Entrevista al internacionalista vasco Iñaki Gil de San Vicente: “La democracia burguesa es la forma externa de la dictadura del capital” | Blog | teleSUR
9 enero 2018
Entrevista al internacionalista vasco Iñaki Gil de San Vicente: “La democracia burguesa es la forma externa de la dictadura del capital”

Internacionalista lúcido, exponente del pensamiento crítico y hombre de respuestas sin cortapisas, Iñaki Gil de San Vicente analizó para Resumen Latinoamericano, diversos aspectos que atañen a la izquierda europea y en especial a lo que viene ocurriendo en ese campo en Euskal Herria y Catalunya. Crítico implacable con lo que considera “retrocesos” o “involuciones” no deja de ser optimista en cuanto a la posibilidad a futuro de un nuevo parto de la izquierda revolucionaria. 

Entrevista al internacionalista vasco Iñaki Gil de San Vicente: “La democracia burguesa es la forma externa de la dictadura del capital”

Columnista habitual de teleSUR, Hispan TV y varios medios locales de Euskal Herria, las opiniones de Gil de San Vicente no solo pueden ser aplicadas a la Europa actual sino que abarcan muchos de los temas que hoy se debaten en Latinoamérica y el resto del Tercer Mundo. 

-A cien años de la Revolución rusa y de la aparición de Lenin en escena, qué quedan de esas ideas en la izquierda europea?

-En la izquierda europea quedó muy poco, a nivel de esas ideas, pero se empezó a recuperar, sobre todo después del 2007, el mensaje central de Lenin que afirma que hay que tomar el poder. Una consigna central que se convierte en intragable para cualquier burguesía. Por supuesto que mientras algunos tratan de reducir a Marx al rol de economista o filósofo, a Bakunin lo califican como ideólogo romántico, o tratan de encorcetar al propio Che Guevara, es evidente que con Lenin no han podido. Eso es así debido a lo que ya ha empezado a plantearse en muchos sitios: primero, que la democracia burguesa es la forma externa de la dictadura del capital, lo que se nota claramente con la Unión Europea, y por otro lado, que frente a la Unión Europea, está volviendo a darse de alguna forma el viejo debate que tuvieron en 1915, fuerzas revolucionarias que planteaban una Europa socialista. Eso se une con la cuestión del poder. Tomar el poder es más perentorio que nunca. Sobre todo si se observa el panorama donde coexisten el loco de Trump, el nazi de Netanyahu, especímenes como Rajoy, el protofascista de Macrón en Francia, nazis como los que se dan en Austria, o conversos reaccionarios como es el caso de Merkel en Alemania, por no hablar de lo que ocurre en Sudáfrica, una verdadera derrota, donde han puesto como jefe a un capitalista feroz. En ese marco es que vemos que la cuestión del poder es fundamental, y Lenin se convierte cada vez más en la única personalidad de la izquierda que no se puede maquillar o endulzar dentro de una pantalla burguesa y ni siquiera reformista.

-¿Qué pasa con ese tema del poder en Euskal Herria, a la luz del desarme de ETA y la decidida opción por la vía política de la izquierda abertzale?

-En Euskal Herria hay un problema de fondo y es que como en otros muchos sitios ha concluido una fase general de la lucha de clases y el capitalismo se ha logrado desarrollar con más fuerza. Eso se dio en Irlanda con el IRA, en Colombia con las FARC o aquí con ETA. Aquella fase que se dio en los años 70 con la victoria del neoliberalismo, se vuelve a vivir ahora y es de una brutalidad impresionante en todas partes, en países comos Argentina y Brasil, en los Estados español y francés, en Estados Unidos y otros sitios. Este endurecimiento se da porque a pesar de todo, el neoliberalismo no ha conseguido derrotar la lucha de los pueblos. En Euskal Herria está costando, que ante la fase concluida comience a surgir una izquierda revolucionaria. La razón de esto último se debe entre otras cosas a que en los últimos años se suavizó mucho o se abandonó todo lo que hace a la formación y el debate teórico. Ha habido, y lo digo con dolor, recientes pasos dados por Bildu, como la firma junto al PP y el PSOE de un documento realizado en el Congreso de los diputados de Madrid a raíz de los atentados de Barcelona, o la felicitación a Donald Trump cuando ganó las elecciones. Ambos marcan una época y digo que es un hecho lamentable porque se inclinan por una línea, tanto en el ámbito estatal como internacional, que no tiene nada que ver con una política revolucionaria. Por otra parte, se están dando debates  en el seno de Sortu para intentar una recuperación de la naturaleza revolucionaria, lo que marca que hay cierta efervescencia en ese sentido.

-¿Esta ofensiva capitalista, a su vez no está generando anticuerpos?

Fuera del esquema antes descripto, dentro de la izquierda abertzale a la que algunos denominan “oficial”, hay mucha movida en sectores de la juventud que tienen una visión crítica muy potente de lo que ha hecho el capitalismo adulto que está machacando a la juventud vasca, no solo con la represión política y carcelaria sino también con la económica, la cultural, la sexual, etc.

Por otro lado, está irrumpiendo una juventud que tiene expresiones significativas en la lucha de las mujeres, también se da una reflexión sobre nuevo tipo de internacionalismo, o frente al contexto de idiotización universitaria educacional, se activan unos debates contra la privatización educativa y la españolización de la cultura. A la vez se está produciendo un distanciamiento inquietante entre lo que es el poder adulto de la izquierda abertzale y lo que es la juventud militante.

-¿Puede definirse entonces al actual momento como un nuevo período de transición?

-Está claro que transitamos un período de transición donde tendrá que surgir una izquierda revolucionaria que podrá alumbrarse en base a las aportaciones de la juventud (entre los 18 y veintitantos años). Nosotros, los que “acumulamos juventud” hemos llegado ya a un límite. Por otra parte, en este año que acaba de finalizar quedó confirmado que por primera vez los salarios de los jóvenes son inferiores a los que reciben sus abuelos y abuelas jubiladas. Cualquier joven vasco de la actualidad tiene que esperar hasta los 28 o 30 años para independizarse de su familia, depende de la hipoteca de sus padres o sus abuelos para poder alquilar o comprar un piso y eso, obviamente, genera muchas tensiones. Hay una ofensiva muy grande de nuevas drogas químicas y de alcohol y hay una pasividad de la izquierda en este sentido. No se los combate, no hay confrontación con muchos campos de opresión como se acostumbraba en otro momento en la izquiera abertzale. En este complejo panorama se vislumbran gérmenes y atisbos de que empieza a pergeñarse una perspectiva revolucionaria que va a tener dificultados en surgir pero que inevitablemente llegará, y es de esperar que sea capaz de integrar todo lo bueno que se ha mantenido en este pueblo durante 60 años y también pueda abordar críticamente posiciones como las surgidas de los dos documentos firmados por Bildu de los que antes hablé.

-Tanto en Colombia como en Euskal Herria, después del adios a las armas por parte de organizaciones insurgentes, se ha comenzado a plantear el tema del “perdón” y la “reconciliación”, dos conceptos extraídos de procesos anteriores como los que se dieron en Sudáfrica o en menor medida en Irlanda. ¿Crees que hay márgenes reales para dichas propuestas?

–Creo que existen dos éticas y dos morales, las del opresor, las del torturador, las del juez, y por otro lado las del torturado, de la mujer golpeada, las del desocupado o del que tiene un trabajo con un salario que no le permite llegar a fin de mes para alimentar a su familia. Se trata de dos éticas y dos morales irreconciliables. Por desgracia, cíclicamente, y no es la primera vez que ocurre, cuando una izquierda se siente autoderrotada o da un giro espectacular al centro, termina aceptando la ética del dominante y mostrando distintos grados de culpabilidad y sintiendo complejo por los daños cometidos. Esto también está relacionado con el desplome sufrido en el debate teórico. La aceptación de tesis abstractas sobre derechos humanos abstractos, la aceptación de valores del opresor. Es un problema que recorre desde siempre la historia de la lucha de clases de los pueblos dominados. Esperemos que el resurgir de una izquierda revolucionaria supere todo esto y permita plantear de forma definitiva que existen dos éticas enfrentadas. Para poner un ejemplo concreto: el recrudecimiento del machismo más brutal, o de grados de violencia patriarcal que creíamos que este pueblo iba dejando atrás, como es el caso reciente de cuatro jóvenes en la localidad de Barakaldo, que han asaltado sexualmente a una niña. No son hechos nuevos pero sirven para mostrar toda la putrefacción de la sociedad burguesa que nosotros pensábamos que se había superado en Euskal Herria. Esos hechos aberrantes que surgen de la propia lógica del capital se están reflejando en esa violancia machista o en el consumo de drogas y alcohol por gente cada vez más joven. Esto no se puede enfrentar con pasividad. Desde una ética revolucionaria hay que volver a armar ideológicamente a la sociedad y fundamentalmente a los jóvenes y hay que reivindicar la ética de la resistencia y la justicia popular.

-Un tema del que se habla en algunos países latinoamericanos, como es el caso de Bolivia, es el de la decolonización. ¿Cómo dar la batalla cultural en Euskal Herria contra la incursión continua en ese aspecto por parte del capitalismo?

–En este país esa batalla es muy compleja. Hay que tener en cuenta que el euskera, nuestra lengua, no tiene los derechos que poseen el castellano y el francés. Incluso en muchos sitios tiene menos derechos que otras lenguas, como son el inglés, el chino o el alemán. O directamente se da una política de prohibición o acorralamiento. Tenemos claro lo que es el complejo mediático de la llamada “televisión pública vasca”, que es un instrumento en manos de una multicultura, que refleja la cultura burguesa internacional y el mercado de la industria cultural. Pero además tenemos también la propia indefinición de ciertos sectores de la izquierda abertzale, como es el caso dramático de lo ocurrido en Donostia-San Sebastián, donde durante todo el año 2016 se la designó como “Capital cultural europea” y ha habido muy poca denuncia y muy poca movilización crítica. Recién al final de ese año, sindicatos como LAB comenzaron a combatir eso, o surgieron algunos movimientos populares para reconquistar un espacio que se había perdido. Hubo total impunidad y vía libre al capital cultural multinacional para que hicieran de Donostia un escaparate de la cultura euroimperialista.

Luego hay un tercer problema en este sentido y es que no solo por la izquierda sino también por parte de la política institucional del Partido Nacionalista Vasco (PNV) o el poder castellano y unionista de UPN (Unión del Pueblo Navarro). Tenemos el caso escandaloso de los restos encontrados en Iruña-Beleia, que indican que ya en el siglo III de la era cristiana había inscripciones en euskera y esto ha sido silenciado por las instituciones.

Por otro lado, hay que decir que actualmente la industria cultural y mediática se mueve en parámetros muy distintos a los de hace 20 años, hoy es una de las ramas más rentables de un capitalismo en crisis, y eso coincide con el proyecto que tiene el PNV en las provincias Vascongadas, de hacer una “economía de turismo”, con una apertura en Donostia, Bilbao e iruña (Pamplona), hacia una industria cultural “selecta”, de gastronomía, etc. Todo eso es demoledor y no parece haber conciencia de eso por parte de la izquierda.

-¿Por dónde buscar entonces la luz al final del túnel en este aspecto?

-Hay un par de cosas que creo importantes a nivel de anticuerpos: una de ellas es el contenido del euskera como lengua no mercantilizada y por otra parte, el contenido del paganismo vasco. Hay una cultura pagana vasca subyacente a la figura de Mari (N.de R: Mari o Maddi es el numen principal de la mitología vasca precristiana), de las tradiciones vascas, de resistencia a toda la mentalidad cristiana de sumisión, que hay que retomar, y en parte la introducción de tantos chicos y chicas jóvenes que se están acercando a la lucha de liberación tiene que ver con este paganismo, con figuras e iconos anteriores a la propiedad privada. Un debate de recuperación de la cultura vasca que no tenga en cuenta las conexiones anteriores a la propiedad medioeval y capitalista, no conducirá a nada, será una pérdida de tiempo. Se trata de reconstruir una cultura comunitaria que se oriente a la superación de la propiedad privada y del patriarcado, empezando por los espacios primarios, por los gaztetxes (centros sociales juveniles), por los espacios polisexuales liberados, por la recuperación de las comunas. En fin: por la lucha cotidiana.

-Nos interesa una reflexión tuya sobre Catalunya y todo lo que se ha venido produciendo allí a nivel de lucha por la independencia y de abierta rebelión popular contra el mandato del imperio español.

-Hay que partir del hecho de que todo el aparato del Estado español está volcado para que el próximo 17 de enero (N.de R: fecha de constitución del nuevo parlamento catalán), no se pueda implementar un gobierno catalán que responda a la mayoría parlamentaria. La detención de los diputados y la permanencia en el exilio de altos miembros del gobierno catalán tiene como objetivo impedir que el Parlamento refleje la composición real del mismo. El gobierno de Rajoy está recurriendo a todos los métodos de presión para lograr eso, están imputando a través de la Judicatura (como también lo hacen con jóvenes vascos y de todo el Estado) y además utilizan el propio sistema parlamentario para amputar al Parlamento catalán. Ese poder español está recortando de esta manera su propio mito de la democracia burguesa.

Sin embargo, esa es la parte superficial del problema, lo que Catalunya está indicando actualmente es el impasse que ha surgido a través de la maniobra de todas las fuerzas políticas, creando el partido “Ciudadanos” y también a “Podemos”, inmediatamente después del 15M. “Ciudadanos” se creó antes con un proyecto internacional donde estaban los servicios secretos de Estados Unidos y otros países, mientras “Podemos” surgió precisamente para paralizar todo el ascenso de lucha que había después del 15M y conducirlo al pantano del parlamentarismo como ha logrado hacer. Sin embargo, esa maniobra fracasó porque la podredumbre del Estado español es tal, que eso se desmontó. En estos momentos hay una situación socioeconómica brutal, sobre ganancia para una minoría y empobrecimiento para el resto. Y sobre todo, los cuatro problemas históricos que arrastra desde el siglo XVI el Estado español: la cuestión internacional dentro del Estado, la terrible corrupción, el atraso tecno-científico y de productividad del trabajo y por último, el control tremendo que tienen poderes fácticos, como la Iglesia, las Fuerzas Armadas, la prensa y la banca. Catalunya es hoy el punto crítico de esa situación de impasse, pero van a surgir otros.

Además, tenemos que recordar que en Catalunya, pese a que hay una mayoria parlamentaria independentista, existe también una mayoría social de derecha. Esto refleja que se está gestando una tensión creciente dentro del Estado español, donde se está uniendo junto a la complejidad del movimiento obrero, la influencia de un nacionalismo español muy duro. Un nacionalismo que se planta por derecha en “Ciudadanos” pero también por “izquierda”, con Podemos o Izquierda Unida, y entre todos ellos apoyan a esta España decrépita. La pasividad que ha tenido la izquierda española para denunciar el papel del gobierno de Rajoy, de la monarquía, del ejército, de la Iglesia, de la prensa, o el represivo e intervencionista artículo 155, o hechos terribles como son la represión en Catalunya, Galicia, Andalucía y Euskal Herria, indican que dicha izquierda está retrocediendo frente al auge de ese nacionalismo español.

-¿Cómo se sale de esta encrucijada?

-Espero que una vez que se llegue, en esta situación de impasse, a una situación de rebote y respuesta. Cuando se tenga claro que ya no hay más terreno que perder, es probable que se vuelva nuevamente a la confrontación. Hay una lógica electoral y parlamentaria que oculta una lógica subterránea que precede a giros hacia la izquierda, y que generalmente se manifiestan en hastío, cabreo, bronca y gestos similares del electorado, frente a un cúmulo de injusticias. Eso es lo que se observa hoy en Catalunya, la divergencia entre el voto electoral y los movimientos subterráneos. Pero si no hay una izquierda revolucionaria, un sindicalismo combativo, y movimientos populares fuertes que estén dentro de esa tendencia hacia el malestar y a la autoorganización subterránea, y ayuden desde adentro a que esa tendencia se fortalezca, puede pasar que se paralice como ocurrió con el 15M. Hay que evitar que eso vuelva a ocurrir, y trabajar desde dentro de esta tendencia a la radicalización que no se tiene que plasmar inmediatamente en una formación electoral.


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Perfil del Bloguero
Periodista argentino en medios de prensa escrita y digital, radio y TV. Escritor de varios libros de temas de política internacional. Director del periódico Resumen Latinoamericano. Coordinador de Cátedras Bolivarianas, ámbito de reflexión y debate sobre América Latina y el Tercer Mundo.
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