La flor de Cempasúchil es protagonista de los altares y rituales mexicanos en honor a los difuntos.
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La flor de Cempasúchil es originaria de México y su nombre proviene del náhuatl cempoalxóchitl, que significa veinte flores.
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Posee diferentes nombres entre los que se encuentran Flor de muerto, Cempasochil, Cempoal, Flor de cempoal, Flor de difunto, Flor de niño, y Veinte flores.
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Junto con el pan de muerto y las calaveritas de azúcar, la flor de Cempasúchil es un elemento tradicional del día de muertos, y se emplea en el adorno de los altares dedicados a los fieles difuntos.
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Sus pétalos pueden ir desde el amarillo hasta el naranja y representaban para los antiguos mexicas el Sol, por lo que al adornar las tumbas consideraban que guardaban la tibieza del día.
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De acuerdo con el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas de México, existen unas 30 variedades de esta flor, algunas de ellas con combinaciones de colores como la tagetes patula, que tiene las puntas amarillas y el centro naranja.
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Es muy aromática y según la tradición su olor y sus pétalos guían a los muertos por el camino hacia la ofrenda para que aquellas almas que regresan no se pierdan.
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Además de su belleza se le emplea en la medicina natural y tradicional, pues ayuda a mejorar los cólicos estomacales, la eliminación de parásitos intestinales, algunas infecciones de las vías respiratorias y afecciones dermatológicas como llagas o salpullidos.
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Con la industrialización de la flor de Cempasúchil su producción supera las más de 13.900 toneladas anuales.
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Su cultivo dentro de México se concentra fundamentalmente en los estados de Oaxaca, Guerrero, Hidalgo, Morelos, Estado de México, San Luis Potosí, Tlaxcala y Durango.
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Esta flor dura más tiempo si se le coloca en el florero sin agua, pues al agregarle mucha agua el tallo puede podrirse. Al irse secando lentamente, sus pétalos soltarán un olor más rico.
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