El ave Fénix de la Revolución Ciudadana | Blog | teleSUR
13 agosto 2022
El ave Fénix de la Revolución Ciudadana

Las próximas elecciones seccionales a celebrarse en Ecuador en febrero de 2023 se presentan como una oportunidad histórica para demostrar el proceso de maduración política del Movimiento Revolución Ciudadana después de más de 5 años fuera del poder y haber sido sometido a una violenta persecución. El correísmo ha sobrevivido traiciones, cismas, lawfare judicial, linchamiento mediático y bloqueo político institucional, gracias a lo cual, ha tenido tiempo de llevar a cabo una depuración interna que era necesaria, dotando a su militancia de una mayor organicidad y a sus cuadros políticos de capacidad de acción. Como reza el adagio popular, no hay mal que por bien no venga, y hacía mucho tiempo que la Revolución Ciudadana tenía la deuda pendiente de reciclarse y recuperar la ilusión.

El ave Fénix de la Revolución Ciudadana

El año 2017 fue nefasto para la democracia ecuatoriana. Pese a que ganó las elecciones presidenciales el candidato progresista de la Revolución Ciudadana, Lenín Moreno, inmediatamente dio un giro ideológico a la derecha aplicando un programa económico de corte económico neoliberal y persiguiendo a quienes hasta ese momento habían sido sus correligionarios de partido. Casa adentro Moreno contó con un número importante de traidores que se aferraron al poder aunque ello significara aplicar el programa electoral de quienes habían perdido las elecciones. Gran cantidad de politiqueros sin escrúpulos vendían a la Revolución por la que se habían rasgado las vestiduras hasta el día anterior y lo hacían por mantener sus cargos y negociar nuevas cuotas poder, repartiéndose el Estado como piñata en suelo.

Pero no todos se vendieron, por eso empezó la persecución generalizada contra los correístas leales y la clausura de todo espacio de discusión y debate democrático. Al mismo tiempo el presidente cacareaba en cada oportunidad que se le ofrecía “este es un tiempo de libertad, de respirar libertad”, se purgaba de periodistas díscolos a los medios de comunicación públicos, que ahora seguían las líneas editoriales de los medios privados, y estos, a su vez, estrechaban el espectro ideológico de sus invitados y las ideas que podían expresarse en sus escenarios. La libertad de opinión, de expresión y sobre todo la pluralidad eran erradicados en el país.

Había que quebrar la resistencia lo antes posible y saldar cuentas con hambre atrasada de venganza contra el correísmo que había gobernado la década anterior y logrado importantes transformaciones en el Ecuador. La pieza principal y más incómoda era el vicepresidente Jorge Glass, el objetivo era meterlo en la cárcel como si fuera un trofeo y como castigo ejemplarizante. Los medios de comunicación llevaban años cocinando su presunción de culpabilidad, por lo que fue fácil construir el caso jurídico para su destitución. A la vez en la Asamblea Nacional de los 74 curules que obtuvo la Revolución Ciudadana, no llegaron a 30 los que se quedaron con ella. Se desencadenó una ola de traiciones y felonías por todo el país, en cierta forma se puede decir que había empezado el proceso de limpieza en las filas de la Revolución, aunque en aquellos momentos el desconcierto e incluso shock para que quienes no traicionaron era absoluto.

Arreció el proceso de persecución contra otros cuadros y el lawfare se volvió cada día más agresivo. Por supuesto contra el presidente Rafael Correa, pero también contra muchos de sus ministros que se mantuvieron leales, como los hermanos Alvarado, Ricardo Patiño, Carlos Ochoa, Marco Antonio Bravo… y tantos otros que acabaron, o privados de su libertad, o tuvieron que salir del país, tal y como ocurrió durante las peores dictaduras de América Latina del siglo XX. Para que quede claro que sufrieron persecución política las personas mencionadas y otros muchos, en todo sus procesos judiciales, cada vez que se trataba de poner una alarma roja de interpol para capturar a estos políticos fuera del país, la organización policial de manera sistemática rechazó las solicitudes de los jueces y funcionarios ecuatorianos. Paralelamente se producía otro tipo de persecución más silenciosa que no atraía los focos y micrófonos de los medios de comunicación, miles de personas, servidores públicos, acusados de ser correístas eran despedidos de forma improcedentes de sus trabajos.

Estas acciones de lawfare fueron acompañadas de la usurpación de la personalidad jurídica de la Revolución Ciudadana, arrebatando a sus poseedores originales el movimiento político Alianza País, que ahora, por cierto, es simplemente un cascaron vacío. La intención era impedir que el correísmo pudiera concurrir a lides electores como parte de la estrategia de su aniquilación, así que los distintos ensayos que se tuvieron de conformar un nuevo partido político de la Revolución Ciudadana fueron rechazados por una institucionalidad estatal ya copada de furibundos anti-correístas. En consecuencia, la principal fuerza política del país fue censurada y proscrita durante varios años con total impunidad.

La última de las acciones era el desmantelamiento de la estructura del Estado configurado en la Constitución vigente. Para ello se convocó un mañoso referéndum y consulta popular en febrero de año 2018, tras el que se conformó por el ejecutivo con el apoyo de los partidos contrarios a la Revolución Ciudadana un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio. En la práctica este Consejo se comporto como una asamblea constituyente plenipotenciaria, haciendo y deshaciendo el Estado como le vino en gana. Paradigmático comportamiento de la atrocidad con la actuaron sus consejeros fue la ratificación in extremis del contralor Pablo Celi, quien tras hacer todo el trabajo sucio encargado, acabo en la cárcel.

En esta coyuntura se llegó a las elecciones de 2019 y pese a todas las dificultades se lograron dos de las tres prefecturas más importantes del país, Pichincha y Manabí, algunas alcaldías y un importante número de concejales. Se demostraba que el correísmo no estaba muerto ni de parranda.

Los poderes fácticos y las élites económicas del Ecuador, con el gobierno de Moreno como fachada visible, siguieron aplicando un plan neoliberal de debilitamiento del Estado que tuvo su clímax en octubre de 2019 a través del decreto que liberalizaba el precio de los combustibles. El Pueblo se levantó en protesta por la imposición de una medida que constituía más hambre y misera para los ya 6.5 millones de pobres ecuatorianos. La respuesta del gobierno fue la defensa de su decreto a sangre y fuego, con la represión más brutal desde la restitución del sistema de gobierno democrático en el Ecuador a finales de los años 70. De hecho, la desproporción en la actuación de las fuerzas de seguridad del Estado sería calificada por la Comisión de la Verdad que la Defensoría del Pueblo conformó pasados los traumáticos hechos como delitos de lesa humanidad. Pero en vez de buscar a los culpables de la violación de derechos humanos, el gobierno aprovechó la situación para incrementar la persecución contra los correístas, arrestando a la prefecta de Pichincha, Paola Pabón y los cuadros de la Revolución Ciudadana Virgilio Hernández y Christian González, entre otros. Esto provocó una ola de refugiados políticos en las embajadas de México y Argentina. En estas estábamos cuando llegó la pandemia, lo que dio carta blanca al gobierno para imponer planes de shock económico que siguieran beneficiando a las élites, especialmente al sector bancario, y perjudicar a las grandes mayorías, pese a la situación de crisis generalizada.

Así se llegó a las elecciones presidenciales del año 2021, un momento muy esperanzador aunque no se pudo tomar el poder, pues las condiciones adversas estaban todavía muy frescas. Entre las posibles interpretaciones que jugaron en contra de las fuerzas revolucionarias se puede mencionar el bloqueo político, siguió impidiéndose al correísmo presentarse a las elecciones con una tolda política propia, y, además, porque ciertos estereotipos y prejuicios contrarios al correísmo pudieron instalarse en una parte importante del electorado. No obstante, aunque finalmente no se pudo ganar la Presidencia quedaron muchas lecturas positivas. En primer lugar, la capacidad del correísmo para enfrentar dificultades y plasticidad para adaptarse a las nuevas circunstancias políticas.  De hecho, el correísmo se abrió a otras corrientes progresistas para enriquecerse y reforzarse, expuesto claramente en el ejemplo del candidato a vicepresidente Carlos Rabascall. Adicionalmente, un candidato presidencial que podría calificarse como bisoño por la falta de experiencia electoral previa, se desempeñó como un veterano. En segundo lugar los asambleístas electos, pese a ser oposición y tener en un inicio hostilidades abiertas en todos los frentes por parte del resto de partidos políticos con representación, aguantaron sin flaquear y poco a poco se han hecho respetar. Apenas ha habido deserciones o tránsfugas entre los asambleístas revolucionarios y han utilizado su capacidad de negociación para generar una mayoría progresista en la Asamblea que está plantando cara al neoliberalismo y a los continuos intentos de desmantelamiento institucional en el Estado.

Pese a que está resultando muy compleja la recuperación del espacio perdido, sobre todo porque la democracia ha sido bastante dañada y la Revolución Ciudadana juega siempre con la cancha inclinada en su contra, el desprestigio por la falta de capacidad e ineptitud del gobierno de Guillermo Lasso, está contribuyendo a la reconstrucción de la Revolución Ciudadana a gran velocidad. Parece que la travesía del desierto ha tocado a su fin.

Conforme pasa el tiempo, empiezan a salir a la luz todo tipo de escándalos que están revelando como se articuló toda una estrategia de lawfare entre medios de comunicación, sistema judicial y poder político para eliminar a los opositores correístas. La incapacidad en el manejo de la inseguridad, el incumplimiento generalizado de las promesas electorales e incompetencia de los cargos al frente de responsabilidades públicas, le está pasando factura al gobierno. Encima, los casos de corrupción en las filas oficialistas ha derrumbado la imagen de transparencia que tanto se esforzaron por construir. Finalmente, la cantinela de la corrupción del correísmo ya no cala, porque hasta el más furibundo anticorreísta por muy disociado de la realidad que esté, es consciente que con Correa estábamos mejor de largo. Y no vengan a hablar de los precios del petróleo que ahora está por las nubes.

La preparación de las elecciones seccionales del año 2023 está demostrando que hay menos farándula y más política en la Revolución Ciudadana una vez depurada de oportunistas.

En estos años pese a los ataques permaneció la militancia revolucionaria que cada vez ha ido tomando más espacios a lo interno. Muchos cuadros formados en los años de la persecución ahora pasan a la primera fila del frente electoral y serán candidatos. El movimiento de Revolución Ciudadana dejó la política de la alianzas locales, rémora de la vieja política que diluía mucho su identidad. Queda mucho por hacer pero se avanza en la dirección correcta.

Probablemente lo más importante es que ha habido un cambio en la coyuntura y circunstancias. La Revolución sabe que ha vuelto su momento y ya no se trata de sobrevivir y defenderse, ahora toca salir de las trincheras e iniciar la ofensiva para recuperar el Estado y evitar que el expolio de la Patria continúe. En el contexto regional también los vientos son favorables con una nueva ola de gobiernos progresistas donde Ecuador no va a ser una excepción. Por eso las próximas elecciones son la prueba de fuego para demostrar la mayor organicidad y capacidad de acción de la Revolución Ciudadana desde que Rafael Correa dejara la Presidencia .


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Perfil del Bloguero
Analista internacional nacido en Córdoba, España. Licenciado en Derecho y PhD en Comunicación Social, es profesor titular en el Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador y docente en la Maestría de Derecho Internacional Público de la Universidad Bolivariana de Venezuela. Ha escrito los libros Introducción a los Derechos Humanos desde una perspectiva Bolivariana y Revolucionaria y en el año 2015 con la editorial Akal otro libro titulado Antiperiodistas: confesiones de las agresiones mediáticas contra Venezuela.



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