Honduras: tres meses hacia la crucifixión del pueblo | Blog | teleSUR
31 julio 2016
Honduras: tres meses hacia la crucifixión del pueblo

Entender el fenómeno político hondureño es bastante difícil para el observador externo, pero la peor parte se la lleva el ciudadano común de este país que no alcanza a captar las razones que lo motivan a opinar sobre asuntos a los que es llevado mediante una manipulación sin precedentes. Destruir el incipiente proyecto emancipador iniciado con mucha esperanza hace siete años como resistencia al golpe de estado militar, ha sido un objetivo invariable de la clase dominante local, que hoy impone como tema de agenda la reelección presidencial, aunque su plan es totalmente diferente.

Mucho de esta lucha, en esta coyuntura especial de cuatro meses, depende directamente de la capacidad de la militancia de LIBRE de cuestionar la dirección de algunos dirigentes que se empeñan en un discurso gastado.

El golpe de Estado fraccionó severamente el bipartidismo que se encargó por treinta años de sujetar a Honduras a la ruta neoliberal del Consenso de Washington, desde entonces, la tarea permanente de la manipulación hegemónica ha sido restablecer la “gobernabilidad” mediante pactos y acuerdos que garanticen la continuidad del modelo económico y consoliden la impunidad para los miembros del Partido Nacional de Honduras y del Partido Liberal de Honduras, cuyas cúpulas han depredado los recursos de este pobre país por más de un siglo.

Diríamos que uno de los logros más importantes de la campaña mediática ha sido borrar por completo de la mente de los hondureños su capacidad de asombro. Con una agenda de noticiosa llena de exabruptos, cargada de reportes escandalosos sobre violencia, inseguridad, corrupción y política local, la sociedad se encuentra literalmente ciega frente a los problemas que la aquejan. Poco a poco, ha ido acallándose la causa de refundar el país, mediante una Asamblea Nacional Constituyente, propuesta que animo por años el imaginario colectivo de la resistencia popular y del Partido LIBRE.

Después de agotar una y otra vez la movilización social como mecanismo pasivo (no pacífico) de protesta, el sistema ha demostrado que es inmune totalmente a las expresiones “controladas” de descontento. De hecho, es muy significativo que un régimen que inicio su gestión utilizando la más brutal represión, prácticamente observa complacido como en gran orden se movilizan sus agobiados opositores. La única acción represiva sostenida con toda brutalidad ha sido dirigida contra el movimiento estudiantil universitario, que demostraba ser un peligro para el régimen, en virtud de su autonomía, su nivel de organización, y la dificultad que tiene el estado para sabotearlo desde adentro.

Como es lógico suponer, la vista complaciente del gobierno no es causal; al contrario, tiene una razón de ser, y está respaldada por un plan que hoy desactiva toda posibilidad de oposición real, justamente, a través de la “tolerancia” a múltiples ensayos de “indignación”. Esto lo pusieron a prueba el año anterior, luego de la misma inteligencia norteamericana basada en Honduras, cooptara el movimiento de los indignados. Para ese entonces, ya se estaba reemplazando en el imaginario colectivo la idea de la Asamblea Nacional Constituyente y la convicción antisistema por algo más sencillo y fácil de manipular: la indignación.

En un proceso para nada sutil, y una vez que se marginaron ideas más concretas de emancipación, ha sido fácil trasladar todo el descontento hacia el tema de la reelección presidencial. Este asunto ha permitido permear la mente de la otrora resistencia, que ahora confundida se mezcla en un amasijo más controlado que llama oposición (un término mucho más ligero y menos combativo). Ya la anti corrupción ha sido relegada a segundo plano, hasta que sea útil de nuevo.

En el contexto, se discuten cuestiones centrales que son absolutamente relativizadas hacia el campo electoral, lo que oculta con mucha eficacia el plan concreto y definitivo que radica en terminar la tarea de desterrar de la mente de la sociedad cualquier anhelo por un país diferente. Para este fin, el sistema ha recurrido a resucitar viejos cadáveres políticos, y a enredar todo lo que puede. Por ejemplo, el general Romeo Vásquez Velásquez, ejecutor del Golpe de Estado de 2009, y responsable de la violenta represión contra la resistencia popular, hoy marcha al lado de sus víctimas y estas lo ven con júbilo. Nadie alcanza a preguntarse la razón por la que el régimen de Juan Hernández rehabilitó el Partido Político del General sin que tuviera caudal necesario para conseguir siquiera un diputado en las elecciones de 2013.

El calendario se ha vuelto un enemigo mortal de la causa del pueblo hondureño. Mediante un asunto, la reelección, han logrado que parte de la militancia de LIBRE haya pasado de asociar la figura del presidente José Manuel Zelaya Rosales con las causas más nobles, a colocarlo en el papel de cómplice de un crimen, silenciosa comparsa de Juan Hernández, ambicioso e inescrupuloso, y muchos adjetivos más que se utilizan a diario en una construcción ideológica que va dirigida a una clase media que no es capaz de asimilar los golpes reales y contundentes del régimen contra su calidad de vida.

Bajo el fuego constante de una crítica interna mal intencionada y amorfa que solo propone cerrar los ojos sin ser actor político, entran en juego otros personajes a fingir oposición. Entre ellos el más significativo, la cúpula del Partido Liberal de Honduras, que pretendiendo ser miembro abanderado contra la “reelección”, sabotea todo intento unificar una agenda de lucha contra el régimen.

Claro está, existen varias razones para que la cúpula del Partido Liberal apueste por la destrucción del liderazgo de su antiguo presidente Zelaya Rosales. La primera, muy evidente, es que su asociación con el Partido Nacional, constante e inalterada desde 2009, garantiza la continuidad del modelo que ellos han impulsado, y, quizá de lo más importante, les proporciona el cómodo cobijo de la impunidad, a los múltiples crímenes que históricamente han cometido. No es extraño que ellos se hayan incorporado a la constitución de una Corte Suprema de Justicia eminentemente bipartidista.

El otro cálculo de la cúpula liberal, es que, muerto el Partido LIBRE y el liderazgo de Zelaya, ellos automáticamente recuperarían el status de “la otra pieza del bipartidismo”, que por el momento no existen en el ámbito electoral. No es casual que esta cúpula haya rechazado sistemáticamente las propuestas de presidir el Congreso Nacional (el partido oficialista es minoría en la cámara legislativa), nombrar fiscales o tener una Corte Suprema independiente.

Ahora bien, la cúpula liberal, en esencia es la misma que dirige al Partido Nacional de Honduras. Juan Hernández es protegido del ex presidente Carlos Roberto Flores Facusse, y su carrera política se la debe a este último.  En realidad, el continuismo es la propuesta bipartidista, no solo del Partido de gobierno.

Naturalmente, la cúpula liberal entiende muy bien que por ahora no se puede regresar al sistema de alternancia (repartición de influencias y coimas). Por esa razón asume el papel de segundón, que es a lo que aspira para las elecciones del año 2017. Sabe también que hay que allanar el camino, y eso para ello significa completar la tarea de desmantelar la causa de la refundación de la patria, representada por el partido LIBRE y liderada por José Manuel Zelaya.

En suma, la elite que controla al Partido Liberal es parte del plan continuista y, por tanto, apoya la reelección de Juan Hernández (a menos que reciba ordenes en otro sentido desde la embajada americana, en cuyo caso también cambiaría el Partido de gobierno). Esa elite, según sus propios análisis es la más beneficiada de la destrucción del Partido LIBRE; y esto se suma a los cálculos de la inteligencia norteamericana, que estima que destruir este partido en 2016 equivale a poner de nuevo las cosas “en su lugar”, donde estaban antes del golpe de estado de 2009.

Por esta razón es que los representantes del Partido Liberal en la llamada oposición o su bancada en el Congreso Nacional actúan de forma muy diferente a la que se expresan. Por esa razón no es posible una sola propuesta de plebiscito; por eso es inaceptable para ellos una candidatura única de oposición; por esa razón, ellos buscan una y mil razones para atacar a LIBRE y se mantienen sumamente pasivos contra el régimen. Su misión actual es evitar a costa de lo que sea el avance organizado de un frente contra el régimen.

Por supuesto, esta es solo la visión aviesa de los que quieren arrancar los ideales para proseguir sin problemas con el desmantelamiento de esta empobrecida nación. La otra parte, esto es el Partido LIBRE y su inmensa militancia tienen el reto de impedir el éxito de los planes que ahora lo llevan a la destrucción. 

El asunto es que todo este conglomerado de patriotas LIBRES, deben darse cuenta de que el plan enemigo tiene fechas, y sus términos fatales llegan hasta finales de 2016. De hecho, es previsible que, de no lograr su cometido destructivo para finales de año, en 2017 asuman una nueva estrategia de guerra, e incluso utilicen subterfugios para abortar la reelección de Juan Hernandez con tal de mantener la tan anhelada continuidad.

Mucho de esta lucha, en esta coyuntura especial de cuatro meses, depende directamente de la capacidad de la militancia de LIBRE de cuestionar la dirección de algunos dirigentes que se empeñan en un discurso gastado, y pobrísimo en argumentos contra el liderazgo de Jose Manuel Zelaya. Crucial será entender que la reelección no una señora maldita, y que reelección y continuismo no son la misma cosa.

Para LIBRE como sujeto histórico e necesario destacar que el enemigo del pueblo es la continuidad del sistema, sea que reelijan a Juan Hernández o pongan a cualquier otro, y, al mismo tiempo, entender que la cúpula liberal solo puede seguir en la misma dirección que su gemelo Partido Nacional.


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