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García Márquez abogaba por una América Latina que “no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío".

García Márquez abogaba por una América Latina que “no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío". | Foto: Centro Gabo

Publicado 21 octubre 2021



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Su propuesta de integración va a lo novedoso, a la creación de un socialismo diferente, autóctono, que una idiosincrasia y sueños.

A 39 años de distancia con la entrega del Premio Nobel de Literatura al escritor, guionista, editor y periodista colombiano Gabriel García Márquez, las letras latinoamericanas recuerdan a quien entonces fuera homenajeado “por sus novelas y cuentos donde lo fantástico y lo real se funden en una compleja riqueza de un universo poético que refleja la vida y los conflictos de un continente”.

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El aporte del primer Nobel de Literatura colombiano y el cuarto escritor latinoamericano en recibirlo, trasciende la literatura y el fortalecimiento de la cultura, y se convierte en una suerte de predicador de las realidades de América Latina, cuya pluma enseñó una región profunda, con imágenes, anhelos y verdades.

Rescatista de la fuerza de la memoria histórica como parte esencial del ser latinoamericano, su realismo mágico fue reflejo del sentir de la América toda.

Para el expresidente de Chile, Ricardo Lagos, quien tuvo “el privilegio de conversar con él en diversas ocasiones”, el aporte de García Márquez radica en haber contribuido a dar forma a la integración latinoamericana. “La integración desde una identidad común donde un libro, una canción o un poema nos hacen ser parte de un todo”.

Explica Lagos que García Márquez buscó siempre “una integración que, desde la política aún es tarea pendiente”, pero es allí donde su creatividad “indica el camino a seguir, para tener mejores políticas, profundizando y conociendo más las cosas nuestras, con su dosis de magia y realidad”.

Unidad, identidad e integración en Gabo

De acuerdo con el director de la Edición Online del Consejo de Asuntos Económicos y Financieros (Ecofin), José Luis Zunni, García Márquez es la representación viva de Latinoamérica, pues su “estilo narrativo llano y entretenido, no deja de encerrar las complejas realidades de una cultura latina, con sus luces y sombras, pero que ha hecho de aquella gran región, un continente impar”.

Para Zunni, el mérito de Gabo es haber hecho comprender al “gran público” europeo y sajón en general, para luego a todo el orbe y en casi todos los idiomas, qué es Latinoamérica y por qué siente como siente.

“Es haber enseñado como la mejor manera de triunfar en algo, no es renegando de sus raíces. Un claro síntoma de todo buen líder. No avergonzarse ni por la pobreza ni otras calamidades que haya tenido que padecer ni el que escribe ni el pueblo que representa”, advierte Zunni.

Así, García Márquez se convirtió en un ente exportador de las letras latinoamericanas y su cultura. Un representante del concepto “identidad” al ahondar en el significado para un latinoamericano del amor, la familia, su historia y su pueblo.

Como dijera el propio García Márquez, “la historia de América Latina es la suma de esfuerzos desmesurados e inútiles y de dramas condenados al olvido”.

Por ello, sus letras proponen un viaje al interior de las más profundas raíces mestizas, en una especie de autoencuentro.

Su propuesta de integración va a lo novedoso, a la creación de un socialismo diferente, autóctono, sin copias de modelos y que una idiosincrasia y sueños.

Y así lo refería, cuando explicaba que su convicción “es que tenemos que inventar soluciones nuestras, en las cuales se aprovechen hasta donde sea posible las que otros continentes han logrado a través de una historia larga y accidentada, pero sin tratar de copiarlas de un modo mecánico, que es lo que hemos hecho hasta ahora, al final, sin remedio, esa será una forma propia de socialismo”.

Una propuesta de unidad política y de cosmovisión que condujera, ineludiblemente, a la felicidad e integración. A una América Latina que “no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental”, como explicara durante su discurso de aceptación del Premio Nobel, en 1982.

La existencia de América Latina

El 28 de marzo de 1995, en Contadora, Panamá, decía Gabo que el destino de la idea bolivariana de la integración parecía cada vez más sembrado de dudas, salvo en las artes y las letras, que avanzan en la integración cultural por su cuenta y riesgo.

“Cuando la integración política y económica se cumplan, y así será, la integración cultural será un hecho irreversible desde tiempo atrás. Inclusive en los Estados Unidos, que se gastan enormes fortunas en penetración cultural, mientras que nosotros, sin gastar un centavo, les estamos cambiando el idioma, la comida, la música, la educación, las formas de vivir, el amor. Es decir, lo más importante de la vida: la cultura”, afirmaba el Nobel colombiano.

Quien aseguraba que los latinoamericanos nos atrevemos a más, que somos en realidad sacos llenos de cosas inéditas y sorprendentes, defendía la existencia de una América Latina singular y diversa.

Latinoamericanos que cada vez se parecían “más a nosotros mismos. Cada vez imitamos menos. Eso hace parte del proceso de búsqueda de nuestra propia identidad”.

 

Por ello, como afirmara hace 26 años desde Panamá, no hay dudas de que América Latina existe. “Tal vez su destino edípico sea seguir buscando para siempre su identidad, lo cual será un sino creativo que nos haría distintos ante el mundo. Maltrecha y dispersa, y todavía sin terminar, y siempre en busca de una ética de la vida, la América Latina existe. ¿La prueba? (…) pensamos, luego existimos”.


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