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Lula fue juzgado por supuestos actos de corrupción durante su gobierno

Lula fue juzgado por supuestos actos de corrupción durante su gobierno

Publicado 3 abril 2018



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La expectativa por si Lula irá la cárcel y podrá ser o no candidato presidencial imprime a estas semanas una intensidad política destacada. Se percibe en las calles, en los medios, en las instituciones y en otras formas de la dialéctica social; con los signos preocupantes que estas circunstancias traen consigo.

En el capítulo sureño de su caravana por el país, Lula continuó recibiendo el apoyo caluroso de miles de brasileños y brasileñas, logrando resignificar las diferentes escenas políticas locales (aunque sea por unas horas). En compañía de los liderazgos sociales y políticos de la región, el ejercicio de concientización y lectura histórica que Lula propone en cada acto – sea del tamaño que el distrito lo permita- siguió avanzando, aunque en este caso se encontró con respuestas organizadas que, por el grado de agresividad, pusieron las circunstancias políticas en otro nivel. Los disparos que el martes impactaron sobre los micros de la caravana  – de dos calibres diferentes, provenientes de ambos lados de la carretera, juntos con piedras y otros objetos – son elocuentes de un estado de tensión que, en aumento, promete no relajarse por lo menos hasta el próximo 4 de abril, que es cuando el Supremo Tribunal Federal (STF) indique si le concede o no a Lula la posibilidad de esperar las apelaciones a la sentencia recibida en libertad, tal como lo indica la Constitución; una Constitución vigente, promulgada en 1988, que viene siendo inobservada y alterada en diversos aspectos nodales de su alcance.

Investigación Lava Jato y antilulismo

Un determinado clima ideológico se construye en diferentes tiempos, desde múltiples voces, teniendo en cuenta varios factores y principios de narración, de la coyuntura y de la historia. La combinación de estos elementos es lo que hace que ciertos momentos sean, en principio, más intensos que otros y, al parecer, más  (dramáticamente) decisivos e importantes que otros. Pues bien, Brasil está pasando por uno de estos momentos ( un ciclo abierto desde el derrocamiento de Dilma Rousseff en 2016). La expectativa por si Lula irá la cárcel y podrá ser o no candidato presidencial imprime a estas semanas una intensidad política destacada. Se percibe en las calles, en los medios, en las instituciones y en otras formas de la dialéctica social; con los signos preocupantes que estas circunstancias traen consigo.

Por ejemplo, en Francisco Beltrao, una pequeña ciudad del Estado de Paraná de no más de 80.000 habitantes, los organizadores del acto anti caravana de Lula (MBL y Vem Pra Rua) contrataron una especial “seguridad” de casi veinte personas – vestidos de negro (cuando no)- para que los “acompañaran” durante sus acciones de rechazo, incorporando a las movilizaciones callejeras un elemento que, como antecedente, es preocupante. O como el periodista de O Globo y Veja, Ricardo Noblat, que por primera vez y de forma nada inocente aseguró hace unos días por las redes sociales que “según algunos ministros” – su fuente de información –  las elecciones de este año no están plenamente garantizadas, un rumor que vuelve a aparecer, esta vez, de la mano de un periodista del principal grupo comunicacional del país. O la senadora Ana Amelia Lemos, que en su condición de “mujer gaucha”, defendió las agresiones a Lula en el sur del país como “muestra de carácter” ciudadano. O como el general (retirado) Antonio Hamilton Mourao – a cuya ceremonia de retiro de este año fueron los principales nombres de las FFAA, como el propio Comandante del Ejército, E. Villa Boas – que se declaró “avergonzado” por la decisión del Supremo Tribunal Federal (STF) de posponer hasta el 4 de abril la definición sobre el hábeas corpus de Lula y lanzó, de forma un tanto amenazadora, que “hay que tener cuidado con la ira de las legiones”.

Un cuadro político recalcitrante, fascistizado, que coincide curiosamente – o no- con el lanzamiento reciente de la serie de Netflix “O Mecanismo”, que versa sobre la investigación Lava-Jato y se sobrepasa en anacronismos, alteraciones malintencionadas y todo tipo de ridiculizaciones a Lula, a Dilma Rousseff y al Partido dos Trabalhadores en general. Era el tipo de propaganda que faltaba, el de la narrativa serial, contemporánea, globalizada. Todos los otros caminos de construcción interpretativa y de imaginarios ya habían sido testeados y utilizados… había que seguir explorando. Es que ningún flanco puede ser descubierto en la tarea: está en juego la construcción de la subjetividad, los valores y la ciudadanía que permitan asentar el proyecto capitalista que se está tratando de instalar en el país, con mayor determinación, desde que se planteó el impeachment a Dilma Rousseff. No es sólo es la figura de Lula la que hay que barrer del mapa de las opciones políticas: es la sociedad que puede eventualmente llegar a diseñar en una potencial presidencia suya.

Es que las circunstancias aún están en disputa en Brasil. Pese a la seguidilla de años de brutal ejercicio de expoliación suprerentística vía transferencia de valorización financiera, y habiendo caído las tasas de interés de referencia a sus mínimos históricos en los últimos meses, como parte de una estrategia de reorganización sistémica de los actores capitalistas (no por un supuesto interés “nacional” del Gobierno de M. Temer), todavía hay una economía que no se estabiliza: una industria que cayó un 2,4 % en enero, un sector servicios que cayó un 1,9 % y una situación social muy preocupante. La incertidumbre está en todos los planos. Y se profundizará si el 4 de abril el Supremo Tribunal Federal (STF) decide que Lula vaya a prisión, no habiéndose agotadas todas las instancias judiciales: el único motivo concreto que pareciera que sustentó la interpretación del entonces ministro del Supremo Teorí Zavascki, en el 2016, para determinar las prisiones en segunda instancia fue que esto posibilitaba contar con una masa de condenados “colaboradores” para la Investigación Lava Jato. Sobre esa jurisprudencia es que se definirá el próximo 4 de abril; nunca es tarde recordarlo: Teorí Zavascki murió en un extraño accidente en enero del 2017.

Este artículo fue publicado en Celag


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