes que conforman la ultraderecha nacional. Sólo la torpeza de los líderes neoconservadores y la tozuda y digna respuesta de Nicolás Maduro y de las clases populares ha impedido tal atropello. Y mientras persista y domine una clara conciencia nacional, respecto que el petróleo es nuestro, será muy difícil para los Estados Unidos y las potencias segundonas detonar el tercer gran conflicto.
Arévalo Méndez Romero
Embajador de la República Bolivariana de Venezuela en Chile