Argentina / Roberto Perdía, de "Resistir y Luchar" | Blog | teleSUR
26 abril 2017
Argentina / Roberto Perdía, de "Resistir y Luchar"

Acaba de aparecer un libro fundamental sobre un período controvertido de la historia argentina. Se llama “Trienio en rojo y negro”, de Roberto Perdía y Horacio Silva. Ambos trabajaron sobre los hechos ocurridos entre 1919 y 1921, durante la segunda parte del gobierno del radical Hipólito Yrigoyen, donde Argentina se vio sacudida por grandes conflictos, que van desde la Semana Trágica de Buenos Aires, las huelgas de la Patagonia y las luchas de los trabajadores de La Forestal en el Chaco santafecino.

Argentina / Roberto Perdía, de "Resistir y Luchar"

Perdía, ex comandante de Montoneros y actual referente de las Organizaciones Libres del Pueblo y la Coordinadora Resistir y Luchar, no sólo habla en esta entrevista de la obra que será presentada en la próxima Feria del Libro en Argentina, sino también de las luces (la resistencia popular) y sombras neoliberales del actual momento político del país y el continente.

-¿Qué abarca este “trienio en rojo y negro” y por qué hablar de ello ahora?

-Pensemos que la Unión Cívica Radical, venía de largos años de proscripción y de la abstención larga de Hipólito Yrigoyen. Cuando la oligarquía percibe de que esa situación puede llegar a cuestionar su sistema de poder decide cambiar. Eso es lo que se venía produciendo, por un lado, los hijos de los inmigrantes organizados en el UCR pedían participación y poder político, y por el otro, en la lucha de los movimientos sociales, los sindicatos, fundamentalmente influenciados principalmente por los anarquistas y algunos sectores socialistas, se producía una lucha social de envergadura en ese momento. La confluencia de ambas luchas ponía en riesgo al sistema que estaban acabando de instalar, teniendo en cuenta que se venía de momentos en que se estaban consolidando los logros y alcances de la generación del 80.

Entonces, ellos perciben que eso los pone en peligro y deciden separar los escenarios. Hasta ese momento, la represión actuaba de un modo semejante sobre unos y otros. Por un lado, sobre la lucha política, el radicalismo y su pedido de elecciones, y también sobre los reclamos sociales de los anarquistas. Entonces, deciden separar las luchas terminando con el método de la represión contra todos y planteándole al radicalismo una opción para que participen, mientras que al movimiento social y los anarquistas, embestirlos con una represión brutal.

El radicalismo debate y acepta ese juego, que es la Ley Sáenz Peña de 1912, se vota en 1916 y gana Hipólito Yrigoyen que era la cabeza de toda la lucha de la resistencia política del radicalismo. Yrigoyen llega al gobierno con todas las ideas de lucha del radicalismo, tiene un período de los primeros tres años de gobierno que se llama el “Yrigoyen obrerista”, donde intenta un montón de idilios sociales, pero ocurre que esas iniciativas no son aprobadas, no pueden ser ejecutadas, no tienen mayoría parlamentaria, y lo van acorralando y vaciando de contenido. Así llegamos a la segunda etapa del primer gobierno de Yrigoyen (1919-1921) donde aquel “Yrigoyen obrerista” se transforma en el “Yrigoyen represor”. Pensemos que en tres años en tres grandes conflictos: la Patagonia, Talleres Vasena y La Forestal, hay aproximadamente 2.500 trabajadores asesinados, lo cual, nos da la dimensión del país en aquel momento y se produce un volumen realmente impresionante de luchas sociales en solo tres años.

Entonces, lo que nos parecía importante, al encarar este libro, era poner sobre la mesa el significado de aquel momento y los límites que le impone el propio régimen a “la causa”, como la llamaban ellos, que representaba el yrigoyenismo. Entonces, aquel yrigoyenismo de tinte revolucionario y luchador, naufraga en su propio mar, se hunde en el juego parlamentario que le ofrecen, donde no tiene control del sistema y este lo boicotea desde las provincias, desde el Senado, desde la Cámara de Diputados. Un símbolo de esto es lo que pasa con el Coronel Varela en la Patagonia, donde va un año y negocia a favor de los trabajadores y va al año siguiente y es el motivo de esa famosa asamblea en la estancia La Anita donde está la gran disputa interna entre los trabajadores alzados, de alguna manera rebeldes, que se preguntan qué hacemos, donde algunos grupos como el gallego Soto dicen “nos vienen a matar”, y se vota y la mayoría dice que no, que eso ”es imposible”, “que viene Varela al frente, que nos ayudó el año pasado”. Finalmente, pasó lo que pasó, los mataron a todos. El Gallego Soto y otros se fueron para Chile, el famoso Consejo Rojo agarró las armas que podía y se metió para adentro y los que quedaron ahí los mataron en la estancia La Anita. Creo que lo de Varela es el símbolo de ese cambio de situación.

Lo que tratamos de explicar que estos hechos que verifica la historia, no es la única vez que han ocurrido. En 1955 con Perón pasa algo parecido, primero el vaciamiento, después lo rodean, hasta que Perón ya ni siquiera responde cuando es el Golpe del 55 y se va porque no sabía qué hacer concretamente (daría para un largo debate marginal sobre esto). Se repite en los años 70, cuando se da una gran lucha popular, grandes avances de los sectores sociales combativos, división del peronismo, luchas internas, es decir el golpe por adentro del peronismo, y, lo que todos conocemos, la tragedia que se inicia en el 76 con el Golpe genocida.

Esto es tradición en la Argentina. Queríamos tomar un período muy claro, muy notorio, muy evidente, para transmitirlo y que nos sirva de ejemplo a las luchas actuales y la necesidad de que en algún momento, cuando el pueblo avanza y la oligarquía se da cuenta de ese avance y procura cortarlo, tener la suficiente fortaleza de alguna manera y comprensión del fenómeno para cortarle la cabeza a la hidra, porque si no vuelve a reproducirse y esto es un círculo vicioso donde se da el juego del péndulo. Así estamos desde los inicios de la historia argentina prácticamente. Este es el sentido del libro sobre un hecho muy particular y muy concreto de esos tres años.

-De hecho sos consciente de que te introducís en un tema que pasa por desmitificar al radicalismo que, más allá de su variante derechista actual en la que ha perdido muchísimos kilos, el tema de Yrigoyen pocas veces se lo cuestiona, ni siquiera desde el peronismo. Porque esos tres años, 1919-1921, son la esencia finalmente de lo que fue el Yrigoyen que no pudo soportar las presiones y cedió a las presiones.

-El radicalismo de esto no habla, por supuesto, como tampoco habla de aquellos sectores que después siguieron resistiendo con los movimientos cívico-militares e intentaron restablecer su fortaleza, (Arturo) Jauretche viene de las peleas que se dieron en ese sentido. El radicalismo prefiere encapsularlo y negarlo porque sería en definitiva cuestionar sus políticas, su forma de acción, sus objetivos actuales. Pero no solo eso, el radicalismo es una pata cuestionada en esto, la otra pata cuestionada es el propio sistema institucional que se aprovecha de las circunstancias. Cuando uno dice que la democracia es la forma concreta de ejercer el dominio del poder de la burguesía, se encuentra ante este hecho, como van empantanando a los gobiernos que quieren producir cambios hasta obligarlos a naufragar de alguna manera y resignar sus convicciones. Aquel período fue clarito, como fue claro y está suficientemente probado en la historia el valor que tuvo la resistencia de Yrigoyen con su abstención larga, y como en definitiva cede posiciones y termina como terminó.

Es decir, queríamos probar, por una parte el comportamiento del radicalismo, pero no para hacer una cosa anti radical, si no el radicalismo como una forma de expresión, y como termina siendo la fuerza del sistema, como ocurrió años después con el peronismo. Y lo segundo, los mecanismos que tiene el sistema para sostener su poder entregándote cuotas para administrar el Estado.

-¿En lo personal estás de alguna manera saldando una deuda que tenías?, porque venís de trabajar militantemente en tus orígenes en toda esa zona. O sea, de alguna manera: ¿querías reflejar que ahí también se dio toda esta batalla que tiene tanto que ver con el presente también?

-Si, por cierto, esto no lo digo pensado desde afuera, es decir, uno formó parte de estos procesos, uno creyó en estos procesos. Entonces, lo que le podamos ahorrar de tiempo a las nuevas generaciones para que aprendan de la experiencia de otros, bienvenido sea y es lo que queremos aportar. Uno vivió de creer en el sistema y de que el sistema podía resolver cuestiones. El paso de los años y lo que el sistema ha ofrecido como respuesta es la prueba contundente de que no es ese el camino. Eso es lo que quisiéramos que quedara como una experiencia válida para las nuevas generaciones. Esto no es plantear desde afuera el problema, no es el “yo te hablo desde que nunca tuve nada que ver con esto”, es una forma de autocrítica respecto de la experiencia personal.

-En base a esto vamos al presente. Sos en Argentina, uno de los críticos con sólidos argumentos, al progresismo o al neodesarrollismo. En Brasil está Joao Pedro Stédile, de los Sin Tierra y en el Uruguay, Jorge Zabalza, tupamaro muy crítico al Frente Amplio. ¿Cuál es la esencia de tu crítica a lo que ha pasado en estos últimos años?

-Creo que como cuestión de fondo no se fue a la raíz de los problemas. Entonces, terminamos aceptando las reglas de juego del sistema, por lo mismo que decía recién, eso se da a nivel institucional y también a nivel económico-social y creo que allí está una de las claves para entender esto. Pensemos que desde hace más de 15 años, inclusive con el Caracazo como fecha inicial, en América Latina se desata un proceso importante de masas con millones de compañeros de cada país en las calles que cuestionan al sistema. De eso derivaron los gobiernos progresistas que todos conocemos, que van desde Evo Morales y Chávez como vanguardia, de alguna manera, hasta Lula, el Frente Amplio, el kirchnerismo, los socialistas en Chile, Ecuador, etc. Todos en un marco más genérico pero con diferencias notorias entre ellos.

Ese proceso, desde mi modo de ver, entró en una etapa de quedarse en el llano y ahora viene un momento, que como no se lo atacó ni se lo cambió, el poder económico vuelve por sus intereses. Esto nos tiene que servir como ejemplo, como modelo, para futuro accionar. Esto no se resuelve con que planteemos que la vuelta de Lula o de Cristina resuelve el problema. Lula y Cristina hicieron cosas importantes en un momento determinado de la historia donde, además, desde el punto de vista económico-social había una situación realmente privilegiada para nuestros países que históricamente son exportadores de productos primarios, los precios internacionales ayudaron y fueron mejor usados que por los gobiernos reaccionarios, gorilas, etc., fueron mejor distribuidos desde ese punto de vista. Ahora, evidentemente, no fueron capaces, no quisieron, no pudieron ir a más.

-¿Es un déficit ideológico o una falta de percepción de la realidad de lo que hay que hacer en determinada circunstancia?

-Creo que tiene que ver con la concepción ideológica que tienen en las cabezas y de qué forma hemos incorporado en nuestra cultura y en nuestras concepciones lo que está ocurriendo en la realidad. Damos por cierto y por sacralizadas las condiciones del sistema, “contra el sistema no se puede” y entonces solo “hacemos lo posible”. Este posibilismo está en la raíz de estos problemas. Algún día tendremos que pensar que habrá que hacer lo necesario, no sólo lo posible y esa es la clave para pensar el futuro. Van a decir que no se puede voltear el sistema, pero si todos pensamos que no se puede cambiar el sistema y entramos en esa carrera, entonces, compramos la disputa que el sistema nos ofrece y nos conformamos con una consejería, una diputación, un cacho de poder por acá y otro por allá, y se cree que así se resuelve el problema. Aún desde las buenas intenciones estoy hablando, no desde el aprovechamiento material de la situación.

En algún momento hay que cortar y hay que plantear otras alternativas. Qué quiero decir con esto, que se habla permanentemente de modelos o luchas no capitalistas o anticapitalistas, bueno, en algún momento hay que ponerlas en ejercicio. El ejercicio no va a depender, y creo que cada día menos, de que el Estado lo haga, si antes no hemos conformado la experiencia y la acumulación de concepciones, de trabajos y de prácticas, en esa dirección. Es difícil convencer a los compañeros de esto porque es como decir que rascando la montaña nunca se la va a voltear, pero si, grano sobre grano se van construyendo las realidades. Habrá que partir desde más abajo, tener más confianza en el tiempo, tener más confianza en nosotros mismo, y empezar a construir desde ahora las nuevas realidades.

Fijémonos un mapa histórico, una línea de tiempo, y veamos qué pasó en los últimos setenta años. Nosotros en la década de los 60s y 70s con los movimientos guerrilleros en América Latina, que tuvieron un peso realmente significativo en varios países, avanzamos montones. Pero eran movimientos, llamémosles de vanguardia, que tenían una profundidad en los planteos pero no poseían un arraigo masivo mayoritario en las masas. Eso fue derrotado, en su gran mayoría, y vino la noche negra del neoliberalismo y demás. Los pueblos lentamente se fueron recomponiendo y el Caracazo fue el modelo de la nueva situación, la pelea por el agua en Bolivia, el “que se vayan todos” de la Argentina, etc. Esos movimientos fueron masivos, de millones de compañeros en la calle, fueron extensos, pero, posiblemente poco profundos y están sufriendo las consecuencias de esa situación, que es lo que vemos hoy en día. No hace falta que enumeremos lo que está pasando desde Venezuela y Bolivia hasta la Argentina o Brasil y ni hablemos de Chile y Uruguay, más o menos está bastante claro y sería fácil de mostrar.

Entonces, hay que pensar en las condiciones de un nuevo avance popular. Nada de esto es eterno, no imagino que Macri o no sé quién de la derecha brasileña pueda sostenerse varios años en el gobierno. Lo que habrá que ir preparando son las condiciones para las nuevas etapas. La nueva ofensiva popular no debe ser restablecer las condiciones de lo que hicieron Lula, Cristina y demás, habrá que pensar en generar nuevas situaciones socioeconómicas y políticas en el país. Ahí habrá que preguntarse qué instituciones tenemos, de dónde vienen, cómo son y cómo funcionan y los cambios que habrá que introducir inclusive en ellas. Si nos remontamos es largo y hay bastantes cosas escritas acerca de cómo desde la segunda década del siglo XIX armamos este sistema institucional después del fracaso de la reunión de Panamá del Congreso Anfictiónico y de ahí derivaron los países que conocemos con sus Constituciones que defienden. Se da en nuestro caso, el sistema representativo, la propiedad privada, o como dice nuestra Constitución: promover la inmigración, siempre que sea la europea. Entonces, seguimos pensando en términos eurocéntricos, seguimos siendo defensores del sistema de propiedad que es el sustento del capitalismo, creemos que hasta ahí hay que avanzar. Habrá que llegar al hueso de este problema.

Hubo cambios por cierto. Los planteos de las comunas y los consejos comunales en Venezuela es posiblemente el cambio más audaz que se ha dado en estos años, generar y pensar un nuevo tipo de poder. Eso tenemos que pensar, en nuevos tipos de poder que sean alternativos a los que existen y que buena parte de ese tipo de poder lo podemos construir aún con estas Constituciones y con estos regímenes y, posiblemente, sin el Estado. Eso después habrá que transformarlo en un poder que organiza el conjunto de la sociedad. Pero tenemos que pensar que es posible hacer otra cosa porque si no caemos en lo de siempre y esto que contábamos hoy acerca de lo que pasó con Yrigoyen se retrasmite a nuestra vida cotidiana.

-¿Qué hacemos con este Estado? Pasa lo mismo que con la democracia, de hecho muchos de los militantes siguen reivindicando la democracia burguesa con un nivel de confusión muy grande, pero también reivindican el Estado y dependen de él. ¿Cuál es la cosa que avizoras como posibilidad para enfrentar a este Estado? ¿Estás de acuerdo con que hay que destruir este Estado?

-Son dos cuestiones básicas que hay que poner en marcha. Una, destruir el Estado y otra refundar un nuevo tipo de organización social y política de las instituciones. Esa, evidentemente, es la tarea de aquí en adelante que tenemos por realizar. Hay varias experiencias que se van haciendo. En un programa de televisión decían que hay 400 centros de trueques en el país, en esta Argentina de hoy, es decir, sistemas económicos que actúan cuando la crisis llega y nos tapa. Lo que tenemos que transformar son esos elementos de una crisis que nos tapa en propuestas políticas, económicas y sociales de futuro donde haya otra forma de organización social, otra forma de comunicarnos económicamente entre nosotros, otra forma de producir inclusive. Eso es lo que tenemos que ver de qué forma lo vamos haciendo. No solamente una elaboración teórica, sino en la práctica concreta.

Cuando en Argentina se constituye la CTEP (Central de Trabajadores de la Economía Popular) tiene dos caminos. Uno, negociar con el Estado y, en definitiva, ir siendo, lenta y progresivamente,, cooptada por el Estado. Ese es un camino que han recorrido un montón de instituciones. Otra variante, es ser la base de organización popular para un nuevo modelo socioeconómico y político. Estos dos cominos están en disputa no queda ninguna duda. Ahí tenemos una organización que puede abarcar y organizar a millones de compañeros, que son los que no tienen lugar en el sistema formal de la economía. Ahora, a esos compañeros los podemos conducir en un rumbo o en otro. Se trata de una decisión política y allí habrá que poner el esfuerzo. Por ejemplo, por poner una de las citas acerca de una nueva construcción social donde por fin estos millones encuentran un sitio en torno al cual se pueden ir organizando, con todas las contradicciones que encierra. Lo harán partiendo de la base que hay lineamientos opuestos entre sí, pero que habrán de operar dentro para transformar esta realidad.

En el marco de esa CTEP, por ejemplo, falta una pata importante que es el vínculo con el movimiento obrero organizado, un escenario que hasta el propio Perón tuvo complicaciones para encuadrarlo y para reconducirlo. Hasta ahora no se han dado pasos grandes en ese sentido, aunque sí ha habido grande movilizaciones en conjunto, pero un poco cada cual por su lado también. ¿Cómo avizoras la posibilidad de ir entroncando una y otra realidad?

-Creo que hay una especie de punto de síntesis práctica que son las empresas recuperadas. El sindicalismo obviamente pelea por sus reivindicaciones y es justo que así sea y, dicho rápido y sintéticamente, es un aliado natural del movimiento de los desocupados, y entre los dos hay que buscar los puntos de confluencia. Un poco de confluencia práctica en torno al cual deberíamos debatir sobre cómo irlo profundizando son las empresas recuperadas porque allí nos encontramos con compañeros que siguen siendo parte, de alguna manera, del sistema formal organizado y con compañeros que hoy en día han sido expulsados del mismo. Creo que sí hay un buen lugar para comenzar a reflexionar un nuevo modelo de organización social, se da allí precisamente, en ese modelo. Después, la confluencia es imprescindible, si queremos cambiar la realidad necesitamos tanto de la participación del movimiento obrero organizado como de los trabajadores informales o sin trabajo. La confluencia de ambos conforma la base de la fuerza social que pueda producir cambios en la Argentina.

-Otro tema urticante son las elecciones, la salida electoral o la “esperanza electoral”. ¿Te inquieta el paso por las urnas en el marco de la lucha que te imaginás que hay que plantear en la actual situación?

-Creo que hay experiencia historica en Argentina, que dice que uno no puede renegar de las elecciones. Que la gente vote es un dato importante, no es lo mismo un sistema donde la gente no puede expresarse, a otro donde el pueblo puede hacerlo aunque los dos estén en el marco del capitalismo dependiente. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa y la presencia reciente, algunas décadas atrás, de la Dictadura genocida, efectivamente nos demuestra que son cosas diferentes.

Segunda aclaración, creo que las elecciones alcanzan un valor sustancial en los momentos en los cuales actúan como una especie de escribanía de la realidad. Me remito al 73, se votó y ganó el peronismo, no ganó en las elecciones del 11 de marzo, ya había ganado antes cuando la resistencia se había impuesto, y lo que fueron las elecciones fue la certificación de que eso había ocurrido. Entonces, las elecciones como una forma concreta de reflejar el cambio de hegemonía son vitales porque por ese camino vamos a tener que encontrar posiblemente la legitimación de los cambios que se produzcan, más allá de la forma de organización futura que nos demos. Pero en algún momento al pueblo habrá que preguntarle si quiere seguir con esto o ponemos en marcha un nuevo sistema. De modo tal que eso es imprescindible.

Tercer elemento: en aquellos sitios en los cuales la acumulación de fuerza nos dé garantías, relativas, de que eso no va a ser cooptado por el sistema, es importante la participación electoral como una forma de sumarse a lo que ya se va construyendo. Ahí viene el gran riesgo que es que en torno a esta posibilidad terminemos todos metidos en un juego de posibilismo, como decíamos antes, que agotemos las fuerzas por construir una organización que nos permita pelear una consejería o una diputación y coloquemos allí un esfuerzo que deberíamos ponerlo en otra parte. Ese es el riesgo, llamémosle cooptación, o el nombre que queramos, pero que tiene mucho que ver con la historia de nuestro país y nuestra propia militancia. Los que somos más o menos veteranos tenemos una amplia experiencia al respecto, no estamos hablando de gusto ni porque se nos ocurre, hemos participado más de una vez de estas prácticas pensando que en ellas podíamos encontrar caminos de transformación y la verdad es rotunda, no ha sido ese el mejor camino para estos cambios. Esto también vale la pena como una reflexión para la generación nueva, en el sentido en que esto ya ha sido probado en la Argentina, no estamos hablando de hipótesis de laboratorio, estamos hablando de prácticas sociales de varias décadas.

-Algunos dicen que Macri se está desgastando en las “tareas sucias” que está cometiendo y que ya se está pensando en un recambio. Vos decías que no creías que tipos como Macri podían perpetuarse mucho en el poder pero sí podríamos pensar que puede pasar que a Macri lo corran, venga (Sergio) Massa o el que la embajada norteamericana determine. En ese marco, ¿crees que el movimiento popular tiene reservas como para aguantar una embestida tras otra? ¿Ves un futuro a corto plazo de lucha, de puebladas, o ves que la cooptación, como está pasando en algunos sectores, pueda seguir funcionando?  

-En lo personal creo que las transformaciones de fondo no son de corto plazo. Es decir, creo más en una política de acumulación de más largo plazo, en el sentido de que estos procesos, llamémosles reaccionarios, recién se inician, y creo que van a tener un período de acumulación de fuerzas que aún no ha encontrado su techo.

En el medio de esos procesos es perfectamente posible un recambio institucional, cambiar uno por otro, pero no el sentido del proceso. El sentido del proceso, en lo que hace a fortalecer políticas donde crezca la idea de la representatividad como modelo, la defensa de la propiedad privada, la defensa del régimen en definitiva, creo que ese aspecto, tenemos para un buen rato. Entonces, me parece que no es lo mejor agotar el esfuerzo en la medida en que rápidamente vamos a tener que desplazar a Macri y creer que haciéndolo hemos ganado. Posiblemente la situación mejore y para muchos sectores del campo popular sea mejor lo que pueda venir, pero yo apunto a otra cuestión, a que no reiteremos. Vamos a poner una hipótesis de trabajo, en dos años Macri se tiene que ir y viene X de las figuras que están en el tapete, Massa, Urtubey o Magoya, para que dentro de seis, ocho o cinco años estemos en otra crisis recurrente. Puede suceder, puede que sea conveniente inclusive, pero no olvidemos las perspectivas de fondo que tenemos que alentar porque de lo contario seguiremos repitiendo generación tras generación los mismo errores y los mismo problemas.

-Las nuevas generaciones, como nosotros lo fuimos en su momento, generalmente son cortoplacistas y es difícil convencerlas de que las cosas son a mediano o a muy largo. Eso es un choque que siempre se produce.

-Allí hay una cuestión que creo que es la novedad que estos tiempos traen, que es posible pensar en la construcción de un doble poder. Entonces, que las nuevas generaciones y los nuevos sujetos sociales no tienen que esperar el día D de la conquista del poder sino que el poder sea una cosa que vayamos construyendo. Que haya una estrategia global de largo plazo de la transformación del poder pero que ese poder cotidianamente se vaya transformando. Esto además cambia las características del sujeto social, no es solamente un sujeto social que se expresa en una pueblada o en una elección, es un sujeto social que se va construyendo casi cotidianamente. Además, en la propia construcción va a ir encontrando parte de las respuestas de la nueva sociedad que va construyendo, no digo en su totalidad pero sí una parte de ellas. Estoy hablando de salud, de educación, de vivienda, de trabajo. Es decir que, pensar una realidad nueva donde estas nuevas generaciones, con la ansiedad lógica juvenil y el cortoplacismo que imaginan para los cambios, se pueda encausar en la construcción de este nuevo tipo de poder donde no esperemos la gran huelga general, la gran huelga revolucionaria o la toma del poder por las armas como el punto de cambio. El tiempo nos irá indicando la mejor forma de hacerlo pero que en el camino, la construcción por parte de los sectores populares, del poder con una forma de participación realmente amplia, no discursivamente, sea una construcción cotidiana.

Si los sectores juveniles pueden observar eso, creo que es una respuesta a su ansiedad y una respuesta a su vez a las necesidades populares, de que nadie actué en su nombre sino que ellos mismos asuman la responsabilidad de la construcción de lo nuevo. A aquella famosa frase de la CGT de los Argentinos en los años 70, “solo el pueblo salvará al pueblo” hay que transformarla en una idea organizativa cotidiana. Esa la idea de fondo de este modelo de construcción de poder.

-En tus discursos y escritos estás reiterando un tema, que se hace bastante carne en todo lo que está pasando en el continente, que es el de la participación de la mujer en las luchas ¿Cómo explicás esto? ¿Es un tema de ahora o existió siempre? ¿Cómo ves la presencia de las mujeres en las grandes manifestaciones populares?

-El tema del patriarcado es una de las claves del capitalismo. Durante mucho tiempo hubo compañeras que alentaron otras ideas, también organizaciones y varones, pero principalmente las mujeres. Ahora, eso alcanza una dimensión práctica en estos tiempos. Siempre pongo dos ejemplos: uno, de la clase media si se quiere pensar, con el sistema educativo donde hoy en día lo que podemos observar es que en los niveles superiores, terciarios y universitarios, la mayoría de quienes participan de ese sistema educativo, son mujeres. Esto es una novedad de las últimas décadas. Eso obviamente, después se trasunta en los sistemas de trabajo, en la ocupación de tareas, no así en las direcciones y los sueldos. Esto es una contradicción que naturalmente está allí y en algún momento estallará.

Después tenemos, en los sectores más humildes, donde el sistema ha hecho su primera descarte, son los primeros descartados como le gusta decir al Papa. Entre esos descartados, quienes se ponen a la cabeza real de las luchas son las mujeres, en las barriadas, en la mantención del hogar, de los comedores, en todo ese sistema de solidaridad, en su clara y absoluta mayoría son mujeres. Esas mujeres tampoco hoy en día están expresadas en los niveles de conducción de las organizaciones.

Hay varias contradicciones de este tipo en la sociedad, cité estas dos, los sectores más populares y los sectores medios o medios-altos, donde hay una contradicción real entre la presencia de la mujer y la conducción de la mujer. Creo que eso es parte también de este proceso de dualidad de un nuevo poder que habrá que construir, donde mientras vamos construyendo este nuevo poder, por fuera del sistema capitalista, por fuera y en contra del sistema de dominación, las mujeres van adquiriendo un peso significativo. El tema de las mujeres va camino a una explosión, que puede estar al servicio de una transformación revolucionaria o puede agotarse como tantos otros estallidos. Pero estos dos ejemplos son absolutamente medibles, verificables, con cifras estadísticas, de todos los organismos, nacionales e internacionales, y en el caso de las organizaciones populares la vemos cotidianamente. Obviamente tiene sus puntos y sus límites y va a terminar de una u otra manera en un tipo de explosión, tratemos de que esa explosión sea parte de este proceso de transformación y acumulación política de poder de los sectores más humildes.

-Terminamos con un pinpon de respuestas, con nombres y temas que tienen que ver con tu propia historia:

Montoneros.

Un intento de modificar la historia de luchas en Argentina que valió la pena.

Perón.

Un líder evidentemente ambiguo, que sirvió al pueblo y también contribuyó a que este tuviera límites.

Evita.

Algo parecido a Perón, con muchos menos límites que él.

Trump.

Una novedad en la historia del capitalismo que habrá que ver qué rumbos toma, pero claramente una perspectiva donde en globalismo es puesto en cuestión.

Palestina.

La lucha de un pueblo que no termina y que evidentemente tiene en el vientre de sus mujeres la perspectiva de futuro.

Socialismo.

Una aspiración legítima de la humanidad.


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Perfil del Bloguero
Periodista argentino en medios de prensa escrita y digital, radio y TV. Escritor de varios libros de temas de política internacional. Director del periódico Resumen Latinoamericano. Coordinador de Cátedras Bolivarianas, ámbito de reflexión y debate sobre América Latina y el Tercer Mundo.
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