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El peligro de normalizar (institucionalizar) la violencia y el racismo en Bolivia

| Foto: Reuters

Publicado 22 noviembre 2019



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Ahora esta derecha fascista quiere utilizar los mecanismos de la democracia para normalizar la violencia y el racismo que ha estado en la base de la estrategia golpista, dando lugar, ahora sí, a una autentica dictadura. 

Rosa Luxemburgo escribió que «la dictadura consiste en el modo en que la democracia se utiliza y no en su abolición», no tanto refiriéndose a que la democraciafuera un marco vacío a disposición de diversos agentes políticos, sino más bien que en su marco procedimental vacío había un “sesgo de clase”.

Cuando Evo Morales llegó al poder en el año 2006 por medio de las elecciones, intentó «cambiar las reglas», o más bien la lógica del espacio político (basarse directamente en el poder de los movimientos sociales que se habían movilizado, plantear diversas formas de auto-organización local, etc.); es decir que actuó conforme a una intuición correcta sobre el «sesgo de clase» de la democracia para garantizar la hegemonía de sus bases. 

Aunque Evo Morales interactúa con muchos agentes y movimientos sociales que lo apoyan, es obvio que su gobierno ha dado la máxima importancia a los vínculos que los unen con los desposeídos, con el mundo campesino e indígena; Evo es su presidente, ellos son la fuerza hegemónica que hay detrás de su poder y, aunque respeta el proceso democrático electoral, está claro que su compromiso fundamental y su fuente de legitimación radica en su relación privilegiada con los pobres.

En Bolivia sería un error creer que la forma en la que la clase media se relaciona con la política es aquella que plantea que está en contra de la politización, que solo le interesa mantener su modo de vida, el famoso “que le dejen trabajar y vivir en paz”, razón por la cual tiende a apoyar los golpes autoritarios. Es un error, o ha sido un error mirar a la clase media tradicional y emergente (menos aún a la oligarquía del país) solo desde un prisma economicista.

Por un lado, la clase media tradicional ha vivido los últimos 13 años de mandato de Evo Morales como un goteo incesante en la frente que ha terminado por hacer desaparecer su “paciencia”. Cada elección que ha ganado Evo Morales, y no sólo el conflicto a partir del Referéndum del 21 de febrero de 2016, ha ido llevando al país hasta lo que estamos viviendo hoy en día.

Antes de las elecciones del 20 de octubre las miradas más optimistas (ingenuamente optimistas podemos decir ahora) pensaban que la victoria de Evo Morales estaría también basada en el enriquecimiento, conseguido durante el proceso de cambio, por los grandes empresarios cruceños (oligarquía) y en el funcionariado que quería mantener su puesto de trabajo (parte de la clase media emergente).

Para la oligarquía cruceña enriquecerse durante el gobierno de Evo Morales era sin duda alguna una buena forma de esperar a que su oportunidad (la que le corresponde por, ahora sabemos, derecho divino) llegara, esto mismo se puede aplicar a las FF.AA. que nunca han vivido un periodo de mayor enriquecimiento por parte de sus altos mandos. 

Parece que se nos congeló la memoria histórica, se nos olvidó que la oligarquía jamás legitimará un gobierno popular indígena. Por ese racismo atávico que la caracteriza y marca su sentido común, creen que solo ellos están legitimados para gobernar el país, no necesitan sentirse respaldados por el pueblo ya que piensan que tienen el privilegio de poseer la verdad y de aquí a la violencia y el fanatismo, como lamentablemente hemos comprobado, no hay ni medio paso.  Pero existe otra razón que no debemos perder de vista, ya dijo Lenin que la propia forma del Estado democrático-burgués, la soberanía de su poder en sus presupuestos político-ideológicos, entraña una lógica «burguesa». Entonces, un gobierno popular indígena siempre será considerado como un usurpador que ocupa un espacio de poder que no le pertenece ni le pertenecerá nunca. 

Por eso era fundamental cambiar la lógica del espacio político e institucional, reinventar la democracia y construir instituciones con identidad propia, esto era la revolución democrática y cultural, y esto también era una amenaza mortal ya que al intentar cambiar no las reglas sino todo el campo político del país entonces, ¿a qué papel quedaba reducida la oligarquía del país? Por eso la derecha habla de dictadura, habla del tirano que representa a satanás, porque les despojó de ese derecho que ellos consideran natural (y divino) de gobernar.

En el caso de las FFAA esos “vigilantes de la historia” como los llamaba Zavaleta, que siempre creen que tienen que intervenir para cambiarla (bajo la doctrina Dios-Patria-Hogar), pues según ellos es su deber, jugaron con símbolos que desprecian y entonaron consignas en las que no creen ni creerán jamás.

Ahora esta derecha fascista quiere utilizar los mecanismos de la democracia (convocar a elecciones supuestamente legales probablemente por decreto) para normalizar la violencia y el racismo que ha estado en la base de la estrategia golpista, dando lugar, ahora sí, a una autentica dictadura. 

Leí, un mes antes de las elecciones del 20 de octubre, un artículo de un periodista boliviano que hablaba de un cambio de ciclo en la vida política del país, concretamente se refería al paso del monopartidismo al multipartidismo que, según el articulista, no se iba a querer dar por parte del gobierno del MAS.  Ante esto, aconsejaba, además, recordar las elecciones de 1978 en relación al peligro de fraude electoral que se podía dar cómo se dio en aquella época. Establecía así un paralelismo entre el fraude que hubo ante un cambio de ciclo que no se quiso dar en el país en el 78 (concretamente el paso de la dictadura a la democracia) y la crisis que preveía por un posible fraude en las elecciones del 20 de octubre (por la resistencia a dar el paso del monopartidismo al multipartidismo).

Pero parece que la comparación entre los dos momentos históricos va por otro lado. En el año 78, el objetivo de las elecciones era el reconocimiento “formal” de la dictadura de Banzer representada por el general Pereda. Aunque la Corte Electoral decretó nulidad de elecciones (recordemos que los asientos electorales del área rural estaban sitiados por los militares, sólo había la papeleta oficialista, etc…) el golpe de Estado llegó de la mano de los oficialistas, la UNP (Unión Nacionalista del Pueblo) que contaba con el apoyo del Estado y las FFAA.

Ahora de igual manera, después del golpe cívico, policial y militar que se sigue viviendo en el país, el gobierno de facto de la Sra. Añez, quiere convocar elecciones, copando todo el aparato estatal, con el objetivo de lograr un reconocimiento “formal” de una dictadura (qué es sino la imposición de un orden basado en la violencia y el racismo) a través del procedimiento democrático del sufragio. Entonces, esta forma de actuar ya es conocida en el país y era propia de las dictaduras militares.

Por tanto, se equivocó el articulista al pensar que la derecha quería e iba intentar protagonizar ese cambio de ciclo hacia el multipartidismo. Nada más lejos de la realidad. Lo que quiere es imponer un nuevo orden dictatorial a través de un uso ilegal e inconstitucional de mecanismos democráticos. La derecha de este país carece de la necesaria cultura democrática (entender la democracia como un proyecto inclusivo) para plantear semejante cambio de ciclo, de hecho, nos ha empujado en realidad al tiempo de las cavernas políticas respondiendo, más bien, a las determinaciones de los cabildos cruceños liderados por el fanático religioso y fascista Camacho.  Así, mientras escribo este artículo ya se habla de cómo, de cara a las próximas elecciones, se va desdibujando la candidatura de Carlos de Mesa (Comunidad Ciudadana) y se va fortaleciendo la más radical de Ortiz del partido Bolivia Dijo No-BDN- (con el apoyo de Camacho). 

Las crisis como esta que vivimos en Bolivia tienen una característica que nos puede ayudar a seguir adelante con más conciencia de cómo son los diversos agentes políticos y sociales que existen, y esto porque las crisis visibilizan muchas cosas, muestran verdaderas caras, esclarecen aspectos del pasado y nos pueden ayudar a pensar que en lugar de creer que el futuro sigue abierto, ahora que estamos en la catástrofe, ese destino, que, en realidad ya estaba dictado y para el cual no nos preparamos, se puede afrontar con renovadas herramientas de trabajo social y político en el país, todo ello para estar a la altura de un pueblo que, una vez más, está dando la vida por sus derechos y por su dignidad.


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